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32 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
8
Pesada genialidad
Esta es una de las cumbres de Tati, sino la mejor muestra de su cine. Es decir, absolutamente genial. Lo que pasa es que aparte de genial se hace pesada. Tati no hace comedias desternillantes, como keaton o Chaplin, con gags que rizan el rizo y momentos explosivos de carcajadas. Tati hace un humor más sutil, más insinuado, que apela a la inteligencia del espectador (no es que Keaton y Chaplin no lo hicieran, pero era otro estilo). Su humor funciona más por acumulación, pequeños gags que dibujan una sonrisa en el espectador, que se van sumando para lograr un todo realmente poderoso en su mordaz ironía.

En Playtime pasa lo mismo que en otros films del francés, pero si cabe en mayores proporciones. Tati es un cineasta pausado, que utiliza grandes planos generales con mucho movimiento interno. Su estilo puede llegar a empalagar. El lento tempo de Playtime realmente lo hace. Los planos generales con mucha información interna, quizá demasiada en determinados momentos, también. Además las secuencias se alargan y alargan sin ayudar en absoluto a esta sensación. Lo que le pasa a Playtime, además, es que a esto se le debe sumar un guión con nula progresión dramática. Asistimos a una sucesión de gags en varios espacios sin involucrarnos emocionalmente, aquí no hay personajes con objetivos que cumplir ni nada por el estilo, de hecho no hay trama prácticamente. El personaje de Hulot aquí anda más perdido si cabe que en otras películas, no sabemos que pinta y su función como enganche no cuaja.

Pese a todo, mi nota es alta porque realmente Playtime es muy genial. Tatí es un virtuoso. Su agudo humor visual solo es comparable con los citados Keaton y Chaplin. Tatí compone estupendamente y filma los espacios que da gusto (aunque aquí por momentos en el restaurante nos desorientemos un poco). Su inventiva es tan sublime que al no hacer ostento de la misma y al usar gags tan insinuados lo más normal es que se te pasen por alto muchos en el primer visionado. Además Tatí utiliza el sonido que da gusto, además de dirigir estupendamente a sus actores. Mordaz crítica a lo absurdo de la vida moderna y a la estúpida homogenización de las ciudades (impagable los gags de los carteles de las agencias de viajes anunciando distintas ciudades con la fotografía del mismo edificio). Genial.
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57 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El tío vivo de la vida.
Tati lo tenía claro, podía estar equivocado, pero lo tenía claro. Hay gente que sin tenerlo claro se pone a dictar leyes para todo y toma decisiones con la creencia de ser un dios, y luego ya veremos. Esas personas son las que están subidas en los coches de la rotonda, dan vueltas y vueltas, son la pareja del que va en la moto subiendo y bajando como en los caballitos del tío vivo.
Tati nos muestra al indeciso, va, viene, entra, sale... Pero es él. Los demás son los borregos que llegan de viaje y son conducidos por el guía turístico de aquí para allá. No hacemos más que lo que nos dicen en la tele, por ejemplo, el guía de hoy día. Esa es la verdad.
Pero aquí Tati nos enseña otras personas, personas trabajadoras, obreros, los que se dedican a servir; ellos son los que resuelven si nos damos cuenta. El camarero sienta a los clientes, decide, y éstos esperan. El cocinero en su ventanuco es Napoleón, el portero les abre la puerta a los demás y se lo creen (no hay puerta). El cliente que se cae del taburete lo hace una y otra vez, porque le ayudan a levantarse, es un ser anónimo, pequeño y vestido de negro, pero como siga alguién vendrá y le plantará para que no se mueva. Coño, si se lo estaba pasando bien.
Las casas son de cristal, en realidad se reflejan unas de otras y los movimientos de un individuo repercuten en el del vecino, es un vaivén como las olas del mar.
Y ojo al dato, otra crítica: el camarero que se rompe los pantalones sufre el acoso de los buitres de sus compañeros. Como la vida misma. El obrero que tiene un percance será el objetivo de los demás, no pararán hasta dejarle en harapos. La vida misma.
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29 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Monsieur Hulot, la sintaxis del gag
En los primeros compases de Safety last (1923), el personaje de Harold Lloyd parece un preso que, tras los barrotes de la prisión, se despide de sus seres queridos mientras la horca le espera y un cura reza por él. Luego, la cámara sorprende al espectador, deshace el equívoco y muestra la realidad, Harold se halla realmente en una estación y espera al tren que le llevará a la ciudad. Jacques Tati nunca hubiera planteado el gag de este modo, él mostraría al señor Hulot en la estación y, en un momento dado, la composición del cuadro sugeriría al espectador que el personaje parece un reo camino del cadalso. Tati no oculta la realidad para descubrirla posteriormente, sino que el espectador observa la realidad tal cual y según el punto de vista que se adopte surgirá el gag. Otro famoso gag: el del cortometraje Pay day (1922) en el que Chaplin utiliza el retroceso de las imágenes en sentido de avance para mostrar a Charlot en lo alto de un andamio capturando con asombrosa habilidad los ladrillos que le lanzan desde abajo, cada vez de modo más sorprendente, hasta el filo de lo imposible. Seguramente Tati, cumpliendo una de sus máximas del gag, la de la concisión, habría limitado la escena a un par de ladrillos, sin recrearse en el aumento gradual de la dificultad de la labor. En puridad, seguramente Tati ni siquiera habría empleado un recurso tan alejado del realismo como el de retroceder las imágenes.

Playtime es la película más radical de Tati, en la que los planos de conjunto son más de conjunto y las tomas largas son más largas, con el fin de que puedan definirse varios gags en un mismo entorno y casi a la vez, y de que cualquier personaje pueda cobrar el protagonismo, o perderlo, en cualquier instante. El mismo Hulot, cuyo deambular coincide con el del filme, aparece y se desvanece como el humo de su pipa. Incluso un falso Hulot, de los varios que pululan por la parisina jungla de cristal de Playtime, puede adueñarse del gag en cualquier espacio del plano.
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25 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Terrible
No soy un experto en cine clásico. Ni siquiera en cine. Sencillamente, no soy un experto. Cuando veo una película no busco realizar un sesudo estudio sobre su semiótica. Tengo debilidad por las distopías y el encanto de una buena fotografía. Incluso a veces me abandono al virtuosismo de la dulzura sonora del idioma francés y me olvido de la profundidad y el contenido. No busco tener que pasar 120 minutos sentado frente a una exasperante sucesión de irritantes títeres, moviéndose torpemente bajo los hilos de un director obsesionado con plasmar un mensaje que no da para más y podría haber funcionado como cortometraje conceptual, con su admirable y cuidada ambientación fotográfica. Créanme, no busco que una película me provoque necesariamente un infarto diversional, pero cuando está catalogada como una comedia espero como mínimo que me saque una sonrisa y no una carcajada histérica al comprobar una y otra vez que pasa el tiempo pero no pasan los minutos. Sencillamente la película es interminable.

Os he confesado todo lo que no busco cuando me siento a disfrutar de una película porque resulta imposible materializar en palabras la globalidad de lo que uno busca cuando se sienta a ver cine. Así que sí, mejor no os diré lo que busco ni lo que no busco ni lo que me gustaría dejar de buscar, simplemente os diré lo que a partir de ahora intentaré evitar: películas como Playtime.
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28 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Monsieur Hulot en la gran ciudad
El señor Hulot me recuerda a Charlot. Ambos son inadaptados, románticos empedernidos, dos reliquias anacrónicas que ponen en evidencia los defectos de la ultramodernización. Incapaces de seguir el frenético ritmo de la gran urbe y de la industrialización masiva, andan siempre desorientados entre construcciones y artefactos hechos en serie, tropezando constantemente, zarandeados por la muchedumbre que los lleva de acá para allá, no importa dónde porque todos los sitios parecen iguales.
Tati se arruinó con esta sátira que supuso la consagración definitiva de su estilo. No me extraña que su productora quebrara con semejante inversión y las exigentes condiciones del realizador (únicamente salas con proyectores de 70 mm) a la hora de difundir la obra. Sólo para recrear los decorados de un París cuadriculado de cemento, acero y cristal, dirigir a tantos actores y extras, por no hablar del vestuario, el estilismo y el atrezzo, el tráfico rodado, las coreografías urbanas, así como el excepcional tratamiento del sonido, el presupuesto debió de dispararse.
Los que aprecian el humor sutil y socarrón sonreirán casi todo el tiempo con la genialidad de la fotografía y de los planos generales que captan un París impersonal y masificado, idéntico a otros lugares (atención al detalle de los carteles que anuncian Estados Unidos, Hawaii, México y Estocolmo usando de fondo el mismo rascacielos), en el que los monumentos distintivos (la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo o el Sacre Coeur) apenas se aprecian indirectamente, reflejados en puertas de cristal. Predominan las líneas rectas, las formas cuadrangulares, los tonos grises, negros y azules oscuros alternando con blancos (la gente se escandaliza cuando, cosa rara, alguien viste con colores vivos), las figuras repetitivas de los edificios de múltiples plantas y los cubículos de las oficinas, escaparates, puertas y ventanales panorámicos, paredes diáfanas, pasillos rectos y laberínticos, suelos de linóleo, mobiliario sobrio estrictamente funcional, a veces alternado con toques de divertida excentricidad (como los respaldos de las sillas con forma de corona) y utensilios de dudosa utilidad (paneles repletos de botones inútiles, la escoba con luces). En estos escenarios que homogeneizan los espacios y donde nuestro patoso Hulot no sabe desenvolverse, se desarrollan secuencias multitudinarias protagonizadas por un trasiego incesante. Oficinistas, ejecutivos, empleados de hotel, obreros, transeúntes y turistas, casi todos vestidos y peinados de manera uniforme, van y vienen y sus conversaciones plurilingües cotidianas e irrelevantes se entremezclan como ruido de fondo. Tati presta especial atención al sonido de las puertas al abrirse y cerrarse, los chirridos de los sillones al sentarse, los timbres de los teléfonos, el tráfico, los cláxones y las sirenas y los golpes de las cosas al caerse o romperse. Hulot es el niño grande eterno al que aburre y marea el ajetreo insustancial de los adultos urbanitas y que se fija en las minucias que pasan desapercibidas para los demás.
Es magistral la composición y la organización, y la cámara invita constantemente a observar diversas acciones que suceden en cada escena, como Hulot que en algún rincón está haciendo de las suyas, la simpática turista estadounidense disfrutando de su viaje, el estresado personal de las oficinas y del hotel haciendo mil cosas a la vez (a menudo absurdas), los comensales del restaurante esperando impacientes sus platos y charlando, bailarines danzando al ritmo de la banda que ameniza la velada nocturna, borrachines dando tumbos o vecinos en sus apartamentos idénticos viendo el mismo canal de televisión. Asímismo, los camareros y porteros despliegan una tremenda ironía (mordaz crítica de rabiosa actualidad), y la gente se desplaza como rebaños que continuamente necesitan de un pastor.
Son tantas menudencias que observar y escuchar que, aunque uno crea que no pasa nada, y efectivamente no pasa nada relevante, si a uno le gusta este tipo de humor la película le resultará mucho más entretenida de lo que aparenta.
Hay que verla con los ojos de Hulot, así un poco ingenuos, con corazón de niño y un poquito de romanticismo del que ya no se lleva, enarbolando en el rostro una sonrisa y siendo felices con cualquier tontería.
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16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Elogio de lo diferente
Jacques Tatí fué uno de esos locos entrañables que antenponen sus ideas a sus intereses personales.

Playtime es un experimento maravilloso sobre las posibilidades del cine. Diferentes situaciones suceden simultaneamente en un mismo plano, por lo que el espectador debe elegir qué hechos observar, explorando la profundidad de campo con la actitud conveniente. Para ello Tatí rodó la película en 70 mm (lo cual debía facilitar la claridad del visionado de los múltiples elementos), hizo construir varios decorados inmensos para controlar hasta el menor movimiento y jugó a ser un Diós travieso.

En su momento, se estrenaron copias reducidas a 35 mm, porque no todas las salas estaban equipadas para el formato de 70 mm, lo cual ayudó a que la película fuera mal vista y mal comprendida.

Quizás no sea una película para personas poco amantes del revisionado, ya que se expande y cobra más y más sentido en sucesivas revisiones.
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15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Aburridísima
Aburrida hasta decir basta ¿Quién aguanta dos horas de este muermo? A los 50 minutos, muerto de aburrimiento, y para desquitarme por haberme hecho navegar en la nada más soporífera, he decidido escribir esta "crítica". Se supone que una película que es "de humor" debe hacerte, ya no digo reír, sino al menos sonreir en algún momento; y esta lo único que consigue es que te duela la cabeza de puro aburrimiento. Resumen: un tostón insufrible. Adiós. (Cualquier cosa que hagas siempre será mejor que tirar a la basura dos horas de tu vida viendo esto).
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12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Pelín coñazo
Aguantar esto media hora es un logro. También lo es en una peli de Tarkovski, aunque uno se pone en situación y ya está. Pero se supone que aquí vas a ver una comedia, y para mí no tiene gracia a pesar del virtuosismo técnico y visual. Su estética pop allí se quedó.
Besos.
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19 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La comedia estética
Pocas veces una comedia ha alcanzado unos grados de perfección técnica y estética como los conseguidos en Playtime. La película gustará o no artísticamente; el espectador puede sentirse atraído por el particular sentido del humor de Tati y por los múltiples gags visuales y sketches que pueblan el film o, por el contrario, puede no coincidir con la visión del director y aburrirse soberanamente. Pero lo que resulta innegable es la enorme y sorprendente belleza estética que emana de este clásico del cine francés.
En Playtime se recrea un París aséptico y futurista, de espacios abiertos, edificios modernos y decoración minimalista. En este contexto, seguimos los pasos de una serie de personajes que se mueven entre las calles de la gran ciudad coincidiendo en aeropuertos, oficinas y restaurantes. No existe un protagonista claro, si bien cabe destacar la presencia de Monsieur Hulot, alter ego de Tati, que ya había sido visto en Mi tío (1958) y Mr’s Hulot’s holiday (1953), ambas de J. Tatischeff (su verdadero nombre).
Los diálogos no abundan en el film, dejando clara la influencia que recibe del cine mudo. Las pocas conversaciones que hay se dan en varias lenguas diferentes que, en ocasiones, se mezclan y superponen de manera caótica, acentuando el tono absurdo que sobrevuela la mayor parte de la cinta. La galería de personajes es rica y extensa y, en este sentido, cabe destacar la excelente dirección de actores que consigue dar la sensación de que incluso los extras tienen un papel asignado. Esto es sólo una pequeña muestra del detallismo y de la enfermiza manera de trabajar de Tati, que, en múltiples ocasiones, se creó deudas económicas al demorar la salida de sus filmes porque siempre había algo que retocar.
El perfeccionismo del realizador francés se traduce también en la complicada estructura de la película; particularmente en su arriesgada planificación (en la que no encontramos ni un solo primer plano) y en su original fotografía. Mediante el excelente uso de estos elementos, se consiguen retratar de manera magistral tanto el frío e impersonal París del inicio de la historia como la maravillosa y cálida Ciudad de la Luz en que termina convirtiéndose al final.
Y es que Playtime nos muestra la evolución de la capital francesa y de los personajes partiendo de una situación en la que todo está mecanizado, todo es clónico y sin alma (atención a las imágenes de los enormes edificios y de las masivas cantidades de coches idénticos hacinados en aparcamientos) y termina con una deliciosa secuencia final en la que todo es color y calidez.
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9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
El naufragio de Tati.
"Play Time" no es "Mi tío". Ni "Las vacaciones de Mr. Hulot". Apenas hace reir. Y se encuentra en el film poca poesía. Resulta atractivo el intento de satirizar la tecnificación de todo, pero el intento no se logra. Se diría que el tema del cual el realizador trata de burlarse le puede. En "Play Time" Mr. Hulot tiene poca gracia e incluso se mueve entre incongruencias. Acude a un racionalizado edificio de cristal a recoger un paquete (¿Correos. mensajería?) y ni hay cola, ni mostrador. Más bien parece que vaya a solicitar un empleo en una multinacional de extraños pasillos desiertos. Hulot se pierde, se sale de la torre de cristal y entra en una exposición de productos tecnológicos sin que venga a cuento. Así nos puede presentar, forzando el guión, productos ridículos como unas gafas que se levantan hacia arriba o una escoba con focos para iluminar debajo de los muebles.
Nada de todo eso convence, como tampoco los pintorescos personajes alienados en inmensas oficinas. Las imágenes son impecables, muy estéticas, pero su carga crítica resulta tímida, sin esos gags de películas anteriores.
Mejora la historia en el night club estrenado antes de acabarse las obras. Aquí si se producen situaciones graciosas que pretenden evidenciar la prisa de nuestra época y la mediocre vanidad de la burguesía. Pero son chistes aislados en un océano de detalles poco inspirados. Ocurre como al principio del film, cuando se nos quiere confundir sobre el edificio en que nos encontramos.
Tati detesta con razón la falta de belleza de "la modernidad" y cómo el acero, el cristal y las máquinas ahogan hasta los monumentos de París. También satiriza la norteamericanización de Francia, en secuencias como la del amigo que invita a Hulot a su casa y nombra las cosas en inglés, con lo que el otro no entiende nada. Y tambiem como la del arquitecto del club que no sabe manejar los mandos del aire acondicionado por estar todo en ese idioma. El mismo título del film es una palabra inglesa. Y muchos de los objetos que desfilan a modo de innovaciones.
La queja contra esa anglosajonización se percibe mejor en la versión original francesa con subtítulos en español. En la castellana se diluye.
Es muy difícil reirse de lo que triunfa y gana la voluntad de todos: el turismo, la droga televisiva, la frialdad del mundo de los negocios, la más fría aún estética de la arquitectura moderna, la electrónica (hoy sería la informática), los drugstores e incluso los atascos de tráfico. Para una fuerte individualidad como la del director franco-ruso cualquier masificación y uniformización de la vida significa rebajarla de valor y sabor. Pero precisamente porque ese modelo automatizado de sociedad se ha impuesto es por lo que se requiere más talento para ridiculizarlo.
En "Mi tío" este autor sí consiguió oponer con brillantez la hermosa espontaneidad de la vida a su insípida racionalización a la búsqueda de una falsa perfección. En "Play Time" no.
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
PLAYTIME. ¿ UN MUNDO TATIANO ?, .....!ME APUNTO!
La avidez visual y las ganas de comunicar cosas eran el motor de su cine. (¡Que tontería!, podría pensar cualquiera. ¡Eso es lo que hacen las películas!, contar cosas). El auténtico mérito del francés es que el hilo conductor de ésta comunicación se basa en la avidez y profundidad de mirada del propio espectador. Gran secreto de la magia de su cine. Para ello Tatí revolucionó con un cine rodado en 70mm (lo que demuestra que estaba al tanto de las novedades técnicas) donde el enfoque no lo realiza la cámara. Sino el espectador con su mirada. En un formato de gran pantalla donde aparecen infinidad de situaciones entremezcladas dentro de un mismo encuadre. Un cine que bien pudiera ser definido como el cómic de la gran pantalla. (¿Quien no recuerda aquellos 13 Rue del Percebe de Francisco Ibáñez?).

Playtime es el máximo exponente en cuanto a aparición de arquitecturas en la obra de Tatí. Su aportación cinematográfica va dando debida cuenta película tras película, de una manera paulatina, al papel que ocupan arquitectura tradicional y arquitectura moderna en nuestras sociedades. Y no solo da cuenta en lo que a edificaciones se refiere. También habla de mobiliarios, de ergonometrías diversas, de objetos de diseño y de aplicaciones del mundo de la ingeniería. En lo extenso de su filmografía la arquitectura va tomando cuerpo y cobra su exponente máximo con la aparición de Playtime. Llegando casi a desaparecer del universo Tatiano en su última etapa. Refugiándose bajo la carpa de un circo como metáfora del mundo en su último filme Parade.
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7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Un París ficcional.
El cine como imágenes en movimiento, el cine verdadero, en una reminiscencia del viejo cine mudo y una crítica de la modernidad del siglo XX en París, en una ciudad de utilería. En realidad un caos en el cual hay que descubrir el suceso y el significado y, también, divertirse, mientras tanto; por ejemplo una agencia de turismo ofrece viajes a ciudades que en los carteles lucen todas iguales, supermodernas. "Gags" (chistes) visuales la mayoría, alguno de lenguaje: "¿Cómo se dice 'drugstore' en francés? - "Drugstore". El personaje de M. Hulot (Jacques Tatischeff, 1908-1982) anda perdido pero tiene la presencia de ánimo de observar cómo reacciona el relleno de un sillón a la presión. También están perdidos los turistas que son llevados de un lado para otro como ovejas, por una ciudad inventada por Tati y llena de sorpresas graciosas. Para reírse de las costumbres aceptadas o exageradas de una época, que, bien miradas, son para revolcarse de risa (o de espanto). La filmación fue una fiesta para una multitud de extras y el filme una fiesta también, no sólo por el caos sino también por el tono de la diversión generalizada. Un filme sin historia para contar, puede parecer aburrido, pero con una multitud de personajes y de acontecimientos para reír y maravillarse de una deliciosa inventiva pues todo, todo, es sorprendente. Interesantes las extras sobre la filmación (en el DVD).
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7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Genialidad pero...
Difícil puntuar esta película... En un primer momento me fascina ese toque moderno de los años 60, bien plasmada aquí. Una tecnología fría y gris. También me ha gustado algún que otro corte de comedia, que sí que me he reido, pero muy poco.

No es una comedia convencional, es bastante abstracta. También me ha encantado los planos grandes y esos escenarios que ya me gustaría a mí saber como hizo posible esta película, porque parece muy real para ser decorados, pero sabes que eso no podía existir en la época...

La inexistencia de argumento alguno, hace que se haga pesada en varios momentos. Sería para suspenderla y mucho, pero esos decorados y esa imaginación, hace que me encante.

Ves planos grandes que no sabes donde mirar porque no sabes donde va a ocurrir "algo". Es una genialidad, pero hubiera sido mejor plasmarla de una forma más "normal".
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6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La arquitectura del humor
Tati consigue su película más depurada técnicamente. Hace un alarde prodigioso con su puesta en escena, utilizando planos generales y medios en los que interactúan un sinfín de personajes, por lo que resulta difícil en un sólo visionado captar la atención de los distintos gags que se suceden al mismo tiempo. Rebosa una imaginación sin límites en cada plano, no hay nada al azar.

Su humor, sutil, para nada desternillante, critica estupendamente lo absurdo de la sociedad modernizada. Aprovecha al máximo el sonido y elementos visuales en los que hace partícipes a los espectadores de la cinta. Tal vez contenga secuencias excesivas en su metraje, plagadas de personajes que deambulan en medio de la perpendicularidad de los edificios e interiores en los que se mueven, pero es irreprochable la maestría con la que el cineasta francés construye su obra.

Una película llena de detalles cómicos, gran heredera del cine mudo y un prodigio técnico en su arquitectura visual. Sus virtudes son inapreciables en una sola proyección.
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6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Crítica a la modernidad sin hilo argumental
Entiendo que en el París de los años 60, hacer una crítica social de la modernidad que estaba invadiendo la capital francesa, debió ser innovador y cómico. Burlarse del snobismo con sus anglicismos (choca ahora, pues en su momento aún debía ser más disruptivo), de la arquitectura moderna con sus edificios laberínticos hechos de vidrio y acero (es curioso como la publicidad de las capitales de Europa todas muestran el mismo edificio), mofarse de como bailan los neo-bugueses, de las oleadas del turismo (también un fenómeno que nacía) constantemente comparando con otras ciudades... Es decir, reconozco el éxito que debió tener en su momento (no económico por lo visto. Leo que fue un fracaso financiero por lo cara de la producción).

Sin embargo, destacando su fotografía (ayudada por el rodaje en 70mm que favorece a la resolución), los escenarios hechos ad-hoc (Tativille la llamaron), y el vestuario, crear una película a base de gags sin ningún tipo de argumento más allá de la crítica a la modernidad que subyace, me parece muy arriesgado y, en mi caso personal, me ha resultado tediosa y he sufrido para acabar de verla estando despierto.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
París frente al cristal.
04/04(04/01/18) Esta es la gran Obra Maestra del comediante galo Jacques Tatischeff (conocido como Jacques Tati), relato en que su inventiva e imaginación puesta al servicio de las sutilezas para criticar la vida moderna que nos constriñe y borreguiza, en contrapartida al desorden que nos humaniza. Tati vuelve a interpretar por tercera vez a su popular Monsieur Hulot, tras “Les Vacances de Monsieur Hulot” y “Mon Oncle”, aunque esta vez se convierte en un ser cuasi-espectador de este mundo del progreso. Al igual que especialmente la película anterior de Jacques Tati "Mon oncle", esta película es una sátira social, en ambas él se burla de la tecnología moderna, con la gran diferencia de que la tecnología utilizada en esta película es algo que realmente existió y se usó. La película es un ataque mordaz contra el progreso que nos robotiza, contra su arquitectura aséptica, contra su tecnología, contra el turismo zombi de masas, contra los negocios sofisticados. Tati dijo en entrevista que "dirigió a las personas para que sigan las pautas de los arquitectos. Todos operan en ángulo recto con la decoración; las personas se sienten atrapadas por eso".

Destaca además el uso característico de Tati de una comedia visual sutil pero compleja respaldada por efectos de sonido creativos; el diálogo se reduce con frecuencia al nivel de ruido de fondo. Tati no hace comedias frenéticas, como Keaton o Chaplin, no despierta explosivos gags de carcajadas, Tati hace un humor sutil, más insinuado, apela a la inteligencia del espectador. Su humor funciona más por acumulación, pequeños gags que dibujan mueca de sonrisa en el espectador, se suman para lograr poderoso en su mordaz ironía. De ritmo lento pero seguro, con tiempo para el espectador se empape de una sinfonía de situaciones que se mueven entre el slapstick, las equivocaciones, y sobre todo la ridiculez humana más patética. La película posee un nimio hilo argumental, más bien es una mirada distante aun día en la capital gala como epítome de la “modernidad” y el “progreso”, pero las situaciones fluyen de modo natural.

En la historia, Monsieur Hulot tiene una entrevista de trabajo, pero antes de que pueda preocuparse por impresionar a sus futuros empleadores, tendrá que encontrarlos primero. Aterrizando en un renovado París modernista, tiene que navegar por interminables corredores, suelos resbaladizos, sillas hundidas, puertas correderas y reflejos engañosos en un laberinto corporativo de alta tecnología. Allí reina una especie de caos organizado y Hulot se destaca como un engranaje Orwelliano desalineado en la maquinaria de la vida moderna.

Estructurado en seis secuencias, unidas por dos personajes que se encuentran repetidamente en el transcurso de un día: Barbara , una joven turista estadounidense que visita París con un grupo compuesto principalmente por mujeres estadounidenses de mediana edad, y Monsieur Hulot , un francés confundido perdido en la nueva modernidad de París. Las secuencias son las siguientes:
El aeropuerto: el grupo turístico estadounidense llega al ultramoderno e impersonal aeropuerto de Orly .
Las oficinas: M. Hulot llega a uno de los edificios de vidrio y acero para una reunión importante, pero se pierde en un laberinto de habitaciones y oficinas disfrazadas, finalmente tropezando en una exposición comercial de diseños de oficinas de negocios similares y muebles casi idénticos a los del resto del edificio.
The Trade Exhibition: M. Hulot y los turistas estadounidenses son presentados a los últimos aparatos modernos, incluyendo una puerta que se cierra "en silencio dorado" y una escoba con faros, mientras que el París de la leyenda pasa casi desapercibido salvo por un vendedor de flores puesto y un solo reflejo de la Torre Eiffel en una ventana de vidrio.
Los apartamentos: cuando cae la noche, M. Hulot se encuentra con un viejo amigo que lo invita a su piso escasamente amueblado, ultramoderno y con fachada de cristal. Esta secuencia se filma completamente desde la calle, observando a Hulot y a otros residentes del edificio a través de ventanas de piso a techo sin cortinas.
The Royal Garden: esta secuencia ocupa casi toda la segunda mitad de la película. En el restaurante, Hulot se reúne con varios personajes que ha encontrado periódicamente durante el día, junto con algunos nuevos, incluyendo un nostálgico cantante de baladas y un bullicioso hombre de negocios estadounidense.
The Carousel of Cars: Hulot compra a Barbara dos pequeños obsequios como recuerdos de París antes de su partida. En medio de un complejo ballet de autos en una rotonda, el autobús de los turistas regresa al aeropuerto.

La película denota algo especial desde su singular inicio que marca el tono de comicidad sutil, Tati jugando a ser el maestro de trampantojos, a experimentar con las falsas apariencias, con lo preconcebido: En una gran sala aparecen una serie de personajes (dos monjas, una pareja sentada, un hombre con una mesa camilla y bata blanca, un barrendero que ya no sabe qué barrer, un militar, una niñera con un bebé, una mujer con un carrito, un hombre con zapatillas y una venda en la cabeza, un mozo con un ramo de flores), preconcebimos entonces tras lo visto que estamos en un hospital, pero Tati nos da un zasca, oímos por la megafonía del recinto que anuncia la llegada del vuelo procedente de…, y nos damos cuenta de que estamos en el vestíbulo de un aeropuerto, entonces el espectador debe retrotraer y volver a repasar las imágenes vistas, pues resulta el hombre con zapatillas y venda en la cabeza no es un enfermo sino un musulmán,…

Tati edifica un microuniverso impersonal, despersonalizado, mecanizado, frío, robotizado, y lo deconstruye con enorme mordacidad y sutilidad, un microcosmos que nos aleja de lo individual (tanto es así que unos carteles que anuncian Estados Unidos, Hawái, México y Estocolmo usan de fondo el mismo rascacielos), que genera gelidez ambiental, viva la diferencia!...(sigue en spoiler)
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5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
EL 1er ARTE
El cine en estado puro. Clase magistral de imagen y sonido. Todo es un juego, y el arte es el más apasionante de todos. El cine es arte gracias a películas como Playtime. Es la creación de un genio, Jacques Tati; y como todas las genialidades, puede no gustar. ¿Te gusta la miel?
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9 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Las obras del Royal Garden
En este film Tati vuelve con su Sr Hulot que tanta fama le dio, aunque aquí no es el protagonista, el protagonista absoluto es el decorado y coprotagonista los efectos sonoros y la música que tanto gusta en el mundo Tati.
Como otro personaje más, el Sr. Hulot recala en una empresa y ahí se realiza varios de los mejores gags de la película, uno es el modernismo del edificio, cosa a la que Tati nos tiene acostumbrado (la casa de su hermana en Mi tío), la botonera del telefonillo que lleva loco al portero anciano, no preparado para tal invento.
En esta escena hay muchos detalles asombrosos, desde al empecinamiento del portero haciendo sentar al Sr Hulot mientras el entrevistador viene, el vejete va dando caladas al pitillo escondiéndose de la visión del jefe y a lo lejos se ve aparecer a este, que seguimos todo el recorrido y con el único sonido de sus zapatos recorriendo el largo pasillo, hasta llegar a la altura del Sr Hulot.
Después pasan a una habitación donde hacen esperar al Sr Hulot y el trajín que se lleva con las sillas, con el consecuente ruido (grandiosa escena), para más tarde dar entrada a otro personaje que hace todo un ritual de gestos y ruidos hasta que le dan la entrada a la estancia contigua.
Más tarde y después de la larga espera, el Sr Hulot persigue al entrevistador por todo el edificio, un espectáculo de gestos, efectos sonoros y visualmente genial.
Y los otros gags, que no interviene Tati hasta el final, es el restaurante Royal Garden que sin acabar la reforma da paso a los clientes estando todo mal hecho, es lo más hilarante del film, solo con eso merece la pena la visión del film, que como he comentado visualmente es genial.
Como leí en alguna crítica, si es verdad que se puede hacer pesada, sobre todo si esperas ver gags estilo Keaton o Chaplin, no tiene mucho que ver, Tati lleva su humor no solo a un personaje, de hecho que el Sr Hulot desaparece gran parte del metraje para seguir a otras personas y ver otra clase de humor, mucho más visual y artístico, que cómico a desternillarse.
Si te gusta Tati, no te defraudará, pero si vas con las expectativas de los clásicos del cine mudo te puede hacer bostezar, aquí se basa mucho en la belleza de los decorados, que si te fijas bien en el film (siempre que no te hallas dormido) siempre pasan cosas en la amplia visión de la escena, pues está rodado en 70mm lo más grande que había, a causa de esto y el empeño de Tati a exhibir solo en cines acondicionados a este efecto y negarse a promocionar el film a 35mm fue un fracaso de público, pero un éxito de crítica, aunque de la crítica no se vive.
No pudo recaudar lo suficiente para cubrir la producción y eso llevó a Tati a la bancarrota.
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5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Sobre la alineación y la alienación
De uno de sus viajes a (¡qué casualidad!) París, el turista Kafka anota: <<A los forasteros se les reconoce porque al llegar arriba, al último peldaño de la escalera del metro, se desorientan, a diferencia de los parisinos, que pasan directa e imperceptiblemente del metro a la vida>>.

Mr.Hulot es un turista, un impenitente turista aún su propia ciudad y en su cómica incapacidad para familiarizarse con las estructuras orientativas de la sociedad, nos sentimos a ratos reconocidos, a ratos riéndonos y preguntándonos al fin cuándo y hasta cuánto la sociedad se vale de sus instituciones para aclimatarnos una alineación, cuándo y hasta cuánto nos induce una alienación.

El hecho de que pululen tantos personajes en esta película parecidos a, pero no siendo, Mr. Hulot, nos hace sospechar que la respuesta a la pregunta anterior que tenía Tati en mente no es halagüeña. Aunque nos lo digo con sonrisas y afabilidad.
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3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
"TATI EMPEZÓ DONDE NOSOTROS HABIAMOS TERMINADO" (Buster Keaton)
Jacques Tatischeff (1907-1982) a sus 60 años se encontraba en la cresta de la ola. En la década de los 50 sus tres films anteriores le habían encumbrado, Oscar incluido por "Mi tío" (1958) y su personaje M. Hulot seguía tan despistado como siempre, quizás sin saber que ya era y seguiría siendo un clásico.
 
Así es que Tatí debió pensar, ahora o nunca y frotó la lámpara de su genio con más brío del que era económicamente razonable y nos regaló esta genialidad que acabó prácticamente con su carrera, lo arruinó y perdió los derechos de sus films anteriores, obras impagables y eternas que su productora tuvo que poner en subasta por unos "pocos francos" para como se suele decir salvar los muebles. Y nunca mejor dicho porque los "muebles", el decorado, la llamada Tativille que construyó para esta película que en palabras del propio Tati era la auténtica protagonista lo endeudó irremisiblemente. El escaso éxito en taquilla en Francia y la puntilla de no estrenarse en  USA dieron fin a los tiempos de juego de este niño grande que miraba asombrado a la especie humana y sus cachivaches modernos.

"Play Time" es, te guste el humor de Tati o no, una obra maestra cinematográfica, un inmenso terrario de la absurda y surrealista vida que ha construido la civilización humana. Una abigarrada mirada preñada de sutilezas casi imposible de degustar en un solo visionado. El Señor Hulot cede protagonismo y los elaborados gags se reparten en una coralidad coreografiada al detalle. Nada es lo que parece y todo cobra nueva vida de la mano y del ingenio de su director. El trabajo con el sonido es impresionante, creando lo que Tatí denominó, "profundidad de sonido" consiguiendo que sea este el que dirija la mirada del espectador. Cada una de sus partes es una pieza maestra de un puzzle caótico de espejos deformantes para reírnos de la banalidad de nosotros mismos.

Profética, uno empieza a salivar pensando que habría hecho Tati si hubiera posado su mirada sobre el mundo tecnológico en el que vivimos. La película va sobrada de segundas intenciones y metáforas y su ritmo y duración pueden abrumar y espantar a un público acostumbrado a bufets de "comedia fast food". "Playtime" hay que degustarla y saborearla sin prisas con los cinco sentidos. Y por supuesto cada cierto tiempo volver a hacerlo.

cineziete
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