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38 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
6
Resurgir de las cenizas
Christian Petzold sabe cómo jugar sin marcar las cartas y con "Phoenix" consigue todo aquello que (en mi opinión) su película anterior, "Bárbara", había simplemente sondeado: capturar una situación y generar interés en ella más allá de la primera lectura contextual. En su nuevo trabajo hay un amor nada disimulado hacia su protagonista, una impecable Nina Hoss, que interpreta un doble papel bastante particular para representar a la figura de una mujer presuntamente muerta... que resulta ser ella misma. El planteamiento es una locura pero se lleva a buen puerto con total naturalidad, dada la entrega de actriz, realizador, y demás personas implicadas, funcionando con una supuesta ligereza sobre una base terriblemente perturbadora. No ya la idea de la muerte representada per se ("Vértigo" otea en paralelo a sus imágenes) sino también por el propio desarrollo de los personajes y cómo ahondan en lo más triste del ser humano: codicia, u olvido. Un amour fou desolador.

Con una dirección ajustadísima, ese "Phoenix" al que punta Christian Petzold se representa en múltiples formas: como esa Berlín destruída por las bombas y hecha cenizas, hasta ese club nocturno donde Nelly vuelve a ver a Johnny, pasando por su propia transformación física (y ese vestido rojo de contrastada tonalidad con respecto al resto de elementos); todo lo anterior es simplemente una forma de simbolizar un título idóneo pero la película toca más teclas de la forma correcta: un retrato del holocausto únicamente secundario, sin forzar, usándolo como excusa para ir por otros caminos en los que la historia hace parada acertadamente: la construcción de su protagonista es particularmente brillante, cerrándose el film además de la mejor forma posible. "Phoenix" es una representación jugando a representarse, un ave que resurge de sus cenizas para darse cuenta de que el motivo por el que lo estaba haciendo era uno errado. No es una película excepcional pero Petzold, indudablemente, sabe hacia dónde dirigirse y qué atajos le convienen más para evitar los mayores males de este tipo de cine (pista: la pornografía emocional). Para mí es, desde luego, mejor que "Bárbara".
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30 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Volver
Por fin llega a nuestras salas Phoenix, la última película de Christian Petzold, avalada por el Premio FIPRESCI en el último Festival de San Sebastián. Si bien no es la gran película que en cierto modo podría esperarse, sí puedo decir que es un excelente acercamiento a las verdaderas consecuencias del holocausto, exento de manipulación y muy lejos de caer en el pornodrama emocional, en el que tan fácil es caer en una cinta de estas características. Petzold vuelve a contextualizar la historia en el turbio pasado de su país, dotándola en todo momento de una sobriedad y elegancia casi academicista que contrasta con su trasfondo turbador. Una mirada atrás hacia una Alemania (país y población) en ruinas.

Nelly (Nina Hoss), una superviviente de Auschwitz, regresa a su Berlín natal con la cara desfigurada, acompañada por Lene (Nina Kunzendorf), de la Agencia Judía y amiga suya antes de la guerra. Nelly decide someterse a una operación para reconstruir su cara, de la manera más fiel posible a como era antes de la guerra. Una vez recuperada, Nelly comenzará la desesperada búsqueda de su marido, Johnny (Ronald Zehrfeld), que está convencido de que ésta murió en el holocausto junto al resto de su familia. Pese a las advertencias de Lene, que asegura que Johnny fue quien la delató a los nazis, Nelly no cesará en su intento de encontrarle. Pero cuando se produce el reencuentro, Johnny no la reconoce. Ella aceptará hacerse pasar por su mujer, es decir, por ella misma. Esta situación recuerda, salvando las distancias, a una obra maestra como es Vértigo (sí, sé que no soy el primero ni el último que lo dirá).

El primer problema que plantea Phoenix es la dudosa verosimilitud de su guion, donde cada cual tomará un diferente posicionamiento. No dudo que este motivo sea capaz de sacar a más de uno de la historia, pero tampoco creo que sea algo tan inverosímil como algunos dicen. Además de que desconocemos cómo era su rostro antes de la guerra, hay que tener en cuenta la absoluta negación llevada a cabo por los protagonistas, fruto de la culpa y del amor: ella, incapaz de admitir la posibilidad de que su marido la traicionase; él, convencido de que murió y abrumado por la culpa y la evidente posibilidad de que sea la verdadera Nelly. Ambos necesitarán pruebas irrefutables para admitir unos hechos y una realidad que parecen obviar.

El “Fénix”que da nombre a la película adquiere diferentes formas en ésta: una Alemania en ruinas que debe empezar de cero; una joven que necesita la reconstrucción de su cara y, a la vez, de una identidad perdida en los campos de concentración; una relación amorosa destruida por culpa de la guerra; y un club nocturno de nombre coincidente con el título, y en cuyo interior cada uno se busca la vida como bien puede. También se podría aplicar al vestido rojo de Nelly en el primer encuentro con su ex marido, pero no confirma esa condición de Fénix: no la reconoce.

La bellísima y cuidada puesta en escena llevada a cabo por el alemán, contrasta completamente con el fondo desolador de la historia. La (casi) primera mitad de la historia es brillante, con la presentación de la frágil Nelly, fantásticamente interpretada por la actriz fetiche de Petzold, Nina Hoss. La composición de un personaje de remarcada fragilidad, que, con el devenir de los acontecimientos, adquirirá un cariz totalmente desgarrador. Y no olvidemos a una también genial, aunque con una escasa presencia en pantalla, Nina Kunzendorf; ni a un muy buen Ronald Zehrfeld, como réplica a la interpretación de Hoss. Desgraciadamente, la película adolece de una progresiva pérdida de fuelle desde el encuentro decisivo de la pareja (el segundo). En la segunda mitad adquiere un tono casi teatral, con una narración que parece desprovista de la intensidad que sí tenía en un principio. Cuando parece que ya sólo queda asistir al desperdicio de una buena historia, un final de esos que ponen los pelos de punta se encarga de subsanar con éxito ese bajón que parecía no tener solución. Una total demostración de sutileza -en todo el film, aunque aquí especialmente- y talento de Petzold. Así, aunque supongo que involuntariamente, la película actúa también como ave fénix.

No es redonda, pero es un estupendo reflejo de Alemania una finalizada la II Guerra Mundial, y de una de las tantas personas que lo perdieron todo. Como bien dice el personaje de Johnny en una escena: “Nadie se fija en los que vuelven de los campos de concentración. Nadie los va a reconocer”. Phoenix es una de esas películas que, sin saber muy bien por qué (quizá por tener uno de los mejores finales de los últimos tiempos), tiene toda la pinta de ir a permanecer en mi memoria y a mejorar con el paso del tiempo.

Crítica publicada en @dfcinema: http://dfcinema.com/2015/06/02/phoenix-volver/
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22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
De entre los muertos: ¡ojalá permaneciera allende…!
Hay películas cuya recepción crítica positiva (a veces incluso acompañada de un público crédulo) es un arcano indescifrable. Esta cinta encarna a la perfección y sin complejos semejante enigma. Cuando fallan fondo y forma, cuando los actores apenas prestan sus cuerpos ausentes a unos diálogos tan inverosímiles como superfluos, cuando la trama es tan descabellada como insulsa, cuando te importa una higa lo que acontece en pantalla y te preguntas a qué tanto incienso y tanto boato si lo que se ve es tan famélico y falso que produce hastío y hasta vergüenza ajena.

Vayamos por partes. La trama es irreal, casi onírica, una fantasía desaforada que podría haber tenido un pase si se hubiera abordado como cine fantástico o como una propuesta más allá de lo convencional. Pero la inventiva descabellada se da de bruces y de tortas con un pretendido realismo inmisericorde y patibulario, produciéndose una incongruencia irreconciliable. El realismo sucio (pero de baratillo, de un cartón piedra reciclado y cutre que añade delito a la afrenta) pertenece a otra película diferente y antitética a la trama soñadora que se nos ofrece. No casan ni con cola, ni la palmaria contradicción entre ambas ilumina recovecos insospechados o nos añade una dimensión inaudita. Sencillamente es un fallo garrafal.

Meter, malamente y con calzador, a Hitchcock en un filme neorrealista de pacotilla es una vileza que no merece ni señalarse como desvarío. Además los diálogos son risibles de tan serios y ceñudos que gravitan, fingiendo una severidad y trascendencia de la que carecen. Y los actores se las ven y se las desean para dar vida a unos personajes tan plúmbeos como desdibujados, con reacciones extremas, silencios enfáticos y rostros contorsionados de importancia pomposa. No hay ni un atisbo de humildad en este repelente engendro que cae de lleno en la cursilería de lo ampuloso y sobrecargado de puro atracón de insignificancia.

Para ser justos hay una escena extraordinaria: la última. Quizás por eso algunos guardan un grato recuerdo del conjunto, pero es un espejismo. No se borran casi cien minutos de tedio porque durante los postreros tres se alcance la bóveda celestial. La cinta se cierra con un aquilatado broche de diamantes: te transporta y convence, te sobrecoge y te zarandea, alcanzando una excelencia encomiable con la ausencia de diálogos (basta la emocionante interpretación de una canción) y con una dirección afilada, perfecta, contundente. Fundido en negro. Lástima que el resto sea tan calamitoso.
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25 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
(An-)Anagnórisis
Herr Petzold nos trae una película libremente inspirada en una retorcida novela de Hubert Monteilhet (autor también de "Las mantis religiosas", por ejemplo.)

En el destruído Berlín de la postguerra Nina Hoss, como los demás supervivientes, vaga buscando un nuevo nacimiento.

Gran interpretación, gran ambientación, gran película. Sin duda Petzold merecería ser más conocido en España.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Cuando te quieres tan poco que no eres tú mismo...
Cuesta entender cómo sabemos perdonar antes al que nos hace daño que aceptarnos a nosotros mismos. No hay peor ciego que el que no quiere ver, o muchas veces necesitamos meter el dedo en la yaga para creer, como Tomás. La permisividad, el perdón, la culpa y la dignidad se mezclan en un personaje que, sin entenderlo, aunque se le pueden buscar las razones, intenta retomar el hilo de una vida sabiendo que nada volverá a ser como antes.... y aún así, ¿cómo retomarlo?. Aunque con momentos donde el ritmo es pausado en demasía, o donde personajes relevantes no se presentan hasta donde debieran, el guión nos intenta trasladar el contraste y el impacto emocional del momento posterior al horror nazi. Personajes intensos, bien recreados y crecidos en la película, una historia con un fondo intenso bien reflejado en retazos de una vida cualquiera...
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10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Nelly
Otro de los films más interesantes de esta semana es esta película alemana con un evocador título que fue de lo mejor que se pudo ver en el pasado festival de San Sebastián, donde ganó el premio FIPRESCI de la crítica. El director Christian Petzold y la actriz Nina Hoss vuelven a trabajar juntos tras una larga filmografía en la que destaca "Yella" o "Bárbara" en esta historia sobre una cantante que tras estar en un campo de concentración, tiene la cara desfigurada y es operada para reconstruirle el rostro. Entonces busca a su esposo pianista, pero él no la reconoce. Aunque este hecho de que el marido no reconozca a su mujer puede no ser creíble, si uno se deja llevar está ante un excelente y oscuro melodrama que habla de la identidad y de la culpa en la Alemania postnazi. El film tiene como referente "Vértigo" de Hitchcock, la apasionante historia tiene fuerza, la realización es fría también y cuenta con estupendas interpretaciones de Nina Hoss y Ronald Zehrfeld. Este es uno de los mejores films alemanes del pasado año, ideal para los amantes del cine de autor más óptimo.

Valoración: 8
Lo mejor: la actuación de Nina Hoss, un final tan inesperado como sutil.
Lo peor: que su premisa no sea muy creíble.

http://josh-cine.blogspot.com.es/
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8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Maridos y mujeres
La premisa argumental es tan delirante, absurda, estúpida y completamente inverosímil (esa es la clave, "el como si fuera así", de eso se trata en la ficción, de lograr ese "engaño" o suspensión de la incredulidad con habilidad y honestidad).... que anula cualquier opción de crítica seria (posiblemente ese sea el truco del almendruco del malvado director alemán; hacer una película inmune al comentario, impermeable a las palabras ajenas, blindada, hermética, cerrada a cal y canto, calusurada).
Pero bueno... (es que no, ni con la más buena intención puede uno olvidar el quid, el punto de partida, el "todo esto es... " que ella misma reconoce en uno de los escasísimos momentos de lucidez que tiene la suerte de disfrutar entre tanta ceguera).
Pero..., vale va, si conseguimos ("impossible is nothing", ¿no era eso?, siempre he sido fanático de las frases profundas y motivadoras que nos hacen mejores), por lo que sea, seguir adelante con la ¿¡trama!?, pues sí, seguramente los más listos de la clase dirán (con toda la razón) que es una historia terrible de amor que sirve de metáfora (elemento retórico que no debería servir para justificar lo injustificable, especialmente si planteas la historia desde el realismo más naturalista) para hablar sobre la guerra y la posguerra nazi, con sus culpas (sí, entiendo la idea, el marido no acepta la realidad ya que es inasumible, de ahí su autoengaño, de acuerdo, pero eso hay que plasmarlo con criterio y sentido, todo no vale, con solo la intención y el punto de partida no es suficiente), sus olvidos ("nadie pregunta nada"), sus traumas, traiciones, delaciones y demás bajezas y supervivencias; con los judíos, una vez más, como víctimas propiciatorias.
Además, si te gustan el teatro y la interpretación, tendrás un ejercicio de gran imitación; de copias brillantes, identidades cambiantes, dobles personalidades y un sinfín de retorcidos retruécanos y muchos juegos de espejos.
Y la factura es elegante. Estéticamente está cuidada, es bella y delicada.
Pero es que...
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16 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Un acercamiento poético a lo innombrable
¿Cúal es el panorama con el que se encuentran los judíos en la Alemania devastada tras la guerra? Dos mujeres, como dos caras de una misma moneda, encarnan dos posiciones subjetivas tremendamente distintas de la judeidad en condiciones trágicas. Una, tributaria de la memoria de los muertos en los lager, no puede soportar el olvido y el silencio oprobiosos de los alemanes derrotados - y de los aliados.
Otra, superviviente del horror, desfigurada en lo más profundo de su identidad, espera encontrar en los otros, en su esposo, el amor suficiente para atreverse a escucharla. Ella sabe que no soportará, ni él ni los otros, la verdad desnuda. Sólo con un lentro trabajo de ensambladura de múltiples indicios espera que se abra camino en la mente de su esposo la escena de los campos de exterminio; cuando, por fín, el esposo descubre, como Edipo, el horror que se esconde detrás del muro de silencio y apariencias, es demasiado tarde para el amor. El ave fénix ya remonta el vuelo y se aleja dejándonos asombrados, avergonzados y es en el esposo en quien nace la vivencia de imaginar algo imposible : el sufrimento de la superviviente, con su número tatuado en el antebrazo. Hermosísima secuencia final llena de nostalgia y riqueza simbólica, en la que un lamento por el amor que se acaba demasiado pronto puede ser entendido como todo un aviso sobre cómo cuidar al amor, no sea que luego sea demasiado tarde.
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9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Una cruda realidad y su representación
Christian Petzold regresa a la Alemania de posguerra para rastrear las cenizas que dejó el nazismo. De esta manera, la huella de "Bárbara" tiene en "Phoenix" su continuación, con una mujer que vuelve de un campo de concentración con el rostro desfigurado, y que lo hace obsesionada con encontrar a su marido. Ella es Nelly, única superviviente de la familia, que se somete ahora a una operación de reconstrucción facial anhelando ser la que fue y ser reconocida por un Johnny al que todavía ama. Le espera un Berlín en ruinas y un pasado desconocido que puede convertirse para ella en una nueva muerte o en una resurrección.

Viendo "Phoenix" uno tiene la impresión de que Hitchcock trae de nuevo a Madeleine de entre los muertos de "Vértigo". El empeño de Johnny por reproducir el pasado y a su esposa va parejo al deseo de Nelly por revivir un tiempo de triunfo del amor, pero más bien estamos ante el duelo entre la representación y la realidad... y la vida tiene todas las de ganar. El progresivo acercamiento de ambos y el descubrimiento de la realidad del otro no tiene vuelta atrás, lo mismo que el regreso de esos judíos marcados por la tragedia y que simboliza Lene, la amiga de Nelly. Es inevitable que la pesadilla de mentira, traición e inhumanidad no agoste cualquier intento de reparación, que la verdad no termine saliendo a la luz y sea descubierta de la manera más cruel. Antológico es el desenlace, en ese sentido, que no necesita palabras porque se ha ido cociendo a fuego lento y se trasluce en el silencio de los personajes.

Son precisamente el silencio que Petzold impone al dúo protagonista y la extraordinaria interpretación de Nina Hoss los elementos que dotan a la cinta de un espíritu de desengaño y de un alma mortuoria. Entre ellos las miradas dicen más que las palabras, y la atmósfera conseguida se mueve entre el realismo más crudo y la fantasía más irreal. Frialdad, desconfianza, distancia, amargura, tragedia son sentimientos que aletean en un ambiente enrarecido en donde el pasado es demasiado plomizo. La sobriedad narrativa y la contención expresiva ahondan en ese tono nada complaciente con el que el director pide al espectador que se meta en el alma muerta de esa mujer que regresa del infierno, que intente atisbar algún rastro de esperanza a esa relación marchita, que llene esos silencios y secretos que esconden deslealtad y falsedad.

Por otro lado, el rostro de Nelly comienza oculto por las vendas de la masacre para terminar quitándose ella misma otras más dolorosas e interiores. Ha sido un viaje de descubrimiento de sí misma que va más allá de los rasgos faciales. Ha sido un encuentro con la verdad que tenía en el antebrazo y que había sido escrito por quien menos sospechaba. La distancia y dureza de la cinta son evidentes, lo mismo que la austeridad de su estilo y la ausencia de concesiones. También lo es la precisión narrativa y la cuidada planificación, el tono intimista y el esfuerzo por darnos una historia de amor curiosa e incierta. En definitiva, una vez más asistimos al duelo entre la verdad y la simulación, entre la realidad y la representación, y en ese cruce de identidades y de ambigüedad se masca la pesadilla de todo un pueblo y de una mujer.
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7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
En voz baja
Si en la historia reciente Alemania es un claro ejemplo de renacimiento de sus propias cenizas, esta película trata de mirar con más detalle y no extrapolar conclusiones sociológicas a nivel individual.

En realidad, la auténtica ave fénix son los mitos: ya que la filosofía y la ciencia sólo pueden explicar aspectos parciales de la realidad, son ellos los únicos capaces de darnos la ilusión de que comprendemos algo de lo que sucede, bajo la forma de unas pocas narraciones que renacen sin cesar. Esta película hace revivir mitos clásicos (Orfeo y Eurídice, que en esta ocasión intercambian sus papeles, y añaden un tercer vértice a su relación) o cinéfilos (Vértigo, claro, pero con neones rojos), para hablar de la culpa de los alemanes en relación con el Holocausto.

La primera parte de la película se centra en los supervivientes judíos, a los que se ofrece un estrecho marco de elección: o perdonar a sus verdugos y tratar de rehacer de un modo u otro su vida anterior en Alemania, o emigrar a Palestina (donde, como ahora sabemos, surgirán otros problemas). La protagonista, Nelly (una admirable Nina Hoss), parece salida en esta primera parte de Ojos sin rostro, la película de Georges Franju. Los personajes que la rodean, Lene, su amiga y rescatadora, y la criada de esta, se igualan casi con los nazis en su voluntad de control; y lo mismo podría decirse del soldado americano que aparece en el prólogo.

La segunda parte de Phoenix se inicia cuando Nelly dirige sus pasos a un local llamado Phoenix en la parte de Berlín controlada por los americanos; un salto de eje subraya la cesura, su entrada en el averno tratando de resucitar el pasado.

Quizá la película nada entre dos aguas, en su mezcla de experimento de laboratorio y aireación realista, entre la severidad de la vanguardia (apreciable en la austeridad de las imágenes y el control de los tiempos) y la aspiración a una forma de narración clásica. Más allá de esta ambigüedad, Phoenix es, en esencia, un bello ejercicio de teatro filmado (a quien lea esto como una crítica, le recomendaría volver al artículo de André Bazin Teatro y cine); muestra el proceso de transformación y reconocimiento de Nelly con paciencia y frialdad minimalista, como si el director siguiera la orden de la canción de Kurt Weill, Speak Low; dejando que la emoción vaya aflorando lentamente sin manipularla, hasta desembocar en un final perfecto, en el que la música se revela como mediadora infalible de la memoria.

Reseña publicada en: navegandohaciamoonfleet.wordpress.com
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Cenizas, brasas y fuego
Me recomendaron esta película por su temática del Holocausto (de la cual soy adepta), por eso me decidí a verla. Al principio me decepcioné un poco porque el tema no era el Holocausto, si no el post holocausto. He visto muy pocas películas (creo que tampoco hay demasiada promoción de ellas) de la temática de posguerra (post segunda guerra). Creo que la mayoría de las historias a contar explotan la riqueza que aporta el drama de la segunda guerra mundial, sobre todo el vivido por los judíos en los campos de concentración. Quizás no muchos saben que los judíos fueron uno de los grupos exterminados, pero también había gitanos, homosexuales, intelectuales, comunistas, y un sinfín de humanos que no se enmarcaban en “la perfección de la raza aria”.
Si bien por momentos la película me resultó pesada, un tanto apática, interminable por momentos, el final le otorgó sentido a todo.
Me dije: es de las películas que comienzan cuando terminan. Allí salen a la luz las preguntas, los cuestionamientos, las definiciones.
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Intentona
La protagonista no tiene alma ni para imaginarse ser alguien que renazca de sí misma ni lo que tiene alrededor la ayudará. Es más, es tan patético su alrededor que da lástima: sobre todo por lo mal aprovechado que está ese entorno bien logrado de la noche en Berlín tras la guerra. Su alter-ego masculino es despreciable, como personaje además de un actor, como intérprete carente de expresividad. No es que Petzold juzgue moralmente o no nos quiera dar pistas sobre sus personajes; es, sencillamente que ya están más muertos que vivos; no tienen guión, son seres inanimados, mal interpretados. No hay nada detrás. Un único alegato de reivindicación política acaba siendo un alarde cobarde de quien no se quiere mojar. Prometía y en eso radica su valor. En que prometía mucho.
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15 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La imposibilidad de un reset
Volvemos, una vez más, a la zona cero de la modernidad occidental. Al agujero negro por el que se escurrieron los sueños de progreso e ilustración de la primera mitad del siglo XX. Al momento exacto en el cual, terminada la mayor carnicería de la historia de la humanidad, la incredulidad y el estupor sólo eran comparables en intensidad al horror industrial de lo vivido en Europa. Volvemos y recordamos al Billy Wilder de “Berlín Occidente” y al Rosellini de “Alemania año cero”, aquellas películas de urgencia en las que las ruinas de la capital alemana estaban todavía humeantes y la necesidad de olvidar todo lo acontecido pesaba tanto en el ambiente como las consecuencias materiales y éticas de la barbarie nazi.

Volvemos y lo hacemos atravesando la bruma de la fantasmagoría como excusa argumental: una mujer, Nelly Lenz (interpretada por una espléndida Nina Hoss), superviviente milagrosa de Austchwitz, rescatada por una rica judía entregada a la causa del nuevo estado israelí, sufre una operación facial que cambia sus rasgos. Decidida a recuperar su vida anterior al campo de concentración, se esforzará por recomponer el puzzle de su existencia con unas piezas que están, en el mejor de los casos, deformadas, retorcidas o mutiladas, y, en el peor, simplemente desaparecidas. La protagonista, pues, es un fantasma que busca reencarnarse en su antiguo cuerpo, recuperar su estatus anterior, hacer memoria de lo que fue para poder ser ahora, aquí, en la Alemania de 1945. Sabemos, ya sólo con esos primeros planos de los soldados que cierran Berlin y que muestran su asombro por el hecho de que alguien quiera regresar allí, que la suya es una tarea condenada al fracaso.

El título, que funciona como metáfora sencilla del hecho del renacimiento ansiado, remite al cabaret en el cual la protagonista y su marido se ganaban la vida antes de la guerra, ella cantando, él tocando el piano. Una canción, “speak low”, de Kurt Wile, será el pilar invisible del film y el centro de gravedad alrededor del cual girarán las palabras no dichas, las acciones no ejecutadas, todo lo que no llega a explicitarse ni a declararse durante la narración del drama. El marido de Nelly, incapaz de reconocer a su antigua mujer, hará un pacto con ésta para poder afrontar sus deudas, un pacto que remite al “vértigo” de Hitchcock en su afán de recrear a su mujer supuestamente muerta a través de alguien que le recuerda a ella. Pese a la incredulidad inicial derivada de esta situación, el funambulismo argumental funciona, y los esfuerzos de Nelly por ser Nelly a toda costa a través de la recreación de sí misma acaban por dar lugar a una reflexión por alcance: ¿puede la Alemania post-segunda guerra mundial volver a ser ella misma después del trauma colectivo, después de la ignominia nacional, después de la metástasis nazi en todas las capas de su sociedad? La respuesta de los alemanes, parece decir la película, es una salida en falso a esta pregunta en forma de desmemoria, reseteo y borrón y cuenta nueva.

Mientras el foco de la película permanece fijo en el juego de espejos que llevan a cabo Nelly y su marido, tensionado continuamente por la sospecha de un acto ominoso, otra historia va desarrollándose en paralelo: la de la propia Nelly y Lene Winter, la judía que la ha rescatado de Auschwitz. Esta, tras proporcionarle cobijo y protección, asiste atónita a la mistificación que se desenvuelve ante sus ojos. Este personaje desarrolla un papel crucial en la historia al posicionarse como observador externo de todo lo que ocurre y dar cuenta de la propia estupefacción del espectador: su sorpresa, su indignación, su cabreo, son los nuestros también. Sabemos que Nelly está jugando al peor de los juegos y, fascinados, la seguimos en su peculiar descenso a los infiernos. Y nuestra perspectiva es recogida dentro de la película por esta Lene Winter rica, sofisticada, elegante y descolocada de forma irreversible, la cual pone ante los ojos de Nelly una salida posible a su dilema vital.
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5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Las dos caras del absurdo
Aun siendo la ganadora del FIPRESCI en el Festival de San Sebastián del 2014 y alabada por la mayor parte crítica, Phoenix, del director alemán Christian Petzold, consiguió ahogar gran parte de mis expectativas sin ningún esfuerzo. De una premisa que daba mucho juego a la imaginación del espectador a costa de restar fuerza a la verosimilitud, nace una propuesta curiosa y enigmática. Una joven cantante judía con la cara desfigurada tras su paso por Auschwitz renace de sus cenizas e intenta reconstruir su vida como si nada hubiera ocurrido. Ante esta historia de renacimiento tan merecedora de ser contada se impone un ritmo lento y una falta de verosimilitud importante. ¡Pero si es ficción!, dirán algunos. La buena ficción se logra mintiendo al espectador de manera sutil, engañándole y absorbiéndole en un mundo imposible con mecánica posible. La mala ficción, como en este caso, roza el ridículo.

Nos encontramos ante una película en la que no te crees nada. Las acciones de los protagonistas no tienen ni pies ni cabeza, hay personajes que aparecen y desaparecen sin explicaciones y muchas suplantaciones de suplantaciones de identidad. Queda claro que el rechazo a la verdad por parte de aquellos que cometieron tales atrocidades es la gran metáfora de la película. Todos los personajes pretenden olvidar el pasado y regresar a la Alemania de antes de la guerra, sin odio, sin venganzas, sin traiciones. El marido se encuentra con Nelly (la protagonista), a quien llama por su verdadero nombre y conserva la misma voz, piel y ojos, y él no quiere creer que es la misma, o lo que es peor, quiere hacer pasar a esa señorita por su mujer. Los guionistas (Christian Petzold y Harun Farocki) someterán a este juego al espectador con la esperanza de que no se termine cansando. Vanas esperanzas. Y si encima nos topamos con una mujer que después de haber sufrido en sus carnes los horrores de la guerra, desea ser de nuevo vapuleada psicológicamente por el hombre que ama... No, que esto no lo haría ni la persona más buena del mundo. Una cosa es perdonar y otra muy distinta es someterse a la misericordia.

Pero no todo es malo. El director de fotografía (Hans Fromn) logra plasmar el ambiente decadente y derruido de la Alemania de posguerra. El bar llamado “Phoenix” escondido entre las ruinas de la ciudad nos muestra la capacidad de superación y desafío del ser humano ante el horror. Resurge de sus cenizas una nueva Alemania, borrando cualquier resquicio de barbarie, aunque el paisaje de alrededor grite lo contrario. A esto se le suma un final conmovedor (aunque bastante predecible) en el que la imagen del fénix que echa a volar cobra sentido. Un final abierto a interpretaciones: entre la esperanza y la venganza. Aunque después de tan incierta historia me esperaba un final irónico en el que el director alemán sonriera ante la cámara y nos dijera a todos los espectadores que habíamos presenciado una gran broma y que ahora comenzaría la verdadera trama de la película.

http://12criticossinpiedad.blogspot.com.es/
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5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
El conflicto entre la razón y el corazón
Hablar hoy día sobre la calidad expositiva y narrativa del cine del alemán Christian Petzold tras sus notables ‘Jerichow’ y ‘Bárbara’ suena prácticamente a redundante para muchos, pero no está de más recordarlo para todo aquel espectador desconocedor de la obra del autor.

Petzold, ganador del Oso de Plata a mejor director en el Festival de Berlín de 2012 por ‘Bárbara’, presenta ahora ‘Phoenix’, un drama de certeras líneas maestras que nos traslada a la Berlín post II Guerra Mundial donde las heridas físicas y emocionales están a flor de piel.

‘Phoenix’ resulta un film interesante por la forma de narrar los acontecimientos sobre los que gira, y por comprobar como Petzold logra dar esquinazo a los problemas de verosimilitud que presenta la trama y a través de los que logra inquietar y conmover al espectador. La culpa y la pena oprimen el alma de nuestra protagonista (una –como siempre– notable Nina Hoss), Nelly, una cantante judío alemana que con el rostro desfigurado trata de saber sobre su esposo, quien a priori, la traicionó y provocó su captura por los nazis y su ingreso en un campo de concentración. Al dar con él y no reconocerla –la dará por muerta– le seguirá la corriente en su propósito de cobrar su herencia, algo para lo que deberá de realizar un curioso juego de imitación propia que acrecentará su lucha interna entre el corazón y la razón. El guion, confeccionado por el propio Petzold y Harun Farocki es la adaptación de la novela titulada ‘Les Retour des cendres’ (algo así como El regreso a las cenizas) del prestigioso escritor francés Hubert Monteilhet, aunque como suele ser habitual, realizando modificaciones fundamentalmente en su último tramo para dotar a la novela de un sentido más cinematográfico (la utilización del tema ‘Speak Low’ compuesta por el judío alemán Kurt Weill en 1943 y con letra del poeta estadounidense Ogden Nash es sencillamente sublime).

Nina Hoss, actriz fetiche de Christian Petzold, recrea a las mil maravillas el carácter y las emociones de una persona en conflicto con el entorno, con su familia y consigo misma. Una lucha entre aceptar su pasado y perdonar, o abandonar su vida pasada e irse a labrar una nueva en Haifa o Tel Aviv gracias a la ayuda de su amiga Lena, quien trabaja para la Agencia Judía por Palestina, agrupación que ayudaba a recuperar a miles de judíos del holocausto al terminar la guerra (algo sobre lo que se pasa muy de puntillas). Ese conflicto que experimenta Nelly es casi comparable al conflicto que los espectadores sufren al comprobar la dificultad real de que un marido no reconozca a su esposa por mucho que haya cambiado su rostro. También es cierto que todo ello bien meditado (su voz es más ronca y por entonces se era más pudoroso) puede llegarse a producir, pero ya nadie te evitará las dudas durante su visionado. La historia es melodramática, perfectamente interpretada y no sólo por Nina Hoss, sino también por Ronald Zehrfeld (Johnny, su esposo) y Nina Kunzendorf (su amiga Lena), aglutinando sentimientos de odio, esperanza, perdón y cobardía.

La fotografía del film es lúgubre y austera en su mayor parte (a cargo de Hans Fromm), y los escenarios de exteriores son más bien limitados (esos muros derruidos), pero destacada particularmente –la fotografía– en las escenas del club de música (del cual coge su nombre) tan extraño y purpúreo. Un trabajo humano y terrenal que transita entre la contradicción de la sinrazón de la guerra, el olvido y la indeleble huella del amor.

Una película inteligente y ambigua con uno de los mejores finales del año y que sirve de homenaje a Fritz Bauer, ese jurista alemán y judío tristemente desconocido por muchos que fue clave por promover en 1958 los seis juicios de Auschwi tz (1963-1968), temática recientemente tratada en el film ‘La conspiración del pánico’ de Giulio Ricciarelli.

Lo mejor: La secuencia final.
Lo peor: La historia de Lena y sus problemas de verosimilitud.

Valoración:
Banda sonora: 6,5
Fotografía: 6
Interpretación: 7
Dirección: 7
Guion: 6,5
Satisfacción: 6
NOTA FINAL: 6,5

@hilodeseda - www.habladecine.com
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
El renacer
Sobrio e interesante relato dramático en el que una mujer, con el rostro completamente desfigurado por el suplicio vivido en los campos de concentración, se somete a una importante operación y regresa al encuentro con el que fuera su marido.
Una película alemana con multitud de metáforas y mensajes intrínsecos, plagada de emoción. Phoenix, el título de la película hace referencia a un bar que visitaban sus protagonistas y, de alguna forma, viene a ser el fénix que renace de sus cenizas, tanto la protagonista principal como la vida en Alemania antes de la guerra. Es un viaje de iniciación de volver a los inicios por otro camino, comenzar a volver a ser uno mismo aprendiendo de los que fueron traidores por seguir con vida. Un inquietante relato completamente perturbador, donde la protagonista se deja moldear por el amor del pasado, con la ilusión de volver a él. Recuerda en muchos instantes y salvando las distancias a la película Vértigo, de Alfred Hitchcock.
La adaptación de la novela de Hubert Monteilhet, Le retour des cendres, resulta un emocional retrato de una sociedad enmascarada por sus propias incapacidades y sus propias mentiras que conectará con el espectador por su dramático argumento, capaz de demostrar que tiene más en común de lo que parece a simple vista con el mundo actual. Dirigida con buen gusto por Christian Petzold, cuenta con un tratamiento delicado y pausado. Una sobria puesta en escena y un interesante reparto en el que destaca con notoriedad la aportación de su intérprete protagonista, Nina Hoss. Totalmente deslumbrante en un personaje que vuelve a brillar después de pasar por el túnel de la oscuridad. Tiene un aura especial a lo largo de toda la película, recuerda a muchos iconos del cine clásico. Brilla y deslumbra con su interpretación.
Puede que algunas situaciones resulten inverosímiles o difíciles de comprender, pero a veces los sentimientos del corazón van más allá de la razón.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Magistral
Aunque tiene puntos muertos, es a la vez un punto donde ayuda al receptor a meterse en la situación, y un final que te deja marcado, con esa estupenda canción. Aparte de reconocer el gran trabajo de meterse en una historia del cual mucho o nada se conoce acerca de los supervivientes de los campos de concentracion
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3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Después de la tormenta.
Melodrama teatral muy bien interpretado por Nina Hoss, de la mano de la sobriedad narrativa y milimétrica de Petzold (véase su magnífica “Barbara”) y en el que las piezas encajan a la perfección, pero donde personajes, tanto emocional como psicológicamente inacabados (quizá a propósito, para que el propio espectador los concluya), deambulan por la historia con extrema lentitud.

El resultado es una obra técnica e incluso argumentalmente perfecta, pero deficiente en cuanto a su exposición sentimental, cuyo núcleo principal es el rastreo de identidades (algunas ambiguas) en medio de una profunda desolación traumática de postguerra.

En resumen: interesante pero lenta y puede aburrir si no se está interesado en el tema, así que leer la sinopsis y tomarse un café antes de entrar.
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2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
CONFLICTO DE REALIDADES EN "PHOENIX"
Cuando uno lee la sinopsis de Phoenix (2014), de Christian Petzold, adaptación de la novela Regreso de las cenizas, de Hubert Monteihet, uno piensa, cito literalmente de mis pensamientos: “¡Coño, una película con guion!”; lo cual implica una cierta novedad con respecto a un panorama actual en el que la creación de los personajes prima sobre el argumento, y eso es algo que no me molesta en absoluto: lo único que quiero comentar es que la sinopsis de Phoenix me pareció una nada desdeñable novedad. Pero ahí queda todo. Quiero decir que la historia va poco más allá de lo que el resumen oficial de la película desvela.

En la historia del cine hay una película por excelencia que aborda el regreso de la guerra, quiero decir la falsa vuelta de la guerra. Me refiero a El regreso de Maritn Guerre (1982), de Daniel Vigne, con Gerard Depardieu y Natahlie Baye, ambientado en las guerras europeas del siglo XVI, en las inagotables guerras europeas del siglo XVI, quiero decir. Justo diez años después, la industria cinematográfica de Hollywood alumbró Sommersby, de Jon Amiel, ambientada en la guerra civil norteamericana: qué se le va a hacer, tiene que haber de todo, pero hay que ver lo que les gusta a los estadounidenses los filmes franceses. Pues bien, lo que Phoenix plantea es una historia similar, pero totalmente diferente: no es un hombre quien regresa, sino una mujer; y no lo hace de la guerra, sino de los campos de concentración. Concretamente, Auschwitz.

He leído en alguna página de crítica cinematográfica que el guion es absurdo, lo cual me parece un pelín exagerado, pero no del todo desacertado. El argumento exige, eso sí, la benevolencia del espectador, pero absurdo, absurdo, lo que se dice absurdo, yo no lo calificaría como absurdo, y quiero, de hecho, destacar las cosas positivas que he apreciado, o he creído apreciar en esta película de Petzold.

En primer lugar, la mera circunstancia de que se trate de una versión sesgadamente subversiva de El regreso de Martin Guerre ya me parece algo destacable. Pero hay más y quiero mencionar también el ejercicio de intrahistoria que Phoenix plantea, dado que este largometraje no nos sitúa directamente ante el horror de los campos de concentración. Ni siquiera está rodado en uno de ellos, sino que la acción se sitúa en la primera posguerra en Alemania, tras la contienda mundial. El filme se plantea, pues, mostrar en escenas cómo afectó a la vida de una pareja las monstruosidades de ese conflicto, y de ahí, por extrapolación, comprender cómo afectó al resto de la población del planeta, en general, y de los judíos, en particular.

Me parece también interesante comprobar una vez más cómo el telón de fondo de la música es el contexto ideal para exhibir la degradación humana, habida cuenta que de los dos protagonistas, ella es cantante y él, pianista.

Otra cuestión interesante, a mi modo de ver, es el conflicto de realidades, casi casi ontológicas, que esta producción ofrece, puesto que se trata de una guerra real, lamentablemente demasiado real, que da pie a la novela-película de Monteihet-Perzold, respectivamente, productos ambos de ficción, donde a su vez se plantea otra vuelta de tuerca inventando otra realidad, que es nueva para él, el pianista, pero totalmente cierta para ella, la cantante. Quizá falte un poco de verosimilitud para esta última parte del entramado de realidades sucesivas y simultáneas, pero la idea básica que subyace en ese modo de narrar historias me parece, cuando menos, mencionable. La realidad de las cenizas. La realidad del ser humano.

Por otro lado, para un final tan abierto como el que plantea Petzold en Phoenix habría que remontarse hasta muy atrás en la historia del cine. Quizá hasta Lo que el viento se llevó. No voy a revelar dicho final, pero quizá sea lo mejor de la película.

En definitiva, una producción que trata de los horrores del holocausto judío, sin mostrar ni una sola imagen de los campos de concentración: muy al contrario, se deja todo a los efectos en la vida cotidiana de las personas en la inmediata posguerra. Magnífica la interpretación de Nina Hoss, y un filme que debe valorarse más en las intenciones que en los logros.
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1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
"El amor es una chispa perdida en la oscuridad"
Berlín, 1945. Apenas terminada la II Guerra Mundial, dos mujeres se dirigen en automóvil hacia Berlín del Oeste, Lene Winter (Nina Kunzendorf) conduce, a su lado está Nelly Lenz (Nina Hoss), con su rostro totalmente vendado, ella es una sobreviviente de un campo de concentración Nazi, se salvó de milagro pero su rostro ha quedado totalmente desfigurado. La mujer quien fuera cantante paga a un médico para que le reconstruya su cara, sin embargo, esta no queda igual que antes, hecho esto, se decide por buscar a su esposo Johnny (Ronald Zehrfeld), un virtuoso pianista.

Phoenix entreteje una historia que podría considerarse bastante inverosímil, sin embargo, la forma en como Petzold construye el relato le da una solidez grande a su proyecto, un drama elocuente, filmado con buen pulso, con una narración segura, de un ritmo lineal sin grandes sobresaltos, eso sí, con una última secuencia brutal. La película está basada (idea central) en la novela Le Retour des cendres (El regreso de la cenizas, 1961) del escritor francés Hubert Monteilhet, con guion escrito por el propio director junto a Harun Farocki.

Varias cosas importantes de señalar, una contextualización muy cercana al final de la guerra, una Alemania demacrada, la forma en cómo se representa la ciudad es un lujo, con gente destrozada-mutilada, con cierto peligro que se siente en el aire, donde lo único que pareciera ser llamativo es un burdel de mala muerte y el bosque. Un país que deberá buscar pronto un camino igual que lo hace la protagonista del film, al reconstruirse exteriormente (su rostro) y luego sanear sus heridas internas (la búsqueda de su pareja).

Aparte de esto, sin duda la obra tiene un buen grado de cosas un tanto enfermizas en el sentido de cómo se suceden las cosas a lo largo del metraje, esta exploración curiosa e incesante que se realiza le da un tono diferente alejado de cualquier convencionalismo. Punza emocionalmente en varios tractos con una atípica historia de amor que navega en terrenos turbios de la nación europea ya descrita. De alabar la participación del elenco, pero sin duda Nina Hoss con una interpretación que duele. Buen film.
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1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
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