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39 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
7
LA SOLEDAD ACUCIANTE
El proceso creador de Eric Rohmer se pone en marcha cuando tiene una idea clara del final. Con esa brújula, construye la trama que desemboca en ese final.

En “El rayo verde”, a la protagonista le traza un camino oculto, por el que ella se mueve perdida la mayor parte del tiempo; una escondida senda acotada por señales misteriosas y aisladas: naipes en el suelo, affiches callejeros (taller: conócete a ti mismo), objetos de color verde, conversaciones ajenas sobre Julio Verne que ella escucha durante un paseo…

Delphine trabaja como secretaria en París. Sus planes de veraneo se chafan a última hora y, con enorme contrariedad, se encuentra con las vacaciones desiertas por delante. Una mujer sola en medio de la muchedumbre. Su soledad es inestable, asociada a una inquietud temperamental, una visceral forma de estar que no puede ser de otro modo.
En diversos episodios, como los de la reunión con amigas o la desenvuelta turista sueca, intenta llegar a los demás, pero no surge la corriente comunicativa; más bien chispazos y calambrazos, o vacío irrespirable.
Hay momentos de intensa aflicción que se sobrellevan recordando los versos de Rimbaud en la portada de la película: “Ah! Que llegue la hora/ En que los corazones se enamoren”.
Muy significativa la entrada en escena de un ejemplar de “El Idiota” de Dostoievski: el príncipe Mischkin, socialmente discapacitado, es sin embargo un inocente visionario, un alma viva, y recorre en su interior un camino profundo.

5ª obra del ciclo ‘Comedias y proverbios’, dedicado a retratar a mujeres inquietas, Rohmer no había escrito sobre ella previamente. Aquí dejó a un lado su habitual metrónomo, la férrea pauta de minuto y medio de película por página de guión, diálogos calibrados palabra por palabra.
Como en “La coleccionista”, donde permitió a los actores introducir aportaciones, en “El rayo verde” la actriz principal interviene en la construcción de su personaje, y así figura en los créditos: ‘Con la colaboración para el texto y la interpretación de Marie Riviere’.
En estrategia espontaneísta, la actriz dota al personaje de expresiva nerviosidad, un punto aturullada en ocasiones, aunque en el tramo final logra una intensa presencia cuando, al estilo romántico, la emoción interna de Delphine se acompasa con los fenómenos de la naturaleza.

Ahondando una vez más en la sensibilidad femenina, Rohmer filma una de sus películas más personales. En declaraciones a Liberation (3.9.86) consideró muy autobiográfico el tratamiento que hace de la soledad. “Delphine soy yo”, dice, como Flaubert de Madame Bovary.

(Rodada muy velozmente en el verano del 84, lo acusa cierta tosquedad de la imagen, acaso falta de más edición.)

(7,5)
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90 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
"Si ves el rayo verde, serás capaz de comprender tus propios sentimientos y los de los demás" (Julio Verne)
Verne, como todo gran genio, era polifacético y no sólo escribió novelas de ciencia-ficción. La fama que ha alcanzado debido a su faceta de visionario de la ficción científica y de la novela de aventuras suele relegar casi al olvido alguna de sus obras que se centran en temáticas más corrientes y sencillas, como las románticas, aunque "El rayo verde" sabe aunar su lado científico y el romántico. El fenómeno óptico de la refracción de la luz solar durante el ocaso, que en unas condiciones atmosféricas y geográficas concretas da lugar a la visión de un destello verde justo cuando el sol termina de ocultarse tras el horizonte, es el hilo conductor de una historia basada en la leyenda de que si dos personas contemplan juntas el rayo verde, se enamorarán.
Rohmer parte de ese fenómeno óptico que parece pura leyenda mágica y lo sitúa como el ideal de búsqueda de una mujer que ha llegado a un punto muerto.
Delphine es una mujer joven, vive sola en París y trabaja como secretaria. Aún no se ha hecho a la idea de que su relación con su ex-novio Jean Pierre se rompió hace tiempo. En la rutina de sus días corrientes va acumulando una tristeza indefinida, un vacío pesimista que la hace replegarse en sí misma. Cifrando buena parte de sus esperanzas en un viaje a Grecia que iba a efectuar con una amiga, se viene abajo y se siente muy contrariada cuando el viaje se anula. Con sus planes para las vacaciones deshechos, Delphine siente que se ahoga en París pero tampoco se decide a marcharse sola de vacaciones. Su carácter cauteloso por naturaleza, sumado a su negativo estado de ánimo, la impulsan a verlo todo muy negro y a ser muy reacia a vivir aventuras, a dejarse llevar y a seguir los consejos de sus amigas para marcharse a cualquier parte y divertirse.
Entre muchas dudas y objeciones, sus vacaciones se convertirán en una serie de tumbos sin rumbo fijo. Cherburgo, la montaña, Biarritz, San Juan de Luz... Pero nada consigue erradicar la depresión que se adueña de ella. Ni las personas que va conociendo, ni los lugares... Tal vez, si algún día consigue avistar el esquivo rayo verde, su suerte cambie...
Rohmer, maestro de la cotidianeidad, de las conversaciones normales de la gente y minimalista que observa detalladamente a través de su miscroscopio personal, despliega el encanto de la simplicidad, de los pequeños acontecimientos diarios de personas que son como nosotros. Aquí pasea su cámara por los días de una mujer desencantada e invadida por una vacuidad existencial que desearía vencer pero no sabe cómo.
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86 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
LA INTROVERSIÓN ES EXTRAORDINARIA PORQUE GENERA LOS MÁS ALTOS IDEALES
A mí me encantan las películas de Éric Rohmer, "El rayo verde" también.

El cine de Rohmer es imantandor como una puesta de sol (se capte o no en ella el dichoso rayo verde), por lo bien que nos introduce en el naturalismo, por la verisimilitud de las escenas interpretadas en un tono bellísimo, poético, de sencillez y realismo.

El meollo de la cuestión en este filme es la "introversión". La introversión filmada en sus más destacados rasgos: la rareza en el comportamiento, la soledad, los cambios neuróticos de opciones recién tomadas, los lloros sin venir a cuento a solas o delante de los demás, el cansancio y la pérdida de energía que se siente cuando se está mucho rato con humanos, las fantasías elevadas a tremendo grado, las dudas continuas ante cualquier elección, el ensimismamiento, el gusto por la contemplación, etc.

Todo esto lo tiene la protagonista, una mujer parisina, introvertida por excelencia, cerebrotónica, delgada, tímida, incluso vegetariana, que ante un mes de vacaciones no sabe que hacer con sus días libres, tiene diversas ofertas pero ninguna le apasiona de verdad: ir con su familia a Irlanda, ir a la casa de una amiga en España, ir a la montaña o a la costa francesa, etc. Su problema es puramente el de tener una personalidad introvertida y por ende el poco gusto por relacionarse con cualquiera y a cualquier precio, la gran altura que pone en sus objetivos, sentimientos y aspiraciones.

Pero, ojo, hace bien, porque quien se conforma con unas costillas de cerdo eso es lo que obtiene, pero quien persigue un agujero negro tiene también muchas probabilidades de alcanzarlo y hallar las maravillas inefables que este conlleva dentro de sí.
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52 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La idiota
Como Woody Allen en Match Point, Rohmer nos da una pista muy valiosa sobre cómo interpretar esta película cuando nos muestra a la protagonista leyendo El Idiota de Dostoievski en la estación de Biarritz ( en el caso de Match Point era Crimen y Castigo la novela del genio ruso, y creo que cualquiera que haya visto el film de Allen sabrá reconocer las similitudes entre la novela y el film de Allen ). He leido algunas críticas y están bien; que si la soledad, que si Rohmer aburre, etc..A mi me gustaría penetrar un poco más y no quedarme en la mera superfície. Creo que Delphine ( el personaje principal ) , ya desde la primera escena, la del teléfono, se presenta como una psicótica, una idiota en su más estricto sentido; alguien que no entra en el juego del marco simbólico en el que vivimos ( de ahí quizás el sentimiento de soledad ) ; alguien que no hace más que exponerse ante los demás sin mesura (como el protagonista de la novela de Dostoievski ) , sólo hay que recordar los absurdos diálogos en los que siempre dice lo que piensa , lo que no le gusta ; mostrando sin parar lo más profundo de su ser sin pensar en lo impropio de ese proceder en una conversación banal. Pero lo bueno de la obra ( a mi entender ) es que en el fondo se da una visión positiva de esta, digamos, idiotez, pues se presenta como una forma de romper lo cotidiano, de rasgar el marco simbólico, de no aceptar lo que todos damos por hecho, no conformarse e ir más allá. Recordemos por ejemplo la siempre recurrida relción entre el genio y la locura. ¿No son los genios los que, en última instancia hacen "avanzar" a la humanidad? Y ¿no están todos los genios un poco locos? Un nueve para Rohmer.
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42 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La soledad
Quinto título sobre seis de la serie “Comedias y proverbios”, del realizador Éric Rohmer. El guión, del propio Rohmer, se basa en una idea concebida por él en 1983 y desarrollada con la colaboración de Marie Rivière y otros actores. Se rueda en escenarios reales (interiores y de exterior) de Paris, Cherburgo y La Hague (Normandía), la Plagne (Saboya francesa) y Biarritz y San Juan de Luz (Pirineos atlánticos). En el Festival de Venecia obtiene el León de oro y el premio Fipresci. Producido por Margaret Ménégoz para Les Films du Losange, se estrena el 29-VIII-1986.

La acción dramática tiene lugar en Paris, Cherburgo, la Plagne, Biarritz y San Juan de Luz, a lo largo de 33 días de julio/agosto de 1985. Delphine (Rivière), joven secretaria, residente en Saint Germain, que ha roto amistosamente con su pareja (Jean-Pierre) de los dos últimos años, recibe una inesperada llamada telefónica de su amiga Caroline que le comunica que no cuente con ella para el viaje de 14 días a Grecia que tenían proyectado. Le quedan dos semanas para comenzar las vacaciones de un mes y no halla la manera de encontrar otra compañera de viaje. Delphine es delgada, frágil, atractiva y sexy. Gesticula bastante, cree en el destino y en el amor verdadero.

El film suma drama, comedia y romance. Reflexiona sobre la soledad del ser humano en el mundo contemporáneo. Trata otros temas de interés, como la incomunicación, la dificultad de encontrar apoyo y comprensión entre los allegados, la importancia de las relaciones entre amor y azar, el destino... Al realismo habitual del autor se suman en el film elementos esotéricos, como los naipes, el gato negro, el destino, el médium, el espiritismo, los astros, los horóscopos, etc. Enfrenta dos concepciones del mundo: la de quienes sólo confían en ellos mismos y la de los que creen en la existencia de elementos superiores como el destino, la fortuna, los hados, el azar, etc. Los primeros son partidarios de afrontar las situaciones humanas adversas mediante el esfuerzo personal. Los segundos, más pasivos, tienden a esperar que intervenga el destino. Delphine, romántica e idealista, pertenece al segundo grupo. Piensa que su racha de mala suerte no va a cambiar con esfuerzos y menos aún con soluciones insatisfactorias desde su punto de vista y contrarias a su manera de ser. Se siente sola porque echa en falta al gran amor de su vida, el hombre destinado a hacerla feliz. No le interesan las aventuras efímeras (marinero de Cherburgo, picadores de playa de Biarritz).

La prolongada ausencia de amor constituye la principal causa de su desazón. La incomprensión general que encuentra en amigas (Manuella, Béatrice, Françoise...) y familiares, agrava su estado depresivo. No la entienden y, con cierta malicia, la tratan como una persona diferente y extraña. Un debate sobre su condición de vegetariana durante el almuerzo se convierte en motivo de burla y exclusión emocional del grupo.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
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37 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La persona deprimida
Las vacaciones de la vegetariana o el Arte de la conversación (y la observación).
Nunca antes un evento tan normal y banal como unas vacaciones de verano dieron tanto juego. Y esa es la forma de proceder de Rohmer, coger un hecho, un sentimiento, una relación, lo que sea, y darle mil vueltas, conversarlo hasta agotarlo, zarandearlo hasta exprimirle todo el jugo, hasta que sea irreconocible, mostrarlo desde todos los puntos de vista posibles, airearlo, charlarlo hasta el delirio, sin fin, jugando, gozando con él, descubriéndolo por primera vez, todo nuevo y desconocido. Es decir, en verdad es lo contrario de lo que se suele decir, es una estrategia anti pedante, un acercamiento humilde a la cuestión de marras, a la vida; es un intento de descuartizar la realidad a través de procedimientos igualmente prosaicos, exhaustivos pero sencillos, como el diálogo (la necesidad de hablarnos; una de las características que más nos determina, diferencia y define como especie), centro e instrumento para casi todo, para el conocimiento, el esparcimiento, el contacto...; o los encuentros, las idas y venidas, los dimes y diretes del discurrir diario, sin añadidos, sin sucedidos extraordinarios ni grandes dramatismos, con sobriedad y naturalidad. Una recreación estirada, adensada, profundizada, de la zona más gris y esencial de nuestros actos, una aproximación a nuestras mentiras, deseos y confusiones, cara a cara, sin condescendencia ni juicios morales, sin adoctrinar ni satirizar, intentado comprender, con paciencia y esmero, sin prisa y con mucha curiosidad, con amor, dulce ironía y mucha sabiduría.
En este caso, tenemos a una mujer solitaria y triste. Que sufre por ser demasiado sensible y buscar algo más, por no conformarse con la tosquedad de las cosas, con la vulgaridad de la gente, por no saber fingir ni disimular, por, en definitiva, no saber jugar, no entender que la vida no hay que tomarla al pie de la letra, por no darse cuenta de que las señales no están en la luz solar o en las cartas del tarot, sino que es mejor buscarlas en las necesidades de los demás, en sus deseos, egoísmos e intereses, en sus miedos y debilidades, en sus miserias y grandezas.
Esta puede ser una versión, una opinión favorable sobre una mujer demasiado delicada y sincera, que paga por ello.
Pero también se puede ver de otra manera. Como el despedazamiento de un ser insoportable; de una egoísta intolerable e intolerante; de una mimada, una cargante y una caradura; de una persona que se pasa la vida quejándose y amargando, de paso, al resto con sus penas, que es incapaz de estar sola y que cuando alguien, por fin, le hace caso huye. Maleducada, autista y ridícula. Que dice que es abierta y escucha a la gente, pero que en realidad no escucha nunca a nadie y siempre está presta para soltar su retahíla de aburridos y absurdos lamentos. Una mujer que se pasa las vacaciones molestando a todo el mundo y colándose en las casas de todos, gorrona y pesada. Una pelma a tiempo completo. Una persona a la que no hay quien aguante y de la que es conveniente huir como alma que lleva el diablo.
Rohmer tiene la suficiente habilidad y honradez para dejar que sea el espectador el que elija la versión que más le guste; incluso las dos a la vez, o algo de una y un poco de la otra.
La película es maravillosa; por crear un personaje tan rico dentro de un contexto tan sencillo y tan auténtico; por su minuciosidad y ligereza, por su luminosidad y profundidad.
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19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Vacaciones en soledad
Mujer soltera. Treinta y tantos. Fracasos amorosos a las espaldas. Amistades con parejas, con hijos, con responsabilidades. Y llega el verano cuando te encuentras más sola. La rutina del trabajo, que durante tanto tiempo enmascara la soledad se toma unas vacaciones y un abismo se abre a tus pies. La soledad se ahonda. Se clava cerca del corazón, y el aire se nos vuelve rancio. Un mes en que pensar o un mes para cambiar.

Y así Rohmer construye, de manera algo tediosa, el diario personal de Delphine.

Mi amiga, esa que os conté que observaba durante minutos las piedras de la Tramuntana, dice que ve el rayo verde a todas horas. Yo, la verdad, creo que sólo lo he visto una vez. Y tampoco estoy seguro de ello. Lo cierto es que me he pasado largas tardes esperando ver el último rayo de sol sentado en la cala del Delta, casi en soledad, con el convencimiento de que sólo son pamplinas y el rayo verde no es más que una postimagen. No me extraña que mi amiga, vegetariana como Delphine, sea capaz de perecibir su rayo verde. Los rayos verdes sólo existen para gente soñadora, que cree que como los naipes, pueden marcar su porvenir. Yo, algo más realista, me dispongo a disfrutar de la apuesta de sol, mucho más hermosa que las célebres caídas en Santorini, y casi siempre en soledad o con gente amada. Es como se ven los rayos verdes, y también como se viaja; aunque Delphine no lo sepa todavía.


Otros posibles títulos para esta crítica:

-Que llegue el tiempo de amar.
-Las tetas de la sueca.
-La petarda de Delphine.
-Una vegetariana peculiar.
-Los rayos verdes son para los soñadores.
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26 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Desencanto
Las películas de este autor son momentos de la vida cotidiana retratados con naturalidad y austeridad incluso, se centra en relaciones personales en las que podemos vernos reflejados en mayor o menor medida y el interés radica en ver cómo los personajes reaccionan. No suele haber conclusiones claras, pero se avanza y se llega a comprender a éstos.

En este caso nos describe por medio de Delphine y a manera de un diario, esos períodos que a veces sufren las personas cuando cunde el desencanto, desaparece la autoestima, se sienten solas y el contacto con los amigos sólo empeora las cosas, pues los esfuerzos de éstos por sacarlas de ese estado no hacen sino sumirlas más en en él.

El rayo verde simboliza el logro de estar en paz con uno mismo y con los demás, volver a alcanzar la estabilidad perdida.
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17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Para mí, la mejor película de Eric Rohmer
Esta claro que el grueso de la obra Rohmeriana constituye un único y monotemático universo fílmico, del cual muy pocos directores han sabido continuar o incluso imitar. Considero que la crítica hecha a una obra del francés es hacerla extensible a todas las demás, porque es innegable el compendio monotema del quehacer del director galo. Aunque mucha gente te nombre casi siempre a Mi noche con Maud como su mejor trabajo o incluso La Rodilla de Clara, esta última muy conocida en España por su galardón de la Concha de Oro, yo, debo decir que es El Rayo Verde la película más hipnótica, interesante y que mejor y mayor catarsis crea dentro del particularísimo universo Rohmer.
La actriz principal vuelve a ser una de sus musas Marie Riviere, que aperece en muchas de sus películas. La sensación de documental que se respira es enorme, el guión y los diálogos junto con las situaciones que se establecen en ellos son de lo mejor que yo haya visto en una película. Esto es otra clase de cine. Le doy evidentemente un 9 porque es muy buena y ya está. Medios los justos, por no decir que cogía él la cámara y venga a filmar.
En esto como en todo ERIC ROHMER, un personaje conservador pero a mi me parece casi más revolucionario que su colega Godarc. Sobran más palabras, sobra todo: EL RAYO VERDE
ERIC ROHMER.
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24 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
EL RAYO VERDE PARA MIGUEL MARÍAS
Pocas películas han comenzado a tal nivel de banalidad para ir remontando gradualmente y, de pronto, a partir de una determinada escena -la de la terraza-, echarse a volar hacia lo sublime. Esta estructura emotiva es una apasionante novedad en el cine de Rohmer, que tiende a la uniformidad y que en los últimos tiempos -pese al esplendor de Les nuits de la pleine lune (1984), quizás por la extraña presencia de Pascale Ogier, desaparecida justo después- daba muestras de estancamiento, de las que Rohmer era consciente. Y no se trata de una estrategia pensada para complacer al espectador –de hecho, más de uno se aburrirá antes de que la película despegue-, sino consecuencia de su naturaleza improvisada y su rodaje estrictamente cronológico: al principio, los actores aún no se han hecho personajes, y los espectadores no contamos con información suficiente acerca de éstos; como, además, se nos suministra en pequeñas dosis, mediante muy breves secuencias aisladas que van dibujando una la elíptica crónica del paso de los días, sólo cuando han transcurrido (en la ficción) varias semanas y cerca de media película empiezan a cobrar cuerpo cuando la acumulación es bastante, Le rayon vert se pone a verdaderamente en marcha: las escenas se alargan e intensifican, parece como si la mirada de Rohmer se agudizase y le permitiese profundizar más en el personaje de Delphine, con el que a partir de entonces Marie Riviere se confunde. Todo se acentúa: la gama de colores, el ritmo, los movimientos de cámara abandonan la fría exposición realista, la crónica externa y fragmentaria, y se lanzan directamente a la aceleración estilizada del poema, revelando un Rohmer que, súbitamente, se aproxima a sus admirados Murnau y Rossellini en sus obras más carnales y urgentes. Por otra parte, hay que advertir que la supresión de la fase previa de la escritura y la improvisación en nada afectan a la limpidez y precisión de las imágenes y los relatos de Rohmer: como todas sus obras precedentes, Le rayon vert permite respirar a pleno pulmón en el cine, cosa hoy tan infrecuente como merecedora de gratitud.

(Cine nuevo, nº 6, diciembre de 1986, p. 42)
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10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Cineastas de herbolario
Las películas de Rohmer deberían venderlas en los herbolarios, junto con las galletas integrales y los libros de Bucay: son progres, blandas, bienpensantes, amables, banales, educadamente sensuales, superficialmente cultas, llevaderamente filosóficas y tramposamente pseudopascalianas, y, por encima de todo, espontáneas y naturales... ¡faltaría más! Híbrido de Nueva Era y socialdemocracia postmoderna, paradigma perfecto de la subcultura light llevada al cine. Y aquí, El rayo verde como ejemplo modélico; con el dudoso mérito de haber construido el personaje femenino más estúpido que se ha visto en la pantalla en las últimas décadas.
Me pone de los nervios, ¿se nota?
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71 de 133 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Rohmer nos da cal
Una de las críticas más habituales hacia Eric Rohmer es que sus personajes hablan como libros y no como personas. A causa de su manía por analizar, los textos le quedan demasiado académicos y supongo que por eso, en esta película, se fue por el lado contrario y optó por que fuesen los actores los que improvisaran las escenas para intentar conseguir esa naturalidad de la que a veces es carente el diálogo de sus películas.

Creo que la idea está bastante bien, sobretodo porque representa el hecho de que un director no se acomode e intente probar cosas diferentes dentro de su estilo, pero quizá hubiese ido mejor otro tipos de actores dotados para improvisar. Con sus gestos y su forma de comportarse consiguen que casi parezca que no haya cámara, no obstante el diálogo es demasiado insulso. Había momentos en los que aburría (e incluso exasperaba) el carácter de Delphine, la protagonista, demasiado pueril, dubitativa, sentimental, insegura e introvertida. La falta de talento para la improvisación no solo se nota por el inexistente fondo en el diálogo, además, como se ha improvisado a la torera durante todas las escenas, la protagonista acaba muy lejos de ser consistente y en cambio nos queda un carácter totalmente desdibujado. Personalmente opino que había ido mejor un término medio y que por lo menos la película tuviese algo más de sustancia porque nada se saca de personajes totalmente vacuos.

La reflexión que se aprecia sobre la soledad en el mundo moderno, lo de sentirse aislado a pesar de estar rodeado de gente (ese concepto tan celebrado años después en películas como Lost in Translation), la encuentro acertada, también el que nos muestre a la protagonista enunciando a ciertas convicciones personales por tal de poder ser aceptada socialmente, por eso se la puede aprobar, pero pretender ir más allá de ahí ya es hacer castillos en el aire. No es ni una crónica de la realidad social francesa (como he llegado a leer por ahí), ni una muestra sobre el mundo moderno (de los 80, claro). Demasiada trivialidad y demasiado no pasar nada, para que engañarnos: la película acaba se acaba manifestando como un tostón. Insulsa hasta decir basta.

Está tan discordante esta película respecto al resto de la filmografía del cineasta francés, que incluso la utilización de los espacios naturales, una de sus grandes habituales, resulta no ser tan evocadora como es habitual y no ayuda a aportar riqueza o profundidad a la puesta en escena. Hay algunos escenarios dignos de ver, como Biarritz, pero no se nota la habitual empatía que hay en otras películas como por ejemplo en Cuento de Otoño.

De todas las películas que he podido ver de Rohmer, el Rayo Verde ha sido la más inferior de todas. No aporta gran cosa, ni tampoco resulta entretenida. Quien quiera ver una buena película de Rohmer antes le recomendaría Mi noche con Maud o Pauline en la playa, ésta es una de cal.
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20 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Con un poco de azar y voluntad...
Extraño retrato de ese difícil período en que, tras haber roto con tu pareja, tienes demasiado tiempo muerto.
Si a ello le añadimos unas vacaciones en que no sabes qué hacer ni adónde ir y que, a pesar de estar con gente, nada ni nadie te satisface por mucho que lo intentes, nos encontramos con esta película sencilla, cálida y a la vez sugerente sobre esos difíciles paréntesis vitales.
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12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Yo soy Delphine
¿De dónde nace una película como ésta? El Rayo verde es una de esas películas que caracterizan a la etapa de comedias de mediados de los 80 del director Eric Rohmer. Personajes sencillos en situaciones ordinarias, muchas conversaciones en ocasiones de temas filosóficos, en otras, de temas más banales, no obstante todas tratadas con sencillez y ligereza cotidiana. Los planos se suelen dirigir con indiferencia hacia los protagonistas casi con un sobrio afán documental. La cámara no tiene ninguna intención protagonista, la cámara solo muestra. Pero, ¿De dónde nace entonces el milagro? Uno ve la película y sale sintiéndose más ligero, más enamorado, más entusiasmado y emocionado

Uno de los ingredientes principales del milagro es que aquí los protagonistas de esta película no son protagonistas, son personas. No son títeres de un director, no son títeres de una idea platónica que los conduzca a todos hacia un mismo destino moral, nadie tiene que aprender nada concreto, precisamente porque el creador de la obra no es un demiurgo, el creador es aquí alguien a nivel de sus protagonistas. No les juzga, no opina sobre ellos en ningún momento ni las guía hacia ningún lado, simplemente los muestra, les permite expresarse, deja que la infinitud salga de su concreción individual. De tal manera los actores que contrataba Eric Rohmer para sus películas los contrataba en función de su personalidad y los ponía en situaciones de improvisación para examinar sus personalidades, es así como la naturalidad se convierte la nota clave que rodea a toda la película, el protagonista crea más película que el propio director, que pone el marco para que éste se desarrolle en su plenitud, y precisamente por dicha naturalidad es como podemos conectar la aparente banalidad de las situaciones con todo lo que queda latente en sus palabras, en sus gestos… La obra, que en principio puede parecer prosaica guarda una carga lírica en su interior, en el potencial de que uno de sus personajes, su naturalidad eleva a nuestra mente ideas de su pasado y de su futuro, de toda la infinitud que él podría ser y que pudo ser.

La película casi no parece consciente de sí misma, simplemente avanza, muestra, el personaje evoluciona sin ser trastornado, llora cuando debe llorar y la cámara no le seca las lágrimas ni las provoca, se interrumpe, e intenta agarrar una sonrisa allá donde cree poder encontrarla. En esta desnudez en la que se desarrolla la película es donde el verso tiene un mayor peso. En esta aparente prosa y su lírica latente la música es inexistente, queremos simplemente oír el sonido de la realidad, como se quiebran las hojas, como rompe el viento, como llora Delphine. En la aridez que nos impone esta realidad surgen en determinados momentos una música, unida a la recolección de una carta al azar. La música es la esperanza de que efectivamente algo más existe, Delphine es soñadora y esas porciones de música son extensiones de su propio sueño. La propia vida tiene música y ahí lo vemos.

El final redondea el cuento, verifica la magia, aparece el rayo verde y agrega el verso final, un verso que se siente como un oasis en un desierto. Un verso en un poema en prosa se siente como un milagro, de la misma manera que los milagros no se aprecian en el cielo, si se aprecian allá donde son necesarios. Con este final Rohmer, que en otras películas de la misma etapa se había limitado a un realismo más puro, acervando la comedia y volviendo más explícitos los dilemas (Cuatro historias de Reinette y Mirabelle, por ejemplo), aquí logra hacer esa síntesis entre romanticismo y realismo. Logra ubicar el puente necesario entre la vigilia y el sueño.

Es difícil expresar la magnificiencia de esta película ya que lo que la caracteriza es su sencillez, su esencialidad, sin adornos ni florituras. Esas cosas que se consiguen solo dando en el clavo de alguna manera, con elementos intangibles y que no están muy claros. Estas obras son, si cabe, más importantes que las obras pretenciosamente grandes, porque son más misteriosas y más irrepetibles. Son obras de alguna clase de milagro, de muchos aspectos que se reúnen en su máxima expresión en un momento concreto, de la forma concreta. Una actriz, un momento, un pensamiento fugaz del director que le permitió que se hiciera este gesto y no otro… Estamos ante una película invisible y por tanto infinita.
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10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El Rayo Vallecano...
Sin mucha convicción, aunque espoleado por denitzek, quien si no me equivoco la considera una de las películas de su vida, acometí mi desvirgamiento con Rommel Fernández, y desde luego quedé satisfecho, bastante más de lo esperado.

El Rayo Vallecano es una película sobria, sencilla, pretendidamente descuidada, y que al parecer tuvo como objetivo desmarcarse drásticamente de su obra anterior, tildada de densa. Es decir, Rommel Fernández quiso descolgarse con su The Wrestler particular, y para mi gusto estuvo inspirado, porque la obra rebosa ternura y naturalidad, absoluta veracidad, transparencia.

Marie Riviere es, a mi entender, la gran artífice de este logro, junto a esta austeridad buscada de Fernández. Inocente y magnética, es difícil no encariñarse con esta mujer, con su desubicación en el mundo, pese a que su conducta roza a veces la ñoñería y el estreñimiento más recalcitrantes. Pero quién a veces no necesita una sobredosis de azúcar o una sonda anal.

Debí de tener yo uno de esos días, supongo.

En fin, bastante recomendable.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Varios días en el verano
El rayo verde es seguramente uno de los ejercicios de sinceridad más interesantes de la historia del cine.
Rohmer minimiza todo lo posible cualquier aspecto técnico y deja que las conversaciones (parcialmente improvisadas por Marie Rivière, que también escribió el personaje) fluyan con total naturalidad, lo que nos ayuda a conectar con un personaje brillantemente construido, con diversos matices y una verosimilitud entrañable.
Delphine es secretaria en una oficina y está apunto de irse de vacaciones a Grecia durante 15 días con una amiga. En el último momento y para disgusto de nuestra protagonista, su amiga le comunica que no va a poder ir, lo que provoca que Delphine cancele el viaje.
Este percance sirve de entrada al mundo del personaje interpretado por Marie Rivière, una joven que, en definitiva, se siente aislada e incomprendida. Delphine explica con lucidez sus sentimientos, pero la mayor parte de los personajes de la película tienen dificultades para comprenderlos. Muchas veces tendrá que aguantar pequeñas burlas y comentarios paternalistas, además de la presión que ejercen sus amigas para que ella haga cosas que realmente no le interesan.
Para favorecer esta sensación de soledad -no física, sino emocional-, Rohmer nos muestra a Delphine constantemente rodeada de gente, aunque en sus gestos, mirada o palabras nos transmita una clara desconexión con su entorno. Es habitual verla apartada del grupo de personas con el que interactúa o a emprender actividades por ella misma para refugiarse, como la lectura o los paseos. Esto no viene dado por una dificultad para relacionarse, pues Delphine se comunica cordial y abiertamente con todo el mundo (si bien es cierto que su estado psicológico parece rozar la depresión y se evidencian sus problemas de autoestima y autoconocimiento). Más bien parece sentirse desplazada tanto de su núcleo cercano de amistades como de los distintos grupos de desconocidos con los que se encuentra. También es habitual que la angustia emocional en la que se ve envuelta le provoque el llanto, no exclusivamente a solas, también frente a otros, evidenciando su estado de fragilidad emocional.
El Rayo Verde no solo resulta refrescante por su economía de recursos, naturalidad y sinceridad, sino también por fulminar el Test de Bechtel y aportar una visión realista y no androcéntrica de los quebraderos de cabeza existenciales y emocionales de una mujer joven, alejándose de estereotipos e idealizaciones.
Todo esto unido a una genial interpretación de Marie Rivière y los numerosos secundarios, Le Rayon Vert es fácilmente una de las experiencias fílmicas más satisfactorias que he tenido en los últimos tiempos.

16 mm glory btw.
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Un rayo de esperanza
Nacidos en una sociedad en las que reinan la taquicardia, el nerviosismo y el pánico, nosotros, las almas sensibles y cándidas, aquellos que somos demasiado damos a la contemplación, al sosiego y a la introversion, nos vemos abocados, en mayor o menor medida, a sufrir una soledad áurea durante todo el transcurso de nuestras existencias. Esta soledad de las almas henchidas de luz es una especie de marco, de barrera, que instaura una separación entre nosotros y el resto, aquellos más dados al desenfreno y a la sinrazón, presos de sus impulsos carnales y de la actividad frenética, ignorantes de la belleza y los pulsos vitales que unen los acontecimientos.
Al llegar a cierta edad, uno se hace conscience de esta separación, y, en consecuencia, su alma caerá a los abismos más oscuros, a los hervideros de fuego y llamas donde se esconde el oro divino. Salir o no de este pozo de soledad es una cuestión espinosa, y no todos lo consiguen.
En mi opinion, esta pelicula representa algo así como una alegoría de este descenso y ascenso, de esta carrera de fondo en pos del conocimiento universal, de las llaves mágicas ancestrales del templo de las deidades.
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
La culpa la tiene Delphine.
Porque si la película gira en torno a su freakismo y en nuestros esfuerzos por entenderla, y la chica no es sólo especial, sino que además es una contradicción constante.. entonces no hay quién la entienda.

El personaje de Delphine me parece de lo más exasperante que haya parido el cine. No me extraña que haya terminado con el ex y que necesite un rayo verde para enamorar a otro.
Esta necesidad de dar pena, esta contradicción de ser introvertida pero tener dificultad para estar sola, este asco hacia la humanidad y el universo pero la necesidad de buscar señales en él para salir de su prisión interna.. sus maneras nerviosas contrastaban con su hippismo, su timidez contrastaba con su necesidad de decirlo todo (por muy estúpido que sonara), y si dices todo.. ¿por qué mierda no dices que prefieres estar sola en vez de irte de vacaciones con gente extraña a que se rían de ti?

Según Rohmer, en la creación de Delphine hizo un tratamimiento autobiográfico de la soledad.. ¿de verdad, Eric? Yo creo que la improvisación de Marie Rivière se te fue de las manos, creo que la ridiculez de su personaje te sacó del letargo de una película para la que no tenías nada preparado y te dejaste llevar por la broma de Delphine. Y pensaste que para nosotros sería gracioso.

Creo que se pasaron de la raya con la improvisación, se pasaron del rayo verde, la Nouvelle Vague y el cosmos entero.
Y me dan ganas de llorar, porque quiero pensar que no existe gente como ella, porque no puedo imaginar una depresión tan indisimulable.. y porque además me parece una mentira que la solución a su eterna soledad sea conocer a un chico en la estación (sale además la imagen de los dos en la portada, como si fuera obvio, como si no quedaran sorpresas), cuando pareciera que todo el universo le estaba dando señales de que el momento se lo crea uno.. ¿autoconocimiento y tanto naipe caído del cielo para qué?

Quiero pensar que la que no entendió la película fue Delphine. No vió las señales, no captó que para encontrar el amor en el rayo verde tienes que estar en un momento álgido de autoestima para no encontrarte con un bodrio de alma gemela como tú misma.

Le pongo un 3 porque aunque no lo parece, creo en las señales del cosmos y me parece un lindo detalle que junto con la insoportable Delphine, Rohmer nos regale el rayo verde que tanto le costó encontrar.
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7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Le rayon vert, 1986
El verde. Desde el comienzo entendemos la analogía. No solo es un rayo verde, un increíble fenómeno atmosférico, es el símbolo de mantener la esperanza. Unos últimos rayos. Un mantenerse en la creencia de algo. Mantener la esperanza de llegar a entender a los demás, y no simplemente a los seres humanos, si no a lo ajeno a nosotros mismos, a algo más grande que nosotros mismos.
La preocupación de comprender la verdadera naturaleza de las cosas y formar un todo compacto. Identificarse con el medio, tener la sensibilidad suficiente y un tanto maravillosa de empatizar con causas ajenas y con el medio que nos rodea. Hallando en ese intento de comprensión, un tipo de soledad no meditada, no pautada, pero sí necesaria porque parte de la introspección, de aprender a estar con una misma desde dentro, desde el entendimiento propio para realizar o tratar de intentar llevar a cabo un análisis del entorno, o tal vez, a su vez, a partir del análisis exterior para encontrar una respuesta a un deseo, para estar más cerca de lo que realmente anhelamos, para hallar por unos segundos alguna verdad con respecto a nuestro único cometido.

La forma en la que afronta la vida Delphine es dando tumbos como siendo un mero hecho colateral de los acontecimientos, contrariamente a su premisa de ser consciente continuamente de las cosas, como una pescadilla que se muerde la cola, luchando por entender algo que no controla. Ese deseo de entender qué ocurre, dentro y más allá y cómo nuestras acciones siempre derivan en algo y cómo perjudican o aportan paz, es la frustración continua de un personaje perdido con deseos más grandes que ella misma.
La indispensable búsqueda del refugio interior siempre va ligada a una aspiración comunicativa con los demás que acaba enmarañandose en placeres efímeros que parten de decisiones espontáneas propias de los impulsos y el instinto que en ocasiones solo generan más soledad, sin embargo, son tan necesarias, porque sin ese ansia no hay esperanza, no hay nada, sin ese deseo de relación, de entender, de comunicar; de tratar de compartir nuestra existencia, de sentir lo ajeno como propio; de sentir algo cercano, encontrar paz en un medio que nos asusta porque es caótico y desordenado, porque no depende de nosotros, porque solo lo que pertenece a nosotros mismos podemos controlarlo, y en realidad... ni siquiera eso, es una ilusión óptica, tal vez todo sean espejismos y especulaciones, pero esa magia, de ser capaz de mantener la esperanza para crear mejor, nos mantiene vivos.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Amor con olor a rosas y dolor a espinas
La visión más desesperadamente romántica de eso que nadie entiende y definimos como amor.

A la hora de afrontar una película como "El rayo verde" es difícil no caer en el puro subjetivismo y empatía hacia un personaje que remueve las experiencias amorosas del espectador.

Seguramente se podría decir que es una de esas películas que a algunos les llega al alma y a otros les deja más frío que una mañana de diciembre.

Durante poco mas de hora y media asistimos a la danza aleatoria de un personaje perdido por playas y pueblos que no le pertenecen, amigos que no la completan y relaciones que nunca llegaran a despegar porque no hacen volar su corazon como debiera.

Huyendo de la convencional historia de amor aquí el argumento se centra en el espacio de tiempo entre una relación y otra (a veces infinito) y los sentimientos que esta espera generan.

Delphine (la protagonista) se verá sumida en unas vacaciones sin rumbo fijo tras la cancelación por parte de una amiga de sus planes de verano.

Esto supondrá el pistoletazo del que se sirve el maestro Rohmer para hacer lo que mejor se le da, diseccionar la naturaleza humana.
En menos de dos horas se plantea la idea de inutilidad de un ser humano que se siente incompleto sin otro, el dolor subyacente a la búsqueda de un amor sincero, las constantes dudas, los cambios de planes y, en general, esa sensación de estar en un plano distinto al que ocupan los demás.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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