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148 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
7
Crisis de lógica
El ritmo de trabajo de una película al año que lleva Woody Allen es tan riguroso como extenuante. No seré yo quien me queje, pues habrá un gran vacío en mi cinefilia cuando el neoyorkino ya no sea capaz de continuarlo, pero tal vez sea porque los genios también necesitan vacaciones que en los últimos años ha habido una tendencia de alternar obras sobresalientes y menores. Hagamos un repaso: Si la cosa funciona –> Conocerás al hombre de tus sueños –> Midnight in Paris –> A Roma con amor –> Blue Jasmine. Pues respetando este patrón, 'Magia a la luz de la luna' no forma parte de la liga de las mejores películas de Allen, pero al menos es mejor que 'Conocerás al hombre de tus sueños' y 'A Roma con amor'.

El filme tiene tiene los ingredientes más conocidos de la fórmula alleniana: ambiente aristocrático, un protagonista neurótico, escéptico y mordaz; una joven que lo embauca con su belleza y encanto; algún que otro personaje panoli; diálogos rápidos y respuestas ocurrentes… Nada que ningún fan o detractor del cineasta no conozca ya de sobra, y todo ambientado en el cálido e incomparable marco de la costa francesa, aprovechado al máximo por el director de fotografía Darius Khondji para resaltar el azul del mar, el verde de la arboleda y los rayos de sol que se reflejan en el cabello de Emma Stone. Todo es cándido en una película que se reserva las únicas gotas de amargura para su tema de estudio, que ya había sido tocado en 'Conocerás al hombre de tus sueños': Somos más felices cuanto más ignorantes somos. La fe, el espiritismo y la religión no son más que mecanismos de autodefensa que nos ayudan a sobrevivir en un mundo despiadado en el que estamos condenados a la pesadumbre si nos atenemos siempre a la razón.

Colin Firth aporta la característica elegancia y flema británica al personaje de Woody Allen por antonomasia: cínico, neurótico y con una respuesta aguda ante todo. Firth se adueña del rol y lo interpreta con gracia, bordando una difícil escena en la que da un monólogo clave en la trama. En cuanto a Emma Stone, la chica se muestra sumamente radiante y cautivadora. La atracción que ejerce sobre el resto de personajes se contagia al público y al propio Allen, que ha vuelto a contar con ella para su próxima película. Los secundarios, comparsas de la pareja central, están correctos, destacando Eileen Atkins y Hamish Linklater, pero desaprovecha a dos personajes con mucho potencial como son los de Marcia Gay Harden y Jackie Weaver.

Magia a luz de la luna es una comedia ligera de Woody Allen de cajón: se ve con una sonrisa en la cara, produce varias carcajadas, posee cierta carga reflexiva y, como nunca me cansaré de repetir, resulta superior a la media de películas que se estrenan hoy en día. Si hubiese terminado 10 minutos antes habría sido mucho más potente, pero, al fin y al cabo, son las merecidas vacaciones en la Riviera francesa del director tras el ‘tour de force’ que fue 'Blue Jasmine'. Si la tendencia continúa su curso, la película que estrenará el año que viene con Joaquin Phoenix y Emma Stone será una nueva muestra de su genio a toda máquina.
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109 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Píldoras de esperanza
Woody recupera la comedia romántica para hacer las delicias de los espectadores. Donde la comedia nace de los ingeniosos, irónicos e inteligentes diálogos de los personajes. Desde la magnífica actriz inglesa Eileen Atkins (la tía Vanesa), quien mantiene unos diálogos con Colin Firth (Stanley) sobresalientes, a la pareja protagonista formada por Emma Stone (Sophie) y Firth. Una pareja adorable que bebe del cine clásico, y que al igual que películas como Historias de Filadelfia de Cukor, nos presentan a unos protagonistas que no parecen tener nada en común y que arrancan con un enfrentamiento verbal. En ambas películas sabemos que esos personajes tienen que acabar juntos. Lo sabemos y no nos importa. Porque sabemos que estamos ante una comedia romántica. Y Woody cumple todas las reglas de este género desaparecido y que tantas obras maestras ha dejado para la historia del cine.

Un romanticismo que no empalaga, porque el corazón sabe cosas que la razón no entiende y donde la verdadera magia es la del AMOR. Con uno de los finales más hermosos de la filmografía de Woody y tan característico del género. Píldoras de esperanza y optimismo que nos permiten soñar.

La película tiene el sello de Allen desde el comienzo donde nos presenta a un mago que no cree en la magia. Como gran retratista de las almas humanas, sus personajes viven en la contradicción, como lo hacemos todos los seres humanos. Sus debates sobre la muerte, referencias a Nietzsche e incluso a su adorado Bergman están presentes. En una escena de El séptimo sello en el que la muerte se acerca a una bruja que es condenada a ser quemada viva por haber visto al diablo, la muerte le pregunta: "¿Es verdad que has visto al Diablo?, ¿Cómo es?". La propia muerte tiene dudas sobre la existencia de si hay vida después de la muerte. En Magic in the Moonlight el personaje de Colin Firth, ante la posibilidad de que verdaderamente sea una vidente, agarra con angustia y entusiasmo a Sophie y le pregunta "¿Es verdad? ¿Entonces hay vida después de la muerte? ¿Dónde has estado todos estos años?".


Una película para dejarse llevar y disfrutar de los diálogos, los juegos de palabras, y la magia a la luz de la luna.
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102 de 115 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
El truco final
'Magia a la luz de la luna' parece confirmar que la frenética actividad cinematográfica mantenida siempre por Allen, con su sempiterna película anual, es su modo particular de probarse que existe. Más aún, y en los últimos años: es su forma de espantar a la muerte.

...

Es una película dialogada en exceso; algo encorsetada y forzada; menos cómica de lo que uno, a priori, aventuraría. Allen rumia sus inquietudes de forma invasiva y discursiva, sin demasiada sutileza.

Colin Firth es un mago escéptico y analítico, defiende el empirismo: no puede haber nada que no sepamos, cada truco tiene su explicación. Emma Stone es una médium soñadora y vitalista, cree que hay fuerzas mayores que se nos escapan: hay todo un mundo que desconocemos, hay hechos a cuya explicación no podemos acceder. Ambos basculan entre el antagonismo y la afinidad; ambos con ideales diferentes, pero igualmente humanos.

[La dualidad planteada por Allen, que es existencial en primer término, puede extrapolarse al terreno amoroso: Firth no cree que exista el amor; existe la convivencia, la compañía y, al final, la desilusión. Stone encarna la energía de un nuevo amor, la confianza en que uno pueda, de nuevo, "amanecer", la fuerza ilimitada del verdadero romanticismo].

...

Allen, ante todo, parece subrayar la capacidad que tiene el mago para crear la ilusión de conexión entre dos mundos; lo posible y lo imposible, lo conocido y lo desconocido, lo finito con lo eterno. El mundo es, o bien un lugar frío y racional, o bien "una iglesia con su Dios, una casa con su duende" (Stalker, 1979).

La película mantiene un simpático tira y afloja entre Firth y Stone; uno intentando anular al otro y, a la vez, encaprichándose entre ellos.

Es, hacia el final de la película, cuando Firth parece tomar la voz del propio Allen...

...

Allen cumplió, hace unos días, 79 años. Ha mantenido siempre una visión pesimista sobre el ser humano; que la existencia forma parte de un absurdo cósmico, que la vida es en balde. La vejez, poco a poco, va acercándole, irónicamente, a su propio vaticinio; el agujero negro cada vez es más nítido. Ya no es una creencia, es una amenaza.

Siendo joven, uno siente incluso cierto orgullo al proclamar, con esa pasión propia de los espíritus refulgentes y románticos, que nada tiene sentido. Allen lleva cerca de un siglo existiendo; esa posibilidad ya es ominosa; ya empieza a dar miedo de verdad.
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47 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
La verdadera magia de la vida
Una película correcta: guion entretenido y bien ambientada en la Francia de los años 20, pero que no logra sobresalir como pudiese haberlo hecho.

Colin Firth interpreta a un mago inglés -Stanley- escéptico. Bajo su personaje está representado la corriente híper racionalista que choca con visiones más “creyentes” de la sociedad, no sólo con creencias más sobrenaturales, sino también representan a aquellos reacios a visiones más emocionales de la vida.

En esta faceta el mago está decidido a desenmascarar a una falsa médium (Emma Stone -Sophie-). En ese enfrentamiento con la vidente, Stanley se enfrenta a sus propios fantasmas.

Los fantasmas; esos de creer o no creer, esos de casarse con la mujer que racionalmente más se ensambla conmigo versus casarse con aquella que inexplicablemente me produce cosas que la cabeza no pueden explicar, esos fantasmas que apuntan a lo más profundo del ser humano.

Woody Allen trabaja estas dudas ni con tanta seriedad, ni con tanto humor. Si bien la película esboza varios intentos de ironía, pero nunca es como para catalogarla como una película irónica. La película tiene diálogos interesantes, pero no alcanzan para considerarla una película profunda. Al final la película no es “ni fu, ni fa”.

Al final la película cumple, pero no logra sobresalir.
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25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
EL ESPIRITISMO CUESTIONADO EN SU MEDIOCRIDAD/MEDIUMNIDAD
Filme con la impronta genuina de Woody Allen, hombre declaradamente escéptico que siempre se ha tomado con humor crítico todo tipo de movimiento religioso o espiritualista, incluido uno que se puso de moda en EE.UU. y Europa a mediados del siglo XIX: el espiritismo.

Allen realiza con este filme, que yo no lo considero menor sino notable, una obra marcadamente anti pseudociencias o anti productos religo-espirituales, como el espiritismo, cuyos seguidores suelen tener en su mayoría mentes bastante crédulas o excesivamente confiadas y simplonamente acríticas.

Así pues estamos ante una humorística película de cuño y cuñas «made in Woody Allen», donde a todas luces deja claro el hastío que le producen la gente crédula o incapaz de hacer uso de la humana característica por excelencia: el escrutinio racional.

Y es que continuamente en la historia suele ser así, son muchísimos más, legiones, los que se creen las cosas por la simple visión o apariencia, sin indagarlas, sin escudriñar qué hay detrás de ellas ni cotejar que por cada crédulo o ingenuo suele haber dos timadores o estafadores, que por cada persona que habla la verdad suele haber millones que dicen mentiras. En este sentido, conocido es el llamado «efecto Jeane Dixon» (en referencia a una médium así llamada famosa por sus supuestos poderes psíquicos), efecto según el cual las predicciones fallidas de todo ese tipo de médiums, adivinadores, espiritistas, etc., son mucho más numerosas que sus aciertos; sin embargo, cosa sorprendente, los crédulos solo se quedan con los escasos aciertos, si es que los hay, y olvidan la abundancia de desaciertos o "cagadas" de tales psíquicos.

De ahí, este diálogo tan sobresaliente y crítico de la película, donde Allen sitúa hablando a dos profesionales de la magia y uno le comenta al otro que ha visto y estudiado a una médium excepcional que cae en trances adivinando cosas imposible de saber por ella, lo cual le ha llevado al convencimiento de que puede ser una médium real y verdadera; a lo que el otro mago, escéptico contumaz donde los haya le replica: «¿No sabes que los científicos son los más fáciles de engañar? ¡No hay nada verdadero, Howard! ¡Es todo falso! Del espiritismo al Vaticano. No puedo creer que digas eso!»

Además, conviene que recordemos que grandes representantes de la mística, la espiritualidad y la religión a lo largo de la historia, son quienes precisamente nos han señalado de manera diáfana, entre ellos santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, que los fenómenos explícitamente espirituales, tipo trances, visiones, predicciones, adivinaciones, comunicados con y desde el Más Allá, etc., no son pruebas de autenticidad del hecho espiritual ni de la experiencia religiosa, sino más bien la corrección de la existencia.

Y entre los espíritas también la célebre Amalia Domingo Soler lo puso de manifiesto con rotundidad: «Nos duele decir que de cien centros espíritas deberían suprimir noventa y nueve, pues más vale un espírita que un millón de espiriteros.»

En definitiva, Woody Allen, vuelve a indicarnos con su filmografía que en este mundo es mucho más difícil no engañar a la gente que engañarla; es más incluso, engañar a la gente suele ser tan fácil y corriente como el parpadear.

Fej Delvahe
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34 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Cábala perpleja sobre el aburrimiento mortal
¿Por qué nadie se atreve a manifestar que estamos ante una película profundamente aburrida, charlatana, gárrula y prescindible? ¿Qué miedo parecen tenerle tanto el público como los críticos a poner a caer de un burro a la vaca sagrada de Woody Allen? ¿A qué se debe que se le permita acometer verdaderos crímenes a la amenidad y el entretenimiento sin que nadie se atreva a decir que el rey está desnudo, famélico y achacoso? Como mucho se ha insinuado – como de pasada y casi pidiendo disculpas – que esta cinta no está a la altura del corpus magnum de Woody Allen (lejano en el tiempo pero innegable). Pero nadie ha puesto el dedo en la llaga: esta cinta es un pestiño aburridísimo, inane, agotador y parlanchín, carente de encanto y repleto de los peores tics y regurgitaciones del cineasta.

Es tan mala que parece hecha de los retales del peor cine español: te cuanta lo que va a pasar, te cuenta lo que está pasando y te vuelve a contar lo que ha pasado, una y otra vez, en cada escena, en cada secuencia, a cada ocasión. No hay sorpresa, ni capacidad de elipsis, ni narrativa visual, ni cabida a la sugerencia, ni encanto, ni mordiente, ni un mínimo de rigor ni exigencia crítica. Las cosas ocurren porque se le ha metido en la cabeza al anciano rijoso de Allen que tienen que ocurrir, hagan sentido o no, hagan avanzar la anémica trama o no, aporten algo a la creación de los personajes o supongan una evolución en sus inanes planicies emocionales. Tener que realizar y estrenar un proyecto al año parece una obsesión mórbida y enloquecida de quien antaño fuera interesante cineasta.

Los actores luchan con sus imposibles y exánimes cometidos, tratando de dotar de vida a lo que no llega ni a esbozo desdibujado de personajes harapientos. Produce vergüenza ajena ver a buenos actores malgastar su saliva en textos romos y sin gracia alguna, incapaces de insuflar un mínimo de vida a semejante engrudo plomizo. Colin Firth, Eileen Atkins, Emma Stone o Marcia Gay Harden parecen zombis exangües. Tan solo Jacki Weaver infunde a sus pocas frases con su gracejo y sorna irrepetible.

En definitiva, un solemne gatillazo indecoroso. Un aburrimiento infame y una tomadura de pelo mayúscula. Insufrible y prescindible. El rey está muerto. Y ya hiede.
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64 de 108 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Simple, encantadora y divertida. Así se filma una película.
Woody nos regaló el año pasado un drama grotesco, profundo e intenso. Ese es el Woody Allen serio que ha hecho obras maestras durante muchos años. Pero también está el Woody encantador y tierno que nos regala películas menos densas, más relajadas y súper entretenidas. "Magic in the moonlight" representa ese encanto, esa sencillez que nos enamora. Regresa un poco a esa intención de homenajear y enamorar que marcaba "Midnight in Paris". Colin Firth está sensacional (como siempre) desbordando química con una encantadora, simpática e increíblemente bella Emma Stone. El filme no es nada nuevo, no posee una bella fotografía ni unos diálogos ingeniosos. Pero sus locaciones y el encanto que desborda es más que suficiente para colarse entre lo mejor del año. Divertidísima y sencilla. Así se hace el buen cine. Gracias señor Allen, por nunca traicionarse a sí mismo y aun así seguir maravillándonos.
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19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Si no fuera de Woody Allen nadie hablaría de ella.
Una peli muy del estilo de Woody Allen pero se nota ya bastante achacoso y rueda una peli de relleno a la que le falta ideas y ritmo y se queda en la mediocridad más absoluta. Al igual que ocurre con la anterior Blue Jasmine, el doblaje en español es infame y de verguenza ajena y hace parecer a la protagonista una retrasada sin personalidad cuando seguramente no ocurre lo mismo con su voz original.
La verdad es que los personajes son interesantes pero están tan exagerados y los diálogos son tan forzados que no te acaban de convencer, además parece tan simplón todo...
Lo dicho si no fuera de Woody Allen pasaría completamente desapercibida.
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21 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La preciosa historia del mago que no creía en la magia
Coqueta y elegante comedia romántica de manual, bien escrita, eso sí, por Woody Allen, que, aparte de las típicas cositas de enamorados, aporta un interesante discurso sobre la fe, ligero pero contundente.

La peli es un agradable paseo por lugares comunes, que van desde el jazz a las citas de Nietzsche, pasando por la magia china, hasta concluir en el más evidente de los finales, dado el género en que se encuadra. No faltan, claro está, las pequeñas muestras de ingenio y cínica sabiduría saliendo de la boca de un divertido Colin Firth, que hace las veces de anfitrión en este viaje.

No es una peli brillante, pero sí inteligente, cosa que no se puede decir del, aproximadamente, 99% de las comedias románticas de nuestros días. Ideal para pasar un rato de lo más agradable con un viejo amigo.
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15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Venerable Maestro, ¿de qué nos vas a hablar hoy?
Como cada año, nos ha llegado por estas fechas la tradicional entrega con la que nuestro director favorito tiene a bien obsequiarnos desde hace ya más de 30 años. ¡Qué pesado, otra vez las mismas manías de siempre!, dirán muchos. En efecto, nosotros, sus incondicionales seguidores, no esperamos ya grandes cambios ni sorpresas, aunque no será la primera vez que nos llevamos algún regalo inesperado cuando ya pensábamos que la creatividad del genio estaría ya agotada.
Cierto que es que eso provoca inevitablemente acudir al cine con las expectativas altas, muy altas. Y que eso provoca fácilmente, en un primer momento ciertas dosis de decepción: “vaya, este año no toca obra maestra”. Para luego derivar en un matizado “vaya, esta pequeña obra maestra de la cinematografía actual no es tan anonadante como yo deseaba”.
Porque, queridos lectores, si estuvieramos ante un director primerizo y desconocido, podéis estar seguros de que esta película correría como la pólvora por todos los circuitos “cool” del arte y ensayo.
Pero claro, hemos venido a ver una nueva obra del afamado genio... exigimos genialidad a raudales, si no a ver ¿por qué esos pesados e infatigables fans no se rinden al desaliento y continúan acudiendo en masa a ver sus películas?
Pues por eso, porque sean obras menores o mayores, la entrega anual del maestro siempre nos enriquece, nos alecciona, nos satisface de un modo u otro.
Yo particularmente tengo mi propia imagen de Woody. Un señor de casi 80 años, que cada año comparte conmigo sus reflexiones sobre la Vida, el Universo y Todo Lo Demás, y su buen hacer cinematográfico, por lo cual no puedo sino estarle agradecido. Es como acudir a una lección magistral del venerable y anciano gurú del monasterio budista. Maestro, ¿de qué nos vas a hablar hoy?
Pues hoy el maestro anda inquieto, porque va a cumplir esos 80 años, y va viendo que le queda poco en el convento. Y quieras que no, todos reflexionamos en un momento u otro: ¿Vale la pena creer en algo, en el Mas Allá, en la vida después de la muerte, en Dios? Pascal, Nietzsche, Hobbes, Dickens, Beethoven, Freud, Hitchcock, son algunos de los referentes con que nuestro sabio anciano nos adereza hoy su relato. Un relato que como suele ser ya habitual, adopta la forma de una amable fábula o cuento, como también hacia otro gran maestro, Eric Rohmer. Y que por si fuera poco, nos ameniza con pequeñas bromas, nos las envuelve en exquisita ambientación y fotografía y en una banda sonora que es por sí sola toda una lección de musicología regalo de la casa.

Disculpen ustedes, pues, si el ritmo del relato de este anciano autor no es trepidante. Si repite quizá innecesariamente el discurso en boca de diferentes personajes, si la puesta en escena es de un clasicismo cercano a una obra de Molière. Disculpen ustedes si hoy toca hablar de filosofía o de religión... vaya... que eso no pega con mi bolsa de palomitas... y ¡no hay explosiones ni puñetazos! ¡Vaya una estafa!
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12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El desencanto más dulce
Acaba de cumplir 79 años, y dice que para él hacer películas se ha convertido ya en una especie de exorcismo, en una forma muy particular de batallar contra el tiempo y de espantar a la muerte. La necesidad que siempre ha tenido Woody Allen de rodar y presentar una película al año se antoja ahora más perentoria que nunca, y en mutua correspondencia, somos muchos los que consideramos que cada nuevo estreno anual del director es por encima de todo un regalo que nos siguen dando el cine y la vida. Y ojalá que podamos disfrutar con estos regalos unos cuantos añitos más.

No sé qué será de nosotros el día que nos falte Woody, y lo peor, como decía el otro, no es que para entonces ya no haya Woody, es que ya no habrá películas de Woody. Quizá entonces echaremos en falta nuestra cita anual con el maestro, y añoraremos pequeñas piezas de cámara como esta que nos llega ahora. Yo siempre digo que las películas de Allen son como el vino, mejoran con los años; tras su estreno reciben un año sí y otro también el calificativo de “obra menor”, pasan a ser irremediablemente una más dentro de su filmografía, no resisten básicamente la comparación con las obras maestras de antaño y los críticos lo tienen fácil a la hora del encasillamiento. No obstante, pasan los años, y le voilá, por arte de magia- ah, la magia- es entonces cuando se revelan como lo que realmente son.

“Magia a la luz de la luna” se presenta en apariencia como una comedia ligera de corte romántico-sentimental que mira de reojo a los grandes clásicos del género. Es sólo la apariencia. Básicamente por el contexto en el que se halla dentro de la filmografía de su autor la obra pasa a dejar un poso de sensaciones muy diferentes en el espectador. El film no resulta ser el clásico cuento de hadas, por el camino la magia se va mezclando con el existencialismo y la fantasía acaba conviviendo con la razón y la ciencia. A la película le sobra palabrería y le falta algo de ritmo, sí. Son los riesgos que uno corre cuando intenta combinar a Preston Sturgess con Nietzsche. Le falta también algo de mordacidad en el dibujo de esa alta y acomodada burguesía que se nos traza esta vez con un encanto más que discreto.

Al final no, no estamos ante la deliciosa comedia romántica que uno podía intuir tras este título. Hubiese sido muy fácil dejarse llevar por los encantos de la Costa Azul para plasmar en pantalla esta historia de farsantes y espíritus burlones, de un mago que no cree en la magia y de su particular cruzada contra el mundo. Allen opta justamente por lo contrario, por el desencanto que no hay que confundir con el pesimismo (pese a su fama siempre ha sido un romántico antes que un pesimista), y eso es lo que termina haciendo tan especial su trabajo.

Al final, es el propio director cuyo espíritu aparece en escena en el cuerpo de un atinadísimo Colin Firth quien decide dar un golpe de timón y mandarnos un mensaje optimista y de esperanza. Vuelve a recurrir a la magia y a la comedia clásica que tantas veces le han salvado. En realidad lo ha estado haciendo desde el principio, pero es en este momento cuando Allen nos pide que sigamos creyendo en la magia y en el amor como lo único que nos puede ayudar a soportar la realidad y es capaz de aportarnos esperanza en un mundo que en realidad ofrece muy pocas esperanzas. Yo, por mi parte pienso hacerle caso, voy a seguir creyendo en la magia y en el amor. Y voy a seguir esperando con la misma ilusión de siempre el estreno de la próxima película de Woody Allen, ese regalo inmenso y maravilloso que nos siguen dando el cine y la vida.
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Le subo un punto porque es de Woody Allen
¡PUEDO HACERLO MEJOR!
¡PUEDO HACERLO MEJOR!
¡PUEDO HACERLO MEJOR!
¡PUEDO HACERLO MEJOR!
Y así hasta 100 veces…

¿Qué sucede cuando pierdes la ilusión en crear algo decente?

Magic in the moonlight.

Por lo visto Woody Allen es un aficionado a la magia y lo deja patente en muchas de sus películas. En la divertida Scoop se hizo un guiño a sí mismo y actuó como mago amateur fracasado. Dicha historia, aunque sencilla, era una comedia-drama que cumplía muy bien la función entretenimiento.

En Magic in the Moonlight el punto central de la trama también es la magia. En la Francia de los años 20, Stanley (Colin Firth) es un prestidigitador arrogante de éxito que está decidido a desenmascarar a la medium Sophie (Emma Stone), acompañado de su inseparable amigo Howard.

Punto.

Volviendo a Woody Allen, es curioso ver cómo un director y guionista de su talla pierde la ilusión y las ganas de crear. Cuando hablo de crear, no me refiero a estrenar una nueva película cada año, sino que me refiero a crear un producto digno, de calidad, que atrape y que el público recuerde por más atributos que los de la rúbrica del director.

Me siento capaz de hacer un listado infinito de aspectos terribles de esta película, así que me recreo:

Malo

- Historia completamente vacía.
- Textos y humor pensados únicamente para quienes disfrutaron del cine de Woody Allen en los 70 y 80.
- La elección de los protagonistas. (No por la calidades interpretativas de los mismos si no por la química inexistente entre ellos).
- El uso abusivo del estilo musical. (Ha llegado un punto que pensaba que había puesto la cinta en bucle).
- El uso descafeinado del punto central de la trama. La magia.

Bueno

- Los coches de época que aparecen en el film son preciosos.


Y cómo pasa siempre, en los portales que se permite votar las películas, este metraje por ser de quién es, estará 100% sobrevalorado con un punto de más, como poco.

Porque ya te digo yo que si esto lo hubiese creado el mismísimo director de Superfumados, otro gallo cantaría.

VVOO.es - Contra el cine "palomitas"
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17 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Un Woody de casi 80 años.
Realmente me ha resultado encantadora. Posiblemente también esté relacionado con la elección de Colin Firth y fundamentalmente Eileen Atkins y Marcia Gay Harden, un trío espléndido al que se agrega Emma Stone...Y el otro factor es la época elegida... Elegantemente realizada, no es sólo un tema romanticón, allí están también en juego muchos de los temas de Allen.
Seguimos esperando cada año la peli de Woody. A veces no me gustan nada, nada, como aquella de Barcelona, pero incluso en la película más fallida siempre puedes encontrar algo de la chispa del genio, y a pesar de sí mismo, Woody es un intelectual.
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10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El amor es una magia.
Woody Allen continúa incrementando su prolífica carera y suma así su ya tradicional entrega anual, ahora con una película en clave de comedia romántica ambientada en la Francia de los años 20 e incorporando a dos nuevos protagonistas en su elenco.

Colin Firth es Stanley Crawford, un mago inglés que triunfa alrededor de Europa con un acto donde, usando la personalidad del ilusionista chino Wei Ling Soo, presenta actos asombrosos tales como desaparecer a un elefante real en pleno escenario.

Stanley es visitado por un amigo, mago también, que le convence de ir a la Costa Azul francesa para desenmascarar a una medium estadounidense de nombre Sophie, interpretada por la talentosa Emma Stone, que a través de actos de espiritismo se ha ganado a una aristócrata familia.

Allen presenta ahora un relato ameno y sencillo pero no superfluo ni hueco, a través del personaje que interpreta Firth, Allen presenta algunos planteamientos muy propios de su cine; Stanley enfrenta su escepticismo contra la fe que genera la “magia” que lleva consigo Sophie y sus actos sorprendentes.

La química que se genera entre Emma Stone y el irritante personaje de Colin Firth es otra de las virtudes del filme, Stone es sin duda la actriz con mejor presencia y mayor proyección del Hollywood actual, potenciada por el galardonado compañero y ahora cómplice en nueva aventura de Allen.

Maltratada injustamente por la crítica norteamericana, ‘Magia a la luz de la luna’ es, si, una película menor en la carrera del neoyorquino, lejos del glamour y el peso de, por ejemplo, Blue Jasmine, pero es un comedia romántica efectiva, de un director con capacidad y vitalidad mas que demostrada, y con dos grandes actores que por sí mismos, valen el visionado.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Buscar la razón para abrazar la vida
En 'Magia a la luz de la luna' (Magic in the moonlight, 2014), de Woody Allen, Stanley (Colin Firth), es un mago que sólo cree en lo tangible, como el científico protagonista de 'Orígenes' (2014), de Mike Cahill. Para él la magia o la ilusión son trucos, juego con las apariencias. No son más que engaños, mentiras. Por eso, acepta la propuesta de su amigo Howard (Simon McBurney) de desmontar la falacia de una supuesta medium, Sophie (Emma Stone). No cree en entidades espirituales o trascendentes, sólo en representaciones y fingimientos. No hay otra vida más allá de la vida, u otras dimensiones, sino otros escenarios. En 'Magia a a la luz de la luna', Allen desmonta la rígida y cuadriculada perspectiva de Stanley, pero no porque se incline hacia el otro posicionamiento. Alienta ante todo la interrogante, constata nuestros límites, y sí afirma que lo fundamental es encontrar la razón con la que abrazar la vida, porque ahí sí se puede encontrar la magia a la luz de la luna. Esa misma perspectiva epicurea proyectaba en la transformación y decisiones del protagonista de 'Medianoche en París' (2011), como cuestionaba, en el otro extremo, en 'Vicky Cristina Barcelona' (2008), la mirada turista de la pareja protagonista, así como la inconsistencia de los depositarios de sus proyecciones, la pantalla pasional que representaban los personajes de Javier Bardem y Penelope Cruz. O, en 'Blue Jasmine' (2013), la enajenación de la protagonista, otra mirada ficcional enquistada en un modelo de vida que se sustentaba en el atrezzo que la decoraba como signo distintivo de posición, un modelo sustentado en los accesorios.



La evolución de Stanley se precisa en las variaciones interpretativas de Colin Firth. En los primeros pasajes, su arrogancia y presunción se evidencia en su elevado volumen de voz, como si actuara en un escenario, y los demás fueran espectadores en la distancia de un teatro, y en la rigidez de sus maneras. Progresivamente, cuando comienza a poner en duda su propia perspectiva, modera y suaviza su volumen de voz, y sus gestos corporales resultan más desenvueltos, expresivos, acordes a la flexibilidad de mirada, de actitud, que va adoptando, o, dicho de modo más preciso, con la que se va empapando. Empapados, de hecho, por la lluvia, Stanley y Sophie se refugian en un observador astronómico. Reconoce que tiempo atrás observaba el firmamento como una entidad amenazante. Ahora, junto a ella, su impresión es otra, incluso opuesta. Hay algún crítico estadounidense que ha cuestionado que los modos interpretativos de Emma Stone no parezcan corresponderse con las de una mujer de su tiempo, pero me parece que eso amplifica la singularidad de ese personaje. Más allá de si es una impostora o no, siempre transpira naturalidad (esa manera de estirar sus piernas sentada en un sofá, o el hecho de que esté leyendo suspendida en un columpio), una mujer desprovista de corsés mentales, una mujer que sabe incluso ser directa con respecto a sus sentimientos, sin miedo a la vergüenza o al rechazo.


'Magia a la luz de la luna', resulta más equilibrada que 'Blue Jasmine', cuyas dos líneas narrativas, o perspectivas femeninas, no acababan de encajar armónicamente. No resulta impostada como 'A Roma con amor' (2012). Desde luego, es una de sus obras, caligráficamente, más elaboradas, gracias a la labor creativa de Darius Khondji, potenciando la cálida y luminosa presencia del entorno natural, y la sensación de apertura y amplitud con los amplios encuadres. Transpira abrazo. Quizá el desarrollo dramatúrgico no sea particularmente original, y no posea la magia, en el mismo grado, que alcanzaba en 'Medianoche en París', pero la evolución narrativa transmite la sensación de que fluye, se despeja y expande, acorde a la transformación de Stanley. Su desarrollo es sutil, sereno, empapado por la genuina naturalidad de Sophie. Así destacan instantes como ese largo plano general en la sala de espera del hospital, durante el cual Firth, orando por su tía Vanessa (Eileen Atkins), cambia su actitud, y la narración realiza un giro en su curso dramático. O esa estupenda secuencia en la que Stanley plantea a su tía sus dilemas sentimentales en un doble curso de diálogo, entre lo que se dice y lo que insinúa la manera de decirlo. En la hermosa secuencia final, Allen efectúa una ingeniosa variante de la dinámica de los números de magia y las sesiones espiritistas, con sus efectos sonoros y su juego escénico de entradas y salidas (de desapariciones y apariciones), en la que los actores se desprenden de las máscaras escénicas y apuestan por la razón para abrazar la vida, esa magia a la luz de la luna donde los cuerpos y las emociones se encuentran y mutuamente se empapan.
http://elcinedesolaris.blogspot.com.es/2014/11/magia-la-luz-de-la-luna.html
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9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
A touch of magic
Woody Allen saca películas como rosquillas. No sé si eso le beneficia más o menos en cuanto a calidad, pero pese al ritmo infernal que lleva, sigue demostrando la plenitud de sus facultades y, obviando algún tropezón (aún no he conseguido perdonarle lo de “Vicky Cristina Barcelona”) no deja de sorprendernos con pequeñas joyas. “Blue Jasmine” fue un ejemplo de brillantez, volviendo a otro género que domina estupendamente, el drama tragicómico. Con “Magia a la luz de la luna” se mantiene en la comedia ligera, pero con un punto fuerte: los elegantes diálogos con ese toque humorístico-irónico británico. En esta ocasión no se trata de una olla de grillos donde todo el mundo habla al mismo tiempo, sino que el guión está cargado de una sutileza muy aguda, y al mismo tiempo muy natural. Las geniales actuaciones, tanto de un portentoso Colin Firth (cómo me gusta la comedida expresividad de este actor) y la talentosa Emma Stone, como de unos secundarios sólidos, aportan el peso necesario.
En cada nueva obra Allen explora algo distinto, porque si él posee un don es la capacidad de ser muy prolífico y al mismo tiempo seguir conservando la frescura.
Ahora ha abordado el tema de la magia. No la del ilusionismo (que queda en un plano secundario, y lo agradezco, porque yo ya tengo muy claro que no me gustan las películas sobre ilusionismo tan mal abordadas por la mayoría de los que se han adentrado en ese tema), sino de los toques de magia que hay en la vida normal.
La creencia es la clave. Creer que existe algún tipo de magia en el mundo (aquello que tú consideres que, inexplicablemente, irracionalmente, te hace latir el corazón), o ser un escéptico que niega que puede haber mucho más de lo que vemos y percibimos. Stanley pertenece al segundo grupo, y está muy orgulloso de su descreimiento, y de ir por ahí destapando a charlatanes. Toda su rutina está construida en torno a la racionalidad. Sus trucos de ilusionista triunfan porque es metódico y perfeccionista hasta el extremo. Ofrece engaños y evasión a los demás, sabiendo que detrás no hay más que una ardua planificación. Es un tipo agrio y desagradable que siempre encuentra pegas, constantemente critica a sus ayudantes y nunca ve nada bien hecho. Pocos soportan su mal humor. Entre esos pocos su novia, incluso más racional que él, y su amigo de infancia, también mago.
Cuando su amigo le habla de una médium estadounidense que está arrasando en el sur de Francia, Stanley se siente picado en su ego por el afán de desenmascarar a la impostora, y aprovechando que tiene una tía muy querida en Francia, allá viaja para encararse con la tramposa... Y se encuentra con una hermosa muchacha que hace temblar todos los cimientos en los que sustenta su ordenada, arrogante y rígida existencia.
Hay magia por todas partes. En la química entre el maduro y la joven, desbordante a pesar de sus enormes diferencias y la actitud cínica y cortante del estirado gentleman. En la divertida tía Vanessa. En la belleza de la Provenza. En la banda sonora que acompaña a cualquiera a lo largo de sus días. Yo no soy fan del jazz, pero Woody lo incluye maravillosamente, remarcando aquella época optimista y efímera de entreguerras.
Sobre todo, existe magia en la locura de vivir y amar, sin que haya porqués, ni lógica ni respuestas para casi nada.
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8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
HECHIZO DE LUNA
Evocación e invocación de remotos tiempos, cuyo amo y señor era el jazz; anheladas, añoradas épocas aquí fabulosamente recreadas por el amante de Manhattan. Una historia de amor de las de previa antipatía, hasta que los sentimientos despiertan y a los amantes despiertan. Como hilo conductor, un cáustico debatir sobre lo desconocido, lo mágico, con el contrapunto del descreimiento y el racionalismo, lo científico, el agnosticismo. La dialéctica de la utilidad o no utilidad de creer en algo más de lo que presenciamos, la de ceñirse estricta y tozudamente a lo que llamamos realidad, aunque sin detrimento de los sueños, buenos y funcionales en el devenir vital. Y, finalmente, sentimientos originados por ¿algo mágico? ¿por el hechizo de la luna en la noche brillando? ¿por la atracción de polos opuestos de dos elementos apuestos? ¿por el pasear por la Provenza? ¿no se tratará, acaso, de la asistencia a fiestas de alto copete? ¿la música? ¿el baile? Sea como fuere, ahí tiene la (última) palabra el amor, trátese de magia, de química o de ciencia.

En el dramatis personae, una altamente adecuada Emma Stone luce de perlas vestimentas y sombreros en su papel de linda y dulce médium, rigurosamente vigilada por un ácido a la par que dandy Colin Firth, en una socarrona variante del Darcy de “Orgullo y prejuicio” lleno de ídem.

De calidad y encantadora cinta.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El mago que vino a descubrir la mentira.
Exquisita. Pero no para todos los públicos.

Los años 20. Charleston. Coco Chanel. Gente pijita. NO: Pija del todo. ¡Qué vida, qué placer! No, no se baila ni sale Coco. Hay un cantante, pero mejor no escucharlo. Es para situarnos. Aquí, un mago hace desaparecer un elefante, visto y no visto. ¿Te lo crees?

Él no. No se cree nada. No cree ni casi en el amor. Es un tío como hay que ser: frío, fuera de arquetipos, de ideologías, de hipocresías, de poses… Es un borde y ya está… ¿Qué es eso de aparentar ser simpático para caer bien? Es él mismo, sin estereotipos. Tiene un amigo que le dice que hay una mujer que habla con los espíritus. Y él va a desenmascararla porque no se la pega nadie, sabe que todo en este mundo es Mentira. Mentira de la gorda.

Volviendo sobre el tema: Hay un truco para hacer desaparecer el elefante. O cambiarlo de sitio. Algo hace. Pero no se ve. Lo que se ve es una vida más allá de la Tierra Media, de la Tierra del sudor y de las lágrimas, de las vallas y de las guerras. Es una tierra de ricos…, de ricos palacios con jardines llenos de rosas y mucho colorido, con rincones mágicos y telescopios gigantes para ver las estrellas con la mujer amada. ¿Te crees que existen esos lugares? Pues deben existir porque aquí salen. Serán mágicos como el elefante.

La película capta con estilo superior esa primera fase del amor en una pareja, la más bonita, en la que uno lo muestra en parte, lo da a entender; y se juega a hacer trucos de magia con ese incipiente amor, a hacerlo ver para luego esconderlo, como si enseñas algo tan grande como un elefante y lo haces desaparecer de golpe y el otro se queda con las ganas de saber si estaba o no. Un juego de lo más exquisito, tierno, mágico y anhelante.


Por cierto: ¿Dónde está el amor? ¿En la magia? ¿Fuera de la magia?
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Elogio de la impostura
Como si fuera una especie de Wei Ling Soo, confieso que fui a ver la última película de Woody Allen con el afán de desenmascarar su supuesta genialidad; no es que sus anteriores películas me hubieran parecido fallos garrafales o que carecieran totalmente de interés, pero no dejan una huella comparable a la del prestigio mediático de su autor, o a la de viejos títulos suyos como Manhattan o Delitos y faltas.

Mientras la veía no pude evitar una cierta distancia hacia su encanto: personajes y situaciones delineados a brochazos, con una ironía demasiado evidente y una narración a ratos redundante... Pero cuando más me concentraba para tratar de descubrir el truco, el impostor se adelantaba y me arrancaba un piropo a regañadientes: con una determinada luz y una determinada presencia de ánimo, podría incluso encontrarla bella.

Al final se impone la sensación de que el cine, como la vida, también está hecho de pequeños placeres como el que proporciona esta película; encontraremos en otros cineastas relaciones más perfectas, pero a veces la perfección mata otras cosas que son tan necesarias.

Magia a la luz de la luna recupera el espíritu de las comedias de enredo de los años 30 y 40: es como una especie de versión de La fiera de mi niña en la que los papeles del científico despistado (convertido aquí en pesimista metafísico) y el de la bocazas enredadora se reunieran en un mismo personaje: él, Stanley, es el rey de la función, y la interpretación de Colin Firth está perfectamente a la altura.
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Tremendamente aburrida
Tal y como otros espectadores han dicho, seguramente los cinéfilos tengan demasiado respeto por el gran Woody Allen como para ser objetivos. La película no funciona desde ningún punto de vista posible. Es soporífera, con unos diálogos más propios de una obra de teatro donde los actores relatan en diálogos forzados todo lo ocurrido fuera de escena, con unos personajes, sí queriendo aspirar a aquella divina magia de, por ejemplo, "La fiera de mi niña", sin que en ningún momento tenga sentido el giro emocional hacia el que derivan, tan endebles sus palabras, sus gestos... Un desastre, subrayado, como ya alguien más ha comentado, por un dobleje nefasto, sobre todo en el caso de ella,.
Claro que la película plantea un interesante debate existencial, pero si te duermes, poco podrá importante.
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
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