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449 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
6
Frankenstein en Toledo
La nueva cinta de Almodóvar se da un aire tonal a cierto Cronenberg –‘Inseparables’ y, en menor medida, ‘Videodrome’. Su temperatura no está lejos de ‘Tamaño natural’ (del maestro Berlanga). Uno se imagina sin esfuerzo a Michel Piccoli o Jeremy Irons en el papel protagonista.

‘Abre los ojos’, ‘Vértigo’, ‘Time’, de Kim Ki-duk… la lista de posibles referencias sería interminable.

‘La piel que habito’ tampoco elude la autocita –especialmente ‘Carne trémula’ y, algo menos, ‘Átame’. También ‘Kika’–apunta mi pata Macarrones.

Para mí, las referencias más obvias son ‘El coleccionista’, de William Wyler y 'Los ojos sin rostro', de Georges Franju, mencionada en múltiples textos.

Pero no basta con citar, ni con querer subirse al carro de la Historia por medio de las referencias. Hace falta crear, dar vida a un mundo propio, más o menos alejado de la convención. No tengo claro que Almodóvar lo consiga del todo en este caso.

La atmósfera no acaba de cuajar o sólo lo hace por momentos.

Bien rodada y dirigida, no mal interpretada (pese a ciertos tics made in USA en el gesto de Banderas, al que veo más creíble como doctor monomaniaco que como médico conferenciante), los principales defectos están en el guion: final precipitado, personaje(s) prescindible(s) [El tigre calvo, trillizo de los hermanos Matamoros, la sirvienta Marilia… y sus absurdos parentescos chirriantes, que ni vienen a cuento ni aportan nada al desarrollo argumental], diálogos explicativos y torpones para suministrar los datos al espectador.

Sobra el esperpento de la "conexión brasileña” (el personaje bufo Zeca no funciona; es impagable oír a Marisa Paredes entrando en la quinta El Cigarral diciendo “¡Qué saudade!”) y se echa en falta un desenlace no tan pobretón, más en clave de venganza retorcida o un puntito elaborada.

Me gusta el desarrollo de la trama principal: no hay giro-pirueta, la intriga se desvela de forma pausada y bien medida, sin efectismos TA-CHÁN ni sorpresa con subida de volumen. Los violines no hacen daño a las imágenes.

Elena Anaya está maravillosa.

La última secuencia es un prodigio de funambulismo cinematográfico: evita el descalabro y casi llega a conmover.

‘La piel que habito’ no es la obra de un genio; se queda a las puertas de ser una película notable. Es la obra de un artista que hace lo que quiere, dotado de talento y sin complejos.

Ya quisiéramos la mayoría de mortales fracasar a semejante altura.
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337 de 414 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Quemar después de ver (y de leer)
Leer críticas profesionales como "radical, voraz, quirúrgicamente perfecta" o anónimas que la alaban sin mesura me ha desconcertado.
No me considero ni Almodóvar fan ni un Carlos Boyero del director manchego. He disfrutado con alguna de sus películas y me he sentido defraudado en otras. Mantener un nivel alto en cualquier faceta de la vida es imposible. Pero La piel que habito es mala.
Vendida como thriller de terror psicológico, lo que abundaba entre las butacas eran las risas. Pero no, no es "el humor de Almodóvar". El terror se le ha escapado de las manos con diálogos burdos, interpretaciones surrealistas y una historia propia de telefilme dominguero.

La primera media hora es un truño. Se esfuerza en presentarnos a un doctor sin escrúpulos, con su laboratorio (recuerda más a CSI que a otra cosa), su cobaya y su chalet de la sierra. Solo la fe en que mejore la cosa evita el sopor.

Luego se anima con flashbacks que intentan justificar algo hasta el decepcionante desenlace.

Ni rastro de los geniales diálogos (con alguna excepción). Ni un atisbo de interpretaciones para el recuerdo. Ni por asomo la angustia prometida. Solo se salvan la música de Alberto Iglesias y una Elena Anaya superior a la calidad del filme.

Una hilada promoción puede hacer que acudas al cine con las máximas expectativas y salgas indignado y con el bolsillo vacío.
Si eres muy bueno haciendo lo de siempre, haz lo de siempre. ¿Alguien se imagina a Iñaki Gabilondo presentando Sálvame?
Pues eso.
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403 de 601 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Una época que olvidar
Vengo del cine cabreado. Almodóvar, una vez más, ha metido la pata. Y en este caso hasta el fondo.

Ojo, hablo de técnica, no de gusto. A uno le puede gustar o no una película como, por ejemplo, No country for old men, pero en cualquier caso sabe que se enfrenta a un producto de calidad. Más allá de predilecciones personales (a mí los hermanos Coen no me cautivan), el buen cine se reconoce a leguas. Por eso es especialmente indignante que Almodóvar, un director con talento demostrado, ofrezca a sus seguidores una suerte de telefilme que, moviéndose entre lo esperpéntico y lo kitsch, mantiene al espectador sentado en la butaca con la boca abierta de incredulidad. Eso sí, como típico cine de realizador de culto, la película contiene fuertes dosis de pretensión hueca que provocarán las delicias de sus fanáticos, pero que al resto de los mortales nos resultan vacías.
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146 de 209 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Irreversible
La última película de Almodóvar permite al espectador cambiar y mutar su propia piel a convicción, distinción y predisposición. La epidermis en la que se mueve es tan fina y sensible que puede producir sopor, dolor, indiferencia o absoluto placer a discreción.
No hay que engañarse tampoco: no es una nueva piel del cineasta ya que vuelve a vestirse sobre membranas que habitaban en sus cintas anteriores. No faltan sus continuados deslices, sus desvaríos y mezcolanza en cuanto al género, referencias y los detalles y recursos del guión que pondrán la piel de gallina a sus detractores e incluso a bastantes de sus seguidores. Pero por encima de todo habita el melodrama aldomovariano tradicional que empapa de sangre vital todas las pieles que la componen.

Si en “Los abrazos rotos” el mosaico quedaba dibujado en esas fotografías partidas, desgarradas y destrozadas en cuerpo y alma, invitando a componer el puzle que formaban, aquí los retales de tela succionados por un aspirador nos dan respuestas aunque no conozcamos realmente las preguntas. Porque “La piel que habito” forma una película con un primer acto oculto y velado en el interior de unos torturados personajes. Unas breves imágenes residuales en un televisor dan completa forma a la historia: un guepardo devorando a una pequeña gacela ante la impotencia de los vencidos y el yoga como salvación interior mediante la calma y paciencia ante la destrucción exterior.

Sus saltos temporales tan marcados como cortes de bisturí y su historia sin retorno, irreversible como la piel y con un inclasificable cruce de venganzas kafkianas, hacen de la “La piel que habito” una película sobre el cuerpo y el alma en su distinción sobre el individuo. Desde la nueva carne Cronenberg, pasando por “El rostro ajeno” de Teshigahara, a los “Ojos sin rostro” sin Franju, desde Buñuel pasando por el giallo… el filme de Almodóvar hará que algunos no paren de buscar entre sus latentes cicatrices, que atan cada una de las pieles con las que se disfraza, y otros nos perderemos en las distancia para disfrutar del cuerpo que compone la película. Una película que realmente empieza a sentirse en la propia piel cuando acaba “La piel que habito”.
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124 de 178 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La nueva piel de Almodóvar
En una sociedad en la que la ciencia avanza más deprisa que la propia moral, resulta necesario establecer ciertos límites sobre lo correcto e incorrecto. Así, la bioética ofrece una constante vigilancia sobre el desarrollo adecuado de cada estudio científico. Pero, ¿qué sucede con las investigaciones personales? ¿Cómo regular los experimentos clandestinos? Conociendo la respuesta, el Doctor Robert Ledgard busca, bajo la complicidad de las paredes de su hogar, perfeccionar la piel humana. Sin embargo, el proyecto es demasiado ambicioso como para aplicarlo simplemente a unos ratones de laboratorio.

El nuevo trabajo de Pedro Almodóvar mantiene la característica huella del director en cada plano. Pero "La piel que habito" no es una continuación de su estilo anterior, sino más bien una evolución del mismo. Las historias que escribe Almodóvar suelen ser o demasiado alejadas de lo común ("La mala educación", "Todo sobre mi madre") o demasiado corrientes ("Volver", "Los abrazos rotos"). En esta ocasión se presenta un argumento poco habitual escondido en otro más usual. Para conseguir este efecto, juega con una alteración temporal que dosifica la información, equilibrando una tensión narrativa que se perdería si el relato fuese lineal.

Con respecto al reparto, el director sigue obteniendo mejores resultados de sus actrices que de sus actores. Elena Anaya destaca por encima del propio Antonio Banderas, pese a la poco creíble pelea que ambos mantienen. Marisa Paredes, rostro habitual en sus anteriores filmes, demuestra su veteranía en un papel secundario cuyo único problema es soportar demasiado bagaje dramático, sin que su historia personal se termine de desarrollar.

Sería difícil situar esta película en un solo género cinematográfico. Junto a la clasificación de drama, es necesario añadir un matiz: el de terror. Un ambiente de angustia emana del miedo psicológico creado, pero ya no tanto por las acciones, sino por esa estética de un vestuario tan ortopédico. Es el miedo a la deformación, al deterioro, al irremediable paso del tiempo, y también a la pérdida de la autonomía. Por otro lado, hay algún pequeño momento cómico que concede breves respiros de aire fresco.

En "La piel que habito" pueden resultar desconcertantes los puntos de giro de su guion. Algunos son tan bruscos que pueden dar la sensación de que la película va a la deriva. Pero, tras una historia tan bien desarrollada, es imperdonable terminar con un final tan simple, sencillo e incluso vulgar. Tal vez hubiera sido preferible cortar y suturar o antes o después, pero no donde se ha practicado la incisión. Así, la cicatriz ha quedado al descubierto, y ni el maquillaje de la música o de los títulos de crédito podrá disimular esa marca.
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128 de 196 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
NUEVO PINCHAZO DE UN GENIO CADA VEZ MENOS GENIAL
Picueto salgo del cine. Acudo como cada estreno almodovariano con unas ganas inmensas de ver si mi compadre manchego vuelve a enamorarme con su cine. Pero nada. Desde Volver este hombre ha perdido la cabeza, el sentido autocrítico del ridículo y se deja envolver por un halo místico de hermosura formal que oculta un guión bochornoso y en general mal interpretado.
Si la complicación de forma ya había supuesto un grave problema en anteriores películas del manchego, recordemos lo perfectamente enrevesado de La mala educación y lo complejo y metacinematográfico de Los abrazos rotos, cuyos resultados finales dejaban mucho que desear, en La piel que habito ya es de risión y vergüenza ajena.
La sobriedad de una puesta en escena formalista y esteta, preciosista y minuciosa no logra ni un solo segundo tapar, camuflar o al menos hacer que uno se distraiga de un guión que roza lo patético.
Da la sensación de que para dirigir algo así uno debe tomarse seis vodkas seguidos, subir a una montaña rusa y verse tres o cuatro películas de Lynch, de las más chungas, alternándolas con cualquier cutre culebrón de cadena privada sábado tarde. La vomitona, la pesadilla y el efecto barco pirata entre sábanas mojadas son lo que más se asemejan a esta cinta, absolutamente desquiciada y sin el más mínimo sentdo del humor.

Lo mejor: Para mi sorpresa, Elena Anaya, a la que no soporto, o soportaba. Preciosa, correctísima y defendiendo inmejorablemente lo indefendible.
Lo peor: Banderas haciendo de Peter Coyote haciendo de Banderas. Un guión de lo peor.

Cualquier amante de la estética característica del director podrá estar al borde del éxtasis, con una fotografía maravillosa, unos planos geniales, una música a ratos hermosísima y algunos de los mejores primeros planos que Pedro ha rodado.
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128 de 207 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Y todo a media luz (y a medio gas)
Almodóvar se mueve mucho mejor en el terreno del disparate que en el de la contención y "La piel que habito" es quizás una de las películas más frías de este director, con resultados que en el mejor de los casos sólo pueden calificarse de mediocres.

Es verdad que la historia parece osada y extraña, lo cual para algunos sería una ocasión de subir escalón y desmelenarse pero no para el autor manchego, que ha bregado con materiales más tempestuosos y aquí rueda como opera el buen doctor, un robot inteligente, con pasional sensibilidad, pero robot a fin de cuentas.

Las carencias de clímax y anticlímax no ayudan por mucho fragor de violines que nos indique cuándo se insertan los momentos intensos: y esto lo corroboran unos Banderas y Anaya competentes pero sin garra, a cuyos ojos no asoma ni un vestigio de corrompida locura. Desperdicio de unos papeles de piel, carne y dientes, no de miradas, unos personajes que piden tendones destrozados y huesos doloridos, no suaves y metódicos asanas de yoga.

"La piel que habito" despertará algunas pasiones, pero me permito sospechar que no serán muchas, viendo la mediocre nota con que arranca en Filmaffinity el día antes de su estreno. No es aburrida, no es entretenida, no es surrealista, no es realista, no es buena, no es mala...no me dice nada.

¿Que esta crítica es muy pocha? Pues imagina la película.
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88 de 139 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
ALUCINA VECINA
Madre mía, madre mía .... mira que acudí a un buen cine, en muy buena compañía y con muy buena disposición para dejarme seducir por la nueva película del manchego de oro, sobre todo después de escuchar la buena acogida que parece que ha tenido entre buena parte de la crítica especializada. Pero no tuve suerte.

Debe ser que tuve una mala tarde, que tengo que estudiar más de cine o que el aire acondicionado estaba muy alto. El hecho es que la película me pareció en líneas generales muy floja ... ¿Para qué engañaros? En realidad me pareció un truño total, una chorrada que desvirtúa el nombre de un director de una talla que yo ya empiezo a cuestionar y un film que no debería ocupar un lugar demasiado digno en el Olimpo de los Dioses del séptimo arte. Y lo digo sin acritud y con todos los respetos desde un estado que no sabría describir si es de chock, o de no saber por donde me vino el aire. ¿Es cine-esperpento? ... ¿Es cine-de-culto? ... ¿Es un thriller? ... ¿Es cine negro? ... ¿Es una broma? ...¿Qué es esto? ...

El guión a mi me pareció patético, no es creíble ni consistente, patina e, pero bien pensado quizá es un homenaje lírico a las series de clase B de las sobremesas de domingo, va a ser eso.

No me emocioné, la mayor parte del tiempo no me transmitió nada, no me puso la piel de gallina (por lo menos la que habita este servidor), en ningún momento empaticé con los personajes, y eso que sí había una historia y de las buenas. Pero nos fuimos por las ramas y nos morimos de éxito desbordados por las formas eclécticas y el más difícil todavía. Esas que tan bien le han funcionado a Almodóvar cuando ha amarrado una historia por los cuernos (véase La mala educación), o cuando ha sabido tirar de un hilo con tino (véase Hable con ella). Pero bien pensado, quizá es un guiño al cine estrafalario de Tarantino o de los hermanos Coen, creo que sí, que va a ser eso.

Los intérpretes flojos, rozando la mediocridad, a excepción de Elena Anaya (y una fugaz Bárbara Lennie) que aparte de estar guapísimas, se salvan de la quema por méritos propios. Antonio y Marisa nunca estuvieron de verdad, pero hay amores que matan. Aunque pensándolo mejor, es posible que se trate de un nuevo estilo de interpretación entre lúgubre y majestuoso.

El doble flashback y el abuso del papel narrador que ejerce Marisa Paredes y Antonio es otra de las putadas (con perdón) a las que no doy crédito. Por momentos te ríes por no llorar. Esto no se me ocurre como salvarlo.

Lo que sí se salva es la banda sonora, la fotografía, los primeros planos de un ojo maestro (el que tuvo retuvo) y un cierre con su punto de originalidad que parece volver a una senda de la que estuvo alejado demasiado tiempo.

buffffff
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68 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
¿¡Qué he hecho yo para marecer esto!?
Quizá la frase que más aparezca en las críticas de "La piel que habito" es que la obra es un peldaño más/punto de inflexión en la filmografía de Almodóvar, un nombre que ya desde hace algún tiempo puede y debe escribirse con A mayúscula.

El director manchego deja de lado a Penélope y se deshace a su vez del melodrama lacrimógeno de actuaciones intensas, que tantas ovaciones le ha reportado pero que ya parecía pesar en su equipaje (no olvidemos que su anterior filme "Los abrazos rotos" no tuvo la acogida esperada, pese a ser un gran trabajo). Almodóvar pone rumbo a un nuevo destino, y carga su maleta de traumas, jeringüillas y dilatadores.

"La piel que habito" es un ejercicio quirúrjico en el que todo parece funcionar con exactitud, con tanta como funciona el mecanismo de control al que esta sometida Anaya. Una obra de arte visual donde el orden actúa como tapadera del terror. No hay situaciones que inviten al llanto fácil, ni siquiera conversaciones sonrojantes que propicien la risa. Nadie podia imaginar que la extravancia de Álmodovar se rendiría ante un ejercicio de contención que, a priori, puede dejar un poco frío al espectador.

Uno de los grandes regalos del cine de Pedro son las grandes interpretaciones, que en esta ocasión se suavizan en favor del tono austero de la cinta. Elena Anaya se deja la piel (nunca mejor dicho) en un registro nada fácil, logra una interpretación fascinante y turbadora, nunca su cuerpo fue retratado de forma tan bella. Antonio Banderas, a pesar de tener un papel contenido, deja claras sus limitaciones y no brilla como cabría esperar. El personaje de Marisa Paredes es el gran perjudicado de esta historia, pues su presencia en la casa es prescindible y su historia queda pendiente de desarrollo. En el apartado de nuevos actores sobresalen Jan Cornet o Bárbara Lennie.

Cuando nos bajemos de este viaje a la locura, hemos de dejar que la película crezca en nuestras cabezas, que afloren los debates morales y psicológicos. Gustará más o menos pero es imposible olvidarse de esta historia.

Lo mejor: La hipnótica evolución del cine de Pedro.
Lo peor: Su cine de antes también nos gustaba mucho.
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49 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
¿La nueva piel?
"La piel que habito" es una formidable película: arriesgada, excesiva, retorcida, ambigua, casi inverosímil a ratos, pero dirigida con pulso, con ritmo y con una profunda fe cinematográfica en lo que se está rodando. En cada plano, el director derrocha talento y esfuerzo por hacer algo diferente, por dar una vuelta de tuerca a su estilo y dirigirlo a terrenos más pantanosos, más oscuros. Almodóvar filma lo grotesco con gracia, con estilo y, en muchas ocasiones, la combinación de imágenes y música alcanza cimas que ponen los pelos de punta. El guión (discutible hasta la saciedad y que provocará más de una acalorada discusión) está desgranado con maestría en diferentes momentos temporales y acaba desvelando la trama central con esa naturalidad que tan bien maneja el director. Y en esta ocasión, ese distanciamiento emocional frío con el que se narra esta descomunal tragedia no hace sino acentuar su carga de dolor y convertir su visionado en una experiencia extraña, incómoda a veces, cargante en ocasiones, pero que, como ocurre muchas veces con las grandes películas, acaba funcionando en su conjunto. Desafortunadamente, y como consecuencia de lo excesivo y discutible de la trama, mucha gente dará la espalda a la cinta, cosa, por otro lado, lógica, pues no es una película que busque ser analizada racionalmente (se derrumbaría), sino emocionalmente.

"La piel que habito" no es una obra maestra, por supuesto, pero podría haberlo sido si su director hubiera sido más consciente del material que tenía entre manos y de cómo se debe contar esta historia para que funcione al 100%. Pero Almodóvar es él, y tiene un público concreto que busca cosas muy concretas en su cine (Sí, esos que se reían en la película cuando el resto de los espectadores ni esbozábamos una sonrisa). Y al margen del humor subjetivo, la película adolece, además, de algunos momentos clásicamente almodovarianos que, esta vez más que nunca, solo perjudican al conjunto. Yo tengo la esperanza de que algún día este estupendo director descubra que se puede hacer una película sin chistes ni personajes esperpénticos. Casi lo logró con su mejor película; "Hable con ella", y casi ha vuelto a lograrlo con esta "La piel que habito", pero, desafortunadamente, ese día sigue lejos. El director manchego sigue temiendo mudar definitivamente la antigua piel y mostrarnos la nueva.

A destacar, como siempre, las interpretaciones femeninas, tanto de Elena Anaya, la indudable estrella de la cinta, como de una estupenda Marisa paredes, y un Antonio Banderas sorprendentemente convincente en un papel arriesgadísimo y muy difícil. Pero lo mejor, sin duda, los últimos minutos de la película, una escena que solo Almódovar se ha atrevido a rodar y que dividirá a los espectadores a partes iguales de amor y odio. A mí me sobrecogió, y creo que el fundido en negro final está colocado con una maestría que roza la perfección, pero estoy seguro de que no provocará ese efecto en todo el mundo.
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46 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
1
Quo Vadis, Almodóvar?
Siempre he considerado a Pedro Almodóvar un buen director que hace películas malas. Algunas han llegado a tener cosas buenas, pero ha hecho demasiadas excesivamente malas. Sus películas, más que historias contadas, son escenas ensambladas, en función de lo que el director manchego pretende expresar en cada momento. El mal crónico de sus películas son los guiones, ya que Almodóvar es un pésimo guionista, que estructura, describe y dialoga mal y sólo su (a veces) portentosa imaginación consigue salvar fragmentos de sus películas al margen de su conjunto.

“La piel que habito” riza el rizo de lo absolutamente trivial y aquí no sólo falla la estupidez del guion, sino el Almodóvar director, que, con total impudor, hace arrancar la película con “un film de Almodóvar”. El es el creador y sus otros colaboradores puras comparsas en su obra. El problema es que estamos ante una película artificiosa y aburrida, embrollada, impostada y, sobre todo, torpe. Nunca he visto a Almodóvar rodar de manera tan desangelada, mema y desanimada, con una desgana que, en él, raya la obscenidad. La primera media hora de su película parece rodada por un imbécil, que no haría ascos a un tal Ed Wood.

Almodóvar necesita superarse a sí mismo, reinventarse, en cada film, y su reto es impactar, utilizando lo de hacer cine para conseguirlo; lo importante es introducir elementos en la pantalla, al margen de la calidad fílmica, que llamen la atención del público y sorprenda a esos críticos (algunos de este país, España), que parecen haber perdido la capacidad de análisis cinematográfico, impresionados por esta tosca filmación, donde sólo ven lo que el director pretende decir y en ningún momento lo que en realidad dice; algo que debe ser normal en un país donde triunfa una programa televisivo llamado “Sálvame”, interpretado, día sí y otro también, por los peores actores del país y los guionistas más nauseabundos y enfermos.

“La piel que habito” es una historia imposible, zafia y cansina, mal rodada, mal ambientada, de insípido "atrezzo", pesimamente interpretada, sobre todo por un Banderas impávido y una Marisa Paredes que siempre hace la misma interpretación a pesar del papel que le toque interpretar. La historia es surrealista (en despectivo), perezosamente fotografiada (por mi admirado y venerado José Luis Alcaine), la planificación es de una vulgaridad descarada y se nota que está rodada sin ganas ni pasión. Ni la vital actuación de Elena Anaya, entregada en su papel, ni la maravillosa y apropiada música de Alberto Iglesias podrán impedir que le ponga más de una estrella a este bodrio cinematográfico, obra de un megalómano venido a menos.

Quo Vadis, Almodóvar? Quizás ya no tienes nada que decir y te empeñas en seguir rodando para reinventarte día a día. Almodóvar no necesita crear, necesita ser admirado… y eso es triste en alguien que podría dar tanto de sí.
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38 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Pedro, contrata a guionistas, please
España -charanga y pandereta- es un país obstinado en esquilmar a sus genios. Y los ha tenido: Lorca, Buñuel, Goya, Velázquez, Ochoa, etcétera. Como se ve, no incluyo a Pedro Almodóvar. Reconozco que no me cae demasiado bien, que tengo prejuicios temáticos, lo veo pedante e impostado, artificial, con aires de suficiencia, pero mi avanzada y preocupante esquizofrenia todavía no me ciega lo suficiente para reconocer su grandísimo talento como director. También su proteica capacidad para promocionarse en cada film (qué guay es Pedro, con eso de film), ofreciendo lentamente la publicidad oportuna en cada momento. Tanto es así que, cinéfilo o no, resulta imposible desconocer que el genio de la Mancha tiene película recién salida del horno en las multisalas. Procuro, además, estar informado de su obra, verla, meditarla. ¿Cómo se puede desdeñar obra tan trascendente, emblemática, hipercuidada, provocativa, innovadora, genialoide?

“La piel que habito”, dejando de lado el argumento grotesco, tiene un problema -y es de lo que quiero hablar-, repetido durante varios años por el cineasta: el guión. Innecesariamente rebuscados, pseudocatárticos, bastante bochornosos, psicopáticos como el último. Almodóvar pesquisa en cada plano una firma artística, un modo que le ciega y pierde la panorámica de su obra. Cae, como caen los barrocos, en la vanidad.

Almodóvar lleva años -hombrecitos de oro inclusive-, con el paréntesis de “Volver”, perpetrando el guión del alipori. (Obvio “Volver” porque, a pesar de momentos indignos para un director de su talla -esa escena amarilla en que Agustina revela su enfermedad, por lo cutre; y la archifamosa escena de Pe Cruz haciéndole playback a Estrella Morente, por lo cursi-, habla con emoción y claridad, transmite.) Ojalá alguien, reconocido internacionalmente, claro, le escriba los guiones, como a Amenábar. Almodóvar apenas crea ya esperanzas cinematográficas y, si observamos su reciente trayectoria, menos. No comprendo como, teniendo premios a punta de pala, no se tranquiliza, habla de lo que sabe hablar, entierra su aire fatuo hollywoodiense y deja de hacer mariconadas pretenciosas. Creo, y me aventuro mucho, que sabe que está haciendo el ridículo, que no convence, pero Mr. Hyde le obliga a ser manierista y epidérmico, plasta. Con lo bueno que sería, ya maduro, el Dr. Jekyll…

No he hablado, vaya, de “La piel que habito”. Bueno, seré breve: una de las mejores comedias españoles jamás realizada.
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43 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El rostro ajeno
Desde el principio se ha emparentado a “La piel que habito” con un clásico del cine de terror como “Ojos sin rostro” y es que el material mostrado al principio así apuntaba. Afortunadamente el resultado final dista de ser similar al del notable filme francés y se confirma como un cambio de rumbo en la carrera del realizador manchego, que demuestra seguir en forma al dar a luz una película tan radical como única, que dividirá opiniones, claro, pero principalmente porque es insobornable, como ocurría con otro suicidio artístico como el acometido el pasado año por Alex de la Iglesia con su fantástica “Balada triste de trompeta”.

“La piel que habito” tampoco llega a ser tan suicida pero desde luego se aleja de ser una película convencional en términos generales. Su calculada frialdad no sólo es buscada sino necesaria para poco a poco ir caldeando el ambiente y llegar hasta su desoladora conclusión final e incluso aunque aqueje un par de problemas (la forma en que se integran los flashbacks es eficiente pero un poco caprichosa, un poco más de presión psicológica ayudaría) la narración es modélica. El ritmo es ágil, sus casi dos horas no se sienten y el punto de partida es tan bueno que desde el primer segundo se implica al espectador. Un buen Banderas y una hermosísima Anaya como los casi únicos actores de la función cumplen (hay alguno más pero son muy secundarios) y cargan sobre sus hombros la responsabilidad de que esto salga a flote a pesar de los excesos habituales del universo de su director. Y lo logran.

Mención aparte merece la fantástica banda sonora de Alberto Iglesias y la elegante dirección de Almodóvar, que hace que la cámara serpentee en la inmensa mansión en la que se desarrolla prácticamente toda la trama generando intriga con cada movimiento, por sutil que éste resulte. “La piel que habito” puede que sea un proyecto suicida, que su argumento tome licencias que cuesta creerse (como casi todo melodrama) pero al final se confirma no sólo como uno de los trabajos más personales de su director y, también, de los mejores que ha firmado. Delirante, demoníaca y de alguna forma retorcida, deliciosa. Merece la pena.
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32 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
1
Mala de solemnidad
Desde que ví "Hable con ella" no había vuelto al cine a ver nada de PA. No tenía muchas espectativas, pero pensé que por lo menos uno al pagar el precio de la entrada se gana el derecho a opinar con conocimiento de causa.
Que el argumento sea más o menos agradable debería ser irrelevante a la hora de enjuiciar una película, desde mi punto de vista.
La Lista de Schlinder, Tiburón, Alien, Ciudad de Dios, El silencio de los corderos, La mosca (de Cronenberg), Inseparables (del mismo), El hundimiento, etc,...nos cuentan historias que nos entristecen, asustan, horrorizan, deprimen, acojonan o hacen que cojas fobia a nadar en el mar (o incluso en la piscina), a los nazis y a Hitler (más todavía, si no los odiabas antes), a pasear por las favelas y barrios marginales, a los psicópatas asesinos fetichistas y a los doctores caníbales, a viajar por el espacio en busca de alienígenas o a experimentar con la genética y la cirugía cual Dr. Mengele.
Pero todas estas películas tienen algo de lo que carece la película que ha perpetrado el director español: coherencia argumental y respeto por los personajes. El respeto al espectador viene dado si cumples los 2 requisitos anteriores, aunque no debe ser la prioridad de un director o un contador de historias. Es más importante ser honesto con uno mismo y sus principios que estar pendiente del que dirán o pensarán los demás. Sólo así se puede conseguir el respeto del observador.
La calidad técnica de una película es importante, pero el formalismo hueco puede ser lo más decepcionante que le puede pasar a un creador en cualquiera de las disciplinas artísticas conocidas.
Lo mejor que se puede decir de la historia que cuenta Almodóvar es que tiene un final de chiste. Uno puede llegar a pensar que en el fondo le acaban de contar un chiste de mal gusto con sorpresa final, pero el dramatismo impostado del momento final y el desarrollo previo de la historia con todas sus lagunas argumentales y personajes nada creíbles (la culpa es de un guión muy malo, independientemente de los actores y sus interpretaciones), hacen que el clímax de la película sea el protagonista absoluto de la misma, quedando todo lo que te acaban de contar en un plano irrelevante.
Es muy triste que a estas alturas alguien intente engañar al espectador con trampas argumentales bochornosas, pero es mas triste todavía comprobar que es el director el que se está engañando a sí mismo con tanta pirueta argumental, las obsesiones enfermizas incoherentes de uno de los personajes principales y personajes irrelevantes pésimamente incrustados con calzador en una historia con mucho potencial desperdiciado.
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48 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
TREMENDA
Dentro de la riqueza de adjetivos con que cuenta el castellano, el término "Tremendo" describe, pero por si sólo no clarifica si se dice en sentido positivo o negativo. En este caso, este tremendismo, genera para mi un resultado sobresaliente.

Se ha hablado mucho de un "salto mortal" con este film en el cine de Almodovar, y no puedo estar más de acuerdo, pero no sólo para el cine de Almodovar, ya que para cualquier, esta historia supone un extremo difícil de rebasar.

La historia, cargada de tensión, sadismo, excitación (y rozando la lipotimia al descubrir el pasado del personaje de Elena Anaya , menos mal que el cine se ve sentado), está rodado con nervio, brío, y una atmósfera tan inquietante que no deja momento alguno a la calma, rozando permanetemente el precipicio de una historia tan extrema.

Los actores están muy bien, un tan contenido como convincente Antonio Banderas, dota a su personaje de un tenebrismo, mezclado con una ausencia de sentimientos muy logrado, y Elena Anaya está espléndida, guapísima, desgarradora, físicamente brutal y habitando su piel.

Almodovar, que más que un director aquí se presenta como un cirujano que nos desmenuza con una escrupulosidad cuasi oriental los detalles de conducta de sus personajes, sale airoso (lo dice un no incondicional de su cine), y sólo pongo en su debe que con tanto detallismo que posee la historia, la relación de Banderas con su hija, quede reducida a un momento (eso si fundamental), y que el desenlace, no parezca tan formalmete elaborado como el resto del film.

No obstante, que mente hay que tener para concebir esta historia (deudora eso si de Thierry Jonquet, y por lo que he oído de "Ojos sin rostro" de Franju, que no he visto), y que riesgo y dificultad tiene llevarla a buen puerto ,de hecho en mis referentes fílmicos quizas sólo "The pillow book" de Peter Greenaway, tiene punto de comparación.

Enhorabuena Almodovar, lo siento Boyero, en esta no estoy de acuerdo con usted, y me inclino ante la música de Alberto Iglesias, sublime y pegada a la acción como otra piel.
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38 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
No me llames Dolores, llámame Lola
1) Agradecimientos—

Agradezco el hieratismo de un Banderas sin su habitual aeróbic gestual (mérito del director; conste en acta). El film inventa una narrativa puntual (plano comedido, composición certera) de pocas salidas de tiesto en el tallado de escenas. Otra cosa es el fondo, que es el que es. Se agradece y se aprecia. Ver al doctor Banderas entre centrifugadoras y nitrógeno líquido es en sí mismo una pura temeridad. No era, en consecuencia, fácil conducir estas fantasías transgénicas por la carretera de lo “locatis” sin que la caricatura y el esperpento infectara la propuesta. Y Almodóvar, a medias, lo consigue. Punto positivo.

También celebro la transposición al ambiente castellano y cigarralero de viejas claves de 'serie B' (Giallo, Fantaterror , 'Los ojos sin rostro'), del thriller y de los parámetros de obsesión gótica pasados, claro está, por el tamiz posmoderno del manchego aerodinámico. La panoplia de referentes se ajustan a necesidades y objetivos. Jugar con semejante macedonia de frutas sin descalabro es eficacia y, supongo, talento. Aunque sea un talento de superficie, poco dotado para la espeleología de bajos fondos.

2) La ingle brasileña—

Es cierto que cuando sale un tipo con disfraz de Falomir Juegos las excentricidades aumentan exponencialmente. Se nos desata Almodóvar, se nos desata. Dura poco, no obstante, pero hay que poner un negativo a ese inciso por su ridiculez y por incluir una declaración de precedentes discutible y gratuita: Marisa Paredes frente al fuego recapitulando pasados y fraternidades es un recurso forzado y elemental.

El espectador espera que ese tránsito tenga peso en la trama. Pero no. Se podría haber evitado. Eso, señoras y señores, se llama, aquí y en Pernambuco, “Relleneitor 3000”. La paciencia se me revolvió nerviosa ante la amenaza de que para cualquier nexo narrativo que mezclara “precedentes y consecuentes” el manchego fuera a festonear el metraje con sainetes. Y mira que la introducción me había gustado. Pero me acojoné...

Acudo al spoiler por incontinencia, que no por destripe...
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23 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La identidad es distinción:
La piel que habito se ha vendido como un cambio de registro del director Pedro Almodóvar. Yo diría más bien que estamos ante un proyecto arriesgado, particularmente grotesco y con giros narrativos, cuanto menos, delicados. Pero sigue siendo marca Almodóvar de toda la vida. Como debe ser por cierto. El hecho de que la película sea un thriller psicológico no nos exime de las jocosidades a las que el manchego nos tiene acostumbrados (ahí queda el tigretón interpretado por Roberto Álamo). Sin embargo, también es cierto que la película se muestra comedida en ese aspecto, mucho más de lo habitual, mostrándonos un elenco de personajes fríos e insensibles, con un Antonio Banderas contenido y una Elena Anaya pasiva. Una caracterización sin duda proyectada que viene a configurar parte de la atmósfera de inquietud y horror que se quiere transmitir. No faltan los momentos traumáticos y de tensión, en ocasiones haciendo equilibrio sobre ese punto delicado de inflexión donde el terror puede volverse comedia, algo que, con premeditación o sin ella, acaba adoleciendo un poco el efecto de impresión de algunos pasajes.

El trabajo interpretativo de los dos protagonistas es fantástico. Antonio Banderas cumple a la perfección con las exigencias de su papel. La frialdad e inexpresividad de su personaje no es un defecto de actuación; Es su actuación. Su doctor Robert Ledgard suscita temor y compasión por partes iguales, contagiando la incertidumbre necesaria para que los giros argumentales funcionen. Elena Anaya, de igual modo, hace un gran trabajo, particularmente entregada en uno de los papeles más trascendentales de su carrera.

A pesar de que la película está basada en una novela de Thierry Jonquet, y de haber admitido Almodóvar influencias de "Los ojos sin rostro" (1960) de Georges Franju, debo reconocer que la primera obra de referencia que me vino a la cabeza fue Frankenstein de Mary Shelley. La piel que habito no deja de ser la historia de un perturbado cirujano que, con la venganza como motivación, crea su propio monstruo. Una obra que coquetea con el terror y la ciencia ficción, utilizando lo delirante y bizarro como vehículo para hablarnos de identidad y suplantación. Todo desfila con agilidad sobre una estética y decorado al servicio de la historia. La excelente banda sonora de Alberto Iglesias hace lo propio, acentuando momentos sobrecogedores y memorables, como el de Vera aspirando frenéticamente los pedazos de vestido rotos.

No gustará a todos. Muchos aspectos no acaban de convencer. Sin embargo, y sin ser un gran amante del cine de Almodóvar, aplaudo la interesante propuesta y el afán del director por explorar nuevos terrenos que, no obstante, mantienen su identidad. Y espero que así siga siendo. Pues la identidad es distinción, y eso, para bien o para mal, es autenticidad.
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18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La tarántula
Decimoctavo largometraje realizado por Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, Ciudad Real, 24 de septiembre de 1949). El guión, escrito por Pedro Almodóvar con la colaboración de Agustín Almodóvar, se basa en la escalofriante novela “Mygale” (1995), de Thierry Jonquet. Se rueda en escenarios naturales de Toledo, Galicia (Santiago de Compostela, La Estrada y Ponte Ulla) y Madrid, con un presupuesto estimado de 13 millones de USD. Nominado a 16 premios Goya, fue nominado al Globo de oro a la mejor película de habla no inglesa. Producido por Agustín Almodóvar para El Deseo, se proyecta por primera vez en público el 19-V-2011 (Festival de Cannes, Francia).

La acción dramática tiene lugar en España (Madrid, Toledo y otras localidades) en dos etapas (2006 y 2012). El cirujano plástico Robert Ledgard (Banderas) quedó viudo con una hija de unos 7 años, Norma (Sánchez), al morir abrasada su esposa en un accidente de tráfico en carretera. Traumatizado por el hecho, se dedica a investigar las técnicas de cultivo de piel en laboratorio. Lo consigue tras 12 años de trabajos. Marilia (Paredes), su ama de llaves, que dice ser su madre, le apoya sin reservas con su discreción, lealtad y complicidad. Vicente (Cornet) es un muchacho de unos 18 años, que conoce a Norma en una fiesta veraniega. Vera Cruz (Anaya) es una muchacha de unos 18 años, paciente del doctor Robert. Es dulce, reservada, cariñosa y enigmática. Robert es frío, carece de escrúpulos, es obsesivo y maniático. Marilia, de unos 70 años, es una mujer fuerte, solitaria, frustrada y de pasado tormentoso y oscuro. Norma es tímida, introvertida, depresiva y frágil.

La narración se desarrolla de una manera no lineal para dosificar a los largo del metraje la información relevante que se proporciona al espectador. Por lo demás, esta figura de estilo aporta al relato elementos de dinamismo, movimiento y agilidad, que incrementan la capacidad de retener la atención del público. El lenguaje hace uso de formas más contenidas, elípticas y respetuosas, que buena parte de los trabajos anteriores del autor. La puesta en escena se beneficia de un detallismo cuidadoso y perfeccionista, en algunas ocasiones próximo al esteticismo. La composición de los escenarios y la construcción de los encuadres son tributarios de los espacios inquietantes y lúgubres de las viejas y nuevas películas de terror y horror, como la escalera, el tunel gótico, la ausencia de vecinos próximos, etc.

Las paredes de la vivienda se presentan decoradas con importantes pinturas clásicas y modernas. Destacan “La Venus de Urbino” y “Venus y un organista”, reproducciones de Tiziano. Se ven collages de Juan Gatti, un cuadro original de Guillermo Pérez Villalta y otros (una magnífica tela surrealista), que aportan sugerencias y alegorías de sentimientos y emociones. Las imágenes repetidas del fuego evocan al infierno, complementado lo que expresa por su lado la banda sonora.

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16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
En la nalga o en el tete, la navaja, de Albacete...
Almódovar nunca quiso hacer prisioneros con su cine: o se le considera un genio o se le odia, y realmente en muy pocas ocasiones ha permitido que sus películas lleguen a un público más amplio, como puede ser Volver. En este caso, les adelanto que volvemos a los más crudo de la guerra, porque aquí hay mucho Almodóvar para amar o desechar. Eso sí, todo está presentado con exquisito gusto, gran fotografía, incesante BSO y todo lo que ustedes quieran; me gustaría poder decir que es pura estética sin fondo, pero desafortunadamente se trata de pura estética con fondo, pero un fondo muy malo. Como habrán leído en otras críticas, lo grotesco es omnipresente en la película (actuaciones para poner en cuarentena, diálogos auténticamente chanantes, situaciones descacharrantemente dramáticas...), pero corresponde a cada uno el decidir si es grotesco-grotesco o grotesco-sublime. Yo, que cada vez gusto más de llamar a cada cosa por su nombre, diré sin tapujos que el último Almodóvar no es visualmente exquisito sino relamido, no es transgresor sino escatológico, y no es original sino abiertamente ridículo. Para aquellos que quieran hacerse una idea más clara de esto, sigo en Spoiler.
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43 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
El vacío espacio exterior
De Almodóvar, al menos espero que me deslumbre con alguna escena casi perfecta, y un buen dominio de la puesta en escena. En "Los abrazos rotos", película irregular (y donde volví a encontrar un tiempo después, personajes principales mal escritos), tuve el placer de ver un cine donde todo el interior del cuadro estaba medido, donde había una gran escena de Lola Dueñas leyendo los labios de Lena (Penélope Cruz), y donde la forma de cortar los tomates se convertía en arte.

En "La piel que habito", el director manchego compone la película con una exasperarte cantidad de primeros planos (donde el trabajo es escena es mínimo). También encontramos un uso impensable (en otros momentos de su carrera) del plano-contraplano aburridísimo (que igual lo prefiero a la escena de ping-pong que había en "Los abrazos rotos"), típico del cine más soso que podemos ver en las salas de cine y un abuso sin sentido del cenital.

Es interesante, hasta cierto punto, la trama descrita, pero ni encuentro atmósfera ni me parece pertinente el uso del flash-back para narrar la historia.

Fuera de la trama principal, lo cierto es que sobra todo, y quizá por ello no existe la atmósfera que requería este trabajo que buscaba de un hueco intimista, donde el exterior fuera extraño e innecesario. Personajes como el de Marilia (interpretado por Marisa Paredes) y su hijo el tigretón de Kellogg's son tan deplorables como superfluos, llegando incluso a molestar ciertos parentescos que ni vienen a cuento, ni ayudan a nada. Y una vez más un personaje principal hace aguas en una película de Almodóvar. Robert (Antonio Banderas) no termina de cuajar. Su interpretación está americanizada con el excesivo movimiento facial que no concuerda con un personaje de corte frío. Tampoco convence este carácter, y una vez más pienso que el problema de la película es exteriorizar la trama más allá de los tres personajes principales. Sin ver el Robert del exterior, eliminamos parte de los problemas de credibilidad que tiene el personaje y la película queda más comparta.

"La piel que habito" es excesiva en explicaciones y en redundancias (la visita de Fulgencio -Eduard Fernández- con el periódico en la mano), y su desenlace está tan acelerado como falto de interés. La película termina con una frase con la que ejecuté una última carcajada, como prueba de la ausencia de atmósfera y contención que encuentro en la última película de Almodóvar.
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22 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
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