3 Críticas de los usuarios

A veces ocurren milagros cinematográficos, y Los Karamazov es uno de ellos. Lo tiene todo para ser una de las grandes películas checas, de las que hacen historia: Buen guión, grandes actores, hermosa fotografía, poesía. Y además es experimental e innovadora.
Si después de Lars Von Trier alguien pensaba que el teatro y el cine juntos no tenían nada más que dar, sólo hace falta ver esta película.

Esta coproducción checo-polaca cuenta el viaje de un grupo de actores del teatro Dejvická (uno de los mejores de Praga) a Krakovia para representar la obra de teatro Los Karamazov en una fábrica metalúrgica, como parte de un proyecto europeo destinado a dar a conocer el teatro en marcos inusuales. La obra está basada en la novela de Dostoyevski y está realmente en la cartelera checa.
La película relata el viaje de los actores, los ensayos en la fábrica, la sorpresa de los obreros... La novela de Dostoyevski sirve como hilo conductor para reflexionar sobre la vida con sus magistrales diálogos, y mostrar un gran elenco de actores, desconocidos mayoritariamente fuera de la República Checa pero muy aclamados "en casa", Ivan Trojan, Igor Chmela y Radek Holub por ejemplo.
Lo que comienza como dos líneas separadas: la obra y la vida real de actores y obreros, paulatinamente se entremezcla, de modo que al transcurrir la película a veces uno no se da cuenta de si lo que ve es un ensayo, o no, hasta que la escena lleva varios minutos.
La puesta en escena de la obra es fabulosa, y la fotografía impecable. La música del polaco Jan Kaczmarek (oscarizado por Finding Neverland) es también extraordinaria. En fin, un deleite para los amantes del teatro y del cine.

Abstenerse los buscadores de aventuras y/o entretenimientos, esta película hace pensar.

Fue pura casualidad toparme con esta película. No había entradas para la sesión que habíamos planeado ir en el festival de cine europeo de Sevilla, y nos dieron entradas para esta. No sabía de la gran joya con la que me iba a encontrar hasta que entré en la sala. El comienzo, algo inconexo, funciona como puerta (difícil de abrir, eso sí) para un impresionante mundo en el que el teatro y la película conviven de manera casi idílica. Es mágico como se relacionan, y una vez estás inmerso completamente en la película (en cosa de unos quince o veinte minutos), ni siquiera tienes la posibilidad de pestañear ante tamaña obra ejemplar de buen cine. Faltan los adjetivos cuando intentas expresar todo lo que transmite la película a pesar de que la boca se te llena de buenos calificativos. Vayamos por partes. Tras una más que notable interpretación de los personajes, todos ellos dispares y con un desarrollo profundo, se encuentra una imagen perfecta. Cabe destacar el extraordinario trabajo que conlleva el trasladar una obra de teatro como la de la película a un territorio tan áspero y frio como el de la fundición y que no entren en ningún conflicto estos dos elementos. Es impresionante ver como los actores cambian sus registros y comienzan el ensayo sin previo aviso, como se adueñan del paraje inhóspito para su propósito. Si tuviera que destacar algún punto negativo en esta película sería el de la historia principal que se vive en el plano de la realidad, algo floja y no muy trabajada, aunque sirva como nexo entre los 2 planos, se podría haber profundizado y llegar más allá de la perfección que irradia la película.

Hay un pequeño arsenal de obras que únicamente llegan a un público mediante festivales internacionales y que se quedan sin un respaldo unánime si finalmente no entran dentro de esas cinco nominadas a los Oscars. Se quiera o no “Los Karamazovs”, película checa basada en la novela ‘Los hermanos Karamazov’ de Fyodor Dostoevsky , retoma el aire de la transformación de la ficción integrada en la realidad. Y es que compañía de teatro actúa directamente en un escenario donde los espectadores no esperan dicho rol: los trabajadores de la acería se convierten en improvisados asistentes de una obra. La tragedia, al igual en que la obra de Dostoevsky, no es inocua y parece emerger en un juego de planos sobre la moralidad y la sociedad.

Tiene cierto subtexto en esa fábrica con un pasado que se podría amoldar a las tramas de la obra y el entorno plantea cómo la ficción se puede apoderar del la vida real y de la mente de personas que pueden vivirla hasta las últimas consecuencias. Volvemos a esas proyecciones de los origines del cine donde los espectadores salían espantados al ver como un tren llegaba a la sala de proyección o alguien les apuntaba y disparaba con una pistola. La simbiosis de público y arte resulta un interesante planteamiento para la película de Petr Zelenka.

Hay rivalidad, conatos de abandono y sesgados anticlímax de la compañía teatral entre la composición del ensayo de la obra de teatro. Pero les rodea un universo diario y monótono que no es otro que el mundo laboral en una fábrica donde hay un asesinato ficcional. Parricidio con cuatro sospechosos y sociedad atea, para librarse del pecado en juego, que pretende unir líneas divisorias entre el texto del guión cinematográfico, la novela como material original, la improvisación y el mundo que origina la interpretación y el mundo real y la vida laboral del día a día ajena a dichos espectáculos.
El arte y la vida unidos en la vida y en la muerte.