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109 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
9
Disculpen si huele a mierda, pero es que acabo de abrirme las entrañas
Siglo XVII. El clan de Geishu ha caído y sus 12.000 guerreros con él, situación que conduce a muchos de ellos a la miseria y a pedir limosna al Castillo de Iyi con el pretexto de querer hacer el ritual del harakiri. Pero habrá un hombre cuya historia nunca olvidarán en ese castillo.

No soy muy aficionada al cine de samurais en general, de hecho esta es la primera película que veo del género. Y qué gran debut el mío. Ahora entiendo la atmósfera que rodea a las obras maestras, que son sencillamente las que no entienden ni de épocas ni de géneros, cuya fama no tiene deudas con el marketing porque es un recurso propio en sí misma.

Les lanzo una pregunta, ¿qué es el HONOR? Tómense tiempo para pensar. En esta película se desenmascara todo ese sucio entramado de mentiras y superfluidad que engendra la salvaguardia del honor y la dignidad, ya no de los mismos samurais sino de cualquier persona. ¿Es un guerrero menos honorable por mendigar para salvar a su familia de la extrema pobreza y la muerte? Se derrumban así los pilares entre los hombres, donde en esencia ninguno vale más que otro, donde son víctimas y esclavos de sus propias reglas.

Una idea simple que abarca un todo demasiado delicado enemigo de las evasivas. La realidad es así -te susurra- aunque finjas no verme estoy aquí, y he venido para quedarme y atormentarte el resto de tu jodida vida. Pero esto sólo lo vive quien no tiene nada, quien ya sólo ve banalidad en las formalidades porque las formalidades lo han llevado a la perdición. ¿Qué importa entonces el orgullo? Es realmente interesante las personalidades opuestas de los protagonistas; uno cae en la deshonra de la condición de samurai y viola el Bushido por su familia y el otro, contra viento y marea, se mantiene en sus trece, admirando la hazaña del anterior que para los demás es una bajeza y llegando a despreciarse a sí mismo por su vanagloria.

La mezcla de acción, drama y algo de suspense resurge como el néctar de los dioses, haciéndonos sentir dichosos de lo que estamos presenciando. Planos bruscos, sangre, altivez, deshumanidad en un escenario prácticamente teatral. Explosiva. Es más que una historia de guerreros.

Quiero dar las gracias a Kobayashi por esta película. Gracias por lo que he aprendido sobre la cultura samurai. Gracias por su lección moral. Gracias por mantenerme ojo avizor todo el film. Gracias por transmitirme dolor, sufrimiento y angustia. Gracias porque seguro que ahora cada noche valoraré tener una familia y una cama donde poder soñar.
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349 de 377 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El verdadero honor está en la humanidad del que lucha. // Tremendo guión.
Hace unas horas me acerqué a esta cinta de Masaki Kobayashi en compañía de una de mis almas gemelas en esta página y en la vida. Mientras nos acomodábamos en el sofá y paladeábamos los snacks de turno hacíamos cábalas sobre qué nos encontraríamos una vez estuviese en marcha el reproductor de DVD; sin duda una cosa teníamos clara, la película olía claramente a cine clásico japonés de samuráis y abordaba el tema del Harakiri.

Títulos de crédito; sobrios, casi minimalistas, con una música también mínima se nos sitúa en el año 1630 en Japón; es época de paz y los samuráis deambulan por las calles sin trabajo y sin esperanzas de prosperidad, para ellos la esperanza solo es concebible en tiempos de guerra, ya que ningún clan necesita soldados en tiempos de paz y ellos solo sirven para la lucha.

Es en ese contexto cuando aparece en pantalla el honorable Tsugumo Hanshiro (interpretado por un portentoso Tatsuya Nakadai); un Ronin que, desesperado ya de una vida abocada a la miseria pide en la casa de uno de los clanes más respetados del país los favores necesarios para practicar honorablemente la ceremonia del Harakiri (una de las partes clave del código samurai o Bushido también llamada Seppuku que consiste en morir abriéndote las entrañas con tu propio hierro).

De ese punto tan aparentemente simple parte una soberbia historia que mediante un registro casi teatral y con un guión MAESTRO se permite criticar y poner en cuestión el tan mitificado código de honor de los samuráis y los valores tradicionales del Japón del imperialismo. Kobayashi se permite ir a contracorriente y de paso nos conmueve con una historia llena de fatalismo, tristeza y miseria; pero también de vida, de honor y de orgullo... la historia de Tsugumo.

"Escuchad las palabras de un hombre que guía sus pasos hacia el más allá, pues seguro que aprenderéis mucho de su sabiduría"...

Y mientras todos esperaban a que llegase el padrino que debía ayudar al desesperado Ronin en el ritual, escucharon. Y nosotros en nuestro sofá también escuchamos, y nos conmovimos, y nos indignamos, y vibramos al ver su lucha, y nos sentimos orgullosos de él, y sentimos asco del que no comprende la miseria del prójimo y la condena; y disfrutamos como nunca de esta obra maestra...

Gracias Kobayashi por brindarnos una obra tan grande como crítica y desmitificadora, gracias Inma por descubrírmela a mí.

Cine en mayúsculas, ineludible.

¡¡A disfrutarla!!


PD: Resulta curioso pensar que irónicamente todos se califiquen como honorables a la hora de hacerse referencia...
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137 de 149 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
El miedo al hecho en sí mismo
Sales a la calle y allí están: edificios de ladrillo, vidrio y acero, que alguien construyó, en los que probablemente ni has pensado las mil y una veces que has pasado por delante de ellos, ni te has preguntado si eran buenos o malos, si se podrían mejorar; si, por lo contrario, son tan geniales que tú, ni aun estudiando durante cien años, serías capaz de emularlos. Lo máximo que has dicho de ellos es “quedamos a las tres, en ese bar tan bonito”, o “tan feo”, o “en la biblioteca tan grande”, “tan pequeña”, o “tan cómoda”, o “en la biblioteca de la esquina”, sin más.

Entras en el cine y allí están: actores hablando, moviéndose, siguiendo una pauta que llamamos guión, iluminados por un foco o dos o por el sol, pero en el fondo nunca has pensado en ello, ni en si cortando el plano tres décimas antes la escena sería mejor, si esa luz es la adecuada o no lo es; si ese actor, con esa luz y esa disposición de todos los elementos ante la cámara consigue algo. Lo máximo que llegas a decir es “qué peli tan chula, es mejor que la novela”, o “me ha llegado, Citranito está muy bien”, o “qué bodrio, es infame, no vayáis a verla”.

Todo cambia cuando dejas de ser espectador y te conviertes en artífice, y de golpe te das de lleno con las líneas, la composición, la tectónica, la orientación, el equilibrio asimétrico, el confort, los presupuestos y sobre todo, la terrible concreción del dibujo, que no miente, que revela de un plumazo todos sus errores o lagunas ante una mente entrenada, y que no te permite fallar. La cosa en sí misma es así, y no de otra forma.

En efecto, todo cambia cuando coges la cámara y diriges al actor y colocas el foco y luego ves lo que has rodado y sientes que no está. Que le falta algo a esa mirada, a esa frase, que todo es falso, impostado, o inexpresivo, o que el tono es inadecuado. Que la sensación producida en la primera transición debería ser otra, y vuelves a la cámara y al foco y al actor y lo repites hasta que esté exactamente como debe estar, y no de otra forma.

El miedo se produce cuando concretar algo es enormemente difícil.

Mis máximos respetos para el maestro Kobayashi, que decidió que esa era la luz y esa la duración, que ese era el encuadre de los primeros planos, y el ritmo de los combates, que esa era la intensidad de las miradas, y ese el desenlace, que tuvo la autoexigencia y el talento necesarios para llegar a ese resultado final, y no a otro, que decidió que esta película tenía que ser así, y no de otra forma.
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110 de 122 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Si la ves y no te gusta, ya sabes… ¡HARAKIRI!
Nunca he sido un gran aficionado al cine japonés. Y menos, al de samuráis. Pero después de ver “Harakiri” debo reconocer que mi nivel de apreciación respecto al cine nipón ha cambiado. Para bien, por supuesto. Yo diría, incluso, que la peli de Kobayashi puede llegar a significar -perfectamente- un punto de inflexión trascendental en mi carrera cinéfila. Un punto de inflexión que, con toda certeza, me impulsará a retomar esa fascinante senda del cine oriental que un buen día -vete a saber por qué extraña razón- quedó repentinamente interrumpida hasta que sensei Kobayashi irrumpió en ella y me conminó a proseguirla merced a una de las pelis más imponentes que he visto en mi vida.

Huelga decir, por consiguiente, que “Harakiri” me ha gustado. Y mucho. Huelga decirlo porque quien no sepa disfrutar como un energúmeno ante una historia tan bien contada, ante un ejercicio de estilo tan impecable y elegante, es que tiene un serio problema de criterio cinéfilo. Un problema que afortunadamente no padezco y que no me ha impedido quedarme más de dos horas pegadito al sofá -conteniendo la respiración casi- para no perderme un ápice de la historia. Para no desperdiciar un solo fotograma. Para empaparme completamente de una peli en la que su parsimonioso tempo no hace más que incrementar la tensión, intensificar el contenido dramático y grabar a fuego lento en el espectador una de las embestidas más contundentes a los sagrados y tradicionales códigos de honor japoneses jamás vistas en una gran pantalla.

Absolutamente recomendable, pues, a todo el mundo. A to-do el mun-do. Pero en especial, a los que crean que el cine japonés acaba en Kurosawa, Mizoguchi y Ozu; a los que quieran saber qué diferencia hay entre un harakiri y un seppuku y, en general, a todos los que quieran averiguar de una puñetera vez qué es una película redonda. A mi me funcionó.

(A Entrañable)
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88 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
El ocaso del Samurái
1630. Algo más de dos siglos faltaban para que fueran abolidos oficialmente los samuráis, pero como todo ocaso que se precie, el declive acontece poco a poco. Y cuando llega el momento, no queda nada de lo que fue. Todo parece un sueño, algo lejano que el murmullo del viento se llevó de nuestro lado.

Aparecen entonces las historias. Los cuentos a la luz de la luna. Las leyendas.
De vez en cuando, aparecen personas reales, que te narran estas leyendas.

Samuráis sin códigos. Samuráis en el Ocaso. Buceando en el más allá.

Hoy alguien me ha susurrado a la luz de la luna…


Tensa un arco hasta su límite y pronto se romperá;
Afila una espada al máximo y pronto estará mellada;
Amasa el mayor tesoro y pronto lo robarán;
Exige créditos y honores y pronto caerás;
Retirarse una vez la meta ha sido alcanzada es el camino de la Naturaleza.
(Lao Tse).
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72 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Cuando el honor no son todos, sino uno
Notable puesta en escena de corte teatral, excelente realización técnica, diálogos como vehículo principal de la acción e interpretaciones más que correctas. Estas son las armas de las que dispone Harakiri para hacerle pasar un buen rato viendo cine. La película continúa el contexto de una época que hiciera famosa Kurosawa en Los 7 samurais: espadas por arroz.

Su diferencia principal radica en el camino desmitificador que elige Kobayashi para plantearnos una realidad terrenal ampliamente idealizada por Occidente y los propios nativos del país del sol naciente. El honor en sí vale más para morir que para vivir. Harakiri funciona como un reflejo amargo del Japón industrial de la época, en constante crecimiento y modernizado por la fuerza militar de los enemigos. Los samurais comidos y pagados por su señor representarían a los nuevos burócratas y políticos, la nueva clase social que se instaló en Japón tras la guerra.

Tsugumo ejemplifica aquí la isla en el océano, el oasis en el desierto. Uno a uno derrumba con sus argumentos el nuevo tejido social en el que está inmerso, del que no puede escapar y del que, por supuesto, ya no piensa huir más. Los diálogos son fluidos y los pocos silencios atronan como desesperados gritos. Tsugumo no pretende ajusticiar, sino hacerse justicia. Una leyenda viva que Kobayashi retrata siempre luchando por su causa y no por su vida, bien mientras narra sentado, bien con la katana en la mano. Y toda esa amargura golpea en la cara a todo el que se acerca a la película, y los desfavorecidos de la tierra sienten que siempre existirá una oportunidad para terminar con dignidad las únicas peleas que jamás nos podrán arrebatar si no lo permitimos.

Como curiosidad, comentar el paralelismo de las escenas de lucha con el film katanero del amigo Tarantino. Supongo que, obviamente, hubo de verla para aplicar/robar partes de su belleza. Recomendable.
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64 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Arte
Aquí podemos encontrar: Samurais, violencia, iluminación, planos, fotografía... y sobre todo una historia poderosísima sobre la vida, la muerte, la humillación y el honor todo perfectamente tratado. El mimo y el cuidado que Kobayashi pone en cada escena tiene un magnífico resultado de principio a fin.

Sinopsis chorra:
-Samurai: Vengo a matarme.
-Señor de la casa: ¿Si? Pues te voy a contar una historia (acojonante) y luego te matas.
-Samurai: ¿Si? Pues te voy a contar otra historia yo a ti y comparamos.
Sinopsis seria:
Dos horas largas, dos hombres sentados el uno frente al otro atrapados en una conversación. El desarrollo es tan interesante, y el desenlace se hace desear tanto que no pude mas que devorar cada secuencia. Es lenta y larga pero demasiado intensa y constante como para aburrirse ni un segundo. ¿El final? sorprendente y lógico a partes iguales.

Y si a alguien no le gusta, la propia película responde con una frase: "Es imposible llegar al corazón de todos los hombres". (Sigue en el spoiler).
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47 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El honor y la pérdida (cuando nada vale nada)
"Seppuku" es una lección de cine inigualable. En ella, Masaki Kobayashi nos deslumbra con una historia crítica y desmitificadora del estricto código ético al que los samuráis se entregaban en cuerpo y alma: el bushido. Este código, basado en virtudes tales como la rectitud y el coraje, y especialmente en el honor y la lealtad, debía ser acatado y respetado con un fervor casi religioso. La pérdida del honor sólo era compensable con la práctica del Harakiri (suicidio ritual por el cual el samurái se rajaba el vientre hasta el desentrañamiento)

Kobayashi pone en tela de juicio los valores sobre los que se sustenta esta inquebrantable moral. Nos habla de una sociedad feudal que se rige por el respeto ciego a preceptos que rozan, en ocasiones, lo absurdo y lo inhumano, y cuya premisa esencial antepone el honor a la vida. Un honor que no da de comer ni puede curar enfermedades, pero que está arraigado en lo más profundo de la cultura japonesa y que rinde culto al orgullo de todo aquel que lo alimenta. Así pues, no es de extrañar que sea la adversidad la única circunstancia capaz de despertar el espíritu crítico de un samurái ya envejecido (espléndido Tatsuya Nakadai en el papel de Hanshiro Tsugumo), que acaba comprendiendo que en la sociedad de la apariencia la imagen superficial prevalece sobre las emociones humanas.

Es admirable cómo una película que se nutre esencialmente del diálogo puede tener un ritmo narrativo tan ágil. Por si fuera poco el aspecto visual (desde la austeridad, la elegancia y la sobriedad más absolutas) está cuidado con un esemero encomiable. La película no ha perdido ni un ápice de su fuerza, y aun a día de hoy alguna de sus escenas (como aquella en que el personaje de Motome Chijiiwa se realiza el harakiri con una katana de bambú) sigue causándonos un impacto brutal que pueda llegar a herir algunas sensibilidades. Kobayashi sabe usar la crudeza como medio para despertar conciencias aletargadas.
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41 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
(... se pasan toda la peli mentando a Kingo y a Arakiri, qué raro...)
Una de las películas más veloces que he tenido la oportunidad de disfrutar. Le das al play y antes de darte cuenta ya han pasado 15 décimas de segundo.

El tema va de que un samurai se planta en el jardín de un ricachón dispuesto a hacerse el kawasaki.
Antes de rajarse de este a oeste pide con delicadeza y educación que le dejen contar una historia. Inexplicablemente el honorable señor, sus siervos y el resto de espectadores (el jardín está a rebosar para tan magno acontecimiento) acceden. Tal vez sea ese el mayor error que cometerán en toda su vida, porque el honorable samurai les suelta una chapa de 1h 45m, ojo al dato.

Bueno, pues cada vez que le interrumpen "hazte el suzuki de una puta vez" él dice "un momento, un momento" y remonta la historia. Y, nada, así se tiran 2 horas y cuarto: "que te rajes" "que escuches esto, que te va a molar" "que no, que eres un pesao, que te cortes en dos de una vez" "que escucha macho que vas a flipar"...

La historia que cuenta es confusa, y el menos pintao se piensa que el prota tiene 2 críos, niño y niña, pero sólo tiene a la niña, lo que pasa es que se llama Mijo, y cada vez que habla de ella parece que dice "mi hijo tal y cual", y te armas un cacao importante, entre el esfuerzo de aprenderte las caras para no confundirlos y que a los personajes, cuando consigues aprenderte el nombre, empiezan a llamarles por el apellido... en fin, un dolor.

Pero lo peor de todo es que la peli mola un huevo y el final es la caña de bambú:
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153 de 272 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Todo vale si es para guardar las apariencias
Los amantes del Séptimo Arte saben que en el mundo oriental se pueden encontrar películas que han dejado una huella imborrable en la historia del cine. “Harakiri”, la película que nos ocupa, posee la suficiente calidad y fuerza como para poder situarla entre los grandes logros de la filmografía nipona y, por tanto, del cine en general.

Ambientada en el Japón feudal, “Harakiri” cuenta con un magistral guión que permite reflexionar sobre cuestiones tan importantes como las siguientes: ¿hasta qué punto prevalece la tradición a la cordura?, ¿qué es realmente el honor?, ¿conseguir buenas apariencias y reputación nos da derecho a destruir la dignidad de una persona? Dependiendo de la humanidad y moral de cada uno de los personajes, las respuestas a estas preguntas se irán inclinando hacia una posición u otra. La película mantiene en todo momento un profundo diálogo que se combina con una serie de flash-backs, lo que proporciona una narración intensa y penetrante.

Por otro lado, Tatsuya Nakadai demuestra su talento regalándonos una interpretación para el recuerdo. El resto del reparto está a la altura de una película de tal calibre. La fotografía en blanco y negro es sublime, algo no muy raro en las producciones del continente asiático.

Pero no todo funcionaría igual sin un director como Masaki Kobayashi, una cabeza privilegiada con una visión crítica hacia los que abusan de su poder y que, como ya hiciera en la trilogía de “La Condición Humana”, reivindica con un ejercicio de auténtico cine la humanidad de las personas. “Harakiri” es una obra maestra absoluta para ver, pensar y aprender. Y, por supuesto, para disfrutar.
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32 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La decadencia del guerrero
Japón, mayo de 1630 según el calendario occidental. La nación del Sol Naciente atraviesa por tiempos de paz. Paradójicamente, ese período de calma, que debería traer dicha y prosperidad, está carcomiendo los cimientos de una institución honorable y sagrada: la de los guerreros samuráis. Sin enfrentamientos armados ni conflictos de envergadura, su cometido se torna inútil y en desuso. Nadie requiere sus servicios, no hay una causa por la que luchar. Los vientos pacíficos van sembrando un número creciente de guerreros cuya espada ya no sirve a ningún fin, y que son expulsados a la calle.
Su inflexible código impide sobrevivir a la derrota y al deshonor. Un samurái desocupado es el equivalente a uno deshonrado en batalla. Los que tienen muy arraigados estos principios se practican el harakiri ritual, porque haber sido reducidos a la mendicidad es peor que la muerte. Y los que tienen un mínimo de sentido común tratan de tirar hacia delante como pueden, ya que tienen familias que cuidar y mantener.
Kobayashi cuestiona muy inteligentemente y con una fuerte carga de intriga y de tensión unos dogmas inquebrantables que sin embargo son tan quebradizos en la cruda realidad como dibujos pintados sobre papel.
¿Debe situarse el honor por encima del amor, de la vida y de la supervivencia? ¿Tiene algún sentido aferrarse a un ideal que deja de tener vigencia cuando las circunstancias cambian hasta tal punto?
Hay votos que pueden atar las manos con más fuerza que unos grilletes. Y que crean una raza de esclavos de la palabra dada, y de almas de piedra demasiado ciegas para admitir que, por muchos códigos que pretendamos imponernos, no somos más que pedazos de barro y carne pulsante en busca de una brizna de felicidad.
Cine nipón de las máximas alturas, universal e intachable.
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31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El honor de un samurai
Masaki Kobayashi no es condescendiente y suele golpear con dureza a los injustos con su obra. En "La condición humana" aplastaba la maldad y el abuso de poder del hombre y en "Harakiri" critica a través de esta gran obra, la insensibilidad y falta de compasión, entre otras "lindezas" propias del ser humano.

Hanshiro Tsugumo (Tatsuya Nakadai) es un samurai derruido, que juzga desde su sentencia de muerte a aquellos que desde una posición superior no han tenido consideración por la vida miserable de un pobre hombre. Tsugumo juzga sabiéndose condenado a practicarse el Harakiri. Mientras espera de rodillas en la casa de su antiguo Señor, Hanshiro exige un último derecho mientras cuenta la historia de porqué ha llegado hasta allí con la clara intención de morir con honor de samurai haciéndose el harakiri.

Masaki Kobayashi vuelve a sobrecogerme con una historia estremecedora, y vuelve a mostrar un dominio absoluto de todas las técnicas cinematográficas. Tatsuya Nakadai muestra otra vez sus grandes dotes interpretativas y me vuelve a conmover con una actuación memorable. El director japonés consigue dejar al espectador intranquilo con otra obra de las que te dejan inquieto y pensativo.
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21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
UN SAMURAI PIDE A UN PODEROSO HACERSE EL HARAKIRI DENTRO DE SU RECINTO
Como el resto de las películas de Kobayashi, "HARAKIRI (Seppuku) es una delicia presenciarla las veces que sean necesario.

El tema va de un samurai pobre. Debido a su extrema pobreza llega a la antigua casa del Señor al que sirvió y pide una estancia donde poder morir por el rito del harakiri. A partir de ahí se desarrolla toda una apasionante historia en retrospectiva.

Entre las enseñanzas que forman parte del guión están estas palabras del Gran Confucio, acerca del mal que pueden ocasionar ciertas conductas basadas en ignorar la tradición:

"Ignorar nuestra propia misión no nos convierte en personas superiores.
Ignorar la etiqueta acaba suponiendo fracaso.
Ignorar las palabras significa ignorar a los hombres."

Muy recomendable. Conmovedora como toda la filmografía de Kobayashi.

Fej Delvahe
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27 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Esa Enigmática Conjunción de los Astros...
Voy a dármelas de listo con lo que he aprendido por ahí en este vasto universo cultural que es internét.
Chambara: género cinematográfico japonés (que yo sepa, no se ha extendido a otros países) derivado del teatro Shinkoku-Geki (Nuevo Drama Nacional), de carácter popular y escapista, caracterizado por su énfasis en el cine de acción y movimientos y por sus luchas con katanas; y donde los samuráis son los eternos protagonistas.
Es la abreviación de dos onomatopeyas: chanchan (el ruido de las espadas al chocar) y barabara (el ruido de la carne al ser despedazada).
La versión occidental del Chambara ha sido siempre el western (o quizá, mejor dicho, la versión oriental del western; aunque ya existía el Chambara en el mudo), al menos en lo que respecta a la realización de las películas (es innegable la influencia de John Ford y de Howard Hawks en Kurosawa, por ejemplo). Los Siete Samuráis es un perfecto western, donde los cowboys son sustituidos por samuráis.

Nos encontramos ante lo que se me dio a conocer, a través de los miles de comentarios maravillosos que escuché, como una obra de arte insuperable. Dirigida por ese adalid del perfeccionismo que era Masaki Kobayashi, y protagonizada por el gran Tatsuya Nakadai (Ran, Kagemusha).

Y sí, la película está muy bien, de acuerdo. Una dirección (que bebe directamente de Kurosawa; excepto que eran los años sesenta y eso dejó mella en sus planos aberrantes y sus alocados zooms) elegante y soberbia; unas actuaciones muy buenas; una iluminación espléndida; una narración impecable; un ritmo sosegado; una historia profunda y desmitificadora; con una penúltima pelea de porte épico, donde la lírica y el portento se entrelazan de forma adusta y señorial.
Bien, todo eso es cierto, pero no sé por qué enigmática conjunción de los astros la película no me llegó a emocionar y me mostré bastante impermeable… realmente, tenía todos los ingredientes para considerarla una obra maestra, pero pese a todo lo majestuosa que es, y pese a todo lo bien hecha que está, a mí no me ha subyugado como me esperaba, de hecho me ha dejado un tanto indiferente la historia; e incluso me atrevería a decir que le falta algo de nervio y magia…

Es lo malo de ver una película con tantas expectativas…
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32 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Venganza es un plato que se sirve...con katana
- Hola, quiero suicidarme.
- Vale, pero si quieres hacerlo en mi casa quiero que conozcas una historia..
- Cojonuda,.. y ya que me voy a rajar la barriga te cuento yo una que mola más...

El acabose...

He visto decenas de películas de samurais, pero ninguna con tanta esencia.
He visto luchas de espada más allá de Orión, pero ninguna como la que he visto en Harakiri.
He visto guiones grandes,...este es marciano.
He visto a Mizoguchi, a Kurosawa...
He visto a Leone y Tarantino con 20 años tomando un mojito mientras veían a Kobayashi enfocar primeros planos.
He visto encuadres perfectos, planos de otro tiempo.
He visto luz en la oscuridad, y briznas de hierba bailar al compás del viento...he visto a Malick.
He visto el honor, la angustia y el desasosiego en un pedazo de celuloide.
He visto el amor, la muerte y la venganza en estado puro.
He visto sentimiento y respeto a las tradiciones.

He visto plasmado en imágenes al verdadero Samurai. Sentado frente a mí, cara a cara. Y me he acojonado.
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15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Malos tiempos para llevar una katana encima.
Lástima que la peculiar historia que nos cuenta Kobayashi llegue casi 400 años tarde, el tono reivindicativo de "Harakiri" queda en poca cosa para nosotros, occidentales del s.XXI. Hay conceptos universales y atemporales como el honor, aunque eso precisamente es lo de menos para mí. Lo que me atrae más es la idea de verdadera venganza, que no acaba de ser explícita hasta el final, por encima incluso de la curiosa forma de plantearse el final de su vida como samurai, rajándose en público. El señor Kobayashi sabe hacer las cosas muy bien, lleva a la pantalla de manera inteligente el objeto de la película y poco a poco va adelantando la trama, sugiere alguna idea, produce un suspense que regatea con la lentitud (dicho sea de paso) y lanza toda su artillería en el final que menos me esperaba (spoiler)

Bien es cierto que en algún momento de los últimos 30 ó 40 minutos me ha sacado un poco de mis casillas el protagonista, cada vez que decía que me hago el harakiri, que no, que te voy a contar algo que te interesa, ¿a qué esperas a hacerte el harakiri?, ¿qué crees que no tengo valor?, que ya verás, que te interesará lo que vas a oír... Parecía que no iba a tener huevos a hacerlo, la verdad, aunque ese regateo con la lentitud y el aburrimiento ha ido acompañado de una expectación que ha ido aumentando cada vez que el famélico samurai y el jefe del clan se tiraban los trastos, parecían colegas al principio y hay que ver cómo acaban. Si es que abusar tanto de términos como "honorable" hace que todo huela un poco mal. Me encanta el drama cuando no es porque sí, para defender causas imposibles, para ensalzar el honor (aunque a mí me parece lo de menos) o para acabar como acaba el protagonista, asombroso realmente.

El señor Kobayashi y su "Harakiri" suponen una excelente excepción del cine de samuráis, katanas y kimonos. Normalmente me superan, me adormecen y me defraudan; es bueno encontrarse cosas así.
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14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Portentosa obra maestra
Una película que acomete contra los falsos e hipócritas códigos de honor; una película que defiende el derecho a la dignidad humana, no sólo con la espada, sino con las palabras. Y lo hace en forma de un relato filmado con maestría, componiendo una puesta en escena cuidada al límite, inundada de planos cuya plasticidad es apabullante, siempre al servicio de un discurso rotundamente claro y conciso en el que Tatsuya Nakadai se reafirma como un actor a la altura del mismo Mifune sin dudas, componiendo el personaje de un guerrero decrépito y miserable, pero impregnado por un aura de nobleza que ilumina toda la narración con esa mirada contundente. Repleta de escenas hermosamente fotografiadas, el argumento depara varias sorpresas gracias a una escondida intriga que se desentraña cual rito del harakiri hacia el simbólico final. ¡¡ Quiero más de Kobayashi !!
Obra maestra absoluta. 10/10
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13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
OBRA MAESTRA!!!
92/22(22/04/08) Fedeocaa ha realizado la mejor crítica que yo he leido, es sobre este film, la he leido despues de verlo y el efecto ha sido de ponérseme el vello de punta y saltárseme las lágrimas, apabullante, o que me ha cogido con las defensas bajas, Gracias Fedeocaa.
Pese a resultar pedante, me atrevo a decir que no darle a esta película un diez, es no saber un pimiento de cine, puede haber films que te gusten más, pero no mejores, ésta auna todo y más de lo que se le pide a una Obra Maestra, un argumento soberbio, unos diálogos sublímes, unas actuaciones superiores al sobresaliente, una dirección artística portentosa, fotografía insuperable, vamos lo que viene llamándose OBRA MAESTRA. Un argumento que nos habla del verdadero honor, honor es tener que dar de comer a tus hijos, honor es que no te duela humillarte por tu familia, el falso honor ya lo detectareis viendo esta Obra de Arte. Escenas de luchas maravillosas, encuadres de cámara que dan sentido al drama que estamos visionando. Se me agotan los adjetivos para describir esta epopeya,simplemente sentaos tranquilos a verla y disfrutad de una cinta poco conocida pero que os asombrará toda su belleza. Fuerza y honor!!!
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19 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
El final de los samurais
Si hablamos de cine oriental “clásico”, uno de los primeros nombres que saldrían sería seguramente el de Kurosawa.

Sin embargo, el genial director japonés no fue el único de los cineastas de su país. Bajo su deslumbrante brillo se encuentran otros directores que demostraron saber realizar autenticas obras maestras. Uno de estos directores es Masaki Kobayashi, y una de sus mejores obras es la que nos ocupa. El film se sitúa en un momento clave en la historia de Japón, son los últimos años de la era Tokugawa, los tiempos de los gloriosos samuráis están llegando a su fin.

Lo único que les queda a muchos samuráis es su honor, pero del honor no se puede comer. A las puertas del clan Iyi aparece un viejo ronin (samurai sin señor) el cual, ante la paupérrima situación en que se encuentra, pidiendo ejecutar la ceremonia del “seppuku” (también conocido como “harakiri”. El señor del clan Iyi se escandaliza, ya que hace pocas semanas pasó exactamente lo mismo con otro samurai. Mientras espera que llegue su “maestro de ceremonias” (por llamarlo de algún modo) el viejo samurai explicará una historia sobrecogedora a los presentes. Kobayashi nos ofrece una visión totalmente desmitificadora del samurai, alejado de la gloria y del mito. En su lugar encontramos a honorables hombres hambrientos que ven como para mantener su honor intacto, los suyos tienen que literalmente morirse de hambre.

El film tiene escenas realmente brutales, y no precisamente de acción. En este film apenas hay lucha de espadas, y lo que planea por todo el film es un tono lúgrube y siniestro que prefigura lo que vendrá al final. Además habría que verlo como metáfora de los nuevos tiempos que se avecinaban en el Japón de la era Meiji, donde los nuevos samuráis son sólo fachada y apariencia. No hay tampoco en este film actores conocidos para un espectador europeo, al que normalmente sólo le suena Toshiro Mifune. Sin embargo, en el papel del viejo samurai Hanshiro Tsugumo, el actor Tatsuya Nakadai transmite como pocos la amargura y el desencanto del fin de una época que lamentablemente le ha tocado vivir.
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9
“El honor no se vende, por eso no se compra”
Hoy en día los cineastas salvo contadas excepciones anteponen en sus filmes lo comercial a lo artístico, debido a esto los temas tocados en sus películas son casi siempre insípidos, banales, o lo que comúnmente se llama hoy en día cine de palomitas.
El honor, la dignidad y el orgullo, no son temas que vendan muchas entradas al cine, es por eso que no vemos muchos filmes sobre ello hoy en día, pero gracias al maestro Kobayashi esta obra maestra quedará para la posteridad.

"Harakiri (Seppuku)" es una lección de cine inigualable. En ella, Masaki Kobayashi nos deslumbra con una historia crítica y desmitificadora del estricto código ético al que los samuráis se entregaban en cuerpo y alma: el bushido. Este código, basado en virtudes tales como la rectitud y el coraje, y especialmente en el honor y la lealtad, debía ser acatado y respetado con un fervor casi religioso. La pérdida del honor sólo era compensable con la práctica del Harakiri (suicidio ritual por el cual el samurái se rajaba el vientre hasta el desentrañamiento)

El director del film pone en tela de juicio los valores sobre los que se sustenta esta inquebrantable moral. Nos habla de una sociedad feudal que se rige por el respeto ciego a preceptos que rozan, en ocasiones, lo absurdo y lo inhumano, y cuya premisa esencial antepone el honor a la vida. Un honor que no da de comer ni puede curar enfermedades, pero que está arraigado en lo más profundo de la cultura japonesa y que rinde culto al orgullo de todo aquel que lo alimenta.

De este modo, no es de extrañar que sea la adversidad la única circunstancia capaz de despertar el espíritu crítico de un samurái ya envejecido (inspirado y espléndido Tatsuya Nakadai en el papel de Hanshiro Tsugumo), y acaba comprendiendo que en la sociedad de la apariencia la imagen superficial prevalece sobre las emociones humanas.

Sorprendente cómo una película que se nutre en las raíces del diálogo puede tener un ritmo narrativo tan ágil. Por si fuera poco el aspecto visual (desde la austeridad, la elegancia y la sobriedad más absolutas) está cuidado con un esmero encomiable.

Se necesita calidad, para lograr que en nuestros días (léase, violentos, inhumanos, sangrientos) una escena como la de Motome Chijiiwa desentrañándose con una katana de bambú, tenga un efecto tan desgarrador como el que aún logra cuando alguien se digna a ver la película.
Lo dicho al inicio, esta película no vende ni vendería hoy en día, a no ser claro con 3D, de por medio y demás efectos especiales, pero "el honor no vende, por eso nadie lo compra".
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