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200 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
10
El último genio vivo (Carta desde la tumba)
Lynch, no te mueras nunca. Cuando tú te vayas, no quedará nadie.

Sus cortos en digital me habían parecido indudablemente flojos. El trailer me echó para atrás, con esas imágenes feas, descuidadas. Las críticas eran casi unánimemente negativas, incluídas las de sus seguidores. Todo parecía indicar el declive de un cineasta que había hecho, en la era moderna, varias obras maestras. Me esperaba ver el “Topaz” particular de David Lynch, su caída manierista, al sentarme en la butaca.

Tres horas más tarde, salí del cine con lágrimas en los ojos, incrédulo ante lo que acababa de ver. En una era de mediocridad generalizada, de películas basura, de globos inflados por la crítica y genios de todo a cien, de decepción tras decepción y que pase la siguiente, voy y me encuentro, en cine de estreno, con esto. Una obra monumental, profunda y sentida, en la que el autor se deja el alma y el corazón. Que traspasa la barrera de producto elaborado para adquirir la forma de un trozo de alma, de exorcismo personal llevado al límite, sin miedo a arrugarse el traje. Entiende el camino del largometraje no como un avance lineal, sino en profundidad. Si la película dura tres horas, significa que debe tener esa dimensión, en el sentido más amplio del término, y no solamente esa duración. ¿Os acordáis del Detalle, esa cosa en vías de extinción? ¿Os acordáis de él, de Velázquez, de Bach, de Frank Lloyd Wright, de Vértigo, de Twin Peaks? ¿De cómo la Obra Maestra se construía ladrillo a ladrillo, del baile de relaciones, preciso, enigmático, entre el conjunto y el detalle, su elevación paulatina, la magia escondida bajo la alfombra? Debéis acordaros. Debéis recordar los tiempos en que el espectador MIRABA y era activo, cuando éste iba a por la obra y no al revés. Cuando inquiría curioso, estudiaba la esquina, se empapaba de Emoción. Pura. Y dura. No es un experimento, es el fin del camino. Las pruebas quedaron atrás y desembocaron en este mar. ¿Puedes ver el baile de formas, la asociación de imágenes, el diálogo preciso, nítido, con la música? ¿Puedes ver su magia pura, su capacidad conmovedora infinita? Nadie sabe hoy parar el tempo. Hacer que el tiempo se detenga, flotante, y prolongar esa mueca de idiota, esa mirada escrutadora a la pantalla, durante minutos. La película no dura ni tres horas ni tres días, la película NO dura. ¿Se me entiende? Lynch oyó mis gritos y mató al guión. Muerte al guión, descanso eterno para el argumento. El guión es una herramienta más, un elemento de rodaje más, papel mojado encima de una mesa. Lo saben los Lumière, lo saben los primigenios y lo sabe el cine, de definición: Imágenes y Música. Seis años después, algo volvió a suceder en una sala oscura. Que esto no acabe, por Hitch. Que esto no se apague nunca.
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674 de 897 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Sr. Lynch, váyase a tomar por culo.
Pues sí, lo habéis adivinado. Pertenezco al gremio de usuarios de Filmaffinity que en un día lúcido hasta nos sabemos atar los cordones de las botas e incluso dibujar nuestro retrato si nos dan un seis y un cuatro. Así somos los memos a los que nos gusta el cine cuando nos topamos con un engendro intelectual como el que nos ocupa: se nos queda cara de radiador. Da igual si poseés una educación superior o en tu barrio te llaman "el raro que se queda mirando las bombillas". No importa lo loco que estés o que en el trabajo te señalen con el dedo como aquel tipo al que no le gustó Torrente. Siempre te quedará Lynch.

Gracias a él podrás descender varios peldaños de la pirámide cultural y asumir de lleno el vestigio de animalidad innato que habita en cada uno de nosotros y que pensaste que se diluiría con el tiempo. A las cosas hay que llamarlas por su nombre y a la mierda hay que llamarla mierda. En las antípodas duerme aquel director que rodara mi serie de tv favorita de todos los tiempos. La mente humana juega en demasiadas ocasiones con nuestro ego y al parecer el que uno imprima un estilo único no le basta, sino que tira de la madeja persiguiendo la ida de olla más brutal en vez de perfeccionar una corriente fílmica inédita entre sus contemporáneos. No hombre no!!, hay que ser el más pirado de la cofradía y certificar para la posteridad tu lugar alejado del vulgo, dónde las loas de tus admiradores no tropiecen en el camino con propuestas similares y sea este un viaje hacia lo distinto, lo oculto o lo rompedor. Sí, y lo penoso también.

Lo cierto es que envidio a mi amigo Tomine, que le casca un diez a la peli y realiza una de las mejores críticas que he leído en esta web, animándome a alquilar este despropósito de tres horas que me he tragado sin rechistar. Uno de los críticos remunerados que cita FA sostiene que Inland Empire es "la primera obra maestra del poscine". Ya sabéis... cuando a uno le pagan por rellenar espacios sin tener ni puta idea de cine, justifica su sueldo con pedanterías del tipo "poscine", es decir, cine futurista con probabilidades de convertirse en corriente ideológica y liderada por este sujeto, e introduciendo el término surrealismo para que cualquier cagamandurria que se escriba no carezca de empaque y conseguir así la coartada perfecta de sus pppprrrrffffffff... mentales.

Cine dentro del cine, vidas dentro de otras vidas y sucesos que se solapan en líneas temporales diferentes, apoyado por cientos de primerísimos primeros planos que buscan bien a las claras acentuar la perplejidad de los espectadores nearthentalienses como yo. El guión no forma parte de la producción y si lo hay, es una servilleta del Mc Donnals más cercano. Se rechaza por arcaico en pos de una nueva era de fabricar imágenes sin el lastre del papel pintado, pariendo engendros ¿surrealistas? como esta obra, injusta y desproporcionada penitencia que quiénes no comulgamos con ruedas de molino hemos debido por desgracia digerir.
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441 de 665 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
MI "EXPLICACIÓN" DE INLAND EMPIRE
Antes que nada me gustaría decir que esto solo es mi punto de vista, tan válido como cualquier otro.
David Lynch es un director que últimamente se caracteriza por dejar sus películas muy abiertas a las interpretaciones de los espectadores. Personalmente esto es algo que me agrada, porque de vez en cuando apetece hacer un ejercicio de reflexión frente a la pantalla. Este tipo de cine es todo lo contrario a las típicas películas que te lo sirven todo en bandeja. Tendremos que hacer un esfuerzo y relacionar todo lo que nos propone el director.
En cuanto a mi valoración de la película le doy un siete porque, aunque me parece muy buena y para nada me ha decepcionado, creo que el uso de la cámara digital resta belleza a este ejercicio lleno de símbolos, y además me parece que está un peldaño por debajo de "Mullholland Drive".

A continuación expongo mi interpretación de la pelicula:
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218 de 246 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El espectador y la actriz perdidos
La sala nº 5 de los cines Renoir de Plaza España podría formar parte del universo de David Lynch. Reducida como si de un alargado pasillo se tratase. Filas con la numeración cubierta con cinta adhesiva negra, compuestas por butacas tapizadas de tela violeta y una numeración ilógica: 3-1-2-4. Pese a que el espectador puede estar perdido por unos instantes todo es coherente: tan sólo hay que preguntar y contar las filas. Una vez sentado se debe esperar a que en la diminuta pantalla se proyecte la película.

El espectador también se encuentra perdido cuando visiona “Inland Empire”, cuando Laura Dern abre puertas adentrándose en universos paralelos y oníricos.
Tomine nos remonta a los inicios, cuando el cine era IMAGEN, cuando la FASCINACIÓN trasportaba al espectador a otro mundo, a otro universo dónde la MÚSICA se fusionaba con la proyección. El cine era así pero el espectador corría el riesgo de perderse. ¿Cómo entendería ese espectador un flash-black? ¿Cómo podría introducirse en una narración compleja como la de “La carreta fantasma” (1921)? Existía a veces una figura en los cines. Un narrador que explicaba al espectador lo que se proyectaba. Lo que era un sueño, un recuerdo, lo que formaba parte del relato y el porqué se encontraba en la narración.

Ahora el espectador no está perdido. No necesita de ayuda. El cine actual le ofrece una fórmula de fácil solución. Le muestra una suma simple: “dos más dos son…” y el espectador ha averiguado desde los primeros diez minutos la solución lógica al problema.
Pero Lynch es insobornable desde que se adentró a la deformación del subconsciente fílmico con “Cabeza borradora”. Podría ser el nuevo Tod Browning (“El hombre elefante”) o el moderno John Ford (“Una historia verdadera”) pero eligió otro camino, otra senda cinematográfica, otros riesgos, otro cine. Un cine inimitable que sigue los pasos, ahora en formato digital, de “Carretera perdida” y “Mulholland Drive”.

¿Tomadura de pelo? ¿Fascinación? ¿Qué hubiese pasado si Lynch no figurase en los títulos de crédito? ¿Si esa troupe de pedantes más falsos que una moneda de dos caras que siguen y aplauden su obra odiasen esta misma propuesta si la hubiese dirigido otro director? ¿Se es acaso ya un pedante por admirar el cine de Lynch?

Pero aparecen otras preguntas:
¿Dónde acaba la relación de un actor con su personaje? ¿Del director con su obra? ¿Cuánto debe durar una película? ¿Dónde debe encontrarse su final? ¿Dónde está el génesis del personaje? ¿Y si el actor no supiese qué papel está interpretando? ¿Si tuviese que encontrar a los fantasmas y el espectro que lo componen? ¿Con qué sueñan los actores? ¿No soñamos el resto de mortales con nuestro trabajo? ¿Dónde se encuentra ese límite entre realidad y ficción? ¿Existe el meta-meta-meta-cine? ¿No es acaso “Inland Empire” una cinematográfica revisión de Lynch de “Opening Night”? ¿De un reencuentro del actor con el origen de su papel? ¿Del descubrimiento del cine con el cine?
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253 de 348 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Un rápido test para saber si la siguiente película está hecha para usted
Lea atentamente el texto que se expone a continuación.

Elipsis. Nadie. Recuerdo. Elección. Albedrío. Laura. Imagen. Descenso. Alucinación. Divagar. Ensueño. Luz. Unidad. Nunca. Ifigenia. Campo. Olvido. Sueño. Idilio. Ganas. Nieve. Ilíaco. Fuera. Infiltrar. Cuento. Amante. Dolor. Olvido. Quién. Ubicuo. Estela. Travelling. Inspiración. Extraño. No. Elegía. Éxodo. Soledad. Travesía. Aberración. Pánico. Emancipación. Locura. Imitosis. Conejos. Ubicuo. Lejos. Álgido. Enano. Solipsismo. Éxodo. Laconismo. Dern. Emoción. Química. Utilidad. Ectoplasma. Hécate. Albúmina. Yo. Queratolítico. Útero. Estío. Silencio. Esfinge. Rareza. Música. Único. Yema. Gehena. Irons. Lúbrico. Idiocia. Perséfone. Oda. Lucidez. Lamento. Ascenso. Somnífero. Plétora. Alimento. Retórica. Avistar. Baile. Umbral. Suerte. Cámara. Anillo. Recuerdo. Liofilización. Estilo. Universal. Nuestro. Silogismo. Ímprobo. Grande. Nítido. Infierno. Fatalismo. Imaginación. Clave. Áulide. Duelo. Órdago.

Por favor, elija entre estas dos opciones:

a) Esto es una tomadura de pelo. Le daré al No para que escarmiente esta tipa, por pretenciosa.

b) ¡Qué gran crítica! Le daré al Sí, porque la verdad, todas esas palabras juntas suenan estupendamente, aunque no peguen ni con cola y no entienda ni la mitad.

Si ha escogido la b, sin duda está usted preparado para ver "Inland Empire".
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234 de 322 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Lo siento
Lo siento David, me he cansado con tu última película. Aunque tiene momentos brillantes resulta muy reiterativa y abundan los clichés de las anteriores. No me gusta el formato que has utilizado, me aburre, yo voy al cine a ver películas hechas con cámaras de cine. No me gusta la textura, ni la fotografía de la cámara digital y menos en tu cine. He bostezado unas 10 veces mientras veía tu film inconexo y excesivo y no pienso comerme la bola para desvelar tu "paja mental"; esta vez exagerada. Enhorabuena por tus cojones: realizar esta película, hacer lo que te da la gana, demuestras valentía o ¿acaso temeridad?. David me ha parecido regular, pudiera poner pasable pero ese voto me lo reservo para las películas liniales y coherentemente argumentadas, dudé en poner interesante pero lo siento creo que esta vez has perdido un poco los papeles. Lo siento por ti porque puedes arruinar tu carrera si sigues así aunque mansiones, mujeres y manjares excelsos ni te faltan ni faltaran y lo siento por mi ya que me gusta tu universo y esta vez me has decepcionado. Siempre nos quedará terciopelo azul.
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144 de 224 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
INLAND EMPIRE
INLAND EMPIRE es un laberinto. De pasillos, habitaciones, decorados de estudio, calles, puertas. Y la sala en la que se proyecta, en la que estás sentado, forma parte de ese laberinto. INLAND EMPIRE no se ve, en INLAND EMPIRE se entra (o no se entra). Se experimenta, se vive, se recorre. Puede resultar complicado entrar, pero una vez conseguido se me antoja imposible poder salir.

INLAND EMPIRE es como ese disco de vinilo que abre la película. No avanza en línea recta desde un principio hasta un final, sino "en círculos" desde fuera hacia dentro. En profundidad, como dijo Tomine en su magnífica crítica. Y ahí te quedas. Y al igual que ese disco, y al igual que el mejor cine esculpido, no es un divertimento de usar y tirar. Su disfrute no está limitado a un primer visionado, sino que tanto o más se disfruta el segundo, y el tercero, y el décimo (vale, este último supuesto es actualmente sólo teórico teniendo en cuenta que no la he visto 10 veces).

INLAND EMPIRE no es un final. No es la última entrega de una trilogía formada por Carretera perdida, Mulholland Drive y ella misma. INLAND EMPIRE es un principio. Una forma diferente de entender y hacer el cine. Elementos y resultados (en cuanto a sensaciones producidas en el espectador) comunes a otras obras del artista, sí. Pero INLAND EMPIRE no se parece a nada. La primera vez que fui a verla iba pensando que me encontraría una "Mulholland Drive a lo bestia", pero no lo es. Es otra cosa.

Y hablando una vez más y para terminar del disco de vinilo, no del disco sino de cómo nos muestra David Lynch el disco, me parece el perfecto resumen de la grandeza de la obra en cuanto al gozo sensitivo que produce: algo real, normal, cotidiano, que visto a través del objetivo de la cámara digital del genio se torna oscuro, turbio, inquietante, misterioso, de una plasticidad casi aterradora y una onírica angustiosa.

Qué suerte la nuestra por ser contemporáneos de David Lynch y poder disfrutar sus estrenos en una sala de cine.
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81 de 110 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Seamos obejtivos
Antes que nada, decir que soy un fan incondicional de Lynch, dato por el cual la objetividad queda en entredicho a la hora de hacer una crítica. Sin embrago, es importante hacer una valoración desapasionada, y es ahí en ese espacio donde sitúo mi comentario:

Lo que me ha gustado:

1) Lynch es un maestro innegable en cuanto a mantener el suspense, a veces el terror, con unos primeros planos increíbles y con un uso de la música como pocos pueden presumir de conseguir

2) Se nota que es una obra honesta, a corazón abierto. No pretende engañar a nadie

3) Las actuaciones son soberbias

4) Las escena de los créditos finales. Una pura delicia.


Lo que no me ha gustado (y que pesa bastante en mi valoración final):

30 minutos "coherentes" frente a 150 de "incoherencia-lynchiana" son demasiados para una digestión fácil. Personalmente, se me hicieron muy largos, aunque reconozco que la historia los merece, pues en ella nada sobra. Lo malo no es la duración, sino tal cantidad de imágenes deslabazadas, que uno acaba por perderse, no ya de lo que es el hilo argumental, sino de las suposiciones que se van intentando hilbanar.

Por todo ello, creo que la cinta baja del "Excelente" que podría merecer, a un simplemente "Buena".


Decir también que es la película de Lynch más dificil de entender de los últimos tiempos. He encontrado en internet una "explicación" de la trama que encaja bastante bien. No sé quién es su autor, así que si estás leyendo esto, vayan por delante mis disculpas por "copy-pastear" tu texto sin poder consultártelo antes:
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68 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
La gran ilusión
[Advertencia: aunque considero que el concepto de spoiler carece de sentido en esta cinta, sí desvelo varias escenas o impresiones clave.]

===

Me equivoqué.

Al ver Inland Empire en el cine, pensé que era tan sólo una película notable.

He vuelto a verla –tantas veces– tras comprármela en formato digital. Qué gusto descubrir en ella un nuevo continente. David Lynch ha hecho que me sienta (salvando las distancias) como Georges Méliès en la primera proyección de los Lumière.

A Méliès, el 28 de diciembre de 1895, lo deslumbró ese nacimiento legendario: trabajadores saliendo de la fábrica, el regador regado, el tren de la Ciotat pasando por encima del espectador –una vivencia genuina de terror y cine. Sombras saltando, desde la pantalla, hacia un público despavorido.

Ahora, en 2006, un nuevo tren nos pasa por encima. Un tren con trazas de experiencia terminal. Un tren de sombras en que el miedo es emoción profunda y cinematográfica.

Inland Empire no es puzle ni teorema. Su contenido me parece inseparable de su forma. Colores, gamas y texturas, cuadros estáticos o en movimiento. No es posible ir más allá con la iluminación. Las capas de la imagen y el sonido cristalizan dando vida sinfónica a todo un territorio sensorial extraordinario.

La distorsión de encuadres, rostros, luces. La distorsión también en lo auditivo. Gritos, rugidos y conversaciones inquietantes. Cabezas borradoras y borradas. Diálogos que no llegamos a entender cuando aguzamos el oído…

Qué insuficientes las palabras para hablar de esta película. Cómo explicar la orgía de sus mil detalles, la irreverencia frente al universo de las causas cartesianas –como en un cuadro expresionista abstracto, las manchas y elementos no cuentan una historia: son la historia misma; el trazo, el gesto, el fotograma, no actúan como intermediarios; la forma misma es fondo y sensación–. La vida no respeta lo preestablecido. Y el cine ha de ser vida. ¿O no es real aquello que experimentamos en la sala?

El Dios biógrafo modela biografías. Vista desde el fin, la vida es narración, un todo en que las piezas llevan a la desaparición final de la persona. La muerte, así, es resultado de un proceso creativo. El biógrafo recoge los fragmentos e impone una estructura, perfecta y armoniosa. Somete y selecciona a posteriori. Nos quiere hacer caer en el engaño de lo narrativo, del guión. Incluso cuando desordena los fragmentos, sentimos lo ‘lineal’ de su propuesta.

“Te estás muriendo, jovencita. Eso es todo.” Nos dice llanamente David Lynch. Y se nos pone un nido de alfileres en la tráquea.

Lo que más me asombra de esta cinta tiene algo que ver con la llegada del tren a la estación de la Ciotat: la abolición de la frontera entre lo que sucede en la pantalla y el espectador. Inland Empire llega aún más lejos: suprime la distancia entre la representación y lo representado. Lo que sucede no remite a nada. “Es” en estado puro. Tan real como un dolor de muelas o la Venus del espejo. Una emoción tan pura que comprendo a quienes huyen de la sala, como en el corto del tren entrando en la estación.

Lynch disloca el tiempo y el espacio. Nos muestra la frontera, el rectángulo de luz entre los mundos –una pantalla de cine, una televisión, la frontalidad teatral de la caja escénica del salón de la familia Rabbit–. Los saltos, más que espacio-temporales son saltos emotivos. La frontera se hace física y concreta y, sin embargo, al recorrer el laberinto de la cinta, Lynch nos conduce a la otra parte del espejo. Y llegamos. Entramos en la cinta. Vemos y escuchamos. Sentimos que, en el fondo, ambos lados configuran un solo imperio tierra adentro. El hilo puede ser el cerco de un cigarro en un visillo, un cambio de tonalidad o un joven gordezuelo salido de ‘El proceso’ de Franz Kafka. El hilo puede estar en la continua confusión de identidades o en una suma de escaleras. O puede no haber hilo.

Qué importa si la chica muere o no en Sunset Boulevard. Cuando la cámara entra en cuadro, no sabemos si es testigo o asesina. La actriz se alza y ni siquiera nos sentimos aliviados. Qué más dará que todo sea una película. Qué más dará que sea una persona o sea un personaje. Nikki, Sue, Lost Girl… Mientras haya un solo ser que habite Inland Empire, el cine estará a salvo.

Al final, David Lynch permite que Nikki Sue derrote al Minotauro y logre el exorcismo. Agradecemos la liberación que inunda el desenlace, la suave melodía.

Y es que en Arte “hasta la oscuridad es luz”.
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64 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
1
Una nueva era.
Cuando el más grande de los genios de una disciplina artística alcanza el cénit de su carrera, comienza una nueva era, y todo lo inventado hasta ese momento parece servir sólo de documento histórico para comprender la manera de pensar de la humanidad en aquella época.

Cual Picasso en las artes pictóricas, Lynch inventa su propio cubismo y nos deslumbra con el descubrimiento de un indescriptible placer para los sentidos, concibiendo un nuevo amanecer en la historia del cine y en la industria audiovisual.

Lynch traspasa toda barrera material, y conecta directamente con el espíritu, provocando en el espectador una explosión de luz y éxtasis cuya comparación no existe en el mundo material y tendríamos que buscarla en el mundo de los deseos más imposibles.

Según avanzan los minutos y el director hace uso de su majestuosa habilidad para transportarnos a un nuevo estado espiritual, observas con incredulidad y gratitud, como vas abandonando todo lo material y perecedero que hay en ti, y alcanzas lo que debe de ser la perfecta lucidez de tu intelecto. La gloria absoluta. Aleluya

Eso si, ni se te ocurra ver esta puta mierda. Es radioactiva.
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81 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
EL DOCTOR LYNCH, SUPONGO
1) Freud definió el Inconsciente como el gran continente mental a descubrir, y los sueños como la senda real para acceder al territorio.
Con instrumental cinematográfico, Lynch realiza concienzudas exploraciones de ese continente. Unas cuantas de sus películas son relatos de expediciones. “Inland Empire” (región desértica californiana), consiste en la propia expedición, un viaje a lo hondo de la psique.

2) El primer salto a un mundo espaciotemporal paralelo se da pronto, cuando una vecina brujesca hace una visita de cortesía a la mansión de la protagonista, la actriz Nikki (inmensa Laura Dem), y la conversación formal se vuelve agobiante predicción del futuro inmediato. La inquietante vecina lo prefigura con visajes extraños y ojos saltones en primerísimo plano al hablar de una niña que sale a jugar y llega a un callejón tras el mercado, donde un pasadizo conecta con el Palacio; de un inminente contrato para una película que involucra crímenes; de una factura impagada; de las inexorables consecuencias que todo trae; del poder de la magia y de la amnesia de la atónita actriz, a quien señala un tresillo del salón:
—Si fuese mañana, usted estaría sentada allí.
Gran salto instantáneo: la actriz, con dos amigas, recibe en el tresillo la noticia de su contrato. Comienza a trabajar en el remake de una vieja película maldita (“El cielo azul del mañana”, basada en un relato polaco, “Cuatro, siete”, números que aparecerán en la puerta de una habitación), inacabada por el asesinato de los protagonistas.
Durante el rodaje, Nikki se pierde varias veces en su personaje y también en desdoblamientos internos que llevan de un mundo paralelo a otro, a menudo con sobresalto y pesadilla, sobre todo en la fantasmal ciudad polaca de Lodz.

3) Lynch quita paredes y suelo argumentales y abre todas las conexiones posibles, atravesando los límites racionales en el descenso a infiernos interiores, circulando por un laberinto de escaleras de Escher donde no falta la cortina roja, con puntos críticos (las puertas AXXoNN) donde la protagonista se cruza consigo y se reconoce con pánico en trayectorias temporales diversas (“No sé qué es antes o después”, “Ocurre ayer pero pertenece a mañana”).
No es sólo que la actriz confunda persona y personaje, ni que se pase a menudo a otro lado de lo real, sino que hay un imparable fluir por otros múltiples lados, con lo que lo real se desvanece. No hay tregua en el salto a un film dentro de otro, una ficción dentro de otra, un sueño dentro de otro, un delirio dentro de una pesadilla, en reduplicación constante, con los miedos íntimos como potente motor: a sufrir una violenta crisis conyugal o a caer en la arrastrada prostitución callejera, tema presente ya en el prólogo.

(continúa en el spoiler por falta de espacio, sin revelar argumento)
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45 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
1
Entre el asco y la sinrazón (parte III)
Reconozco que sufro de una faceta masoquista que me hace dar pie a ser linchado de vez en cuando. Mi última crítica publicada en esta pagina, que iba sobre “Carretera perdida” y, por supuesto, la ponía a parir, sufrió una crucifixión muy rápida. No es que fuera muy votada, sino que simplemente los primeros votos recibidos fueron negativos y eso ya es algo muy difícil de levantar, salvo que tengas un par de incondicionales, que normalmente suelen ser amigos, que no quieren verte desilusionado por lo que, en realidad es una tontería, no me voy a engañar… Pero me pregunto que es lo que lleva a algunos a crucificar una critica sistemáticamente, automáticamente, ¿quizá el titulo? Puede ser. Creo que muchos usuarios de esta pagina votan las criticas valiéndose únicamente de lo que el titulo de las mismas les transmite, y eso realmente esta mal, esos mismos podrían crear un apartado en FA en el que, en lugar de criticas, se hagan títulos de criticas o comentarios audaces y originales sobre películas, de no mas de una línea por supuesto, que leer cansa.

Ahora vuelvo a la carga. Vuelvo a meterme con Lynch, con el maestro Lynch, con el genio Lynch, con el creador de universos fantásticos y abrumadores, con el mismo gilipollas de siempre. Nueva película, tres horas de duración, “vaya coñazo” pienso, “pero bueno, habrá que darle otra oportunidad” me digo, y cumplo. Pongo el dvd y empieza el show, aparecen conejos, bueno, hombres disfrazados de conejos, totalmente inexpresivos, con risas enlatadas de fondo, diálogos surrealistas, una tía que llora, esta mirando al televisor, de repente la película es normal, pero no nos lo flipemos, es solo un minuto, todo lo demás es paranoia gratuita del Doctor Lynch. En el minuto quince parece que todo va a volver a la normalidad de una vez por todas pero tampoco, es un espejismo. En este momento me empiezo a quedar dormido, es inevitable, intento despertar para por lo menos poder despotricar de lo que me queda por ver, no puedo, me duermo.

Días después hice un nuevo esfuerzo para verla por completo, pero fue infructuoso, menudo montón de mierda.

Estoy convencido de que un día, en su casa de Sunset Boulevard, el bueno de David le hizo una apuesta a su esposa, diciendo:
- ¿Qué te apuestas a que soy capaz de hacer una película de tres horas, contando lo que me de la gana, sin seguir ningún orden, mostrando cosas que no entiendo ni yo y me la producen? ¿Y a que la tachan de obra maestra? Ya no tengo nada que demostrar. Soy el Dios de lo onírico y aquí todo vale.

Incondicionales de Lynch, crucificadme.
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61 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
La metacrítica
Dicen que la esta crítica está maldita. Que alguien intentó insultar a Lynch y murió. Pero yo no lo sabía. Me han engañado. Es un cuento polaco. De un niño, una niña que le gustaba escribir sobre películas. Veo roña bajo el teclado. Este se puede levantar. Me cuelo dentro y ahora no soy Chago. Ahora soy Lynch. Ahora miro a Chago mientras sigue escribiendo. Lo paro. Me mira. Lo vuelvo a mirar. Se levanta, o soy yo el que ahora que no soy yo y soy él me levanto. Las palabras danzan a mí alrededor a velocidades más elevadas que la luz. Veo un resquicio en la pantalla. Es luz. La ve él. Doblo por un pasillo poblado de conejitos duracell. Me persiguen. Los persigo. El lo observa. La metacrítica ya está iniciada. Ella sóla imprime sus frases. Escucha el teclear de un teclado sin teclas. Duermo. Se despierta. Por fin terminó. Ella acabó. Por fin terminé.

Si esta crítica la firmara David Lynch, sería aplaudida eternamente, pero es un chiquilicuatro llamado Chago77 que presenta su infumable metacrítica. ¡Ahhh! Pobre de aquellos que no se llamen David Lynch.

Estoy decepcionado por aquellos que quieren ver en este experimento sin control ni gusto algo que continua de su espléndida Mulholland Drive. Tomine, alguien a quien considero juicioso, comenta que sin guión hay libertad. Tanta, que me pierdo, que me abandono a la modorra de tres horas sin sustancia. Sin cabeza. Sólo para esos fieles que nada les importa mientras esté firmada por gurus del cine moderno. Ni siquiera su figura solitaria como rara avis me permite enjuiciarla con algo de ternura. Las reglas quedan confusas cuando Lynch esta al mando, pero tanto borrarlas ha creado algo borroso.

Tampoco de su juego con el digital sale airoso. Es más, hubiera mejorado mucho, a mi juicio, que Lynch se olvidara del digital y filmara con unos colores que le hubieran creado algo más bizarro, quizá no tan onírico (pero coño, para eso existen los filtros).

Lo principal: me aburrí mucho. Algo secundario: no entendí nada. Creo que ni su director entiende algo. Jugar con la comprensión es algo que Lynch suele hacer con soltura y garbo. Me gusta. También lo hizo hace poco Haneke. Y mucho tiempo antes teníamos el surrealismo (como máximo exponente Buñuel). Pero Lynch quiere ir más allá, y se rompe todo. A mucha gente le encanta. A mí me asusta (por si pretende repetir). Con lo agustito que estaba yo en los primeros cuarenta minutos.
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45 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Cómo llegué a Inland Empire
Me presento. Mi nombre es David Lynch y soy un reconocido director de cine. Hago cine como muchos, algunas de mis películas son consideradas verdaderas obras de arte, otras obras de culto y otras simplemente son una mierda.

Mis compañeros de profesión me conocen como el tío que no sabe enroscar bien las bombillas, por eso siempre parpadean las luces en mis pelis. Soy un poco extraño y tengo un peinado un tanto afro. En mi primer film un tío me interpretó a mí, porque por si no lo sabían ustedes el Henry de “Cabeza Borradora” soy yo.

Soy tan extraño, tan extraño que saqué mi vena sensible para hacer “El hombre elefante” basada en un personaje con el que me siento bastante identificado. A Sting casi le hundo la carrera, a mi bella Isabella Rossellini la he dejado traumatizada, ahora sueña a diario con un loco que se parece a Dennis Hopper.

Estoy obsesionado con el rojo, con las luces potentes, con las luces parpadeantes, con las luces de carretera y con las luces del puticlub donde trabajaba habitualmente mi gran amiga Laura Palmer. Por cierto a Laura la maté yo en una de mis habituales idas de pinza.

Un día me volví un tanto esquizofrénico al perderme en una carretera, creo recordar que conducía un hermosísimo tractor. Mi transporte no era amarillo, era rojo. Me encantaba la luz roja de mi tractor. Con mi medio de transporte llegué a Mulholland Drive, llegué aquí entre sueño y sueño mientras mostraba al mundo mi colosal talento esquizofrénico. Decidí dejar el talento en aquella calle de Hollywood para hacer Inland Empire. Y aquí estoy después de haber visionado las tres horas de película que he rodado fumado, drogado y sin ingenio.
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46 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Desde el otro lado: Lynch y el cine
Abrimos los ojos y nos encontramos solos y sentados. Una silla (alta, nuestros pies no rozan el suelo) y cuatro paredes grises. No sabemos que hacemos allí, no recordamos nada sobre nosotros antes de haber despertado en este lugar pero un temor indefinible nos impide reaccionar, abandonar la silla y movernos. El tiempo pasa lento y, con él, nuestro temor mengua vencido por la curiosidad y el aburrimiento. Finalmente, en un impulso de valor, abandonamos la silla y nos acercamos a una de esas paredes. Al posar nuestra mano en ella notamos que algo se desprende, quedándose entre nuestros dedos. Polvo. Con cuidado al principio y frenéticamente después, barremos con nuestra mano la capa que cubre las cuatro paredes. Detrás de ella sólo vemos nuestro reflejo. Rodeados y condenados a contemplarnos, eternamente.
El párrafo anterior intenta aplicar el "método Lynch" a lo que sería una aproximación a la clave que descifra su última película The inland Empire, pero como este planteamiento (gemelo al de la obra) resulta oscuro y confuso intentaremos articularlo de una manera más comprensible. Para entender esta película se deben dar dos condiciones en el espectador. La primera y más importante es que su pasión por el cine sea grande. La segunda es que posea un conocimiento previo de la obra del autor. Dadas estas condiciones debemos de huir de aquellas opiniones maniqueas, que poblarán periódicos, críticas especializadas y artículos de opinión amateur como éste. Tanto las críticas que la desdeñen como una rareza como aquellas que afirmen su condición de obra maestra absoluta, sin aportar más que el nombre del autor como argumento deben ser descartadas. Y esa es la clave. Durante toda su carrera Lynch ha explotado, experimentado y (a veces) hasta abusado del poder manipulador de la imagen sobre el espectador. Este Lynch oscuro, transforma escenas cotidianas en estados de profundo extrañamiento en el espectador (recordemos el arranque y final de Terciopelo azul) o situaciones que resultan cómicas en súbitos estallidos de violencia. Esta experimentación previa es lo que le ha permitido madurar como artista para acometer la titánica tarea de realizar The Inland Empire, posiblemente, la reflexión más lúcida que el cine ha hecho sobre el cine hasta la fecha. Con más de un punto en común con la obra maestra de Ivan Zulueta Arrebato, Lynch nos plantea la reflexión sobre nuestro papel como expectadores, sobre aquello que deseamos sentir y experimentar al ver una película, sobre como nos implicamos en historias que sólo existían en la imaginación del artista pero a las que nosotros infundimos nueva vida y significado, muchas veces alejados de la intención original del creador, pero no por ello menos válidos o interesantes. Por eso, tú que estas leyendo estas palabras, deja de hacerlo y acepta el reto. El viaje merecerá la pena.
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41 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
¿Cuestión de gustos?
Cada vez que leo las críticas antes de visionar una película del señor David Lynch, porque es algo que me impongo dado el respeto que me merece la gran labor que realiza esta web para todos nosotros y dada la molestia que muchos se toman de expresar sus ideas para facilitar nuestro visionado. Sin embargo esta vez quiero cargar contra el orgullo que algunos manifiestan por su ignorancia, si bien sus opiniones pueden ser muy útiles a la hora de que muchos otros no se atrevan a adentrarse en el complejo universo lynchiano. Yo pensaba que era una cuestión de gustos el que un film como este atraiga o no, no obstante he acabado por pensar que se trata de una cuestión de capacidad intelectual, de cultivo autodidacta y de desarrollo mental. Criticar esta película por falta de guión, por ser anticonvencional no denota otra cosa que la posesión de una mente decimonónica que ni tan siquiera ha pasado por las más básicas enseñanzas que nos dejara Freud o Nietzsche, por no hablar de otros como Putnam (este es el punto donde me llevo la tomatada, pero me da igual). Poner un uno a esta película y criticarla orgullosa y conscientemente es equivalente a los berridos de Millán Astray. Desde luego que no es necesario (aunque sí muy recomendable, como en todo lo que se trate de arte) contar con un bagaje intelectual en el pensamiento del siglo XX para disfrutar de Lynch, pero probablemente sí para entender algo de éste. No obstante, uno mismo, con sus propias experiencias personales y sus propios miedos puede verse reflejado en los caracteres esbozados a lo largo del film. Yo sé que el concepto de belleza es relativo, está claro que no puede ser impuesto, esto iría en contra de la naturaleza humana, pero hay que aceptar que no todo el mundo está capacitado genéticamente para entender ciertas cosas. Hay barreras insalvables hasta para el mismo Dios.

Doy mi interpretación de la película en el spoiler:
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34 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
1
Venga ya Lynch...
No me he enterado de nada. Así de claro. Y es más, no pienso volver a intentar verla para ver si lo consigo. Ni hablar. Ya he perdido tres horas de mi vida tiradas al cubo de la busura en este aborto de ¿película?. Tengo un amigo que dice que David Lynch hace las películas así para joder a la gente. Y después de ver Inland Empire creo que tiene razón: Lo que busca es que nos sintamos como imbéciles al no "pillar" de que va el tema...

Algunos dirán que es un genio y tengo que reconocer que algunas películas suyas si me gustan, pero "esto"... madre mia.
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27 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
TRES HORAS DE LO PEOR DE LYNCH, MEDIOCRE E INCONEXA Y TOTALMENTE DECEPCIONANTE. UNA TOMADURA DE PELO
Ayer (15/2/07) tuve la suerte o desgracia de asistir al pase de prensa de "Inland Empire" a una semana de su estreno, y comprobé con suma decepción que la película no solo era totalmente inconexa, sino que también aburría. Soy fan incondicional de Lynch de siempre, pero en este caso es imperdonable que durante la primera hora de película Lynch nos esponga un concepto argumental interesantísimo (dos actores que comienzan a trabajar en una pelicula maldita) para, durante las dos horas posteriores, cargarselo con golpes de imagen que no hilan entre sí, silencios larguísimos e innecesarios, y escenas que podrían estar cogidas con pinzas de cualquiera de sus películas anteriores (alusiones al café, cortinas rojas, personajes con doble papel, etc...).
Los creditos finales, con su aire festivo, dan la sensación de que Lynch se está riendo de los espectadores, y el desarrollo (no digo argumento porque no lo hay) a partir de la primera hora empieza a aburrir y en la segunda los bostezos y la incomodidad en la butaca van en aumento.... quizás salvando la situación algún toque esporádico de comicidad que se agradece.
Os recomiendo a todos (especialmente a los incondicionales del director, entre los que me incluyo como ya he dicho) que la veais para que os deis cuenta por vosotros mismos de que a Lynch se le ha ido de las manos este proyecto... y, por favor, seamos justos al valorar el resultado final... Todo vale en el arte pero que se rían de uno no es perdonable..... prefiero cualquier película de cine de arte y ensayo que es más sincera y menos tramposa que ésta...
Por otro lado, el haber rodado en digital, al principio de la película parece que va a ser una virtud, en los primerísimos planos de los rostros, y la tensión y enrarecimiento que generan, pero finalmente termina agontando al espectador en lo que parece un documental o un video clip de segunda totalmente descuidado...
Si tengo que buscar alguna virtud al filme serían las brillantes interpretaciones de los actores: Laura Dern deslumbrante y Jeremy Irons cautivador... junto a un Harry Dean Stanton maravillosamente estático (como siempre) y algunos cameos de agradecer como el de Diane Ladd...
A pesar de ésto, sólo encuentro un término que resuma "Inland Empire": decepcionante..... Esperemos que en su próxima película Lynch se inspire en algunos de sus mejores trabajos anteriores como "Mullholand Drive", "Carretera Perdida" o "El Hombre Elefante", y no trate de hacer una película cien mil veces más incomprensible que "Cabeza Borradora" y tan densa y aburrida como un telefilm de mediodía troceado e inconexo....
Y para acabar, escribo literalmente una frase que oí a uno de los muchos críticos de cine que abandonaron la sala a mitad de la película: "Lynch ha arruinado su carrera y ha perdido toda credibilidad.... este hombre se pincha..."
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65 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
El misterio tras la puerta
'Inland Empire' es David Lynch en estado puro, con más libertad creativa que en otras ocasiones; es decir, completamente desatado. Es, probablemente, su película más inextricable, más aún que 'Cabeza Borradora'. Por eso ha generado tanto rechazo. Como la ha rodado en vídeo digital, la imagen es más sucia y porosa, incluso granulada para las escenas nocturnas de alta definición. Utiliza lo que yo denomino "cámara de entomólogo", que nunca se sabe si es un plano subjetivo y que contribuye a crear expectación. Como siempre, Lynch crea atmósferas que te envuelven, y en eso tienen mucho que ver los múltiples recursos que extrae de la ambientación sonora, de su propia creación. Es un maestro del terror.

Como en 'Carretera Perdida', los pasillos en penumbra y las iluminaciones tenues se convierten en laberintos, pero a diferencia de ésta y de otras películas, en 'Inland Empire' las puertas son las grandes protagonistas. Detrás de ellas se esconden misterios y mundos paralelos. En ese sentido, Lynch ha jugado un poco a ser Ernst Lubitsch en clave de comedia negra. Al igual que en 'Mulholland Drive', los teléfonos conectan con otras realidades. Lo que no falta es el desdoblamiento de la personalidad, tema recurrente en Lynch desde 'Carretera Perdida'. Se puede decir que estas tres películas forman una trilogía.

Si en 'Mulholland Drive' utilizaba la figura del mago para simbolizar el poder creativo del cineasta, convertido en demiurgo, aquí recurre al hipnotizador. Lynch es un encantador de serpientes, un embaucador en el mejor sentido de la palabra, y consigue lo que muy pocos pueden alcanzar: que tres horas de metraje inconexo se pasen en un abrir y cerrar de ojos.

Con 'Inland Empire' Lynch inventa un nuevo lenguaje cinematográfico. Sólo un genio que conoce al dedillo el mecanismo del cine se puede saltar todas las convenciones narrativas sin caerse por un precipicio de presuntuosidad y vacuidad. Es absurdo, pero es genial. 'Inland Empire' es todo digresiones y elipsis, como las últimas novelas de Robert Walser; un repudio a la linealidad temporal. Pero, por encima de todo, y aquí radica su éxito, es un desafío a la lógica, y eso a mí siempre me motiva. Te hace pensar. ¿De cuántas películas se puede decir lo mismo?
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49 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Descomposición de un mundo, descomposición de un ser.
Eran varios los que decían que el experimento con cámara digital no le había salido bien a David Lynch. Porque sus imágenes ya no alcanzaban ese punto hipnótico ni fascinaban como suele ocurrir en su mundo. Mentira. En primer lugar, que Lynch se sirva de una cámara digital no quita en ningún momento que siga conformando planos verdaderamente absorbentes, ensalzándolos con una mezcla magnífica de sonidos y música, para culminar con una iluminación soberbia. A la altura de pocos, vaya.
Tampoco es cierto que el uso de la cámara digital haya restado puntos al cine del realizador norteamericano, pues ese sucio aspecto que confiere a la imagen le hace ganar muchos enteros, puesto que, en diversos momentos, resulta acorde con las secuencias que se ruedan y el modo de rodar las mismas.

Ya desde la llegada de ese extraño visitante (camuflado bajo el aspecto de una nada apacible vecina) en los primeros compases del film, Lynch nos avisa que el transcurso descriptivo del personaje interpretado por Laura Dern (Nikki) no será, ni mucho menos, un camino llano y sencillo. Todo lo contrario, a partir del diálogo insuflado en ese personaje, nos advierte de la complejidad que podrá llegar a adquirir ese camino y de una descomposición que comienza en forma de remordimientos y obsesiones, y termina desembocando en una clara disfunción donde la ficción y la realidad (aunque esta no sea propiamente tal) no parecen poseer una diferencia palpable.
Así es como el cineasta que nos deleitara con "Mulholland drive" años atrás, desvela un conjunto de secuencias y momentos que ofrecen un sentido a "Inland empire" y la posibilidad del espectador vaya desgranando los diversos conflictos que suceden en el interior de la "protagonista".

Otros elementos que interactuan a la perfección en el contexto del último film de Lynch, son esa sordidez impregnada en cada una de sus imágenes, que empapan la pantalla y la mismísima sala cautivando y atrapando al público.
Los cortes bruscos en determinadas escenas, denotan la carencia de una base inicial sobre la que sustentarse, a parte de las ágiles ideas que recorriesen la mente del creador durante aquellos momentos, añadiendo un plus de sugestividad a la propuesta y logrando que sea el espectador quien deba esmerarse en desmenuzar y relacionar cada uno de los tramos con que se nos obsequia a lo largo de la obra.
Mención a parte para el trabajo de una Laura Dern, descomunal en su papel, que rezuma una aspereza y una destreza impresionantes, consiguiendo dotar de increible fuerza a cada plano en el cual aparece. Tampoco nada desdeñables el carácter que aplica Justin Theroux a su personaje, la sapiencia interpretativa de un gigante como Irons o la imprescindible presencia de Laura Harring.
En mi opinión, una de las mejores películas de la última década. Extraodinaria.
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33 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
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