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4 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
7
¡Pase por el diván!
Drama psicológico y probablemente la primera película de la historia del cine en introducir el psicoanálisis. Se resume en la ultima frase que le suelta la Kidman a su todavía entonces marido, Tom Cruise, en “Eyes Wide Shut”: ‘Cariño, tenemos que follar más (que te veo muy pálido y no me comes placenta)…’. Y es que tener ese pedazo de mujer y dormir en habitaciones separadas… Me callo antes de que no me inviten a los Globos de Oro.
Destacan la secuencia del sueño y la posterior reconstrucción de los hechos, el trauma, la culpa, los recuerdos que originan todos los conflictos y la posterior superación mediante la terapia.

Y es que posiblemente Georges Wilheim Pabst dirigiese una de las primeras películas que acerca el psicoanálisis al espectador. “Secretos de un alma” habla obviamente de secretos escondidos en el lado más recóndito del ser humano. ¿Sería la primera? Seguramente no, pero el director de “Bajo la máscara del placer” se atreve a profundizar y utilizar el lenguaje cinematográfico para radiografiar la mente humana. Tal vez esos secretos de un alma torturada jueguen perfectamente con el expresionismo aplicado a la psicología de los personajes que componen. Neurosis y fobias atenazadas por traumas pasados que resurgen en el presente de manera brutal e intolerable. El cine mudo, desde luego, se lo agradecerá.
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Cine y psicoanálisis
Debido a que el psicoanálisis no es una ciencia sino un relato (bien construido eso sí) encaja con el cine. Coincido en que probablemente esta sea la primera película en la historia del cine inspirada en las tesis freudianas (más por el trabajo del psicoanalista que por el discurso psicoanalítico). Quizá habría que considerar la extraña película (más interesada en la estética) "Kurutta ippeji" que escribió el Nobel Kawabata y rodó Kinugasa ese mismo año y cuenta la atracción de un trabajador de un hospital psiquiátrico por una interna, aunque en mi opinión la obra maestra psicoanalítica es “Garras humanas” (1927) de Tod Browning.

La película se estrenó en marzo en Berlín con el nombre “Secretos de un alma. Un film psicoanalítico”. La crítica fue muy buena pero más por su calidad visual quedando el psicoanálisis relegado a un segundo plano lo que generó controversias entre los psicoanalistas de la época (los vieneses acusaron a los berlineses de banalizar el psicoanálisis y escribieron su propio guión para una película más ortodoxa que nunca se hizo). Pabst pudo rodarla debido al éxito anterior de “Bajo la máscara del placer” (protagonizada por Greta Garbo y centrada también en el deseo femenino, su tema recurrente) y contó con Werner Krauss (que interpretó al Dr. Caligari en el clásico de Wiene) antes de especializarse en la época nazi en papeles antisemitas tanto en el cine ("El judío Süss") como el teatro (Shylock en “El mercader de Venecia”).

Los psicoanalistas Karl Abraham y Hanns Sachs escribieron el guión, aunque el primero no vio la película al fallecer en la Navidad de 1925 a poco de recibir una carta de Freud que decía “no me parece posible representar respetablemente nuestras abstracciones con medios visuales” (se cuenta que ese año Freud rechazó una oferta de Samuel Goldwyn por cien mil dólares para que fuera asesor científico en una de sus producciones). La película relata las pesadillas que inculcan un miedo irracional a los cuchillos a un profesor de química de mediana edad aterrado por el deseo de asesinar a su esposa (al parecer basado en la historia real de un paciente tratado por Freud). La representación del psicoanalista comienza a troquelarse para el cine: un hombre paciente, tenaz, rodeado de libros, un diván, etc.
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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
El fijo de la navaja
Misterios de un alma pasa por ser la primera película en que se refleja un tratamiento de psicoanálisis. Rodada por Pabst en la Alemania de la república de Weimar (con asesoramiento técnico de psicoanalistas, a pesar de la oposición de Freud, escéptico ante las posibilidades del cine en relación con su disciplina), consigue un cierto equilibrio entre lo inconfesable y lo explicativo, y mantiene a distancia el sensacionalismo (a diferencia de los ejemplos posteriores de Hollywood, eco del auge del método entre los burgueses del nuevo mundo, que darían retrospectivamente la razón a Freud).

La historia o, sería mejor decir, el caso es simple: los problemas de virilidad de un hombre maduro exteriormente, pero que no ha superado el estadio infantil, evolucionan hacia una inconsciente pulsión destructiva que tiene por objeto a su mujer, y ello desde el anuncio de la visita de un apuesto y aventurero primo, compañero infantil de juegos de ambos.

Su planteamiento está bien narrado, con frialdad, precisión en los detalles y sólidas interpretaciones de los actores. Como es obligado en el género, el relato está aderezado con sueños y transparentes símbolos sexuales: desde la cortina triangular del salón, signo del espacio femenino, hasta la sombra de la cabeza del primo que se proyecta sobre la entrepierna de la mujer del protagonista; no digamos el gatillazo de la escopeta de feria, o la torre cilíndrica que brota del suelo, en cuya cima el protagonista soporta las risas de cabezas de mujeres que se balancean como campanas, para después perder su sombrero; y desde luego su ansiedad frente a los cuchillos, síntoma exterior de su enfermedad psíquica (que tiene su expresión más angustiosa en el gran primer plano que muestra su rostro ante la proximidad de la cuchilla de un barbero, al que acude porque es incapaz de afeitarse él mismo).

La película no desdeña otro tipo de símbolos: como el de la llave que el psicoanalista le entrega a su futuro paciente, que le permite volver a su casa.

Resulta ejemplar una escena inquietante, que ofrece otras sugerencias no exploradas en la trama sobre el infantilismo del protagonista, encarnado por Werner Krauss: aquella en que regala un caramelo a una niña, hija de un compañero de trabajo. La intensidad del momento está generada por la duración de los planos y el montaje, además de la precisión del trabajo de los intérpretes, y crea una especie de premonición sutil de M, el vampiro de Düsseldorf.

La parte terapéutica resulta demasiado discursiva, con interminables intertítulos, pero se sostiene por algunas imágenes, de potente desnudez, que ponen en escena el relato de los sueños del protagonista en el diván del psicólogo: más interesantes que las imágenes propiamente oníricas de la primera parte, recuerdan a los sueños filmados -curiosamente también en Alemania- por Ingmar Bergman en una de sus últimas películas: De la vida de las marionetas.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
La navaja de Pabst
Es un film muy interesante, tanto hoy día como en el momento de su estreno, aunque, después de la vulgarización de los sueños y del psicoanálisis que ha llevado a cabo el cine, desde los años 20, esta obra puede parecer hoy ingenua, especialmente su final feliz. Por otro lado, y dentro de esa relativa ingenuidad, el relato funciona como un "publirreportaje" sobre las virtudes del psicoanálisis, y, en ese sentido, el psicoanalista aparece como un moderno héroe, como el salvador, inesperado, pero inevitable, del personaje protagonista, interpretado con energía por Werner Krauss.

La película acumula en sus imágenes objetos cortantes como cuchillos y navajas, y el inicio de la historia, con Werner Krauss haciendo un corte en la nuca de su esposa, con su navaja de afeitar, y por accidente, anticipa el principio de "Un perro andaluz" (Un chien andalou, 1929), de Luis Buñuel, quien, muy posiblemente, vio el film de Pabst y se inspiró en este curioso caso de impotencia masculina para su primera realización, un hito del cine surrealista.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
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