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23 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
7
Roma Km. 340.
La Roma de los ´70 y la Roma de la juventud de Fellini recreada con su estilo habitual. Esta vez con la voz en off del propio director sirviéndonos de guía y haciendo más accesible y amable la película. Una especie de justificación ante el espectador avisando de la ausencia de una historia lineal que, por otra parte, le hubiese limitado en sus pretensiones.

La película tiene por tanto dos partes básicas:

Los recuerdos de Fellini: la visión que desde el pueblo se tenía de la capital cuando era niño, la pensión romana, el teatro, los prostíbulos, el vecindario cenando en plena calle...
Esta parte es sin duda la más interesante e, incluso, parecer seguir un cierto orden cronológico y un leve hilo narrativo que luego se romperá. Son recuerdos que tienen un ritmo y una factura similar a lo que haría después Woody Allen (Días de radio...).

La otra parte es la representación de la Roma “actual” (años setenta), sin tanto valor poético como los recuerdos y que no tiene hilo conductor en ningún momento. Aquí destaca la importancia del elemento arquitectónico (fantástico el homenaje que hace al final a la arquitectura clásica romana), los hippies en las calles, Fellini dialogando con jóvenes acerca de la visión de Roma que debe dar la película... No trata de dar una clase de sociología, sólo deja constancia con imágenes de la impresión “felliniana” (un término tan expresivo ya como puede serlo “kafkiano”) de la ciudad, recurriendo al simbolismo (el aire destrozando los frescos del subsuelo) y al lirismo (imágenes bellísimas, muchas veces con un significado puramente emotivo).
Un ejemplo: el ritmo in crescendo de la entrada a Roma del equipo de rodaje donde van apareciendo cada vez más coches, conductores gritando, luego incluso tanques... hasta convertirse la entrada a la ciudad en un auténtico caos de coches atascados, lluvia, luces, bocinazos y sirenas de policía.

La película trata de evocar (toque fellini puro) más que contar, y lo hace empleando una belleza visual que carece de toda contención. Fellini es incapaz de retener su caudalosa inventiva (tenía cinecita a su entera disposición y podía hacer casi todo lo que se le antojaba). También tiene un lugar destacado el sentido del humor; un colmillo de mamut presidiendo una excavación y su satírica visión sobre la iglesia en el onírico desfile de modelos religioso (lo más famoso de la película). Un desfile bufonesco en el que deja constancia del inmovilismo católico.

Lo peor de esta película es que te quedas con las ganas de que te cuenten más sobre ese chico que llega a Roma y sobre las peripecias que le suceden en la pensión en la que vive. Pero bueno, tenemos Amarcord para desquitarnos.

Resumiendo se podría decir que para Fellini Roma es más Anna Magnani que todas las reivindicaciones sociales y políticas que se quieran hacer.
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59 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Fellini a Roma
Film nº 12 de Federico Fellini. El guión, de Fellini y Bernardino Zupponi, se inspira libremente en recuerdos autobiográficos del primero. Se rueda en exteriores de Roma y en el Estudio 5 de Cinecittà Studios. Gana un Nardo d'Argento (escenografía). Producido por Turi Vasile, se proyecta por primera vez en público el 14-III-1972 (Fest. Cannes).

La acción se divide en tres tiempos: recuerdos de infancia (años 30), traslado y estancia en Roma (IIGM) y descripción de la ciudad actual (1970/72). Los focos de atención son Roma y su transformación a lo largo del tiempo.

El film suma los géneros de comedia y drama. Desarrolla tres niveles narrativos: la ciudad como mito, forjada en la mente infantil de Federico como mezcla de fábula y leyenda; la ciudad física, de los monumentos, las gentes y las fiestas; y la ciudad oculta, combinación de elementos grotescos, patéticos y opresivos. El cruce de tres tiempos y tres niveles narrativos da lugar a una malla compleja, densa y vibrante, sobre la que se asienta un universo barroco, colorista, exhuberante y abigarrado, característico de la segunda etapa crativa del realizador. Hace uso de un lenguaje recargado y caleidoscópico, que mezcla documental y ficción, realidad y evocación, recuerdos y sueños, pasado y presente. La trama es ligera, la ilación entre escenas a penas existe y no hay una historia de desarrollo lineal. La obra se comporta como un mosaico de recuerdos, delirios y vivencias, en el que la fábula supera a la realidad y los sueños desbordan a la experiencia. El resultado es un film sumamente personal, impregnado de la visión sensual y amarga del autor. A ésta se añaden numerosas acotaciones humorísticas y sarcásticas, que se completan con toques nostálgicos y críticos.

Fellini no deja al espectador del todo desamparado ante la subjetividad del fondo y la singularidad de las formas del film. Los conocimientos relacionados con Roma adquiridos en la infancia (Rímini), los explica como fabulaciones históricas (César, Popea, Nerón). Los recuerdos de juventud hacen referencia al sexo, comida, aglomeraciones de personas y diversiones (teatro de variedades). Los intereses de la madurez se focalizan en el paso del tiempo (parábola de los túneles), los nuevos jóvenes (hippies), congestiones de tráfico rodado y el poder de la Iglesia Católica. Son escenas memorables el defile de modelos religiosos, el caos de la entrada a Roma, el teatro de variedades y la visita a los burdeles. Aparecen en pantalla Ana Magnani, Gore Vidal, Sordi, Mastroianni, Elliot Murphy, etc.

La música, de Nino Rota, aporta composicionies ambientales, de las que destacan "Aria de Roma", "Trastevere" y "Desfile de modelos". Añade varias canciones populares. La fotografía, de Giuseppe Rotunno, crea imágenes de gran barroquismo, se apoya en una escenografía y vestuario excelentes y se deleita mostrando la ciudad monumental (paseo nocturno de los motoristas).
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33 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La Ciudad Eterna
Roma milenaria, que ha sido testigo de eras y más eras, que ha visto pasar tantas generaciones de seres humanos y ha contemplado su grandeza y su ignominia, continúa en pie, resurgiendo constantemente de sus cenizas, alzándose sobre sí misma una vez tras otra.
¿Quién duda de que Roma está tocada por la gracia de lo venerable y de lo que perdura en medio del caos y del cambio? No durará eternamente, y algún día se perderá junto con todo lo que hay aquí, lo vivo y lo inerte... Pero podremos decir que hemos existido y vivido, y Roma habrá contemplado una parte del desfile de los eones.
Fellini, uno de los más excelsos, controvertidos y experimentales directores de cine del siglo XX, caza a la perfección esa resistencia heroica de la ciudad, su halo de eternidad conjugado con la cotidianeidad. Porque Fellini sabía trasladar al celuloide, con esa genialidad que sólo se concede a unos cuantos, el transcurso cíclico del tiempo, esbozando con líneas maestras épocas concretas y comportamientos y estilos de vida que identifican fuertemente al pueblo italiano y, por extensión, a lo que somos todos en esencia. Fellini siempre consigue que nos reconozcamos en algún gesto, en alguna costumbre, en algún modo de pensar, en alguna manera de concebir la vida. Fellini era un filántropo que amaba cada fotograma que filmaba, cada pedacito de palpitante vida que quedaba grabado en cada centímetro de película.
En definitiva, él era capaz de capturar la vida entera en un instante.
Deseando rendir su particular homenaje a su querida Roma, su Roma íntima a la vez que la Roma universal, Fellini filmó un testimonio a medio camino entre el documental y la autobiografía, un legado histórico, entrañable, crudo, sórdido, doloroso y alegre que quizás sea una de las películas más realistas, surrealistas y hermosas que se hayan rodado sobre la Ciudad Eterna.
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20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Las pinceladas libres de un genio (o una música sin melodía)
En la música hay quien se da por satisfecho con la melodía y el ritmo. Disfrutará, sin duda, de la música pero ciertamente se limitará al no encontrar placer en la interacción de los instrumentos, las texturas de los sonidos, la fuerza expresiva de un solo. Así, ciertos estilos musicales le horrorizarán.
En el cine hay a quien le basta una historia, un comienzo, un final, un amor, acción. Películas como Roma le horrorizarán; porque en esta película no hay nada de eso.

Ver Roma es como ponerse a escuchar una música improvisada con la que disfrutas de cada momento, independientemente de una melodía (historia) o de un ritmo; una improvisación fruto de una mente genial, libre y estructurada a la vez. Porque sólo una mente así puede ofrecer un homenaje tan grande a una ciudad (por otra parte eterna). Cuando leo en las opiniones que la ausencia de un trazado narrativo puede ser un defecto de la película, me pregunto ¿qué historia podría contener todo lo que contiene Roma? (es decir, ¿qué melodía podría contener lo que contiene un solo de Coltrane?)

Roma es una exposición de la ciudad en dos planos temporales: los recuerdos juveniles del director y un presente en el que él mismo sale como actor de su propio papel. Así consigue dar unos trazos entrañables, asombrosos, ácidos, "actuales" y pasados, surrealistas, bellos, limitándose a sí mismo el redondear una historia simplemente porque es imposible o porque no le dio la gana.
Hay que ver Roma con la mente abierta, libre, dejándose llevar por el torrente de sensaciones, igual que se escucha una música libre o se disfruta de un cuadro no figurativo. Y si no lo sientes, vuelve a la melodía y al ritmo, vuelve a la Forma.
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17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Ab Urbe Condita
Milenaria, divertida, curiosa, moderna, satírica, inclasificable. Así es la Roma que nos presentó Fellini. Roma y sus habitantes, los romanescos. La película tiene dos hilos conductores: los recuerdos de un joven Fellini que llega a la gran urbe y la Roma de su madurez.

Una voz en off, el propio Fellini, nos va mostrando la Roma que él vivió en carne propia en su juventud: la pensión, el festín callejero, el teatro, los bombardeos... Y la Roma de su madurez, donde dialoga con jóvenes romanescos acerca de adónde va la milenaria ciudad, baja a las excavaciones arqueológicas que pueblan la urbe constantemente, satiriza el centro del culto católico con un delirante desfile de moda religiosa... Todo ello entremezclado de un modo muy original, muy "felliniano".

Es una de las películas menos conocidas del director y no por ello una obra menor. Curiosa, original y con momentos muy, muy divertidos (el teatro de variedades).

Recomendable.
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11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
"Sólo el ruido de las fuentes"
Con esta frase y una estampida de motos recorriendo los lugares emblemáticos de la majestuosa ciudad termina Fellini su película-homenaje sobre Roma. La escena, muy representativa, demuestra el espíritu que guió la creación de la película: la pretensión de mostrarnos una ciudad más allá de sus monumentos, y más allá de la imagen turística que generalmente se nos presenta de ella. Un canto a la pervivencia de Roma más como estilo de vida que como fósil, atendiendo más a la belleza de sus gentes y sus costumbres, que a la de sus monumentos.
Fellini hace un homenaje de gran belleza visual, con toques surrealistas (como el desfile de moda eclesiástica, punto culminante de la cinta) y con un elevado tono folclórico y naturalista. Muy de su estilo, en definitiva.
A veces perdemos la noción de que estamos viendo una película, para sumergirnos en el lado documentalístico del film, lo cual resulta un mérito. Es una mezcla perfecta entre ficción y realidad, con un riquísimo simbolismo, lleno de metáforas visuales y con una profundidad en su planteamiento fuera de toda duda.
En fin, una obra maestra.
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9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Roma en Cinecittá.
Dentro de la libérrima y personalísima trayectoria de Fellini es "Roma" una de sus obras aún más ancha de libertad y más amplia de licencias. Fellini prescinde directamente del argumento, se trata de una visión que no admite otro calificativo que el de "felliniano" (que por sí mismo ya dice bastante), de la capital italiana construida caprichosamente, deslabazada, una suerte de semidocumental a base de los desordenados recuerdos que el cineasta guarda de la ciudad, todo posible gracias a la libertad estilística que le otorgaba el hecho de disponer de su paradisíaco Cinecittá.
"Roma" es un film de simbolismo exuberante y a veces complejo, con una puesta en escena recargada de humor y personajes en sus fases más brillantes (la llegada del joven Fellini a la pensión dónde se aloja, la cena en el restaurante de la calle) que la dotan de su típico bufonismo y esperpento, y en la que hay dos temas fundamentales entresacables entre tal desorden: la Mujer (el retrato de los burdeles, esas mujeres gordas, de grandiosos pechos y rollizas, además de no precisamente agraciadas) y la Iglesia (vista con un sentido del humor entre agresivo y complaciente con momentos inusuales como el desfile de moda eclesiástica), la cual tiene su centro neurálgico precisamente en Roma.
Fellini hace una película a base de postales fotográficas y surrealistas estampas, un particular homenaje, nada grandilocuente ni diáfano, un capricho felliniano que, por otro lado, no se cuenta entre lo más destacable de su filmografía.
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7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
ROMA ETERNA, BELLA Y FELLINIANA
Una película poco convencional (dicho por Fellini en el prólogo) no puede ser comentada convencionalmente. Por ello no me voy a entretener en el trabajo de los actores ni en la coherencia del guión. Roma es… la vida misma. En Roma, obviamente. Una vida que se torea el calendario y va hacia delante o hacia atrás según conviene. Ahora estamos en el 71 explorando los subsuelos romanos, ahora estamos en los inicios de la guerra comiendo un plato de caracoles, ahora asistimos al desalojo de una juventud que pregona aquello de haz el amor y no la guerra, ahora estamos haciendo cola en los burdeles, esperando la matrona romana de nuestros sueños.

Y en el sustrato de todo, el propio Fellini, como guía del espectador por el espacio-tiempo de su vida amamantada por la loba romana. Un Fellini menos estructurado que en Amarcord aunque más inteligible que en otras películas suyas. Un Fellini que narra la historia pero que al mismo tiempo se detiene en las críticas mordaces de los estamentos reconocidos. La pasarela Cibeles romana sigue impactando, a pesar del tiempo transcurrido, con su fotografía barroca y esos simbolismos fellinianos un tanto difíciles de aprehender para el espectador algo ajeno a su filmografía.

Mas que un conjunto, es una sucesión de secuencias donde se derrama la vida en la ciudad inmortal, al amparo del Coliseo, de la plaza de España o de la Basílica de San Pedro y justamente al lado, las prostitutas haciendo la carrera, los burdeles baratos y los caros, iguales en el fondo, distintos en la forma y en el ascensor, las mesas en la calle, las comilonas, lo soez coexistiendo con la cultura del Imperio. Roma eterna. Roma de los 40. Roma del 72. Siempre la misma. Siempre bella. Siempre felliniana.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
No me fio de ti
Fellini nos cuenta desde el primer plano lo que pretende, hacer un retrato no convencional de Roma, y vaya si lo hace. Si comparamos esta película con el tópico documetal de viajes, que nos cuenta cómo es una ciudad, veremos en que consiste el genio y la inspiración. Y es que Fellini hizó en los 70 algo que es hoy muy actúal (intergenericidad, dicen que se llama), mezclar varios generos como el documental, el cabaret o café teatro, la representación teatral y la autobiografía, esto último mediante analépsis, osea saltos hacia el pasado (con lo que rompe la linealidad) hacía su niñez y hacia su juventud, la ciudad en tiempos de Mussolini y la segunda guerra mundial, para después volver a la actualidad de los años setenta.

Fellini, así nos muestra la parafernalia del cine, mediante su primer operador subido en la grúa, y el acompañándolo en un Fiat 1500 negro, rodando escenas del caótico tráfico de la ciudad bajo un aguacero, cine dentro del cine, algo que tambien carateriza las útlimas tendencias.
Poco despues se encontrará con unos estudiantes, que le dicen que en su pelicula debería tratar los problemas de los trabajadores, a lo que el autor reflexiona que él mísmo no es capaz de resolver sus propios problemas personales y que además... se podría equivocar. Con lo cual opta por hacer un retrato vitalista, de la gente de la calle y nos hace un paneo sobre distintos tipos algunos esperpénticos pero reales, otros vulgares, pero de una vulgaridad obtenida a lo largo de muchos siglos de cultura y civilización, del tipo en tirantes y del niño con la boca manchada de macarrones que canta a voz en grito, pero también del tipo distinguido y de buena planta, del ocioso, del giggolo a la busqueda de la turista rica, etc.. una visión personal de esa Roma " aristocráta y prostituta", nada que vez con la mirada fría y diseccionadora de los cineastas nórdicos, aquí todo es color y calor, bullicio, gentes que viven, que rien, que disfrutan la vida en la calle de esa manera tan mediterránea.

El cineasta se encuentra con Anna Magnani, que vuelve a su casa a altas horas de la noche y se dispone a entrevistarla como representación de esa roma aristocráta y prostituta a la que antes me referí, el espectador espera que se produzca la entrevista convencional a la que esta acostumbrado, y la actríz le contesta:"¿Ahora?, no me fio de tí, me voy a acostar", mientras con una amplia sonrisa que llena la pantalla, se introduce a traves de la puerta del portal de su casa romana, y que es un flash que explica mejor que una larga entrevista, en que consiste la noche romana, que seguramente un director que quisiera hacer algo serio descartaría, y que solo un genio se puede permitir.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
La irregular magia de un maestro
A pesar de que ya en su presentación Fellini avisa de que su película no tiene un argumento concreto, la ensoñación, tanto dramática como esperpéntica que poseen con una fuerza incalculable tanto "La dolce vita", "Ocho y medio" y "Amarcord" sólo se ve aquí en rasgos puntuales y sobre todo en las secuencias donde el director recuerda el pasado. Monjas, curas, prostitutas, niños corriendo, tetas enormes, marineros y hombres perdidos en la calles de Roma...todos sus personajes de un circo memorable que, aunque aquí no luce con toda su intensidad, conviene visionar con la melancolía de un director irrepetible.
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6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Urbi et orbi
De nuevo Fellini. Es decir, el caos, la sátira, el barroquismo, la pasión por la vida. Ver esta película es oler y escuchar a Roma como un ser vivo y palpitante. Es, esencialmente, conocer esa ciudad, amalgama de tiempos, culturas, historias y arte, mucho arte.

No se puede expresar mejor la sensación que se tiene cuando te sumerges en una visita a la capital.

Lo mismo que el niño Fellini, viendo las diapositivas de Roma en su pueblo de las afueras queda fascinado por las imágenes -entre las que se "cuela" el sexo-, el espectador vuelve a caer en la fascinación cuando es el adulto Fellini quien nos permite acompañarlo en su experiencia vital. Todo se da a la vez: la arquitectura barroca y las ruinas romanas, la representación teatral y el histrionismo de un pueblo que vive en la calle, come en la calle, ama en la calle. Roma está viva y está toda a la vez; como en un enorme fresco de ciencia-ficción, las motos de los setenta -tendrían que ser Vespas- rodean el Coliseo, los tranvías conviven con las obras del metro, las catacumbas se asemejan a los refugios antiaéreos, mientras Popea y César declaman entre bambalinas, tan esperepénticos como la imagen hierática de Pablo VI o el trabajador de luciente calva, que insiste en repetir punto por punto el largo discurso del Mussolini.

De nuevo teatro dentro del teatro y dentro de la vida. No diré que hay escenas surrealistas, porque Roma y surrealismo ya me parece un pleonasmo. Y no destaco por encima de todas la escena del desfile de modas -que se lo merece- porque el accidente del comienzo de la película, con la autopista colapsada y las vacas desangrándose en el asfalto me parece una escena que resume certeramente la visión del presente acabando con un pasado rural, doméstico, vecinal, frente a ese tráfico incansable y ese ruido ensordecedor de todos contra todos.

Roma es un documento maravillosamente humano, con sus salidas de tono y sus estupendos diálogos- recuerdo el actor de "varietés", pésimo, que dice "Yo también tengo derecho a trabajar" y le contestan, con guasa:" ¡pues, búscate un trabajo!"; para disfrutar del genio del gran Fellini.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
UN RETRATO CUBISTA DE ROMA
Hacía mucho tiempo que no volvía a ver entera esta película. Todo Fellini es espectacular y digno de ser visto más de una vez. Este homenaje a su ciudad no lo es menos. Entre la realidad, la ensoñación, el cine documental y la recreación histórica, la película le sirve a Fellini para hablar de si mismo a través del paisaje urbano en el que ha transcurrido su vida. En realidad no hay una sola película, sino una serie de escenas con entidad propia que se van engarzando hasta constituir un todo. Escenas como la del teatro de variedades, el prostíbulo o la hilarante del desfile de moda eclesiástica están ya en las cotas más altas de la cinematografía mundial. Existe un esquema dual dominante: por un lado las imágenes del joven del traje blanco (un alter ego claro del autor), que transcurren en los momentos próximos a la caída del fascismo; por otro, las imágenes contemporáneas al rodaje, que tienen forma de falso documental. En ellas aparece el propio Fellini y conocidos o amigos haciendo algún cameo, como Anna Magnani o Gore Vidal. La obra trata de contener todas las múltiples facetas de una ciudad tan compleja como es Roma: lo viejo y lo nuevo, la religión y el sexo, lo populachero y lo sofisticado. El estilo del filme es el habitual del autor, con puestas en escena muy teatrales y la presencia mujeres opulentas que representan maternidad y lujuria a partes iguales.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Bella Roma
Fellini nos plantea aquí un recorrido por la Roma adoptiva que el conoce. una sencilla y divertida película donde el director italiano recorre la ciudad sin detenerse con momentos sublimes, surrealistas y hermosos. No tiene un argumento en si y lo dice la voz en off que acompaña al relato. Es cierto. Una serie de personajes va desfilando tras la cámara y varias historias de la vida romana cotidiana. No se detiene en nadie en concreto pero utliza toda su magia para hacernos un retrato bello e inolvidable de su ciudad.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Puro cine
El maestro Federico Fellini vuelve a crear una obra sublime en la época tardía de su carrera cinematográfica con "Roma", película con la que consigue mostrar todas sus dotes a la hora de dirigir, al mismo tiempo que logra transmitir su amor y fascinación por la Ciudad Eterna.

Desde un nada engañoso ejercicio casi documental- ya que así lo anuncia la propia cinta en sus créditos iniciales-, "Roma" es un producto personalísimo de Fellini con el que pretende enseñar cómo era la capital italiana en diferentes etapas del siglo XX, y lo hace sin ningún hilo argumental, mostrándolo a la pantalla de la misma forma que un extranjero se da de bruces con una ciudad que nunca antes ha visitado.

Y es que esta es la sensación que la cinta desprende. Al espectador le invade el aroma novedoso de estar descubriendo y aprendiendo algo nuevo en cada secuencia, y poco o nada importa el hecho de no poder seguir hilo argumental alguno, o de no ver el desarrollo de ningún personaje. La belleza de la ciudad te invade, te envuelve y te hechiza, y por ello la película del director de Rímini termina sacudiendo al espectador sin que parezca que haya contado nada pese a que realmente ha mostrado todo lo que quería.

Aunque de forma secundaria, la "Roma" de Fellini sí que tiene un pequeño hilo argumental. La cinta está dividida en dos partes además de una de pequeña introducción. En ellas se esconde una trama muy autobiográfica en la que el director cuenta desde su propio prisma cómo se ve la ciudad en distintas épocas, pasando desde las leyendas y la historia innata de la Capital, hasta la decadencia pero también vitalidad que termina por instalarse en sus calles.

A parte de su novedoso montaje, lo que más destaca de la cinta es su excelsa belleza visual y el vertiginoso y virtuoso uso de la cámara por parte de Fellini. Gracias a ello tenemos escenas memorables- prácticamente todas ellas son planos secuencia-, que harán que la cinta sea recordada por cosas muy íntimas y concretas a pesar de su general grandeza.

En consecuencia con esto, "Roma" termina siendo un montaje lleno de pequeñas películas en el que se cuentan historias de Roma y de todo lo que la caracteriza. Por ello, y como ya hemos comentado, gracias a la maravillosa visión del maestro Italiano, la cinta nos deja planos secuencia para el recuerdo como la caótica entrada a Roma bajo la lluvia, el descubrimiento de los frescos romanos en plena excavación para ampliar el metro, y el desfile final de los accesorios y vestimentas eclesiásticas, para terminar con una marcha de motoristas fantástica en la que se puede visualizar la grandilocuencia arquitectónica de la ciudad.

Es por todo ello que "Roma", además de mostrar la majestuosidad de la propia ciudad, también demuestra la categoría y el talento de Federico Fellini, y lo consagra como uno de los mejores realizadores del pasado siglo.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Cuando el presente sólo parece circular sobre la nada
En Roma (1972), de Federico Fellini, la ciudad es una representación, como es la memoria, la evocación, un destilado de lo que representa la experiencia vivida. Desde 8 y medio (1963), el cine de Fellini es el de la transfiguración, con la intermediación del sujeto presente, interconectado, ya no separado de una realidad que se pueda describir o registrar sin su filtro. El entre es la piedra cardinal. Lo subjetivo, lo imaginario, lo que transcurre en la mente, empapa las narraciones, sea la de sus personajes, como la de la protagonista de Giuletta de los espíritus (1965), o la propia del cineasta. En I clowns (1971), la mirada que documenta se entrevera con lo que el circo, los payasos, representan para Fellini y, de modo aún más explicito, en Amarcord (1973), el autor se disgrega y reparte en un conjunto, un imaginario que representa su propia infancia, la sociedad germinal, en tiempos del fascismo, en la que se crió y que le influyó. En Casanova (1975) no buscará describir, registrar, la vida del hombre, sino diseccionar, destripar, el icono, lo que su figura ha representado y representa, ya parte integrante de un imaginario colectivo. En Roma combina ambos planteamientos, abundando en la estructura fragmentada, discontinua y descentrada.

En un momento dado, en las secuencias iniciales, asistimos a la representación teatral de un hecho histórico que se ha convertido en parte de una identidad o memoria cultural como hito, el asesinato de Julio Cesar a manos de Bruto. Acto seguido, vemos cómo el actor es admirado y agasajado en un bar, contemplado como si fuera una divinidad. El actor, aquel que representa, también representa algo para los demás (para su imaginario, para lo que proyectan sobre él, como figura excepcional; como si la misma vida también la viviéramos como un escenario inconsciente), como la ciudad, Roma, será representada según su significación en un imaginario colectivo pero a través de un imaginario individual, el del propio Fellini. Roma es lo que representa para él y, de modo más específico, lo que representa en cada periodo de tiempo, sea en los años previos a la guerra, cuando era niño (disensiones familiares entre una predominante tendencia beata en colisión con la irreverente actitud paternal; y el oscurantismo rígido en la escuela: la imagen de un cuerpo femenino se convierte en interferencia y germen de caos en un pase de diapositivas), sea en su juventud, ya en guerra cuando llega a Roma, o sea en el momento en que se produjo la película, en 1972.

Su relación con un presente que considera en progresivo proceso de degradación queda patente, primero, con su forma de comenzar la película: un plano en la que la voz en off de Fellini señala que lo primero que recuerda es uno de esos mojones de la antiguedad que señalaba más de 300 kilómetros, mientras el encuadre lo cruza una figura que porta una guadaña. Distancias, muerte. Aunque las distancias que sentía entonces no son las que siente ya adulto, más cercana a cierta sensación de algo que se descompone, pudre y muere. Y, segundo, en los tres segmentos de la narración en los que le dedica especial atención: Uno es el del recorrido con las cámaras por una de las numerosas carreteras y circunvalaciones que se han construido (en el que no falta una accidente, con fuego y vacas muertas), y que termina con un atasco ante el Coliseo. Ese atasco presente, esa fisura entre presente y pasado, o esa degradación, se hace más evidente en el extraordinario segmento de la circulación (otra circulación sobre y hacia la nada) en las profundidades de la línea de metro que se están excavando, y que culmina con el descubrimiento de unas esculturas y unos murales de hace 2000 años que debieron pertenecer a algún hogar de entonces. Descubrimiento que prontamente se convierte en espectáculo de una desaparición, de una degradación, pues el aire corrompe las pinturas, que se desvanecen. Claro que aunque parezca buscar en el pasado el bullicio de la vida (manifiesto en el contraste entre las llegadas a Roma en ambos tiempos; rezuma más vida la de entonces que la impersonalidad y gelidez del presente), con la algarabía en el restaurante, entregados a la embriaguez de la gastronomía, la degradación también está bien presente con la preponderancia del trazo grotesco. O lo ordinario es grotesco.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
la valoraría mejor de no ser por su última parte
Fantasía de Fellini que vive de sus recuerdos en Roma y de su presente en la ciudad eterna. La película es tan diferente como conmovedora y acertada (no siempre al nivel, eso sí). Puede que en manos de otra persona no hubiera funcionado pero Fellini consigue hacer una película prácticamente sin historia (más allá de que Roma sea la historia de la película).
Llena de simbolismos y llena de mensajes que hablan tanto de Roma como de la vida misma pero también de Fellini. Por todo, un retrato emocionante de Fellini y de Roma y de paso de buena parte de Italia y casi de la Europa urbana que trataba de levantarse en aquella época.

Sin duda, cinta imprescindible.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Sobre el espíritu de Italia.
Hace unas semanas pude ver una de las películas más bonitas de los últimos años, “Fue la mano de Dios”, una película que hace homenaje también a Fellini, y entonces pensé que iba a volver a recordar el cine de Fellini.

Hace años que vi “Roma” y la verdad que no la entendí demasiado, y no me llamó la atención, al revisarla pude entender la razón, era demasiado joven para captar el espíritu de Fellini.

Fellini es el maestro del cine italiano, su sello se siente sobre todo en su reparto, unos personajes sacados de otro mundo, pero reales, es quizás lo más representativo de su cine, y de esta película.

Roma es una película diferente, hay que plantearla de otra manera, son cuadros, retratos de la una ciudad que representa el alma de Italia.

Caos, ruido, desastre, gracia...y otros muchísimos adjetivos sirven para retratar a esta gente que aparecen en la película, todo parece raro y extraño, pero es real, así son los italianos.

La película se ve muy bien, porque no dejas de flipar, pero puede resultar un poco agotadora, como una noche con esa gente, así es la sensación después de ver Roma, un poco saturado, así me siento, pero he de valorar el gran trabajo de esta película que retrata el espíritu y alma de Fellini.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La città più bella del mondo
Roma, la ciudad eterna, la ciudad de los romanos, la urbe barroca, renacentista y contemporánea. Federico Fellini hace un canto a la vida, a la capital Italiana con éste maravilloso film que nos lleva, desde las afueras hasta las mismísimas entrañas de Roma; la ciudad que enamora, dónde terminan (o empiezan) todos los caminos, donde comer es una delicia, donde perderse es muy fácil y un lugar de culto, un paraíso terrenal lleno de cultura y civilizaciones que, durante siglos, han dejado su huella de forma que aún persiste. Fellini ha hecho de esta película una homenaje a Roma, una maravilla y un espectáculo para los ojos como sólo él sabía hacer; aunque no por ello hemos de olvidar que hizo películas muy buenas, como: La dolce vita, Amarcord, Ocho y medio, Las noches de Cabiria, etc... Viva Fellini, viva Roma... la città più bella del mondo!!!
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1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Análisis Roma de Fellini (1972)
Interesante visión costumbrista de la Italia y la Roma de la década de los 70, la idea de no contar una historia desarrollada con su trama y guión es cuanto menos diferente y rompedor, si bien no es un filme demasiado entretenido, en cambio es de un visionado amable en el que te dejas llevar a lo largo de los distintos escenarios y personajes caricaturescos que la componen. Es cierto que en ocasiones da la sensación de ser más una especie documental narrado de forma teatral y con escenas estridentes que no aportan demasiado, y desde luego decir que es una obra maestra es pecar de ser un pedante de cuidado, pero recalco que es distinta y de visionado amable e interesante, un 6.
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Irregular película episódica entre el falso documental, lo onírico y el surrealismo proletario
La esencia onírica, surrealista, bufonesca y extremadamente popular de muchas obras de Federico Fellini me resulta imposible de digerir porque no está pensada para un dramático intensito como yo. “Roma” es un ejemplo perfecto de ello. Utilizando la estratagema del falso documental como “modus operandi”, el cineasta italiano nos muestra Roma desde tres perspectivas históricas diferentes: la de su infancia en los años 30, la de los años 40 durante la II Guerra Mundial de su juventud y la de la década de los 70 en su madurez cuando comparece en Roma para rodar un supuesto documental sobre la ciudad.

Más que un film en sí mismo, estamos ante una colección de episodios independientes encadenados unos con otros que, como suele ocurrir en todo film episódico, resultan terriblemente irregulares. Si tengo que ser sincero y a riesgo de ser excomulgado, de todos los que pasan por delante de mis ojos en más de dos excesivas horas de metraje, sólo me resulta “cum laude” el del Metro, capaz de perturbar y de crear un halo de misterio y fascinación paranormal ciertamente sobresaliente e inolvidable.

Con un metraje excesivo y algunos tramos episódicos interminables (el de la actuación teatral durante la II Guerra Mundial es ciertamente chabacano, prescindible, soez y soporífero), la cinta navega entre los temas propios de Fellini (el sexo, la maternidad, la religión, el fascismo, la prostitución, la vida del proletariado, la cultura y la idiosincrasia italiana…) con cierta nota de desorden y de forma profundamente desnortada, navegando entre lo notable y lo tedioso sin solución de continuidad.

Por supuesto, qué sería de Fellini sin la música de Nino Rota, colosal como siempre en la partitura que nos lega para esta película, así como la espléndida fotografía de Giuseppe Rotunno en unos colores saturados tan del gusto “fellininiano”.
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