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4 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
6
Una extraña y críptica discreción.
La noche antes de ser desposada por segunda vez, Blanca (Concha Velasco) escapa, pero casualmente se encuentra con su primer marido (Escrivá). Este matrimonio fue anulado a consecuencia de la impotencia de él. No obstante, pasa la noche junto a él, pero nada cambia. Al día siguiente llega su prometido Antonio (Rabal), un hombre rudo e inexpresivo que la desvirgara pero volverá a su tierra abandonándola. Al final, todo sigue igual.
Una película extrañísima, en no pocos aspectos fallida, pero que despliega suficientemente la personalidad del peculiar y ocasionalmente brillante Regueiro (cineasta maldito por antonomasia en nuestro cine). La película flojea en el guión (coescrito por el crítico Ángel Fernández Santos y el propio realizador), hay un buen empleo de la música y una constante búsqueda por Regueiro a la hora de encontrar una comunión entre la luz y la imagen.
Es una película tan extraña que resulta inclasificable, pues simultanea por igual el drama psicológico con la comedia, siempre con tono oscuro, sibilino, personalizado, que la confieren talla de cine autoral (no todo el cine pretendidamente autoral llega a conseguirlo precisamente), en este caso discreto y críptico, pero siempre atractivo y no caprichosamente hermético. Muy interesante.
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12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
“E lucevan la stelle” (Y las estrellas brillaban)
Es la bellísima y evocadora aria perteneciente a la ópera Tosca de G. Puccini, y que el director Regueiro, en versión orquestal utiliza en diversas secuencias de este extraño film. Una de las más raras películas del cine español, que el cineasta nos plantea como un juego, un juguete, en el que el absurdo, la provocación y el despropósito forman una combinación dinamitadora de regusto surrealista-buñueliano; me refiero concretamente a su etapa francesa. “Las bodas de Blanca” responde a lo que a comienzos de los años 70 se entendía como “La tercera vía”. Entendido como un cine de “calidad” que no renunciara a los gustos del gran público. Un tipo de cine que José Frade, su productor, tanteó en diversas ocasiones y con muy diferente fortuna, pero el resultado con Regueiro fue muy diferente del previsto en un principio.

El director vallisoletano acababa de rodar la comedia negra “Duerme, duerme, mi amor” y debían ser los protagonistas de este film (Laly Soldevila y José Luis López Vázquez) los que interpretaran también “Las bodas de Blanca”, aunque finalmente los papeles fueron para Conchita Velasco y Javier Escrivá que naturalmente dan un aire muy distinto a la trama, pasando a ser mucho más drama que comedia, un cambio contra natura en mi opinión, secundados por Isabel Garcés y Paco Rabal. Un reparto que debía salvar la imposible comercialidad de la película, pues a este propósito deben responder, sendos y pudorosos destapes de Concha Velasco, eran tiempos en los que cualquier excusa podía justificar un desnudo, más o menos integral. Pero cuya dudosa adecuación a los personajes la hizo todavía más inverosímil y lamentable.

Francisco Regueiro y el guionista Ángel Fernández Santos, reputado crítico de cine de El País, en su primera y decisiva colaboración conjunta, orientaron sus dardos hacia los tópicos morales del ciudadano medio español: el matrimonio, la virginidad, el honor, la religión y la represión moral. Y lo hicieron a través de la disparatada historia (spoiler).

Estructurada en largas secuencias, unidas entre sí de forma azarosa y entrecortada, no sé muy bien si por voluntad de ruptura, por escasa pericia narrativa o por ambas a la vez. De ello resulta un film poco atractivo en su devenir, de carácter insólito, transgresor y decididamente singular, en el peor sentido de la palabra. Su “audacia” le costó diez años de inactividad hasta que pudo filmar su siguiente película mucho más aceptable “Padre nuestro”. Regueiro siempre fue un cineasta maldito, veneno para la taquilla, que se suele decir.
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6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Sopitas y buen vino
Es bien sabido que el talento verdadero es escaso y esquivo. También es conocido que no conviene adentrarse sin fundamento en la oscura y enmarañada selva de los símbolos, acostumbrada a tragarse de un bocado veloz a los incautos de muchas ideas y poco seso, tan arrojados y elevados que casi no tocan el suelo mientras les van comiendo las piernas y el cerebro se les seca.
Aquí Francisco nos presenta (el cine siempre es en un eterno presente más o menos resplandeciente) esta película con una fina, escurrida línea dramática, pretexto del que se sirve para ir sumando ocurrencias un poco al tun tun, como en racimo o tal poema, por asociación de pensamientos y afectos, de músicas e imágenes. Un revolverse hacia dentro y salir disparado hacia fuera, un envolverse, mirada abierta pero reconcentrada y opresiva, luminosa a veces y otras más oscura como delirio surrealista, bien mal humorada y negra y española y bruta.
Bambolea, se menea, ahí va caminando surcada por un costumbrismo adusto y chocarrero, aliviada en las aguas bellas de Puccini y la monumental catedral y perdida definitivamente entre pedantes gestos, muy simbólicos ellos, recargados, que se lucen y se afeitan, contentos de haberse conocido, buscando nuevas tierras yermas o baldías todavía sin habitar.
Concha en sus mejores años, dueña de la situación, con un Rabal ya castigado y feroz y un Escrivá relamido y petimetre de marca mayor.
No sé, más bien no, la cosa resultante, la cuenta final, valga la vulgaridad, es deficitaria, un ansia de trascendencia que choca con limitaciones de todo tipo y que prefiere dejarlo estar, no decidirse ni explicarse, antes que hablar y no decir nada, avergonzada de su incompetencia y altivez retorcida, no vaya a ser que se den cuenta de que poca cosa.
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1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
La casada y el impotente
No "Las bodas blancas", ni "Boda de Blanco" ni siquiera "Botas blancas", que fue la primera asociación mental que se me vino a la cabeza cuando vi este título, que por cierto pese a ser una película setentera no salen ningunas, lo que es raro, ni blancas ni negras ni de ningún color, digo las botas. Aunque eso sí, los zapatos de Concha Velasco son muy bonitos. Ya que estamos con los frívolo-estético, la que más llama la atención es la nena, Pilar, es decir Yolanda, no he podido averiguar sus apellidos ni nada, tampoco me he esforzado mucho, que es muy mona, rubita y con los ojos azules, y muy graciosa.

Pero vayamos a lo serio. "Las bodas de Blanca", que es su verdadero título, es un drama críptico, rebuscado y muy pausado en el que es más importante lo que se insinúa que lo que se dice. A mí me ha recordado al cine de Víctor Erice. La trama es bastante teatral y apenas sucede nada en los escasos noventa minutos de metraje, que giran sobre la supuesta pedida de una señora casada, que ha anulado su matrimonio con un tipo con la excusa de que es impotente. Lo que falla en esta obra es que faltan diálogos y más claridad en los personajes, además de agilidad. Al final uno piensa hasta aberraciones de todo tipo.
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1 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
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