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22 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
8
La última batalla.
El 18 de junio de 1815 Napoleón se lo jugaba todo en Waterloo. Acababa de regresar del exilio y las grandes potencias europeas le habían declarado enemigo número uno. Necesitaba a toda costa un Austerlitz, un éxito arrollador para afianzar su posición. Pero ese día se enfrentaba al ejército británico comandado por Lord Wellington, mientras que el maltrecho pero aún peligroso ejército prusiano se encontraba cerca del campo de batalla.

Todo esto nos cuenta esta interesante película sobre una de las batallas más famosas y decisivas de la historia de Europa. Los actores Rod Steiger y Christopher Plummer dan vida a unos creíbles Napoleón y Wellington, respectivamente, y es en ellos donde recae todo el peso interpretativo de la película. Por otro lado, asombra la puesta en escena y el gran despliegue de miles de efectivos que conforman los ejércitos en contienda, siendo un placer contemplar los continuos planos largos de los regimientos avanzando hacia el combate. La carga de los coraceros al mando del mariscal Ney contra los cuadros ingleses es simplemente espectacular. Todo ello, además, sin ningún efecto especial.

No obstante, quizás es el abuso de los planos largos lo que hace que se eche de menos una mayor profundización en la batalla, faltando primeros planos que muestren la dureza y violencia de la lucha. Aun así, "Waterloo" es una interesantísima película histórica, además de ser muy entretenida. Respeta todo lo que aconteció aquel día, abordando, aunque a veces de manera muy general, todos los momentos clave de la batalla, como el asalto al castillo de Hougoumont o la llegada de los prusianos. A pesar de que todos conozcamos el desenlace de la batalla, el director sabe mantener la tensión hasta el último momento, pues el resultado de Waterloo fue hasta el final incierto.

Ante la falta de interés de la industria cinematográfica por este tipo de películas, toca reivindicar “Waterloo” más que nunca. No estaría mal que James Cameron se dejara de tantos avatares y con los presupuestos que maneja se pusiera a revisar las guerras napoleónicas. Anda que no serían taquillazos una actual visión de Waterloo o una epopeya sobre la campaña de 1812.
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62 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Sólo cometí un error, ¡debí quemar Berlín!
Waterloo te sumerge en el más clásico cine bélico: grandes escenarios, cientos de extras y enormes ejércitos creados sin efectos informáticos, unas buenas interpretaciones y la recreación paso a paso de la batalla en cuestión.

Las principales figuras, Napoleón y Wellington, merecen una cantidad enorme de primeros planos, merecidos por ser los artífices en una época de grandes hombres donde el individuo quedaba reducido a un número sacrificable en aras del objetivo inmediato.

La explicación de la batalla está muy lograda: Hougoumont, la carga de los Scott Greys, Ney y la defensa en cuadro, la granja de La Haye Sainte y el ataque de la Guardia Imperial.

Los prusianos con sus banderas negras y la frase de Blücher amenazando con fusilar al que tuviera piedad, a falta de comprobar si realmente dictó esas órdenes, parece más bien un recado a los alemanes invasores de 1941 (tengamos en cuenta que Bondarchuk es soviético y la película es una co-producción con la URSS).

En resumen, una genial película histórica y bélica, con magníficas escenas y un colorido que te sumerge en el campo de batalla de Waterloo.

Por cierto, que la influencia de la pintura del siglo XIX en algunas escenas de la película es sumamente gráfica, por ejemplo durante la carga de los Scott Greys a cámara lenta (claramente es el cuadro de Lady Blutter) o el paso del barranco por la caballería de Ney ("El barranco de Waterloo", de Ulpiano Checa).
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36 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Buena recreación
Recreación exaustiva del célebre enfrentamiento de 1815, que dispone de unos medios suficientes para dejar patente la enormidad de hombres que se empleaban en dichas contiendas. La elección de los actores es correcta, aunque quizá Rod Steiger exagere un poco en su papel de idolatrado Napoleón, y Christopher Plummer haga el flemático retrato de Wellington de manera muy similar a como se han descrito a los oficiales británicos en tantas películas de la posterior época victoriana.

A pesar de ello, se agradece a ambos su capacidad de llenar la pantalla con personajes reconocibles en una película en la que el peor defecto proviene de la indiferencia que producen los demás roles que se distribuyen en el metraje... sean soldados rasos (intentando dar una reflexión de lo que les acontece), o generales, dado que no se les dedica más que el tiempo justo para enlazar las distinas fases de la batalla.

Sí hay tiempo sin embargo para el enorme número de extras, la sabia disposición de los mismos para su "multiplicación" sin necesidad de imágenes por ordenador, y la evolución del enfrentamiento paso a paso, filmando Hougoumont, los Scots Greys, Ney y los cuadros británicos, La Haye Sainte, la Guardia Imperial...

Todo ello hace que esta película de guerra sea buena para los amantes del género donde predomine el plano general, y sólo pasable para los que busquen una película bélica de plano corto, ya que el verdadero protagonista, da nombre al largometraje.
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40 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
La mejor película bélica que he visto además de una gran clase de Historia.
Pues si, para mí esta es la mejor película de guerra que he visto en mucho tiempo. No obvio las enormes y grandiosas obras como son "Salvar al Soldado Ryan" de mi admirado Spielberg "Cartas desde Iwo Jima" de mi querido Clint Eastwood, ni la "Cruz de Hierro" de Sam Peckimpah, así como otros muchos títulos como "El Día más Largo" "La Chaqueta Metálica" "Apocalipse Now" y un largo etc. de películas.

Pero esta, pues para mí tiene un algo especial. Y me parece que es la sensación de estar inmerso en la batalla. Es una película que mantiene el pulso narrativo y la tensión dramática constantemente. Desde el primer momento se está en tensión. Ya que los hechos comienzan con el arresto de Napoleón y desde ahí un crescendo que constituye un fiel retrato del Imperio de los 100 Días de Bonaparte.

Y bueno ¿qué decir de los actores? Rod Steiger haciendo de Napoleón es sublime, transmitiendo todo el genio, la personalidad y forma de ser de tan controvertido, amado y odiado personaje. Cristopher Plummer está sublime haciendo de Sir Arthur Wellesley, el Duque de Wellington, el personaje rebosa flema británica por todos lados, siempre con un omnipresente gesto altanero y chulo, pero sin perder la caballerosidad ni los modales.

Y los 10 minutos que sale Orson Welles, haciendo de Luis XVIII, vibrantes.

Luego tenemos la genial banda sonora de Nino Rota, que ayuda a mantener la tensión y el drama en los combates. Además la fotografía es genial, calcando con las imágenes del film pinturas de época, o imágenes descritas en obras literarias como Los Miserables de Victor Hugo (véase la carga de los Scots Greys o cuando un Lancero Polaco abate de un sablazo a un gaitero)

Sergei Bondarchuck, no escatima ni en extras ni en gastos. Más de 30.000 extras movilizados (un par de divisiones del ejército soviético fueron utilizadas para esto) uniformes completamente detallados y fieles, con decir que en algunas tomas aparecen en el fondo algún soldado y paras la imagen y se puede inspeccionar todos los detalles del uniforme y ver que son correctos, además de ser de uno de los regimientos participantes en la batalla.

Las escenas de guerra son sublimes, desde las tomas aéreas mostrando las formaciones en cuadro de la infantería británica, a la carga de los coraceros franceses o el momento cumbre de la película, cuando carga la vieja guardia de Napoleón.

El único defecto que puede tener la película, es que quien conozca la historia de la batalla, pues sabe el final. Pero por lo demás, una brutal, desgarradora, sublime, obra maestra y en definitiva, la mejor película bélica e histórica jamás hecha para mi gusto.
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30 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La batalla.
114/38(31/03/10) Monumental recreación sobre una de las batallas más épicas e importantes de la historia. Una colosal superproducción europea dirigida por un maestro de la logística, el ruso Sergei Bondarchuk, que dos años había dirigido la espectacular adaptación de la novela de Tolstoi ‘Guerra y paz’. Dino de Laurentis le dio la oportunidad de realizar la más descomunal representación de una batalla jamás filmada y a fe que lo consiguió, nunca se había visto en pantalla tal desmesura, una puesta en escena sublime, más de 30.000 extras de extras (la mayoría soldados rusos, un par de divisiones) puestos al servicio de una puesta en escena magna, con unos planos generales grandiosos extraordinarios, la carga de los coraceros galos comandados por Ney contra las formaciones en cuadro británicas resulta bestial de lo soberbia que es. Bondarchuk se inspira en grandes obras pictóricas para recrear la contienda, ejemplos son el cuadro de Lady Blutter y ‘El barranco de Waterloo’ de Ulpiano Checa, nada subliminares en el film, de ellos se aprovecha el fotógrafo Armando Nannuzzi para los colores y el brillo, excelente trabajo, así como la épica música del maestro Nino Rota adorna bellamente la obra. Como defecto habría que decir que le falta sangre, le falta carnicería, no es que yo sea un morboso esto se le supone a una lucha tan encarnizada como esta, le ha faltado más arrojo y valentía en que se palpará el infierno de la Guerra para entender mejor al soldado inglés que en medio de las hostilidades arroja su fusil y grita <Nunca nos hemos visto, como podemos matarnos los unos a los otros?>. El argumento se nos presenta como el duelo entre dos ególatras enemigos, Napoleón (gran Rod Steiger) y el Duque de Wellington (gran Christopher Plummer), se hace un análisis superficial de sus personalidades, a medida que sueltan diálogos lapidarios, vemos el carisma magnético que irradiaba el enano cabrón (como define Arturo Pérez-Reverte a Napoleón), Rod Steiger lo encarna de forma majestuosa sin caer en la caricatura, acosado por el fantasma de su hijo secuestrado en Austria y acosado por una enfermedad, ejemplo de cita memorable cinéfila < Nunca interrumpa a su enemigo mientras está cometiendo un error. Eso es de mala educación.>, así como Plummer realiza un trabajo espléndido con su composición de un flemático inglés que se el horror de la contienda como si de una partida de ajedrez se tratara, dejando para el final una frase que pide mármol <Frente a una batalla perdida, lo más triste es una batalla ganada>. Como defecto sería su carácter casi académico, parece hecha para ser únicamente un espectáculo cuasi documental con grandes citas, pero le falta alma, me deja frío, no me emociona, no me describe el porqué del comportamiento de Napoleón, resulta un tanto artificial, lo que ocurre es que en lo que es buena la película es descomunal.
Continua en spoiler sin spoilers
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26 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Produce más sensibilidad de la que podía imaginar
La historia contemporánea se describe a través de grandes nombres desde su inicio, y el primero, el iniciador de una nueva etapa y posiblemente el emperador más conocido, es el corso Napoleón Bonaparte. Tratándose de un personaje crucial en la historia de Europa no creo que fuera tarea fácil decidir hacer una película sobre su punto y final, tanto por parte del productor y realizador de este buen "Waterloo" como por parte del actor que lo encarna. La complejidad del personaje histórico y los hechos que protagonizó daría para una serie de televisión, así que con buen criterio Sergei Bondarchuk y todos aquellos que estuvieron detrás del proyecto, optaron por ofrecer al espectador el último coletazo de Bonaparte. Y no es mal resultado el que finalmente se nos ofrece al espectador, con buen ritmo, unos planos generales impresionantes y sobre todo, lo que más quisiera destacar, con unos personajes que transmiten una delicadeza y un sentimiento inusual e inesperado por mi parte, tanto relacionado con los perdedores como por los ganadores.

Que la guerra es muy perra y que supone hechos censurables en todos los sentidos es algo que ya se sabía, pero ante el magnetismo del emperador enano pocos se negarían, y ya desde que tropieza en tierras francesas con el resto de su antiguo ejército, regresando de su primer destierro, queda claro que fue un hombre de masas. Verlo cabalgar sobre su caballo blanco enalteciendo sus tropas supone un excelente ejemplo de manera de hacer ver la grandiosidad de un hombre, de manera que no es fácil discutir sobre la consecuencia inevitable de llevar a la muerte a tantos seres humanos. Rod Steiger es capaz de transmitir una sensibilidad que en parte me ha sorprendido, lamentando la ausencia de ese golpe de suerte que hubiera decantado el resultado final a su favor, la aparición decisiva de Blücher, el barro, la caballería, la infantería...

No seré yo quien juzgue la veracidad de los hechos, esto es cine y "Waterloo" no es mala película, a saber si Wellington fue un estratega tan defensivo, a saber si su humanidad le hubiera llevado a sentenciar aquello de que después de perder una batalla no hay nada peor que ganarla, en referencia al camposanto que dejaron atrás. Yo lo que sé es que hay buen entretenimiento y que merece la pena, falta que nos enseñen qué fue de Bonaparte en los días que vivieron después de la batalla, es cierto que no es una obra maestra, pero no está nada mal.
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12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Rod Steiger, quizá el papel de su vida
Gran recreación histórica sobre la batalla de Waterloo, tras un brevísimo repaso de los antecedentes de la misma.
Lo mejor de la cinta, sin duda alguna, es la puesta en escena, sin escatimar medios, los miles de extras que desbordan la colorida pantalla; la excelente fotografía y la grandiosa actuación del siempre infravalorado Rod Steiger, del flemático Plummer y un brevísimo papel de Wells, merecen ya de por sí el visionado del film.
Fallos, por supuesto que los hay; el que más me duele es el típico de los cañones al disparar que o no sufren el efecto del retroceso o lo hacen al rato de haber disparado, otro creo que es el de no mezclar a un puñado de actores entre tantísimos extras, pues o todos gritan a la vez al atacar o cuando caen abatidos, los primeros planos durante la batalla de los oficiales, que nunca se ve el caballo y es muy descarado que no van montados, etc... pero bueno no dejen que estos detalles les amargue el film.
Disfruten también, de una magnifica banda sonora a cargo del maestro Nino Rota.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Extraordinaria
Una de las mejores películas bélicas que he visto. La filmación es simplemente excepcional, los actores fantásticos, el guión muy bien desarrollado, los decorados grandiosos, y la fotografía memorable.
Las imágenes a vista de pájaro de las escenas de la batalla de Waterloo son de lo mejor que he visto en una película.
El personaje de Napoleón y el de Wellington son de oscar.
En fin, muy recomendable, imprescindible incluso.
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9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
CON OFICIO Y MEDIOS
A grandes trazos existen dos tipos de películas bélicas/históricas. Un primer grupo mayoritario que se centra en seguir las peripecias de un pequeño grupo de soldados/personajes y sus vicisitudes dentro del hecho histórico y un segundo grupo minoritario que pretende dar una visión más general, normalmente a partir de las decisiones que tomaron los líderes del momento. El primer grupo tiende a proporcionar historias con personajes muy bien definidos y con los que te puedes identificar, mientras que el segundo adolece normalmente del problema de tener que presentar demasiados personajes en muy poco tiempo. Para los que nos gusta la historia las dos clases de películas pueden ser muy interesantes pero entiendo que para la mayoría de la gente las del segundo grupo terminen siendo pesadas cuándo no incomprensibles. A la primera clase podríamos colocar éxitos como salvar al soldado Ryan, Das Boot, Master & Commander, la chaqueta metálica, la delgada línea roja, etc. Mientras que en el segundo podríamos mentar a películas como El día más largo, la Batalla de Inglaterra, la batalla de Midway y también Waterloo. Todas ellas mucho menos taquilleras.
Waterloo es por lo tanto una película en la que se intenta explicar muchísimas cosas que ocurren en momentos y lugares distintos y con personajes también distintos. Esto se consigue a medias y la mayoría de éstos últimos quedan desdibujados, pero al menos tiene la virtud de centrarse en los dos principales protagonistas, Napoleón y Wellington, que a mi parecer están bién interpretados por Steiger y Plummer. Por lo demás tiene una buena fotografía, buena música de Rota, y buenas escenas de combates a cargo de los extras que proporcionó el ejército soviético. Éstas están especialmente bién conseguidas teniendo en cuenta el año de la película y lo poco que estaban desarrollados entonces los efectos especiales.
Puede que lo único que me chirría de la película sea el excesivo protagonismo que se da a los británicos. De acuerdo que el general era Wellington y que las mejores tropas eran las británicas, pero eso no debería hacernos olvidar que la mayoría de los soldados aliados eran alemanes y que sin la intervención prusiana Napoleón habría ganado. Pero vamos ya conocemos la afición inglesa a apropiarse de las victorias de otros (también algunos pensarán que en Crimea contra los rusos sólo había soldados ingleses).
Salvando ésto estamos ante una buena invitación a aprender historia.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La gran batalla
Impresionante trabajo fílmico dedicado a la mítica batalla de Waterloo entre las fuerzas comandadas por Napoleón y la séptima coalición.
Técnicamente, así como la representación tanto de vestuario y escenografía, es de una calidad magnifica para la época rodada, con una brutal participación de extras(la mayoría rusos) y una banda sonora clásica y poderosa.
Múltiples cámaras tanto aéreas como dentro de la propia batalla mostrando las diferentes formaciones y situaciones del enfrentamiento.
A destacar el tour de force interpretativo de Rod Steiger como Napoleón, tanto en su fervor patriótico como sus lamentaciones por no poder ver a su hijo, y finalmente el inicio de su enfermedad estomacal que le llevó a la muerte posteriormente en su segundo exilio.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
«Ruego a Dios que sea mi última batalla»
Sobre Waterloo hemos escuchado mil historias, e incluso canciones, pero ¿sabemos realmente qué ocurrió allí? Yo soy la primera que no, y sirva esto como prueba de mi ignorancia, así que películas como esta producción italiana dirigida por Sergei Bondarchuk son un buen acercamiento a esas partes de la Historia que no tenemos muy claras. O que directamente olvidamos.

De hecho, la Historia bien contada es muy gratificante de ver y «Waterloo» cumple todas las expectativas. Algo que mejorar, sin duda que no se haya cambiado la acción durante la hora final de batalla. Entendemos que lo crucial es el duelo entre Bonaparte y Wellington, pero no menos interesante es el otro escenario entre prusianos y franceses con Von Blücher y Grouchy en un enfrentamiento que a la postre resultaría decisivo y que se presume apasionante. Con ello la historia se hubiera enriquecido y, por supuesto, hubiera añadido mayor emoción y ritmo al metraje.

Dicho esto, «Waterloo» acomete una intachable recreación histórica con la virtud de lo auténtico y lo realista. Yo valoro que los extras sean de carne y hueso, que el barro del terreno ensucie los uniformes con naturalidad y que el sol en el horizonte no esté bajo el filtro de lo infográfico. Esta «Waterloo» es pura en sus diálogos y puesta en escena, en sus gritos y explosiones, en su escasa sangre y sus heridas de guerra. Gigantesca y exhausta, fiel a los hechos y fiel a los personajes que la protagonizan con sendos actorazos al más alto nivel. El histriónico Rod Steiger será un Bonaparte ambicioso pero en decadencia frente a un flemático y elegantísimo Christopher Plummer como Duque de Wellington, en un pronunciado contraste interpretativo y personal que retrata y nos acerca a los personajes aunque, desde luego, nuestras simpatías estén solo con uno de ellos.

Muy interesante.
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7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Un soberbio Rod Steiger para un Napoleón decadente, pero al fin y al cabo, Napoleón.
En principio expongo los dos ejes de la subjetividad sobre los cuales se deslizará mi crítica: El primero es mi fervor por Napoleón. Esto puede ser ridículo por todo lo que hoy representa (y cómo es representado) el personaje, desde el cliché arlequinesco (sus parodias en los dibujos animados de la Pantera Rosa o en su representación en "Time Bandits" de Gilliam [1981]) hasta el motivo de creación de odas, novelas (Balzac no se explica sin el emperador, Tolstoi...), música (Tchaikovsky), etc. Pero pesa también, y para eso existe la Historia, su paso existencial (fenoménico) y la influencia que ejerció en su momento y que sigue ejerciendo: Quien camina hoy por debajo del famoso Arco del Triunfo, transita bajo los nombres de los generales del ejército napoleónico; eso se contrasta, por ejemplo, con lo que las guerras costaron: al menos, tres millones de militares muertos, y un número similar de civiles asesinados, lo cual ya es entristecedor. Ergo, quien ose representar a Napoleón tiene que tener los tamaños para encarnar tan significativo personaje. El segundo eje lo constituye la historia militar.

El filme de Bondarchuk me parece desigual. La edición no me gusta. Tiene unos paneos y unos acercamientos veloces, unos "requiebres" de escena que me parecen más bien malas hechuras, y no ocurrencias del director. Pero por otro lado lo que sí posee es amplitud de vista. Al cineasta soviético le gusta la perspectiva, el paisaje. Y tiene escenas que son de antología. La primera es la recreación del famoso "Adios de Fontainebleau" donde Rod Steiger recreó un excelente Napoleón. Es de hacer notar que las muertes de los soldados todavía se representaban con grititos y tirándose al suelo, y que el realismo actual haría ver los letales efectos de un proyectil de obús británico de 6 pulgadas (152 mm) sobre los cuerpos indefensos de infantes o de soldados de caballería; pero tiene elementos como la metralla, su sonido, la presencia de la artillería y la amplitud de la cámara para captar los movimientos de tropa (infantería y caballería, antes y durante la batalla) que son magistrales: la carga de caballería de los Scots Greys (cita del óleo "Scotland for Ever" [1881] de Lady Elizabeth Butler), la carga de los escuadrones de caballería al mando de Ney. La propia secuencialidad de la batalla da el material narrativo de la acción bélica representada, aunque con imprecisiones pero, como alguien ya apuntó, no pretende tener rigor historiográfico. La cantidad de extras provenientes del ejército soviético (todos se veían a gusto en sus decimonónicos uniformes: son militares que se invistieron de la dignidad representacional que exigía la película) le dan al filme una dimensión mimética profunda.

La narrativa de la película representa ese tipo de cosas que salen de la comprensión del historiador que se pregunta por el por qué de determinadas circunstancias: la indecisión de Grouchy al negarse ir a donde sonaban los cañones y que resiente el espectador con desesperación, no hace sino repetir la incongruencia de la vida, porque efectivamente Grouchy hubiera podido cambiar el resultado de la batalla si se hubiera decidido a acudir, pero no lo hizo.

La historia total es sencilla: es Napoleón en los Cien Días y su culminación en la batalla que daría fin a su carrera política, pero esos hechos no daría fin a su trascendencia, tanto es así que hoy escribimos sobre una película que representa al hecho. Por lo tanto, el personaje principal, aunque se le trate de oponer la figura de Wellington, es Napoleón. Es por eso que Rod Steiger entendió lo que debía hacer con el papel. La escena ya comentada de la despedida de sus viejos granaderos de la Guardia Imperial la realiza el actor con soberbia genialidad. Humanizó en mucho a su personaje, así lo exigía el guión. Las menciones que hace sobre su amado y ausente hijo, las hace el actor con el dolor de un padre que aunque sea la reencarnación de Ares, es un papá frágil. ¿Se le podrá recriminar a Steiger su "sobreactuación"? ¡Está encarnando a Napoleón, no a un oficinista! No podía ser de otra forma.

Aún con esas cosas como artesanales de hacer cine, tales como la burda edición, la película es estupenda para todo amante del cine bélico e histórico. La actuaciones de Rod Steiger y Christopher Plummer, así como las de Orson Wells (excelso rey gordo Luis XVIII, no podía haber uno mejor) y Jack Hawkins como el Mariscal Ney son más que profesionales.

Y también es buena para poner como fondo de ambiente para los que aman jugar Risk.
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La ultima batalla de Napoleon
Obra de arte bélica, pasado de largo no se puede dejar de ver una película con grandes extras y rigurosidad histórica bastante fiable. Además de que se le agrega reflexiones muy interesantes, tal vez lo único extraño es el Napoleón que se enoja fácilmente parece más las actitudes de otra persona que Napoleón pero en fin los actores logran mostrar bastante bien quien es quien.
Totalmente recomendable, una obra maestra de las guerras Napoleónicas.
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5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Napoleón Vs. Wellington
Permitidme la broma: "My, my, at Waterloo Napoleon did surrender" y "Waterloo-I was defeated, you won the war". El homenaje a la canción de ABBA con la que ganó la Eurovisión en 1974 es obligado, teniendo en cuenta que si uno teclea "Waterloo" en google la primera entrada no es sobre la batalla, sino sobre el tema del grupo sueco. Dicho esto, académica cinta histórica italo-soviética y con un reparto internacional de altura que reúne a Rod Steiger en el rol de Napoleón, Christopher Plummer haciendo del Duque de Wellington, más a Orson Welles y Jack Hawkins, en sendos pequeños papeles.

Si por algo llama la atención "Waterloo" es por el tono documental, su rigurosidad historicista, pero sobre todo, por la monumentalidad con la que se retrata la trascendental batalla que da nombre a la obra, entre franceses, ingleses y ¿prusianos? ocurrida en 1815. Miles de extras del ejército soviético participaron en dichas secuencias rodadas obviamente a la vieja escuela, es decir, sin ordenadores. Tal vez este esfuerzo volcado en una sola batalla hace que el largometraje suprima otros aspectos de interés, como puede ser la carrera de Napoleón, la Europa de la Restauración o el debate político.
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5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
¡Tremenda balacera!
Waterloo es un peliculón. Se agradece, a estas alturas de industria, que una superproducción como esta (¿cuánto carajo costó esta película, cuánto tiempo les llevó, cuántos extras participaron...?) no trate de recuperar la inversión con un guion de épica cutre y efectista (como los guiones de las superproducciones de ahora, vaya). Muy al contrario, en Waterloo hay momentos anodinos y hasta de pachorra ceremonial. Incluso en la batalla, cuando se supone que todo ha de ser acción trepidante, sentimos que el pulso narrativo no se vuelve majara. La vida, también la guerra, es más así que asá: aburrida.

Lo mejor:
- La recreación histórica y bélica es extraordinaria, impecable, ciencia-ficción casi.
- Es tan fiel a la realidad y cuenta los sucesos con tanta lealtad por la Historia, que uno se pregunta por qué otras películas necesitan inventarse milongas.
- No trata de emocionarte con artefactos raros.
- El actor que hace de Napoleón, Rod Steiger, se sale del mapa. ¡Qué barbaridad, hijo mío!
- Transmite muy bien un tipo de subjetividad que debe de ser parecido a lo que sienten los protagonistas en situaciones así: no conocen bien los detalles del contexto ni los hechos (¿dónde están los prusianos?, ¿llegarán?), la incertidumbre (no el valor, el coraje y estas mamarrachadas del cine) es la sensación principal, etc.
- Algunos planos aéreos son inolvidables. La imagen de los cuadrados que formaba la infantería inglesa para defenderse de la caballería gabacha es poesía histórica.

Lo peor:
- Algunos movimientos de cámara son un poco exagerados. Ese zoom sobre las manos o los ojos de Napoleón... no sé, es muy cutre.
- En algunos momentos el guion parece hecho para meter con calzador la ristra de frases célebres (la mayoría, verdaderas) que dejaron los personajes. Más que diálogo, vamos de frase célebre en frase célebre.
- Wellington es demasiado payaso. Aquí se han pasado con la caricatura.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Imperial.
Mayo de 1814, Napoleón (Steiger) recibe en Fontainebleau la noticia de que las tropas prusianas están a las puertas de París y solo le ofrecen la posibilidad de un exilio en la isla de Elba.
Emotiva despedida de su Guardia en el patio de armas y emotivo reencuentro con sus soldados unos meses después cuando regresa del destierro en olor de multitudes.
Por encima de polémicas, Napoleón disfrutó siempre de la admiración y el cariño de sus tropas que marchan de inmediato a Bélgica al encuentro de los ejércitos inglés y prusiano al mando respectivamente de Wellington (Plummer) y de Blücher (Zakariadze).
Lo demás es la batalla. ¡Y qué batalla!
Y una excelsa lección de historia desarrollada con ritmo in crescendo a través de un buen guion.
La realización se centra sobre todo en el Emperador. Se cuidan sus gestos hasta los más mínimos detalles. Gran interpretación de Steiger al que alguno tacha de sobreactuado, sin tener en cuenta que la verdadera sobreactuación es la del propio Napoleón en el contexto histórico que vivió, "Yo soy Francia y Francia es yo".
Menos interés ofrece su colega inglés, envarado, inteligente, apreciado por su adversario, "Ese inglés tiene dos cualidades que yo admiro, cautela y sobre todo valor".
El resto de personajes quedan ya muy en segundo plano.
Sobresaliente ambientación. Vestuario, armamento, decoración, exteriores, caballerías ... Todo perfecto.
Sobresaliente sobre todo el movimiento de las tropas durante la batalla. Con miles de extras a caballo, a pie, con cañones y banderas moviéndose con precisión relojera por el dilatado campo de Marte.
Sobresalientes las escenas de la batalla con sus duelos artilleros, cargas de caballería y de infantería con la bayoneta calada, enfrentamientos cuerpo a cuerpo, cambios tácticos sobre la marcha en función del desarrollo del combate.
La escena final muestra un panorama que parece "El triunfo de la muerte" en la paleta de El Bosco. Como reconoce Napoleón, "Un campo de gloria nunca es una bonita vista", o el propio Wellington, "Lo más parecido a una batalla perdida es una batalla ganada".
Extraordinaria recreación de una de las grandes batallas de todos los tiempos. Imperial.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Y así, niños, es como se hacían antes las buenas películas bélicas
Superproducción sobre las guerras napoleónicas, filmada en 1970 con un despliegue humano real: miles de extras del ejército soviético ayudan a convertir las escenas del campo de batalla en un auténtico documental sobre la contienda. Lo que ahora se haría digitalmente, se desplegó realmente sobre el terreno, caballos incluidos.

Lo mejor:
- La ambientación histórica y el vestuario (premiado en los BAFTA)
- Las escenas de batalla, de las mejores del cine. Premio a la dirección artística.
- Christopher Plummer: imponente en el papel de un parsimonioso Wellington en pleno apogeo.
- Rod Steiger como Napoleón, por momentos sublime.

Lo peor:
- Muy larga, trama un poco difícil de seguir si no conoces a fondo el acontecimiento histórico.
- Rod Steiger como Napoleón, por momentos excesivamente histriónico.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
WATERLOO 1815
Excelente recreación de la Batalla que acabó con el Monstruo Napoleón Bonaparte. Producida por De Laurentiis, resulta una fiel adaptación, rigurosa y de alto valor histórico.
Resulta increíble cómo lograron manejar semejantes masas de infantería y caballería logrando un efecto tan real. En cuanto a los equipajes de los soldados, resultan ciertamente fidedignos, excepto en la excesiva pulcritud y uniformidad de la infantería de línea francesa.
Rod Steiger interpreta al perfecto Napoleón, verle a él es viajar en el tiempo a los últimos años del tirano Emperador. Tal vez peca en su histrionismo actoral en algún momento, pero su interpretación es altamente convincente.
En cuanto a Plummer y su interpretación del Gran Duque de Wellington, es significar la perfección absoluta.
Los secundarios componen el cuadro perfecto, aderezado con frases lapidarias y momentos heroicos que aumentan la épica de la película.
La música engrandece el ambiente bélico y existencial del momento, pues no olvidemos que el destino de Europa se jugó en la lúgubre llanura de Waterloo.
El clímax creciente desde la huída de Bonaparte de la isla de Elba, los cien días y la lluviosa jornada anterior al día de la batalla están recreados con una fuerza y una plasticidad magníficas.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
El final de Napo
Ahora que se vuelve a poner de moda la figura de Napoleón, he aprovechado para ver Waterloo, la película que narra la derrota definitiva del autoproclamado emperador de Francia.

No la había visto anteriormente y aunque su productor, Dino de Laurentiis, se gastó un dineral en producirla, la película fue un fracaso. El público le dio la espalda al estrenarse en una época en la que este tipo de cine de batallas épicas de la historia no estaba de moda.

La cinta recrea con todo lujo de detalles la famosa batalla que cambió el curso de Europa con la victoria angloprusiana comandada por Arthur Wellesley, también conocido como el duque de Wellington.

Espectaculares movimientos de tropas con miles de extras, cargas a caballo, cañonazos, disparos y explosiones por doquier, arengas patrióticas y mucho humo y sin embargo, a pesar de todo ese esfuerzo, el resultado no deja de ser discreto, al centrarse el guion en el desarrollo de la batalla y no en el de los personajes.

No obstante, Rod Steiger encarna convincentemente a Napoleón, mientras que Christopher Plummer hace lo propio con Wellington.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
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“Después de una batalla perdida, lo más triste es una batalla ganada”
Por su sagacidad como estratega militar y su conocimiento de la legislación política, Napoléon Bonaparte ha sido comparado por algunos historiadores con, Carlo Magno y Giulio Cesare… pero lo lamentable es que, en los grandes triunfos de la guerra todo el mérito se lo lleva el líder, y muy pocos hablan del valor y el arrojo de sus ejércitos, ni de la osadía y el potente liderazgo de los mandos medios quienes son los que, en el frente, ponen la cara frente a sus adversarios.

Nacido en Ajaccio, en la isla Córcega, Italia, Napoleone Buonaparte (así su nombre de pila) terminó sus estudios en la escuela militar de París… y cuando ya había alcanzado el grado de capitán, se puso del lado del gobierno jacobino y tras desempeñar un rol decisivo en la reconquista de Toulon, fue nombrado General de Brigada. Tras la caída de Robespierre (1794, durante la Revolución Francesa), fue encargado de reprimir a los Realistas que pretendían restaurar la monarquía.

Tras una serie de triunfos como general del ejército italiano, se convirtió en el amo absoluto de la Italia septentrional y central. El 18 de mayo de 1804, el senado proclamó a Napoleón, Emperador de los franceses, título que aceptó sin reparo alguno, habiéndosele olvidado que, algunos años atrás, él mismo luchó contra la monarquía. El papa, Pío VII, bendijo la corona imperial y Francia pasó de nuevo de ser República a convertirse en Imperio. Napoleón era ya el César del siglo XIX.

Como legislador, promulgó el Código Civil (o Código Napoleónico) que protegía y desarrollaba la sociedad burguesa: Se garantizaba la libertad individual, la igualdad jurídica, la condición laica del Estado y la libre empresa. Pero a la clase trabajadora se le prohibió formar coaliciones (sindicatos); y, en detrimento, se restableció en las colonias la esclavitud que había sido abolida por los jacobinos. El 2 de diciembre de 1808, Napoleón y su ejército entraron en Madrid, la cual fue defendida por 8 mil soldados y gran parte de su pueblo… pero dos días después capituló. De inmediato, el emperador repuso a su hermano, José, en el trono; suprimió la Inquisición, los derechos feudales y cerró los conventos. En 1812, Napoleón inicia la llamada Campaña de Rusia. Estaba convencido de que, con 600 mil hombres aniquilaría a los rusos… pero, la estrategia de tierra arrasada y el fuerte invierno, lo obligarían a retirarse con las manos vacías y su ejército bastante diezmado.

Lo que sigue, es ese largo ocaso que se recrea en, <<WATERLOO>>, película dirigida por, Sergei Bondarchuk, y producida por Dino De Laurentiis, con uno de los más altos presupuestos de la época y con un renombrado reparto que incluye a, Rod Steiger, Christopher Plummer, Jack Hawkins, Dan O’Herlihy y, Orson Welles, como el rey Louis XVIII de Francia.

En el guion de, H.A.L. Craig (en colaboración con S. Bondarchuk y Vittorio Bonicelli), la primera parte está muy bien desarrollada, profundizando en los altibajos emocionales de Bonaparte debido a los reveses y logros que venían sucediendo; y mostrando, de otro lado, la optimista visión de futuro que, por entonces, tenía el primer ministro inglés, Arthur Wellesley, Duque de Wellington.

Después, viene la histórica Batalla del 18 de junio de 1815, y el director ruso se dará el lujo de contar con 20 mil soldados del ejército rojo para representar a la fuerza inglesa; una brigada de caballería soviética, que se repartiría entre los dos bandos; y un gran equipo de expertos en explosivos, ingeniería y otras marañas, con quienes rodaría en territorio ucraniano durante seis semanas. Se valora, en esta parte, que es la masa la principal protagonista y se exalta su disciplina y su compromiso en la lucha… pero, en detrimento, la secuencia resulta excesivamente larga; rara vez se personaliza la acción y el ir de venir de enormes tropas consumen gran parte del metraje, teniendo escasos momentos de eficacia narrativa, aunque es de resaltar la escena cuando los franceses son acorralados. Con todo, ésta es una película digna de verse.

Título para Latinoamérica: LA BATALLA DE WATERLOO
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