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22 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
2
Tema interesante, película fallida.
Precedida por el éxito en la Berlinale, donde ha alcanzado el Premio de la Crítica (haciendo buena esa fama de que cuanto más aburrido seas, más fascinación despertarás en los críticos) nos llega esta película sobre el conflicto árabe-israelí filmada por una activista y documentalista canadiense. Tema interesante, actual, duro, y que cinematográficamente da juego, pero que en manos de Barbeau-Lavalette se queda en un batiburrillo a medio camino entre el docudrama (que es lo suyo) y el drama psicológico de una médica atrapada entre dos mundos opuestos, enemistados y desiguales debido a la aplastante superioridad militar de uno de ellos. Con una visión occidental al fin y al cabo, y políticamente correctita, nos quedamos con un montón de estampas, algunas de ellas muy repetitivas, sin entrar a analizar un montón de historias y personajes que seguramente habrían interesado más que las idas y venidas de la médica.

A pesar de lo impactante de las imágenes del basurero en que sobreviven los palestinos al pie de ese infranqueable muro de la vergüenza israelí, o del abusivo control militar israelí sobre la vida cotidiana de la gente, la película es soporífera y presenta varios problemas. El principal es un guion malísimo, casi de boceto, donde se presentan escenas, se apuntan historias y se detallan costumbres, pero no se desarrolla ni traba historia alguna salvo al final, donde el drama de la chica palestina enfrentada a la pérdida de su hijo y su relación de amor-odio con la doctora despierta por fin el interés no por el tema de referencia de la película, sino por la película en sí. Las relaciones entre los personajes se quedan esbozadas, sin desarrollar sus posibilidades, y no vale la excusa de la sugerencia: la atracción entre la médica y la soldado israelí con la que convive, por ejemplo, pedía mucha más sustancia.

El segundo problema es la desacertada elección de Evelyne Brochu para llevar, en primerísimo primer plano, todo el peso de la película. Es una actriz con presencia, muy guapa, pero expresiva cual bloque de hormigón, aunque a veces abra los ojos un poco para demostrar sorpresa. No sucede así con el resto de actores: Sivan Levy está muy interesante como la soldado israelí obligada a compaginar su deber y sus sentimientos, y Sabrina Ouazani borda el papel de la palestina mártir a pesar de las deficiencias del guion.

El tercer gran problema es esa irritante, mareante y falsamente realista moda de utilizar el primerísimo primer plano y la steady cam para todo, aunque el personaje se ate las zapatillas y le estemos viendo la nuca mientras la cámara sufre de tembleque. Podría funcionar si los directores aprendieran un poco de Dreyer o Eisenstein, pero tener el rostro glacial de Brochu en ppp cada dos por tres sin venir a cuento no es la mejor manera de interesar ni emocionar al espectador. No ocurre así, sin embargo, en el plano simbólico de cierre, sin duda lo mejor de la película.

La historia atrae por el tema, pero no basta. Hay que saber contarla.
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13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
¿Es posible la neutralidad?
Comienza con un atentado palestino en Israel.
Luego nos muestran la vida terrible de los palestinos; la pobreza en la que viven, cómo les han echado de sus casas y las continuas incursiones (intromisiones) del ejército israelí en sus vidas.
La historia está contada a través de los ojos de una joven doctora canadiense. Vive en Jerusalén con una soldado israelí y trabaja atendiendo mujeres palestinas en Ramala. La seguimos en sus peripecias y vemos como traba amistad con una familia palestina. Se va implicando cada vez más, la película va avanzando y... sigo en el spoiler.
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11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Muy aburrida, mal planteada, peor resuelta: una amalgama indigesta
¿Cuál es el problema? ¿Qué se creó el Estado democrático de Israel hace casi setenta años o que los árabes invadieran Palestina hace bastantes cientos de años? Al desenfocar el problema surgen nuevos problemas y al trivializar situaciones complejas como si se tratara de un amasijo de tópicos o una carrera para ver cuánta aparente buen voluntad se puede malversar a base de tergiversador buen rollo y supuesta visión ecuánime. Todo ello se haría quizás más soportable, si el resultado final no fuera tan obstinadamente aburrido.

Una médico canadiense enmadrada vive en Israel pero trabaja en ‘PALESTINA’ (como anuncia la película, como si no fuera lo mismo), lo cual ya es la primera muestra de que estamos ante una cinta con mensaje IMPORTANTE y llena de prejuicios. Hay propaganda de divulgación terrorista que sale de las fotocopiadoras de las tiendas, como si la gente fuera olvidando eso como lo más normal, se cruza la línea entre ayuda al prójimo y asesinato al prójimo como si la línea divisoria fuera inexistente o inútil trazarla.

El punto de partida parece que nos quieren explicar (más bien: EXPLICAR) por qué uno se hace terrorista suicida, como si la vida fuera lineal y para cada efecto sólo hubiera una causa (que además suele coincidir con presupuestos ideológicos trasnochados, como que la pobreza o el vivir desplazados justifica cualquier atrocidad), en vez de indagar en las complejidades del alma humana. No hay respuestas fáciles a preguntas complejas, pero esta máxima brilla aquí por su total ausencia.

El desenfoque dura toda la película (fea, cutre, deslavazada, inconexa, tediosa, farfullera, etc.) ya que la obsesión por EXPLICAR todo – como si el espectador no fuera adulto y necesitara un traductor simultáneo para COMPRENDER lo que pasa – nos hurta la posibilidad de cambiar el punto de vista y preguntarnos hacia dónde queremos ir, o para qué sirve la violencia, qué mundo queremos crear uno mismo (no los demás, que cada cual aguante su vela) para sí mismo.

Hay tanto descontrol narrativo y toxicidad ideológica que produce cansancio por pura acumulación de tragedias sin sentido. El que se pretenda un buen fin no justifica un aburrimiento mayúsculo durante hora y cuarenta minutos. Muy prescindible, muy mala y muy dañina. Un engendro que nace muerto.
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26 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Buen ejemplo de cine comprometido
En una de las escenas más significativas de Inch'Allah Chloé sugiere a su amiga Rand que abandone su puesto de militar en Israel, a lo que ella responde “no se trata de algo que sencillamente se deje”. En aquel momento Chloé no puede comprenderla, pues ella tan solo es una joven ginecóloga recién iniciada no implicada en la causa. Pero el caso es que su alojamiento se encuentra en territorio israelita, siendo ella trabajadora voluntaria en un campo de refugiados palestino; de modo que para llegar a su trabajo debe cruzar diariamente el muro que separa ambos territorios. Y no se trata solamente de un asunto laboral, pues una de sus pacientes es al mismo tiempo una gran amiga suya, resultando del hecho que casi terminará por pasar más tiempo en territorio Palestino que en Israel. Como es de esperar, Chloé empezará a sentir empatía hacía la causa palestina y a identificarse con su actitud reivindicativa, pero pronto chocará con un duro aprendizaje: identificarse con un conflicto no implica poder resolverlo.

Por lo que respecta a la amiga de Chloé, Ava es una joven en estado que vive con su madre y sus dos hermanos, uno adulto y el otro niño. Su marido está en la cárcel; por lo demás se trata de una familia como cualquier otra... salvo por la intensa nube de terror que planea por encima de su cotidianidad: en cualquier momento, un repentino conflicto militar mal resuelto puede poner fin a su existencia. Este es, de hecho, uno de los grandes logros de Anaïs Barbeau-Lavalette: la directora canadiense nos proporciona una magnífica reproducción del ambiente de inseguridad que se vive actualmente en Palestina, una situación de desigualdad social y nerviosismo constante en donde hasta la persona más pacifista puede terminar por convertir su cuerpo en una arma explosiva, temeroso de que otros le saquen una utilidad peor. Y lo más grabe, como refleja la fantástica secuencia en que Chloé juega con los niños en un deteriorado vertedero (en realidad, el espacio que toca con el muro), es que no existe forma alguna de alejar a los niños del conflicto.

Chloé respira diariamente este ambiente de miedo e impotencia, esta angustiosa sensación de sentir que la vida de un pueblo se encuentra en manos ajenas. Su deseo de ayudar sin implicarse se ve obstaculizado por la triste realidad que la rodea, que parece convertir en cómplice a todo ser inactivo. Por eso es comprensible que en dicha situación uno acabe por creer que la única vía de escape sea el alzamiento armado. Y es el saber que en un contexto semejante cualquier persona actuaría de la misma forma lo que hace que la joven voluntaria caiga en una profunda crisis de identidad, pues de repente puede sentir cómo esta tendencia occidental de creerse capaz de solucionar todo conflicto ajeno es dinamitada en mil pedazos. En determinado momento Ava dice a Chloé tiernamente: “no eres superior a nosotros, no resolverás el conflicto”. En esto consiste precisamente la tesis de la película: en una lección de humildad para los occidentales que tiene como objetivo demostrar que, por desgracia, no todos los conflictos se solucionan fácilmente y mucho menos de manera diplomática.

La identificación con la causa, las acciones extremas que uno jura no hacer hasta encontrarse ante la situación y la pedantería occidental que pretende resolver los conflictos ajenos son los tres temas que trata Anaïs Barbeau-Lavalette con su interesantísima Inch'Allah. Y lo hace con toda humildad y siempre (por imposible que parezca) rehuyendo imponer su discurso. De hecho, su película se presenta ante nosotros como una fiel reproducción nada maniquea de una situación tan creíble como triste. Nos encontramos ante una bien empleada cámara en mano que captura lo justo para hacernos entender sin recrearse en la miseria pero también sin obviar la tragedia; una cámara que, por cierto, no necesita ayuda musical para expresarse. Como detalle interesante, es curioso cómo una película en la que jamás vemos un solo cadáver ni se nos muestra explícitamente ninguna situación violenta puede llegar a dibujar tan detalladamente la angustia de sus protagonistas. No me es nada difícil creer que en Palestina se viva un día a día muy parecido al que nos describe la prometedora cineasta Anaïs Barbeau-Lavalette.

http://cinemaspotting.net/2013/06/05/inchallah-anais-barbeau-lavalette/
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9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Decepcionante película, que transforma una situación dura en algo anodino y sin ritmo
Otra producción canadiense, que acude a un territorio complicado, en este caso Palestina. El resultado es inferior a Rebelle. La historia tiene algún momento de gran intensidad, pero el tono habitual de la película es la frialdad.

La actriz protagonista está bastante bien, en un papel difícil intentando ayudar a la gente dentro de esos asentamientos.Pero los problemas son el guión y el montaje de las escenas. que no permiten identificarnos con lo que nos están contando.
Casi todo lo que se nos plantea lo vemos e intuimos, pero salvo alguna escena, nunca vemos cosas intensas y siempre son reacciones a cosas que han sucedido.
Los últimos minutos todavía son más caóticos, llegando hasta un mal final con una situación que es difícil de explicar.
Una pena porque el escenario era ideal para hacer una buena película, pero no es el caso de esta propuesta tan anodina.
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6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
En tierra de nadie
La realizadora Anaïs Barbeau-Lavalette, curtida en el mundo del documental, presenta su segunda película de ficción, Inch' Allah (que vendría a significar “Si Dios quiere”, más o menos), que recibió el premio Fripesci y la mención especial del Jurado Ecuménico dentro de la sección Panorama de la Berlinale 2013, cosechando además buenas críticas de los medios canadienses.

Precisamente del documental Si j'avais un chapeau, que estuvo rodando en un campo de refugiados de Palestina, fue cuando nació esa mezcla de amor y odio hacia la ciudad y su situación. Estudio Política y Árabe, hizo amigos y vivió la falta de libertad de cerca. Eso fue el germen para la historia de Inch' Allah, que cuenta la historia de Chloe, una joven ginecóloga de Quebec que ejerce en Palestina, aunque vive en Israel. Se implica emocionalmente en el trabajo, sobre todo con una paciente, Rand, a la que tiene especial afecto. Su encuentro con la guerra y las personas que se encuentran en medio de ella la llevarán a remover su interior para transformarla interiormente.

Anaïs nos adentra en este conflicto lejano a nosotros, pero lo hace desde la perspectiva correcta, sin intentar juzgar un bando o el otro, sino del extranjero que se encuentra en medio de algo ajeno pero a fuerza de ver, sentir y observar como les afecta las personas cercanas y poco a poco a sí mismo, te acaba implicando como si fuera propio.

La cámara se pega de cerca a su protagonista, Evelyne Bronchu, siguiéndola en su descenso paulatino al tormento interno. Sabrina Oauzani, quien ya había destacado en De dioses y hombres y La fuente de las mujeres, es la que tiene el papel más llamativo, incluso que la propia Evelyne, haciendo el papel de una muchacha joven que está embarazada y tiene a su marido en la cárcel, y completando el trío de mujeres se haya Sivan Levy, que cumple verazmente su papel de soldado del control de fronteras.
Quitando los protagonistas, la mayoría de secundarios y niños que salen son personas reales del entorno, lo que otorga veracidad al relato, incluso los decorados están recreados minuciosamente a partir de escenarios reales.

Una película de las llamadas 'necesarias', que tiene su valor tanto a nivel técnico como de denuncia, si bien quizás se haga un tanto pesado el camino que recorre su protagonista, y la implicación con el espectador no esté tan lograda como se pretende, salvo en la recta final o en ciertas escenas que sacuden de la monotonía del relato.
Al final, con la metáfora del muro, se viene a decir que, si Dios quiere, algún día se romperán esas barreras que separan incomprensiblemente a las personas. Ojalá sea eso cierto, aunque no se ala película que más me haya concienciado sobre un conflicto bélico.
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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Lo mejor, el niño vestido de Superman
Chloe es una chica canadiense que trabaja como médico en un ambulatorio para mujeres en Cisjordania. Cada día contempla el conflicto bélico y ve como afecta a los ciudadanos palestinos. Se hace amiga de una paciente, Rand, que está embarazada, y de su hermano que es un militante de la resistencia. También es muy amiga de su vecina de piso, Ava, una soldado israelí que cada día trabaja en el puesto de control de la frontera. La película narra la manera en que se mezcla la vida personal con la profesional dentro de un ambiente como el que se vive en esa región, con el conflicto entre israelíes y palestinos, y como van cambiando sus creencias y sus valores a medida que se va metiendo más y más a fondo en él.

No estoy muy puesto en el tema y parece obvio que los palestinos tienen razón (al menos en cuanto al origen del problema) puesto que su tierra le fué entregada a los judíos por terceros y ellos pagan el pato del holocausto nazi. Pero supongo que las cosas no son tan simples, y tengo claro que en cualquier conflicto violento entre dos partes nunca hay inocentes absolutos. Puede que haya uno más culpable que otro, pero nunca hay uno que tenga toda la razón. Por mucho que todos tengamos tendencia a ponernos de parte del débil.

Pero bueno, estamos aquí para hablar de cine. Así que vamos al tema. La película está bien, no tengo mucho que objetar en cuanto a la obra como tal. Es honesta y está llena de buenas intenciones. Pero conmigo falla. O fallo yo con ella, que eso nunca se sabe. Tal vez mi receptividad artística no estaba en el mejor momento posible. Así que tal vez sea culpa mía que no me haya gustado como debería. Eso nunca se sabe. El caso es que no me llegó, la película no me hizo sentir cosas, y eso es muy mala señal.

Para empezar, es tendenciosa. Los palestinos, pobrecillos, no tienen nada, viven rodeados de basura y siempre temiendo que les caiga una bomba o que lleguen unos soldados israelíes y les peguen dos tiros o atropellen a un niño. Es decir, la directora se posiciona desde el principio por uno de los dos bandos. Esto no me gusta, porque me priva de la capacidad de elegir. Ella ya me dice quienes son los buenos y quienes son los malos.

Para continuar, la película es anodina, plana, cuenta con muy pocos momentos de intensidad narrativa, no llegas a identificarte nunca con lo que te están contando y tampoco tiene ese punto de documental que hace que, aunque no te llegue empáticamente la historia, al menos te interese desde un punto de vista de mero espectador. Pues no. Las cosas van pasando y tú lo ves como quien se asoma a la ventana y ve pasar gente, unos andando, otros en bicicleta, igual, la misma emoción.

Ni se entra a fondo en el problema árabes-judíos (se da por hecho que todo el mundo lo sabe, pero no se explica nada), ni se construye una historia interesante a través de la protagonista, que es una mujer occidental que se encuentra en el eje del conflicto y que (teóricamente) se va asombrando y empapando de lo que ocurre allí en realidad. Todo queda muy tenue y sin ninguna chicha.

Y hablando de la protagonista, tampoco me convenció en absoluto. Es guapilla, pero completamente inexpresiva. Todo lo más que llega a hacer es abrir mucho los ojos cuando algo la sorprende, como máxima heroicidad interpretativa. No convence en absoluto. No te la crees. Yo, al menos, no me la creí. Y tampoco ayuda la machacona colección de primerísimos planos con la que nos obsequia la directora. Primerísimos planos continuamente. Hay veces que tienes la sensación de que vas a ver las bacterias de la piel de los actores. No me gustan los primerísimos planos, prácticamente nunca. Los primeros planos, solo con algunos directores (Bergman o Dreyer, por ejemplo) que saben cuando y cómo hacerlos. Pero estos primerísimos planos sin venir a cuento y con tanta insistencia son agobiantes.

Como agobiante es el uso de la steady cam para casi todo. Se supone que esto lo hacen para darle un toque de realismo, pero lo único que consiguen es marearte con tanta cámara al hombro, tanto plano subjetivo y tanto tembleque. Especialmente, cuando todo esto se hace para que al final no pase nada. Supongo que se trataba simplemente de eso, de decir “vamos a rodar esto con steady cam para que parezca un video aficionado y tenga más realismo”. Pamplinas.

En cuanto a la historia, lo que dije, es vana y no tiene pies ni cabeza. No se sabe qué hace allí la protagonista, ni qué relación tiene con su vecina israelí, ni porqué está tan dispuesta a liarse con el primero que la mira, ni tienen ninguna chispa sus conversaciones con su madre a través del ordenador, ni la hay con el doctor con quien trabaja, ni nada de nada.

Y luego está el final. Lo que pasa al final pretende ser desconcertante, y lo consigue. Pero no del modo que se busca. No desconcierta porque te revuelve por dentro y te hace vibrar, desconcierta porque no lo entiendes. ¿A qué viene esto? ¿La protagonista hace esto porque discute con su amiga palestina? Es bastante absurdo, a mi modo de verlo. Y totalmente injustificable, porque entiendo que la directora quiere justificarlo con todo lo que ha pasado antes, pero me parece que hay cosas que no tienen ninguna justificación y no hay nada que las pueda validar moralmente.

Voy a decir algo bueno, para que no todo sea malo. Me gustó Sabrina Ouazani en el papel de Rand, la mejor interpretación de la película con diferencia. Ya me gustó en “La fuente de las mujeres”, y aquí confirma mi buena impresión. La otra cosa que me gustó de la película fue la secuencia final, con el niño vestido de Superman entre la basura, el muro, mirando por el agujero. Me pareció la única parte simbólica y hasta poética de la película. Un buen final para una obra flojita.

http://keizzine.wordpress.com/
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Buen drama pero tendencioso
Se trata de una película canadiense con una buena dirección de Anaïs Barbeau-Lavalette, buena fotografía de Philippe Lavalette e interpretaciones correctas, principalmente de sus protagonistas principales (Evelyne Brochu, Sabrina Ouazani y Sivan Levy). En ella se narra la historia de una médico canadiense que vive del lado hebreo y cada día pasa al lado palestino para ejercer su labor de ginecóloga. Entre sus amigos hay tanto personas palestinas como una muchacha israelí que vigila el paso fronterizo en su período de servicio militar obligatorio. Retrata, así, los dos mundos, el palestino y el judío.

La cámara nerviosa, inquieta, sigue a los personajes, a veces en primerísimos planos, como para que nos interioricemos de sus emociones y del tenso clima que los rodea. El film toca un tema muy complejo y por supuesto candente. Y el relato toma claramente partido por los más desfavorecidos, que son los palestinos evidentemente. La película recoge con claridad de cuasi documental cómo los palestinos viven una situación de extrema exclusión y absoluta indigencia, recluidos dentro de una franja amurallada donde no hay nada salvo los vertederos de basura para sobrevivir. A cambio, en la parte judía, en Tel Avid, hay una vida pujante, a la occidental, con automóviles, tiendas, cafeterías, discotecas, etc.

Sin embargo, a mí me parece que la trama es tendenciosa y maniquea. Y es que, para analizar este conflicto que ya parece eterno, no basta con tomar partido por uno u otro sino dejar sentada tres cosas a mi modo de ver. La primera, las raíces históricas que han hecho que los palestinos estén donde están. En segundo término, cuál ha sido la catadura moral y la escasa inteligencia de su dirigente histórico, el ya fallecido Yasir Arafat. Y en tercer lugar, que esta confrontación lo es no entre pueblos, sino entre una cultura islámica patriarcal y una cultura occidentalizada y democrática. Por lo tanto, el desenlace final parece más bien una provocación al mundo civilizado. En el Spoiler digo a qué me refiero. Y es que, como le dice la amiga hebrea a la Doctora: “Esta mierda es nuestra mierda y tú no tienes por qué meterte en ella”.

En fin, una película recomendable pero con cierta carga de antisemitismo gratuita.
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3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Bipolaridad.
Barbeau-Lavalette se sirve de una base argumental sencilla para conseguir su objetivo de mostrarnos lo mal que se vive en Palestina y el sufrimiento añadido que ello conlleva, si eres mujer.

Pero la canadiense tiene un grave problema de indecisión y acaba presentando un batido que, a nivel formal, mezcla la estética documental (que va desde la rudimentaria carrera con la cámara al hombro, hasta lo más estéticamente sobrecogedor -véanse los planos generales del basurero junto al muro) pretendiendo (y, a veces, consiguiendo) aumentar la carga dramática de una historia de crisis personal que fracasa argumentalmente, debido a las brechas abiertas por una pretendida intención de denuncia que, sin embargo, conlleva altas dosis de neutralidad.

Todo este batiburrillo da como resultado un pretencioso, extraño y (a veces) atractivo espectáculo bipolar que, en el fondo, no es otra cosa que puro compromiso cobarde, disfrazado de curiosodad exótica.

Y es que no se puede atender a todo, si pretendes que algo te salga bien.

En resumen: es visible. Pasas el rato, mientras te cuentan algo que ya sabes y algo más que ya te supones.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Inch'allah
Si Alláh quiere! Título que reza esta película canadiense sobre el conflicto árabe-israelí visto a través de los ojos indecisos y sonámbulos de una médica que intenta no tomar partido; documental real y cruel sobre una forma de supervivencia y unos rostros cosidos por el dolor, tortura y angustia continua de una horrible forma de vida. Impresionante en su captación de la situación, en la exposición del drama, en una excelente fotografía, en la sensibilidad de una protagonista que se divide entre dos mundos, en un buen guión, en exhibir las relaciones que inevitablemente surgen con el día a día, la imposibilidad de mantenerte al margen, de ser inmune al dolor humano venga de donde venga, la ineludible elección y la pésima intervención que de ella se deriva; todo ello de forma perfectamente rodada y mostrada, una buena película que, sin embargo, no tiene la chispa, el agarre ni la fuerza necesarias para redondear todo lo dicho, para completar una correcta elección; le falta una intensidad más severa, más implicación, pasión y entusiasmo, una potencia mayor dado el asunto que trata. Toda una pena que falle en ese aspecto pues, estamos ante un tema muy apasionante y una situación que podía dar mucho más de sí aunque..., se ha dejado llevar por el anonadamiento continuo que la propia protagonista muestra, de forma permanente, en su rostro. Buena película por lo exhibido, no tanto por cómo lo exhibe!!!
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
En la frontera
“Inch Allah” propone una nueva mirada hacia el eterno e irresoluble conflicto palestino – israelí tantas veces tratado por el cine. En este caso, se trata de una mirada limpia, poco maniquea y desprovista de prejuicios, muy diferente por tanto a lo que estamos acostumbrados a ver cuando nos enfrentamos a productos que abordan este mismo argumento. Al parecer, la directora parte de su propia experiencia personal de varios años viviendo en la zona y de sus amplios conocimientos en el tema (Anais Barbeau- Lavalette es una acreditada documentalista y ha colaborado entre otros con su compatriota Denis Villeneuve en un “making off” de su famosa película “Incendies”).

La protagonista del film, Chloe, evidente alter ego de la realizadora, es una joven cooperante de las Naciones Unidas que trabaja en el hospital de un campo de refugiados palestino ayudando a traer niños al mundo. Por su trabajo y la vida que lleva, está obligada a convivir tanto con árabes como judíos. Su mejor amiga es una militar israelí que trabaja en el control que da acceso a su lugar de trabajo, y al tiempo suele alojarse durante largas temporadas en casa de una de las familias que vive en el campo. Al principio, Chloe intenta mantenerse ajena al problema y llevarse bien tanto con unos como con otros, pero finalmente le es imposible.

La película traslada al espectador un mensaje profundamente pesimista y desesperanzador. La mirada de Chloe bien pudiera ser también la de la comunidad internacional ante el conflicto, y la imposibilidad de la protagonista por permanecer ajena y neutral al mismo sin ser juzgada subraya también la dificultad de esa comunidad internacional para conciliar las irreconciliables posturas de dos pueblos atávicamente enfrentados como son el palestino y el israelí.

A la película le cuesta arrancar –el primer tercio es algo falto de ritmo- pero recupera el pulso poco a poco hasta llegar in crescendo a un climax bastante interesante – que comienza un poco antes de la comentada escena del parto, en el instante en el que la familia palestina visita su antigua casa reducida en ese momento a un montón de escombros. A destacar la notable interpretación de la protagonista Evelyne Brochu, y el buen hacer de la directora introduciendo en un relato casi documental otros elementos de carácter más lírico y simbólico.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Estrellados contra un muro
¿Se puede ser neutral en el conflicto palestino-israelí? Desde Madrid, lugar desde el que escribo esta crítica, lejos de los atentados y de los bombardeos que sufren unos y otros puede parecer fácil, pero cuando estás allí hasta la persona más ecuánime del mundo acabaría tomando partido arrastrada por los acontecimientos. Ese es uno de los mensajes que se pueden extraer de Inch’Allah. Pese a ello, la película deja a las claras que la violencia engendra más violencia y lleva a un callejón sin salida.

La protagonista, una joven canadiense que cuida a mujeres embarazadas en un campo de refugiados palestino, vivirá una serie de sucesos que le harán replantearse sus convicciones. Como ginecóloga será testigo de la fina línea que separa la vida de la muerte en esa zona del mundo. Cuando la tragedia tiene lugar entre sus brazos, Chloé (Evelyne Brochu) será incapaz de mantenerse al margen y tomará partido cometiendo los mismos errores que alargan el conflicto ‘sine die’.

Inch’Allah está dirigida por Anaïs Barbeau-Lavalette, representante del cada vez más pujante cine canadiense, aunque sería más justo decir quebequés, que en los últimos tiempos nos ha traído obras como Incendiés, con la que mantiene puntos en común, y Profesor Lazhar. Tanto Denis Villeneuve como Philippe Falardeau, directores de las películas anteriormente mencionadas preparan su salto a Hollywood con las prometedoras Prisoners y The Good Lie.
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2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Entre dos mundos.
Interesante película que aborda el conflicto palestino-israelí desde la óptica de una persona ajena a él. Ajena en principio, porque lo que viene a decir su directora es que es imposible convivir en medio de los dos bandos sin acabar implicándose de una manera u otra en una guerra que hace de la realidad cotidiana una tensión permanente. Para ello cuenta con un guión bien elaborado y unas actuaciones convincentes (destacar en este apartado el trabajo de Evelyne Brochu, un inspirado catálogo de expresividad y matices) que acercan al espectador a la primera linea de fuego. Ponerle rostro al anonimato de las víctimas, dar cara y nombres a las noticias que nos hemos acostumbrado a ver en los informativos, humanizar en una palabra la eterna disputa entre árabes y judíos.

Anaïs Barbeau-Lavalette opta por una dirección comedida, sugiriendo más que mostrando, dejando que sean los rostros de sus personajes los que reflejen todo el drama. Nada que objetar a esta propuesta, aunque creo que por momentos perjudica el desarrollo de la historia. Quizás algo más de riesgo le hubiera sentado mejor a todo el conjunto, aunque es indudable que Barbeau-Lavalette sabe sacar partido a los elementos con los que cuenta. Conoce el terreno que pisa y eso se nota. Porque al final lo que diferencia esta película de otras similares es la autenticidad que respira en cada uno de sus fotogramas. Y en tiempos donde el cine tiende a transformarse en pura pirotecnia, películas como esta se agradecen, y mucho.

Lo mejor: su honestidad a la hora de abordar un tema delicado.

Lo peor: su exceso de contención.
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1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Una distancia insalvable
Para entender el conflicto árabe-israelí se necesitaría una buena dosis de paciencia y tiempo pero sobre todo de alguien capaz de arrojar luz a ambos lados. Sabiendo que lo último es muy difícil de encontrar, hay que agradecer una película como Inch’Allah. Es una buena aproximación a cómo sería nuestra visión de la situación si de repente nos viéramos allí. La película parte con buenas intenciones pero tristemente en su desarrollo acaba siendo insustancial ya que no consigue penetrar en cuanto a la profundidad y complejidad de la situación.

Anais Barbeau-Levalette, directora y guionista de Inch’Allah lleva a cabo un drama del conflicto desde el punto de vista de un extranjero. A través de su protagonista, una excelente Evelyne Brochu, que es una pediatra residente en Israel pero que tiene que cruzar todos los días al otro lado para ir a trabajar. A media que su estancia transcurre en la zona se le irá mostrando ambos mundos, con sus odios y rencores tejidos durante décadas, tan incomprensibles como devastadores.

Del lado árabe, donde desempeña su cometido como médico en una pequeña clínica, se retrata de forma excelente la miseria que la rodea. Allí conoce a una familia palestina con su situación de pobreza y marginalidad, cuyo única forma de subsistencia es rebuscar en la basura, o cuya máxima evasión es ver un concurso en la tele. A partir del trabajo en la clínica se irá adentrando en el mundo de la familia y su desesperación que poco a poco le hará mover su posición ante ambas partes.

Es ahí donde la visión de la comunidad israelí supone una tara para una supuesta neutralidad que hubiera hecho ganar mucho valor a su conjunto. No es más que una aproximación a un par de detalles de su sociedad, con una vecina, que cumple con el servicio militar obligatorio en un puesto fronterizo. Una Siva Levy que apenas tiene importancia y que su interacción con el desarrollo es nimio.
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7
El eterno problema Israelí-Palestino visto con los ojos de una doctora Canadiense.
Película triste, lenta y desesperanzadora. Nos muestra una doctora trabajando con las parturientas palestinas. Cada día se producen muertes y cada día nacen más palestinos. Disfrutamos de la vista del famoso muro. Unos muros caen y otros se alzan. Vergonzoso. En el lado Palestino se ven basureros llenos de niños y adultos desharrapados rebuscando en la inmundicia. En el lado Israelí, se ven campos cultivados en hileras rectas verdes. Soldados armados por todas partes. Solamente las palomas circulan libremente. Ya me estraña que aún no las utilicen para la perpetua masacre.
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7
OJALÁ
La violencia solo engendra violencia. Anatema inamovible por mucho que la razón nos indique otros caminos, el corazón clama venganza espoleado por el dolor y la miseria. Siempre existen dos bandos: el fuerte y el débil, el ganador y el perdedor. Bandos que podrían con seguridad intercambiar sus piezas con el mismo resultado.
El sufrimiento del pueblo Palestino es el que Barbeau-Lavalette, activista por la paz reconocida, nos acerca en este su segundo trabajo a través de la mirada equidistante de una occidental que pone su granito de arena como medico en un campo de refugiados y a la que le estalla la teoría, le astilla el corazón y como a cualquiera que haga estallar una bomba, le falla la razón.
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8
El egoismo humano
Es una película que te induce a pensar. Lo que más me ha impresionado es la pésima calidad de vida de los palestinos. Hay un mundo a un lado de la valla y otro muy distinto al otro lado. Otra cosa : la falta de esperanza de los niños. Esto es el caldo de cultivo de la violencia.
La interpretación es buena.Es también de destacar la crisis psicológica en que se ve envuelta la protagonista. Claro que es muy difícil permanecer entre dos aguas en estas situaciones.
La fotografía y el color me parecen también correctos.
Me hubiera gustado más que estuviera doblada.En resumen :una buena película que sabe transmitir su mensaje.
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8
El bucle del odio
Inch allah es un filme de factura canadiense que describe con crudeza el permanente bucle del odio al que está sometida la relación entre palestinos e israelíes. La historia, basada en un guión de la propia directora, Anaïs Barbeau-Lavalette, exhibe un marcado sello femenino al relatar desde la óptica de las mujeres la agobiante dinámica de retroalimentación del fanatismo que se vive en los territorios palestinos.

En un pequeño asentamiento en la franja de Cisjordania sobreviven confinados miles de árabes bajo un estricto y humillante régimen de embargo y vigilancia. Chloé es una joven canadiense que ejerce de tocóloga en un atestado centro de salud para mujeres auspiciado por las Naciones Unidas. Viaja a diario desde Tel-Aviv, pasando la frontera que marca el umbral entre la seguridad occidental y la miseria y desesperanza que sirven de caldo de cultivo del resentimiento entre el mundo árabe. La precariedad de medios y el contacto humano con los palestinos le hacen tomar conciencia del papel que juega Israel, al tiempo que agudiza algunas contradicciones que aflorarán en forma de recelo con su gran amiga judía.

No hay lugar para lo fronterizo, encarnado por la protagonista que interpreta Evelyne Brochu. Descubre el dolor ajeno y quiere ayudar, pero la libertad desde la que actúa puede llegar a herir sentimientos y generar desconfianza en quienes ya sólo quieren adhesiones inquebrantables. O estas conmigo o estas contra mí.

Esta película ayuda a comprender lo que Amos Oz (Jerusalem, 1939) escribió hace tiempo en “Contra el Fanatismo” (Siruela, 2003): que es más difícil matar a tu enemigo si has llegado a conocerlo. La fuerza empática de quien es capaz de ponerse en la piel del otro porque conoce su sufrimiento, ejerce de puente, de pegamento. Inch allah pone en valor a esas personas fronterizas, mestizas y compuestas, que, hacen buena esta otra afirmación de Oz: «Ya no hay que elegir entre estar a favor de Israel o de Palestina, hay que estar a favor de la paz».

Pocas historias describen mejor ese bucle incesante en el que el ojo por ojo termina por dejar ciegos a todos.
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8
Chloé
La mujer que quiere vivir una guerra que no le pertenece, el filme logra cautivar desde el principio, se vivencian los deseos profundos de luchar y ayudar a quienes no cuentan con herramientas que mejoren la calidad de vida de sus familias, se compara sagazmente la cultura europea y su ataraxia, y del otro lado la problemática entre dos países Israel-palestina. Desgarrador drama impresionante, doloroso y sensibilizador
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6
Es necesario saber
La mirada al conflicto judeo-palestino desde el exterior de los muros y alambradas, más allá de las convicciones religiosas, es una mirada social a la dificultad de salir adelante en una zona tan conflictiva como la franja de Gaza. Con un estilo personal propio, la directora canadiense Anaïs Barbeau-Lavalette recrea con exactitud (o casi) las penurias sociales de un lado oprimido y la lucha interna de una doctora voluntaria extranjera (una fría, pero eficiente Evelyne Brochu) con sus propios ideales que va evolucionando a la vez que va conociendo todo lo que se cuece en ambas fronteras: el bien, el mal, la justicia, la injusticia... Este es un drama social que es necesario para comprender lo que se cuece en un lugar tan conflictivo como Gaza e Israel y denuncia que todo lo que ocurre ya no tiene tanta importancia como antaño, pero aún así, siguen ocurriendo cosas: malas y buenas, a pesar de la situación.
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