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63 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
9
Kafka según Welles
Dirigida y coescrita por Orson Welles, es la 8ª de sus 11 películas. Se inspira libremente en la obra homónima inacabada de Kafka, publicada (1925) tras su muerte. Ganó el premio a la mejor película del French Syndicate Of Cinema Critics (FSCC). Los productores fueron Ilya y Michael Salkind, que hicieron al autor elegir entre 15 obras literarias.

La acción tiene lugar en los primeros años 60, en una localidad no especificada. Narra la historia, el sueño o la pesadilla, de un empleado tímido y gris, que una madrugada ve interrumpido su descanso por unos policías desconocidos que le informan que está sometido a proceso judicial, sin acusación explícita, sin delito y sin arresto preventido. Con decisión Joseph K (Anthony Perkins) asume la tarea de desentrañar el misterio, pero la fatiga y el desánimo lentamente hacen mella en su ánimo. La película conserva la esencia kafkiana de la lucha perdida entre el protagonista inocente y un ser superior que domina su destino. A ello Welles añade su habitual crítica del poder y de las instituciones que lo representan. El estilo narrativo es barroco, exhuberante, ampuloso, expresionista y manierista, que el autor adereza con tenebrismo, espacios claustrofóbicos y surrealistas (laberínticos y sin límites), diálogos con palabras inexistentes (pornógrafo, ovalar). Visualiza la insignificancia de K ante un poder caprichoso, caótico e impune: lo sitúa ante decorados enormes y en espacios inmensos. Crea una atmósfera de pesadilla, misterio, inseguridad y desesperanza. Son momentos memorables, la visión de más de 600 empleados silenciosos en un espacio único, las dimensiones del ordenador central con información de todos los ciudadanos y de los hechos que les afectan, el despacho surrealista del abogado Hastler donde esconde a un magistrado y custodia bajo llave a un acusado, la escena de amor entre Leni y K (que no agradó al público, acostumbrado a los papeles dulzones de Romy Schneider) y la secuencia final.

La música repite reiterativamente el adagio de Albinoni. La fotografía hace uso de múltiples recursos: primeros y primerísimos planos (el ojo que mira por una rendija), picados y contrapicados, planos-secuencia (la visita de la policía a K), imágenes de gran angular y la sucesión frenética de las escenas finales. Hace gala de su virtuosismo visual y no oculta la admiración por Lang. El guión hilvana una sucesión de escenas separadas y poco conexas, que incrementan el clima de pesadilla, incertidumbre, desconcierto y tragedia. Es emotivo el alegato de K ante el Tribunal. La interpretación de Perkins es excelente y soberbia la de Welles. Son impecables y gratas las intervenciones de una espléndida Romy Schneider (Leni), Elsa Martinelli (Hilda) y Akim Tamiroff (Block). La dirección construye una obra sólida y conmovedora, que resume un año de vida profundamente trágica.

Película inpresionante, de gran fuerza, de narración visual magnífica, de interpretación excelente y de toque magistral.
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126 de 142 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Una puerta cerrada para cada uno de nosotros.
La obra de Orson Welles fue una lucha por la financiación y la libertad creativa (poco presupuesto, cortes en sus películas, papeles para financiar proyectos, periplo en España, rodando películas de forma y contenido más convencional...). En esta película tuvo libertad sin medios, pero su talento para superar estrecheces es de sobra conocido. Así, el montaje y los decorados dan tal dimensión a la escasez económica, que no sé si más presupuesto hubiese sido realmente positivo. El montaje es vanguardista a día de hoy y los decorados expresionistas y surrealistas enmascaran la falta de recursos (desgraciadamente esto también fue muy frecuente en su carrera, sangrante es recordar Macbeth y la estratégica colocación de figurantes y estandartes para llenar un enorme espacio vacío). Así, entre acumulación de archivadores, libros y papeles como la paja en un granero, tenues rayos de luz, sombras, techos bajos, puertas altas, Fritz Lang como se ha dicho, primeros planos y secuencias claustrofóbicas en las que ves las habitaciones de pared a pared, del techo al suelo, almacenes que parecen laberintos... Welles afrontó la adaptación de una de las novelas fundamentales del siglo XX.

Welles aprovechó esta obra cumbre de la desesperación y confusión existencial para demostrar su talento reflejando la desolada atmósfera del libro y para llevar a su terreno la trama añadiendo detalles que conectan directamente con la época en que se rodó la película. El final (mencionado por Miquel en el spoiler), la fila de demacrados ancianos con números en el pecho etc, son ideas que conectan la peripecia de Joseph K. con los acontecimientos que poco antes habían convulsionado el mundo y que tanto tenían que ver con la obra de Kafka. Acontecimientos relacionados con la desesperación de grandes novelas de mitad del siglo XX (el cielo protector, el extranjero...) pero que Kafka adelantó (los totalitarismos, la II GM etc; todo ello, como ya se ha dicho, lo pinta Kafka antes de que estallara de forma definitiva, y Welles no se resiste a incluirlo en detalles más o menos explícitos y conectar de alguna forma ese atolladero moral, emocional, existencial con dichos acontecimientos. Creo que es la mejor forma de afrontar una adaptación de estas características).

La novela va más allá de una crítica al sistema judicial, al poder en general o al concepto de justicia; es el sinsentido existencial en estado puro, el hombre actual y su pérdida de identidad, su dominación por un gigantesco y absurdo entramado que le supera, constriñe y vigila, su nihilismo... La novela, por tanto, es emoción pura y dura (¡qué impreciso queda eso!) con la que el lector conecta más allá de lo racional, más allá de un simple relato pormenorizado y crítico con determinados estamentos; y el trabajo de Welles tratando de reflejar la angustia y asfixia visualmente (e, insisto, sin dinero) me parece el mejor logro de la película, consiguiendo que esa atmósfera opresiva llegue plenamente al espectador.
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95 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
EL IMPERIO DE LOS SENTIDOS.
Hace mucho que no escribo nada por aquí. Me sentí disgustada por varios mensajes desagradables que recibí, cuestionando mis puntajes (como si fuese tan importante mi opinión) y algunos más hirientes burlándose de otras cosas personales. Esos mensajes fueron respondidos como corresponde, porque si hay algo de lo que me siento orgullosa es de mis raíces y de mi país. Pues bien, seguí leyéndo a mis usuarios favoritos y no perdí contacto con la página. De verdad me gusta y le he tomado cariño a algunos usuarios, en especial a mi querido amigo Luisito que es un generoso colaborador con sus críticas excelentes. Espero que sepan disculpar si me extendí demasiado en el prólogo pero mi crítica en sí, no es muy extensa.
El proceso es una película imprescindible. Volví a verla y cambié de opinión. Es mucho mejor de lo que recordaba. Nunca la almósfera de desesperación, de angustia y de locura insana se plasmó mejor que en este film.
Orson...el genio. El maestro. Alguna vez seremos justos con la inmensa huella que dejó en el cine este monstruo sagrado? Esta es una de sus obras maestras en las cuáles la demencia kafkiana está mejor dibujada. Y no sé si no es la mejor.
Estupendo Perkins en la piel de su burócrata alucinado. Soñada Romy en una intervención pequeña pero preciosa dando un poco de alivio con su presencia a tanto desquicio mental.
Debemos hacer un regreso a las fuentes y mirar al pasado de los maestros. En el cine ya todo está inventado y descubierto, poco es lo que nos puede sorprender.
Con El proceso sentí que la maravilla del cine estaba intacta. Amigos, semejante obra maestra no la debe dejar pasar .
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42 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
No olvidar que hablamos de la primera K de Checoslovaquia.
Primer lugar aclarar que estamos ante la buena intención de llevar al cine una obra de Kafka. Tarea que por definición parece un imposible.
Se puede llevar una obra de Kafka al cine? Creo que este film no responde la pregunta.
Las asfixiantes atmósferas kafkianas son casi imposibles de reproducir, creo que son experiencias personales, intransferibles, internas.
No es el punto saber de que se le acusa. Un Kafka que pintó el autoritarismo antes de que existiera como política de una nación, nos muestra que un día alguien es culpado de algo, nunca se sabe muy bien de qué pero lo cierto es que no importa lo que haga y cuanto haga (en este caso Joseph K)el personaje en cuestión. Dentro de lo posible la película trata de representar esa atmósfera que sólo un autor en el mundo logró hasta hoy.
Lo más rescatable quizás sea que haya estimulado a más de uno a tomar contacto con la literatura de este empleado administrativo (Franz Kafka) que un dia dió la orden de quemar todas sus obras a su mejor amigo y por suerte (perdón por no respetar el deseo póstumo) ese amigo no cumplió con el deseo y nos dejó llegar esta maravilla de la literatura que se llamó Franz Kafka. Si sueno a fan del escritor...se acerca. Soy una admiradora, y enamorada de su obra. Ver el film. se lo merece.
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41 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Brillante locura.
No sabía muy bien qué quería decir la gente cuando decía "es muy kafkiano", por ejemplo; bien, ahora lo sé. Digamos que por extensión significa "algo muy raro", que es lo que entiende todo el mundo. Pero no es solamente rareza, es algo más, es paranoia, es locura, es absurdez.
Puede que en 1.962 "ésta película fuese la cumbre del arte cinematográfico", como dijo nada menos que Charles Chaplin. Lo que es seguro es que se trata de puro cine moderno; Orson Welles triunfa en ésta titánica y avasalladora empresa, arriesgada a más no poder, y adapta una obra cumbre de la literatura mundial como nadie más podría hacerlo. La inteligencia, el talento y el sentido del arte brillan aquí como el sol sobre el cromo (con permiso de Roger Ebert).
Un dato importante es decir que no me he leído el libro, de Kafka sólo La Metamorfosis, pero aún así creo que no pudo quedar mejor esta película.
Visualmente impactante, ésta obra maestra mete el dedo en la llaga y hurga en los subsuelos podridos de la justicia creando una atmósfera de hermosa perturbación y angustiosa impotencia.
Enigmática, subyugante, incómoda, se trata de un viaje a los confines de un infierno laberíntico, plagado de contrapicados asombrosos, de grandes angulares perfectos, deformando la realidad como en una pesadilla. De hecho, es lo más parecido a una pesadilla.
Pocas son las escenas que no pasaron a la historia, con un desenlace brutal, balbuceando entre la demencia un alegato destructor contra la burocracia, contra los engranajes del poder, contra la imposibilidad del individuo ante un sistema injusto. Aquí no importa nada de qué se le acusa a K, aquí lo que importa es la impresionante actuación de Anthony Perkins (Psicosis) y cómo se va derrumbando, doblegando poco a poco cada vez más y más...
Es el Réquiem por un Sueño de los 60', es al cine lo que El Almuerzo Desnudo es a la literatura, un ejercicio desquiciado, frenético, desesperado y atroz de brillante locura.

P.D.: No entiendo lo de Ángel Fernández Santos, ¿picazón entre las piernas?
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41 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El procesado y sus verdugos.
1.

Acusado de un delito que desconoce y que nadie parece querer revelarle, el procesado no puede evitar considerar que tal vez sí haya hecho algo, que a fin de cuentas sí sea culpable. El sentido común se recompone y, con furia, no acepta este sometimiento, intenta revocar la sentencia. Todo aquel al que acude, todo aquel que acaba conociendo su desdichado destino, le presta una solícita ayuda, una comprensión tierna e infinita, pero algo en sus gestos les delata: no confían en realidad en la reversibilidad del proceso. Así, en esa suerte de escalera hacia el cadalso que es la travesía del Sr. K., cada uno de sus escalones (los compañeros de oficina, la súbitamente interesada vecina, la criada del abogado) cumplen la misma y ejecutoria función.

2.

Orson Welles volviendo a hacer de las suyas. Me refiero a que, de todos los papeles que podía elegir para interpretar, no elige el de un protagonista azorado por una presunta injusticia, sino que el suyo más bien es el de la presencia inquietante, aquel con una media sonrisa socarrona que nos hace pensar que nos escamotea algo, al igual que al desgraciado de K pendiente de su salvación. Y lo consigue con eficacia, ya que las escenas en las que aparece en pantalla son especialmente intensas.
En definitiva, una adaptación fiel de la obra literaria a la que sin embargo le reprocharía no haber intentado una interpretación tan apegada a la obra original, así como una marcada insistencia en el uso de lo kafkiano como simplemente absurdo cuando este adjetivo se abre a una consideración mucho más amplia.

3.

–Dime, tú, mi valiente amigo, que hombro con hombro hemos luchado contra tormentas y galernas, que supiste llevar mi nave a buen puerto, ¿por qué no puedes salvarme ahora?, ¿por qué me ajusticias con el lento puñal del tiempo?
Y tú, mi fiel esposa de compartido lecho, alivio y consuelo en la funesta hora, ¿por qué tan delicadamente ocultas mi destino?, ¿por qué me matas pacientemente con el veneno de tu comprensión?

- No te compadezcas. También tú eres mi callado verdugo.

4.

“En la representación o simulacro de proceso que solemos llamar vida humana, no hay jueces, no hay acusados, ni mucho menos inocentes y culpables, sólo hay verdugos” (en el artículo “Tres novelas que cambiaron el mundo” incluido en “Lecturas compulsivas”, F. de Azúa).

“Lo que ocurre en la cocina es el secreto de los que allí se sientan, y éstos lo guardan contra mí. Cuanto más tiempo se duda ante la puerta, más extraño se vuelve uno. ¿Qué pasaría si alguien abriera la puerta y me preguntara algo? ¿No aparecería yo acaso como alguien que quiere guardar su secreto?” (en “Regreso al hogar”, dentro de los Cuentos completos de Kafka).
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30 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Welles en el laberinto.
A Welles lo olvidaron en América cuando vieron la arriesgada genialidad de sus proyectos. A Welles lo acogieron en Europa (Francia, España, Italia, Suiza, Gran Bretaña o Alemania) de forma abierta, permitiéndole sufragar sus proyectos de loco genio. A Welles siempre le gustó fusionar su talento al de otros genios y en este caso se sirvió de la inmortal y mítica obra de mi amado Kafka para componer una película impresionante y desbordante de toda la imaginería de su orondo artífice.
Welles penetra libre y muy personalmente en el laberinto kafkiano y como ya ocurriera con otras empresas de gran magnitud (sus adaptaciones de Shakespeare por ejemplo) el resultado es la fusión de dos materiales -el literario y el fílmico- en uno solo: la obra de Arte.
El argumento de "El proceso" es tratado por Welles como a Kafka le hubiera gustado (presupongo yo, me da ese pálpito, disculpen la osadía): demencial y oníricamente. Un empleado medio y gris (Perkins) es acusado un buen día de un delito inexistente por un sistema absurdo, prejuzgador, irracional, caótico. El empleado Josef K busca una respuesta a lo que le está ocurriendo envolviéndose en un universo laberíntico, claustrofóbico, fascinantemente oscuro. Welles aplica a "El proceso" un tratamiento estético expresionista, henchido de progresivo barroquismo, buscando en ese recargamiento un aumento de la sensación de inexplicabilidad, de densidad atosigante que rodea al protagonista de esta fábula o alegoría fantástica acerca de la Injusticia, la Culpabilidad/Inocencia, el Poder, el Sistema, del prejuzgamiento de la colectividad sobre el individuo, sin que a ésta le importen ni los motivos, ni los hechos, solo el resultado (¿les suena a hoy también quizás, no?). Se rodea de un grupo soberbio de intérpretes dónde brilla un Perkins en plena forma de personajes maltrechos y desequilibrados tras "Psicosis", Romy Schneider (¡qué gran actriz tan desaprovechada muchas veces;pobre Sissi!) y Takim Amiroff, junto a la siempre arrebatadora huella del propio Welles y las poderosas presencias de Moreau o Martinelli.
Welles penetró hasta las profundidades del infinito laberinto de Kafka y uniendo ese laberinto al suyo, a su desbordante, desbordada y única mente logró salir por la puerta grande. El laberinto luego nos lo pasa a nosotros, en especial al Amigo Americano. Y ahora, califiquen del 1 al 10. Francamente da lo mismo. Obra maestra.

P.D.: Un fuerte abrazo amiga kafkiana brynhild54.
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20 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Esto sí que es una pesadilla
Welles se luce ante el reto de poner imágenes al texto de Kafka, no creía posible una mejor adaptación. Le he metido mano con todo el prejuicio que soy capaz de desarrollar cuando creo a priori en la imposibilidad de igualar en cine la buena literatura.
Me quito el sombrero caballeros, bajo mi punto de vista las sensaciones de amargura, indefensión, incomprensión y todo aquello que Kafka nos hace sentir con su pluma se repite con El Proceso de Welles. La ambientación, el blanco y negro y un excelente Perkins hacen que me dé cuenta de lo malo que es prejuzgar y lo bueno que es darse cuenta de haberse equivocado, lo reconozco.
Absolutamente recomendable tanto para el que haya leído a Kafka como para el que no.
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17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Sorpresa
Una gran película, que -no olvidemos- con los recursos técnicos de 45 años atrás, logra transmitirnos a la perfección esa atmósfera onírica kafkiana de laberintos interminables; esa angustia de pesadilla del absurdo; esa alegoría infernal de la injusticia humana.
A lo largo de nuestra historia, Cuantos seres debieron padecer procesos igualmente oscuros, absurdos, angustiantes e injustos? Bajo regímenes de distintos signos y tendencias, estados más o menos controladores o policiales, Cuántos debieron intentar explicar lo inexplicable, defenderse de lo inentendible, y sucumbir ante la estupidez del ser humano?
Una película sorprendente y maravillosa, con el talento de dos monstruos: Kafka y Welles.
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17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Culpabilidad sin culpa
"El proceso" es una complicada producción europea basada en una obra de Franz Kafka, protagonizada por un ciudadano condenado a recorrer los crueles e inescrutables caminos de la ley y los aparatos del estado, que está contemplada y recreada desde la barroca e intencionada mirada de ese genio llamado Orson Welles.

Welles transfiere la época de la novela al momento contemporáneo, y lo que personalmente ha puesto en esa álgebra de puros valores son las experiencias, las vivencias, los pensamientos y el drama del hombre de hoy. Este hombre sobre el que pesa permanentemente la amenaza de una culpabilidad sin culpa, de un proceso sin proceso, y de una pena sin justificación, han sido la más espantosa concentración aritmética de la profecía kafkiana. Cada espectador puede sentir que cada escena, cada frase, cada personaje de la película se aplican sobre sí mismo, sobre su caso particular.

Quizás en esta obra envolvente las atmósferas y los decorados tienen más presencia que los personajes. Un desbordante torrente de imágenes de aliento expresionista, con unos techos angustiosamente bajos y unos inquietantes travellings recorriendo todo el relato, que nos proporciona una desoladora reflexión acerca del desamparo del individuo frente a las instituciones y sus ejecutores, ya sean abogados, jueces, policías, verdugos o simplemente funcionarios.

Pocas veces más el cine nos ha ofrecido una tan desesperada alegoría de nuestro sistema, perpetrada mediante una concepción estética de un barroquismo muy especial, entre onírico y expresionista.
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15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Viaje terrorífico hacia la culpabilidad colectiva
El Proceso es, ya antes de visionarla, un hito, un acontecimiento histórico, el encuentro fílmico de dos de los mayores genios del S.XX, el escritor Franz Kafka y el cineasta Orson Welles. Pero al visionarla uno descubre que es mucho más que eso. Welles nos presenta un relato atormentado y atormentador sobre los entresijos del poder y como estos acaban por adormecer a todo un pueblo, sometido y resignado, corrompido en sus ideales.

La trama arranca cuando Josef K. es detenido, aunque realmente siempre ha sido un prisionero, de sí mismo y del sistema que ayuda a perpetuarse. Él no sabe porque lo detienen, nosotros tampoco, y eso nos carcome durante la primera media hora. Después nos dejamos embaucar por el poder visual de Welles y las palabras de Kafka, y ya nos da igual cual es su delito, si es que cometió alguno.

El Proceso trata el tema de la culpabilidad como muy pocos lo han hecho, pero no es tanto una culpabilidad individual, sino colectiva. Un sentimiento escondido y soslayado por una sociedad autodestructiva, que al desconocer su sistema legal se encuentra desprotegida ante unas esferas de poder inaccesibles.

La justicia cegada y un entramado burocrático omnipresente son dos de los puntales de este mundo distópico que describe El Proceso. Los edificios son enormes y laberínticos, los ciudadanos se mueven de un lugar a otro recibiendo respuestas inconexas e ilógicas que serían el equivalente al “vuelva usted mañana” del que hablaba Larra. Cuando el Estado lo ocupa todo, la libertad individual queda relegada a su mínima expresión, y lo que en un principio iba a ser una sociedad perfecta acaba convirtiéndose en una terrorífica.

El mundo se oscurece, y la realidad se funde con lo onírico, dando como resultado una pesadilla asfixiante e hipnótica, que nos empuja a la locura mientras nos deslizamos por un camino farragoso lleno de personajes estancados y puertas que llevan a insospechados lugares. Nunca sabemos que habrá al cruzar el umbral, que nos deparará el futuro en un mundo que padece demencia colectiva.

Sólo sabemos que a cada paso que da K. se adentra más en el interior de un laberinto psicológico pero también físico, planteado brillantemente desde la Dirección Artística en perfecta sintonía con la dirección de Orson Welles, y los movimientos que la cámara hace bajo su batuta. Aunque nos podamos llegar a perder por el camino, todos sabemos desde el principio una cosa, la fatalidad se encuentra en el centro de la historia, haciendo que a K. le sea imposible escapar de su condena.
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15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Pesadilla en Kafka Street
Hollywood construyó su propia imagen a base de mitos. Uno de ellos se erigió en un leiv motiv tan cursi como efectivo: la fábrica de sueños. Cierto es que a través del sistema denominado método de representación institucional se consiguió crear una máquina perfectamente engrasada cuyo objetivo de gratificación esperada alcanzó su objetivo básico: satisfacer los gustos del gran público. No menos cierto es que este sistema fue, en diversas ocasiones, un Saturno devorando a sus hijos, un ingrato mecanismo que sacrificó a creadores (autores como más tarde serían llamados) de indudable talento pero con un estilo que se rebelaba contra una forma de hacer cine que consideraban previsible y poco arriesgada.

Precisamente esta adaptación de un texto de Kafka parece, aún sin serlo, un reflejo de la propia lucha de Welles contra un sistema de imposición de estilo cinematográfico que le negaba constantemente el desarrollo libre de su talento. No parece pues casualidad que este film fuera realizado al margen de la industria americana, concretamente en Francia, coincidiendo además con la eclosión de la Nouvelle Vague y el inicio de la era del cine de autor.

Welles pretende crear una película basada en las texturas, en las sensaciones, un intento de mostrar el material del que están hechas las pesadillas. Los elementos claves para desarrollar esta idea son el uso de la puesta en escena y el espectro de luz. Así encontramos a un protagonista que oscila entre ambientes claustrofóbicos enmarcados por techos bajos, poca profundidad de campo, personajes amontonados en espacios reducidos y planos muy cortos, y un empequeñecimiento absoluto ante una ambientación donde predomina el gigantismo de los decorados y una cámara que se centra en el plano general para dar sensación de profundidad infinita. Este contraste fluye de forma natural con un montaje continuo, en el que se pasa de un lugar a otro mediante la simple apertura de una puerta. Si además juntamos esto con el hecho de que en ningún momento hay ninguna referencia visual temporal, y que la luz siempre es claramente artificial en interior y muy monocromática en exteriores, se acaba configurando una sensación de distorsión espacio-temporal y de confusión absoluta.

Este escenario está diseñado con una doble función, por un lado ser fiel al universo kafkiano, pero más importante es que sirve como correa de transmisión de los sentimientos del protagonista, una forma de que empaticemos con su angustia y sufrimiento ante una lucha contra una superestructura burocrática e incomprensible que sabemos de antemano perdida.
(sigue en spoiler)
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15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
El hombre es malo el sistema es bueno
Ante la ley: Un hombre llega pidiendo ser admitido por la ley. A la entrada hay un centinela apostado. El centinela le dice que sólo él tiene el poder de hacerlo entrar Y que no intente pasar sin su permiso. Pasa el tiempo y el hombre decide esperar ya que “la ley es accesible para todos”. La espera se trasforma en larga, El hombre se va debilitando hasta volverse un moribundo, pero no hay forma que el centinela lo deje entrar a pesar que por la puerta se filtra una luz blanca. Un día después de muchos años el hombre pregunta: si él tuvo que esperar tantos años, por qué no se había acercado otra gente. Es centinela contesta: Tú no entiendes ESTA PUERTA FUE COLOCADA PARA TI, y ahora la voy a cerrar. El mismo Orson Welles dice con voz en off, esta historia tiene la lógica de un sueño o de una pesadilla.
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14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
De la insignificancia y de la nada, el absurdo y la angustia
He aquí un filme que adapta notablemente la novela de Kafka libremente, pues modifica la concepción de los personajes, añade personajes o escenas y crea diálogos nuevos, pero permanece fiel a la esencia de la novela. He aquí una película cumbre y señera. Todo lo que Orson Welles había hecho en su obra y lo que aún no había hecho está manejado aquí con una precisión, una fuerza y una oscura y terrible poesía que no tienen igual.

En cuanto al tema, en primer lugar, no hay tal proceso ni tal culpabilidad, ni hecho determinado alguno que pueda configurarlo. Es el proceso puro: el peso permanente de la amenaza de una culpabilidad sin culpa, de un proceso sin proceso y de una condena sin justificación. Y en segundo lugar, la víctima (Joseph Kay), poco a poco, acepta el papel de víctima y acaba por aceptar asimismo su condena de muerte.

Toda la existencia humana se halla bajo el peso de una inminente condena: bajo la amenaza inasible e inconcretable, pero cierta e insuprimible, de la insignificancia y de la nada, amenaza que se interrumpe y se concluye con la muerte. Se trata del sentido negativo y paralizante de las posibilidades humanas, del ser humano limitado en su capacidad y en sus poderes.

A lo largo de cada escena y secuencia, la ansiedad del absurdo va creciendo constantemente hasta alcanzar un paroxismo casi histérico cuando estalla la situación disparatada, con lo que lleva en etapas sin solución de continuidad el “crescendo” total del filme hasta estos dos valores fundamentales: el absurdo y la angustia.
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12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
K SOMOS TODOS.
57/20(29/03/16) Obra Maestra del genial Orson Welles, arrollador drama psicológico, adaptación libre de la famosa novela inacabada de Franz Kafka “The trial” (1925), publicada tras su muerte. Arrebatadora propuesta fascina por su absorbente estética, apabullante reflejo de cómo a través de la ambientación un film consigue trasladarnos con punzamiento lo que siente el protagonista. Relato con narrativa que divaga entre lo surrealista y lo gótico nos adentra en una corrosiva y ácida crítica a la fría burocracia, a la desalmada justicia, a las dictaduras de pensamiento, a la corrupción del poder, o las injusticias. Welles declaró " The Trial . Es la mejor película que he hecho". Charles Chaplin dijo de esta película “ ...esta es la cumbre del arte cinematográfico”.

Welles construye un relato de carácter atemporal y universal, exhibe una sociedad desoladora, decadente, degradada, sin alma, expone lo perdido que esta el ser humano perdido en la inmensidad, habla de su soledad ante la maquinaria del poder, de su indefensión, muestra el individualismo y la libertad de pensamiento han desaparecido en pos de ser los humanos eslabones de una invisible cadena, se impone la pérdida de identidad, dominados por un ente superior cuasi-etéreo. Film que se convierte en un feroz ataque a los poderosos, uno de los mantras de OW, muestra una sociedad desprovista de privacidad, cercana al espíritu de la posterior obra de Orwell “1984”, donde los valores morales son difusos, la doble moral impera, donde las instituciones encargadas de imponer la justicia abusan de su prebenda, abusan de su jerarquía, habla de lo arbitrario de la justicia. Crea con su sublime atmósfera alrededor del un clima angustioso, de desesperación, inquietante, de confusión, de asfixia anímica, de complejidad existencial, cuasi-metafísica, oprimiendo a K poco a poco en un crescendo dramático trémulo, el angustiado personaje se encuentra luchando contra un muro, contra el surrealismo de ser acusado de algo que no sabe que es, indefenso y empequeñecido ante el Monstruo asentimental que nos domina, llegando a creer en la inseguridad abstracta a la que es sometido que es un criminal, pues nadie está libre de culpa.

OW nos traslada a un microcosmos extraño y turbador, alcanza su objetivo de desconcertarnos, ello en una evolución con un estilo visual neurálgico, con multitud de metáforas en imágenes, de simbolismos, rebosante de detalles inteligentes, un lenguaje estético alegórico de enorme profundidad, una edificación que cautiva por su incisiva fuerza, enganchándonos en su telaraña de emociones, divagando por lo cuasi-onírico, desde su tenso arranque en que unos agentes van a detener a K en su habitación, con encuadres que oprimen, con apenas movimientos de cámara, la profundidad es nula, sentimos la claustrofobia de K, las paredes y techo parecen estrecharse por momentos haciéndonos participes de la incomodidad de K. Esto contrasta con otros momentos en que vemos al protagonista en enormes escenarios repletos de muchedumbre, como en la colosal oficina, en el teatro o en el palacio de justicia, con techos altísimos, donde se graba con gran angular para dar sensación de infinitismo y con ello enanizar a K. Con recursos tan formidables para inocularnos el desconcierto como no saber nunca si es de día o de noche, o con elipsis sutiles que nunca sabes qué tiempo ha pasado, o el singular uso que se hace de las puertas, K cruza las cruza constantemente, estas se agigantan o achican de modo singular según este en un lado u otro, conduciendo estas a pasillos extraños, laberínticos, estrechos, o dando a habitaciones con estanterías con miles de libros, carpetas, folios, archivos, que nos apabullan, pasando de unos espacios a otros de modo surrealista, en un reflejo del desmoronamiento mental de K.

Y es que la puesta en escena es un protagonista más, con una labor de dirección artística espléndida de Jean Marandoux (“Domicilio conyugal”), rodando en Croacia, en Zagreb ( la catedral, escena de la mujer arrastrando el baúl y la fachada de la gran oficina), y en Dubrovnik (en una nave industrial se recreó la fastuosa oficina de cientos de trabajadores), en Italia, en el Cuartel General Del Ministerio Naval de Roma (La fachada del Palacio de Justicia), en el palacio de Justicia de Roma, en Francia, en la Estación de Orsay y en los Studios de Boulogne-Billancourt, crea sentimientos paradójicos, como mencionados arriba, enervadores escenarios que emiten tintes kafkianos, así como la perplejidad de K, algunos deformados y exagerados, con manejo de masas de extras prodigioso, estirados y reducidos por la memorable cámara, atomizados por la fenomenal fotografía en glorioso b/n de Edmond Richard (“Campanadas a medianoche”), con sublimes juegos de iluminación, con contrastes, con sombras, con claroscuros, con luz monocromática artificial que se filtra entre hendiduras, con luces que parpadean, con reflejos en espejos, con tomas distorsionadas, con planos-secuencias (la primera visita de la policía a K) en movimiento, convierte alegóricamente y físicamente a K en un ser diminuto en algunos momentos, para imprimir impresión de un mundo que le supera, contra el que no puede, una lucha desigual, dejándonos envueltos en un aire pesadillesco, esto acentuado por expresivos picados y contrapicados (marca OW), cámara en mano, grúas para captar la inmensidad frente a la nimiedad individual humana, en un manejo de claras reminiscencias al expresionismo alemán, aportando ambigüedad, reflejando algo abstracto como el poder omnímodo e impenetrable de la justicia de estado, sacudiéndonos con tenebrosidad, claustrofobia, con procaces primero planos (brillante el ojo que mira entre las rendijas). Punteado de modo excitante por el adagio de Albinoni arreglado por Jean Ledrut (“Austerlitz”), con alguna melodía de jazz, provocando intensidad dramática en los espectadores. Todo esto sumado hace que empaticemos con el padecimiento del tormento de K. (SIGUE EN SPOILER)
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12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Welles genio.
Se podrá poner en tela de juicio, nunca mejor dicho, la accesibilidad de esta obra para la mayoría de la gente, por lo menos en lo que a la historia se refiere puso mi paciencia a prueba.
Lo que no podemos dudar es de que este americano loco, huyendo de los $$ estudios de Hollywood $$, viajó a la cuna del cine para demostrar que fue el mejor fotógrafo de imágenes en movimiento en blanco y negro de la historia del celuloide.
Sus sobrecogedores escenarios son testigo mudo del absurdo deambular de un genial y patético a la vez Anthony Perkins, pasando de uno a otro casi sin pestañear como si de un terrible cuento onírico se tratara. Escenarios barrocos y geométricos a la vez, claustrofóbicos y agorafóbicos, decadentes y modernos...
A estos escenarios, se une una iluminación expresionista, rostros deformados con grandes angulares, ángulos de cámara esquizofrénicos, fuente de la que han bebido cabezas borradoras, braziles, delicatessens y un largo etc.
Geniales diálogos en la escena inicial del apartamento, un hermoso teatro que se transforma en un lugar de pesadilla con tan solo dar un paso, la memorable escena del comerciante esclavo de su abogado o el espeluznante encuentro con el pintor de jueces y sus "adorables" vecinas hicieron que mereciera la pena ver esta obra tan personal, y es que como dije al principio, es una historia dura de digerir pero que deja en tu retina imágenes tan bellas como inquietantes, todo un homenaje al cine en estado puro.
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11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Una obra muy difícil de adaptar
Cuando lees "El proceso" y ves que hubo alguien que se atrevió a llevarla a la gran pantalla, lo primero que piensas es "vaya locura". Y es que esta novela es una obra compleja, llena de matices psicológicos y de descripciones atmosféricas que añaden belleza y misterio a la trama. Como toda obra kafkiana resulta complicado trasladar su atmósfera a una idea de imagen puesto que el lector suele hacerse una muy personal dentro de su psique.

Aún así, Orson Welles sale al paso y se acerca bastante al espíritu de la obra. Demasiado, incluso. Gran parte de la trama, diálogos y escenas son clavadas al libro y eso me parece más bien plagio que adaptación. Sin embargo, a medida que el discurso pasa, Welles da su toque inconfundible con el juego de sombras y diálogos originales, hasta casi convertirla en intriga policíaca.

Me gustó mucho el inicio, ya que modifica el discurso para hacerlo más digerible, yendo directamente al grano, pero a nivel narrativo el nudo y el desenlace kafkianos me parecen mucho más potentes que un desenfrenado ocaso, casi esperpéntico, que traslada el señor Welles.

Era difícil y Welles lo intentó con valentía y toque personal, pero "El proceso" va más allá de lo que el cine puede ofrecer... hasta que alguien demuestre lo contrario.
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13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Un juicio surrealista
Orson Welles se atrevió, ni más ni menos que a adaptar una obra del escritor Frank Kafka. La historia de un hombre que, de repente, se ve acusado y condenado por cometer un delito que no sabe ni que es ni mucho menos que ha cometido, guarda muchos paralelismos con la propia trayectoria profesional de Welles en Hollywood. Por lo que no nos debe extrañar, la facilidad con la que Welles, se metió en la obra de Kafka y la llevó a su terreno. El film sigue el extraño itinerario de un hombre en su lucha por demostrar su inocencia, combatiendo contra un Estado que se revela como un poder tan intangible y omniscente como el de Dios, pero además más vengativo y cruel. El periplo de Joseph K va adquriendo, a medida que avanza tintes que tienden a lo absurdo e incluso a lo surrealista, sin que lleguen a desentonar, en el que el protagonista (convincentemente interpretado por Anthony Hopkins) se esfuerza en demostrar su inocencia.

Por ello, a medida que avanza el film, el realizador se aprovecha del propio surrealismo que supone la situación del protagonista, para demostrar su dominio técnico, plasmando ese surrealismo con una puesta en escena que en ocasiones parece salida de una pesadilla, mostrando enormes puertas, pasillos llenos de la gente más variada, o espacios laberínticos llenos de libros, y sus ya habituales planos imposibles con picados y contrapicados que, lejos de ser gratuitos, sirven para dar un significado cada uno de los planos con que nos obsequia y con los que supo reflejar en imagenes conceptos tan abstractos como la justicia, la burocracia, etc. Con unos decorados que poco a poco se van difuminando a medida que avanza la historia, y Joseph, un falso culpable, busca en vano limpiar su nombre, en un proceso que parece seguir sus propias reglas y que en el mismo momento que le acusó, también le condenó sin que haya tenido en cuenta al mismo Joseph.

Los mismos personajes que aparecen alrededor de este proceso abierto a Joseph K. no hacen sino acentuar esa sensación de pesadilla con la presencia de un oscuro Hastler (el propio Welles), la auténtica personificación de la ambiguead, con un personaje turbio, que recuerda mucho al Quinlan de "Sed de mal", o Block (estupendo Akim Tamiroff), otra víctima del sistema. La falta de medios, paradójicamente ayudó a mejorar el resultado final de la película, sumado al dominio de Welles tras las cámaras. Sin lugar a dudas, Welles supo ver dentro del texto de Kafka aspectos que le eran más que familiares y que son constantes en su filmografía, al menos en lo que se refiere a mostrar a un Estado como un poder arbitrario, oscuro y falto de piedad, y sobretodo la ambiguedad de los personajes que corren por el relato, en el especial el de Hastler que se lo reservó para él. El film constituye una buena muestra del talento de su director, el cual pese a no disponer de grandes medios nos ofrecía un film tan extraño como la novela que adapta.
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10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
"Ningún proceso se juzga con parcialidad"
Josef K (Anthony Perkins) despierta un día y se da cuenta que hay un policía en su cuarto el cual le menciona que está siendo investigado por un delito que cometió, por lo que irá a juicio, lo cual le genera un gran desconcierto.

Tras una breve introducción y antes de iniciar los eventos que vemos, una voz en off del propio Orson Welles nos menciona que la lógica de dicha historia es la lógica de un sueño o de una pesadilla.

Traigo a acotación este punto porque básicamente en este film lo que vemos es eso, un personaje común y corriente que busca coherencia en un contexto cuasi indescriptible y disparatado con poco sentido y angustiante.

Ahí es donde la excelencia de un realizador como Orson Welles sale a flote, con una dirección simple y sencillamente magnífica, que logra transmitirnos la desesperación y desorientación de Josef en la búsqueda de salir avante ante lo que se le acusa.

Un film en blanco y negro donde hay un constante juego con las sombras y la iluminación, además de una utilización muy detallada y cuidadosa con distintos encuadres, realmente Welles se luce a sabiendas de su nivel.

A mi parecer, la trama de Le Procès es bastante llamativa y disfrutable si se sabe a lo que se va, puesto que esa frase clave del film que puse en el principio es vital justo para entender el sentido de esta obra, basada en una novela incompleta de Franz Kafka.

Una historia con claros tintes surrealistas, escenarios muy bien escogidos y con Anthony Perkins en estado de gracia, que aparece en pantalla prácticamente durante las casi dos horas de metraje.

Además, por el evidente contenido que muestra, explora abiertamente temas como los procesos judiciales, la libertad, la opresión que puede sufrir un ciudadano, e incluso la injusticia de un sistema judicial que no funciona o funciona mal.
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10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Dos horas con dos genios: Welles y Kafka.
Poderosa adaptación de la novela del autor Franz Kafka, llevada a cabo por, posiblemente, el cineasta más genial que ha dado la historia, Orson Welles. En aquellos momentos, ya marginado definitivamente por la miope industria americana, desarrollaba sus proyectos en Europa, ( de hecho, su próxima película sería la grandiosa y magnífica, Campanadas a Medianoche).

En esta película, Welles, capta a las mil maravillas la esencia de la novela de Kafka, y logra transmitir a través de las imágenes, encuadres de cámara, el uso y tratamiento del blanco y negro, y mediante la fuerza visual ( sello, marca de la casa de todas las creaciones de Orson), la sensación de confusión y desconcierto, que vive Josef K, el cual, parece estar atrapado dentro de una pesadilla, de la que no puede salir, y en la que nada parece tener lógica ni sentido.

Es una historia absorbente, frustrante; pero también apasionante, en la que cada paso que da Josef, es más extraño que el anterior, y todos los personajes que se cruzan en su camino, son singulares y extravagantes.

Para el papel principal, Orson, apostó con mucho éxito, por Anthony Perkins, que realiza un excelente trabajo. El resto, son intérpretes europeos, destacando al incombustible Akim Tamiroff, a las bellísimas Jeanne Moreau, y Romy Schneider, y al propio Orson Welles.

Laberíntica y atrayente película. Costará mucho trabajo combinar a dos talentos semejantes, en un proyecto semejante.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
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