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17 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
10
EL CELULOIDE FECUNDADO
La temporada de cine de 2017 ha traído la deliciosa recopilación ¡Lumière!, que lleva el subtítulo Comienza la aventura, puesto que ésa es exactamente la intención de este filme: mostrarnos el séptimo arte desde el mismísimo momento que los hermanos Auguste y Louise Lumière grabaron la salida de la fábrica en Lyon que en lo que hoy lleva el nombre de calle de la Primera Película en marzo de 1895.

Narrada y realizada por Thierry Frémaux, que dirige el Festival de Cannes desde 2011 y el Instituto Lumière de Lyon, y con la valiosa colaboración de Bertrand Tavernier, además del largometraje iniciático mencionado en el párrafo anterior, ¡Lumière! se compone de otros 107 micrometrajes de cincuenta segundos de duración rodados entre 1895 y 1905, se estructura en una serie de secciones como las dedicadas a la infancia o la fantasía y se monta sobre la música de Camille Saint-Saëns. Realmente, no hay quien dé más.

Durante esta cinta se alude a la influencia que esos filmes apenas intuidos ejercieron sobre los grandes cineastas que componen nuestro imaginario cinematográfico, como Eisenstein, Kurosawa, Ozu, John Ford o Cameron (sí, Cameron también), además de Scorsese a quien se graba saliendo de la misma fábrica de Lyon donde todo comenzó.

Todavía en 1902, cuando George Méliès rodó Viaje a la luna, el cine era algo que se proyectaba en las barracas de feria. Pocos años después de esta producción de Méliès, dos poderosas filmográficas, Pathé y Gaumont conseguirían convertir el cine en algo urbano, burgués, con proyecciones estables en los teatros de las ciudades. Fantômas fue el gran protagonista de la mutación del cine de arte en industria.

Pero en 1902 lo que se veía en las pantallas era algo popular, una atracción más junto a los hombres forzudos, las damas barbudas, los carruseles, etcétera, etcétera, etcétera. Por eso, la gran labor de Méliès fue la conversión de algo aún por definir en un objeto estético, pues su Viaje a la luna, con sus 16 minutos de duración, marcaron un hito en la historia del cinematógrafo.

Viudo, arruinado y decepcionado, en su peor momento vital, tras la Primera Guerra Mundial, Méliès se reencontró con una anterior actriz, Jeanne D’Alcy, que regentaba un negocio de juguetes y golosinas en la estación parisina de Montparnasse, con quien se casó y mantuvo dicho negocio, donde fue reconocido por León Druhot, director de Ciné-Journal, que reivindicó su figura hasta que en 1931 se le concedió la Orden de la Legión de Honor. En tal acto tomó la palabra Louis Lumière para declarar: «Rindo homenaje en usted al creador del espectáculo cinematográfico»; lo que con otras palabras significa que no basta con inventar el cine: además hay que dotarle de contenido y de arte.

Pero ya la cosa empezaba a desmadrarse en los primeros compases de la década de los treinta y la coordenada industrial y, por lo tanto, comercial del cine empezaba a imponerse sobre la artística y la fábrica de pesadillas se asentaba firmemente en el panorama social. De ahí que Peg Entwistle se suicidó el 18 de septiembre de 1932 arrojándose desde el cartel de Hollywood. Pocos días después llegó a casa de sus padres una carta para concederle el papel principal de una mujer al borde de la locura que acaba suicidándose.

El caso es que en ¡Lumière! Frémaux analiza cada uno de los 108 micrometrajes y quiero quedarme con dos de sus ideas fundamentales: la cuidada selección de los encuadres para conseguir un efecto artístico, como la llegada del tren a la estación de La Ciotat, cuya proyección en café parisino, según la leyenda, tanto asustó a los espectadores, donde se consigue un efecto de profundidad gracias a la disposición en diagonal de la llegada del ferrocarril; y la figura humana en lo que en ella pueda haber de ternura, como la escena en la que Auguste Lumière da de comer a su hija, humor, como en la escena en que un gamberrete pisa la manguera a un jardinero, o denuncia social, como en la escena en que la esposa del gobernador de Indochina y una amiga o familiar, lujosamente vestidas, arrojan monedas a los niños, del mismo modo que se da de comer a las palomas en los parques, una secuencia que nos sacude como si se tratara de un fotograma vivo con forma de látigo.

Uno se siente viendo ¡Lumière! como si se le concediera el don divino de regresar al instante preciso en que un espermatozoide fecundó a un óvulo en lo que luego se convertiría en este humilde apasionado de las imágenes.
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21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Del mundo para el mundo
Siguiendo la estela de aquel crítico americano que había dicho algo así como "Amanecer (Murnau, 1927) despliega más fantasía en sus movimientos de cámara que una semana de MTV" actualizamos a "Louis Lumière encuadraba y planificaba mejor los movimientos de cámara con un cacharro de quince kilos que tú con tu smartphone de aptitud fotográfica futurista". ¡Qué estética, qué panorámicas! No es para menos, teniendo como referentes compositivos a Cézanne o a Renoir; y a evocar encuadres de Degas o pinceladas de Turner. Los Lumière leyeron con mucha audacia su propio tiempo, con la misma audacia que los antes citados, que ya es suficiente halago,¡pero ellos lo filmaron!

Resume Boyero el planteamiento de cada una de las películas de los Lumière, de no más de 50 segundos, un rollo de celuloide, como: "¿qué quiero contar? ¿cómo lo quiero contar? ¿dónde debe ir la cámara". Es el propio Frémaux quien se encarga de recordarnos mediante la voz en off, durante la proyección de las 108 obras que conforman esta película, las habilidades y las innovaciones que desarrollaron los Lumière con su propio invento, para quienes acusan que ellos mismos no creían demasiado en él, o para quienes se creyeron -entre los que me incluyo- que fueron brillantes "técnicos", "inventores" pero no "artistas", "directores" o "realizadores". Y si a ese recordatorio sumamos el brillante trabajo de restauración, el volver a poner al alcance del público obras mitológicas como "Llegada del tren a la estación" o "Salida de los obreros de la fábrica" en una sala de cine, la experiencia se vuelve única. El mayor logro de Frémaux en este documental es recrear la obra de los Lumière desde la óptica de la historia del cine y desde la modernidad, comparando algunos recursos de su trabajo con el de otras leyendas del celuloide: la cámara baja de Ozu, planos que “inventaría” luego Griffith o tanteos precoces con la profundidad de campo y el poder narrativo de este recurso.

Ni los Lumière ni su equipo técnico pudieron imaginar los límites de su invento. En favor de la ficción, del documental, del experimental y de sus derivados en el siglo XX. Por no hablar de su importancia para el devenir del arte, de la historia o su aportación primordial a la era de los medios de comunicación de masas.

¡Y como todo acercamiento romántico a la historia del cine francés, desde Francia, por pequeño que sea, la hay: rajada a Thomas Edison! ¡La novedad está en que no sólo lanza la piedra Frémaux, también los Lumière! ¡Qué viva el cine!
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13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El juguete nuevo
Bajo este algo cursi título se esconde un documental que recomiendo a cualquiera que le interese la historia del cine. Es una recopilación de cortos realizados por Lumière y sus secuaces entre 1895 y 1905. Todos de 50 segundos, impecablemente restaurados. Mientras tanto, la voz en off te explica cosas que probablemente no sabías.

Hay trenes.

Gustará a: directores de cine, jubilados, gente de bien
No gustará a: gente que no debería ir al cine, Edison, ejércitos francés y español
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Los comulgantes
Todo Arte es finalmente religioso. Se trata de trascender los límites humanos y darnos un sentido. De hablar más allá, y más acá, de la muerte, y de su reflejo o hermana gemela, la vida.
Y nada hay más milagroso para un creyente, por muy dubitativo o perezoso que este sea, que contemplar el origen, su génesis, el comienzo de todo esto.
Aurora. Despertar. Asombro y Maravilla. Un reconocimiento.
Por lo tanto, esta obra está tocada por la gracia. Y se nota. Además cumple una promesa, la, quizás, más difícil de todas, la representación de la paradoja, el ir y venir, la iluminación de la contradicción, la expresión de la incertidumbre, la fecunda ambigüedad y el instante fugaz.
Tiene un impulso primero, la exaltación del progreso técnico, el alumbramiento del cinematógrafo, y su posterior oclusión o negación radical, la obligada palidez, en comparación, de todo lo que vino después, a continuación o posteriori.
Al principio ya se dijo todo, y mucho mejor. Desnudez, verdad, emoción y rigor. Humor, sencillez y profunda incisión en lo humano, en el tiempo. Del que hay, también, un desdoblamiento, un oscilado doble movimiento; el que se anula y se fija a sí mismo para la eternidad, y aquel que se expande y recrea ofreciendo una nueva realidad, un paraíso en la tierra, un lugar en el que siempre es presente, infinito, una muerte negada a cada respiración o latido de cada actor o vibración de cada paisaje. Fotografía que congela y río que fluye sin que nada lo detenga.
Por eso, creo, que nos gusta tanto a algunos (muchos, quizá todos). Tiene algo de placer mórbido, delectación de un funeral, y mucho de naíf, mágico e iluminado pueril, cumpleaños de eterno retorno en el que siempre se celebra una buena nueva, una resurrección dichosa que explosiona.
Contenido. Finales del diecinueve y principios del veinte. Francia. El Mundo. Trabajadores y trabajadoras. Niños pequeños. Ricos y pobres. Urbes y colonias. Miseria, explotación, alegres muchedumbres y pequeños placeres. Turismo e investigación. Frivolidad, frenesí y bacanal. Austera felicidad y negra pena. Sonrisas y lágrimas. Solemne recuerdo y gamberro divertimento. Honda tristeza y un repaso de unos seres que ya desaparecieron y hoy, ante nosotros, hace nada, solo un rato, apenas, revivieron, en realidad nunca del todo se fueron.
Al principio lloras, después reflexionas y enmudeces. Te preguntas, redundas y sorprendes. Cuando acaba todo no sabes si quedarte (allí) y, definitivamente, no volver nunca más. Jamás.
Disolverte. Fundirte. Imagen. Imagínate.
En negro cierre.
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8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Para cinéfilos y curiosos de la historia
Los films con los que empezaron los Lumiere esta cosa del cine duraban 50 segundos. Este documental es la reproducción de una selección de más de 100 de las primeras películas de la historia del cine, comentadas de forma bastante amena e instruida. Desde la famosa salida de los obreros de la fábrica, hasta momentos familiares de los Lumière, escenas de la vida cotidiana, botaduras de barcos, turismo por otras ciudades...
Por un lado tenemos la faceta sentimental y académica para los cinéfilos de poder examinar estos primeros films. El narrador ayuda mucho en este sentido.
Por otro lado, está la faceta histórica, por primera vez los seres humanos pudimos VER lo que pasaba en otros lugares. Nosotros en 2017 podemos comprobar cómo eran y vivían las gentes hace 120 años.
Si te interesan estas dos facetas, disfrutarás de este documental.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Crítica de ¡Lumière! Comienza la Aventura por Cinemagavia
El director del Festival de Cannes y del Instituto Lumière de Lyon, Thierry Frémaux, en el documental ¡Lumière! Comienza la Aventura, es el realizador, montador (junto con Thomas Valette) y productor (con Bertrand Tavernier), además de la voz que da vida a este film. Se trata de una colección de copias restauradas de los hermanos Lumière. El documental se proyectó en Cannes Classics , en la sección oficial de Toronto y en el reciente Festival de San Sebastián. Estreno el 20 de Octubre.

En 1895, los hermanos Lumière (Auguste y Louis) inventaron el cinematógrafo y dirigieron la primera película de la historia del cine ”Salida de los obreros de la fabrica de Lumière en Lyon Monplaisir”, la cual abre el film.

En ¡Lumière! comienza la Aventura, se nos ofrece una selección de 108 copias restauradas que nos hacen viajar por los orígenes del cine y desentrañar a personas, lugares y situaciones de la época. La finalidad de los Lumière era mostrar a la sociedad tal como era y divertir haciendo del cine algo espectacular.

De las más de 1400 películas de 50 minutos que se conocen no todas fueron filmadas por los hermanos Lumière. Ellos tenían operadores en varias partes del mundo, entre ellos el destacado Alexandre Promio, considerado el primero en aplicar la técnica travelling en la historia del cine.

Cuando comienza el film escuchamos a Thierry Frémaux narrándonos lo que sucede con una buena dicción y con ratos hilarantes que hacen que te introduzcas en la película de manera más agradable y eches alguna que otra carcajada que está claramente incitada por su cómico acompañamiento. Por otro lado, las cintas nos son presentadas en diversos bloques temáticos de manera numerada. Algunos de ellos son: infancia, donde se muestra a niños desarrollando diversas actividades y paisajes, en los que podemos observar Lyon, Londres, Moscú y Egipto, entre otros.

Respecto a los aspectos técnicos, el film es rápido, aunque algo largo teniendo en cuenta que carece de trama. Vamos viendo las imágenes pertenecientes a cada bloque temático sin más pausa que la correspondiente a la presentación del nuevo bloque. Hay constantes planos generales y travelling. Vemos a personas actuar que acaban mirando a cámara de manera cómplice y a otros tantos que no saben lo que está pasando y miran con curiosidad.

¡Lumière! Comienza la Aventura es una película que cualquier estudiante, apasionado o entusiasta del cine debería ver. Es un legado histórico, un tesoro que merece ser mostrado para siempre.

Escrito por Cristina Peña Parrilla
https://cinemagavia.es/documental-critica-lumiere/
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9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Así empezó todo
Thierry Fremaux dirige y narra este documental en el que se nos muestran de manera sucesiva 108 películas, de menos de un minuto de duración cada una, de los hermanos Lumière. Fueron las primeras películas de la historia, por lo que se trata de un viaje a los orígenes del cine, además de una interesante mirada al mundo tal y como era justo antes de empezar el siglo XX.

Estas pequeñas joyas del incipiente cine van desfilando por la pantalla sorprendentemente bien restauradas, y a través de ellas Fremaux va tejiendo un apasionante documental, tan estético como pedagógico, aderezando las imágenes con comentarios que el propio director hace de las mismas, para que el espectador conozca cómo era el mundo en la época en que los hermanos Lumière y sus colaboradores se dedicaban a grabar las primeras escenas cinematográficas de la historia.

En este documental se pone de manifiesto que los Lumière ya hacían cine. No se limitaban a poner la cámara y grabar. Hacían cine tal y como lo entendemos ahora. Sus pequeñas grabaciones tenían su guión, sus actores (terribles, pero actores al fin y al cabo), buscaban las localizaciones precisas, ponían mucho esmero en los encuadres y hasta iniciaron los trucos cinematográficos. Eran ya pequeñas películas intencionadamente, no simples grabaciones sin más.

Además de eso, sus cintas retrataron la sociedad de entonces, y lo hicieron con una herramienta completamente nueva. Nadie antes había hecho películas. Ellos fueron los primeros. No tenían referentes ni nadie de quién aprender, a quien copiar, a quien intentar mejorar. Estaban creando un lenguaje artístico completamente nuevo. Un modo de expresión que hoy en día sigue vigente como vehículo artístico mediante el cual crear universos de los cuales disfrutamos millones de espectadores.

No es un documental al uso. No hay entrevistas ni un guión que seguir. Es una sucesión de pequeñas películas, una detrás de otra, con las explicaciones didácticas y humorísticas del director. Es algo tan simple como elegir 108 cortos de los Lumière, hacer el montaje y narrar un texto sobre esas imágenes. Así de simple y así de hermoso. A un tiempo divertido e histórico.

Impresiona el uso que hacían los Lumière de la cámara. Impresiona la profundidad de campo, algo que apenas se usa hoy en día, ya que siempre se tiende a centrar la atención en la acción principal desdeñando el resto. Usaban casi siempre la cámara fija, pero ya hicieron sus pinitos con el travelling, algo que llama muchísimo la atención tratándose de aquella época en que no había prácticamente máquinas relacionadas con el cine.

Los cortometrajes de los Lumière no se limitan a mostrarnos la vida en su Lyon, ni siquiera en Francia. Sus operadores viajan por todo el mundo y se nos muestran grabaciones realizadas en Barcelona, Ginebra, Biarritz, Jerusalem, Berlin, Chicago, Japón, África… un montón de sitios que quedaron registrados para siempre en sus cámaras.

Otra curiosidad. La famosa “Salida de los obreros de la fábrica” tiene tres versiones diferentes. Es muy curiosa la explicación que da Fremaux sobre esa película, a la primera versión que hicieron le faltaba el coche de caballos, que sí aparece posteriormente. En las tres son las mismas puertas (una grande y otra pequeña) y el mismo modo de salir. Primero las mujeres, luego un pequeño grupo de hombres, luego más mujeres, y al final varios hombres, algunos en bicicleta. Y por ahí en medio un perro. En las tres es más o menos igual, con el añadido final del coche de caballos. Sin darse cuenta, los Lumière habían inventado también el remake.

Se nota mucho que a Fremaux le encanta el cine y le apasionan las imágenes antiguas. El documental está hecho con mucho cariño. Esa pasión que pone el director traspasa la pantalla y llega al espectador, que disfruta aprendiendo, o aprende disfrutando, que es como nos decían en el colegio que era la mejor forma de aprender.

Para el público de cine de pasar el rato no la recomiendo, pero para los cinéfilos es toda una gozada. Es impagable contemplar los primeros gags de la historia del cine, actores que miran a la cámara, figurantes que se ríen de manera desmedida para subrayar que la escena es cómica, o planos increíblemente espectaculares para la época como el de las mujeres lavando ropa y los hombres fumando en un plano superior. De verdad, una gozada.

https://keizzine.wordpress.com/
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Soberbio
Me ha emocionado, poder ver tantos cortos de Lumiére y en tan buen estado.
Qué genios en planificación, en el ángulo correcto de colocación de la cámara y que profundidad de campo.
Cuántos han copiado de estos primeros maestros.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
INVENTORES Y CINEASTAS
Interesante recopilación de más de cien minúsculas filmaciones llevadas a cabo entre 1895 y 1905 por los hermanos Lumière y sus operadores.
Desde las tres versiones de la “Salida de los obreros de la fábrica” (1895) hasta una escena en los fumadores de opio de cualquier país oriental o las imágenes captadas desde un globo cautivo, la propuesta de T. Frémaux ilustra con sus comentarios amenos y originales aquellos años durante los cuales el cine comenzaba una andadura incierta pero que se adivinaba fructífera de la mano de aquellos pioneros, cineastas e inventores.
Tanto en Francia como en el resto del mundo.
La película es muy sobria pero está bien concebida y se estructura en torno a un sencillo patrón temático que ayuda al director a sistematizar todas las filmaciones.
Para animar a quienes temen al cine mudo.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
¡Tan lejos, tan cerca!
Emotivo encuentro con los orígenes de la máquina y con los hombres que hicieron posible que hoy (125 años después), dispongamos de un arte, que si ya era referencial como fotografía en movimiento, se convirtió en imbatible con las técnicas de cámara, posibilidades ópticas, sonido, color...; hasta llevarnos, a muchos, a idolatrar sus mejores logros.

Thierry Fremaux nos acerca con gran sensibilidad y cariño aquellas primeras escenas, 108 de las 1422 (se conservan 1417) que rodaron los Lumiére y sus operadores. En esta selección, de 50 segundos de metraje por cinta, sin cortes ni montaje, el director del Instituto Lumière y delegado general del Festival de Cannes, hace un recorrido por los temas recurrentes de la época, que se mantienen básicamente como de interés en nuestros días: deportes, costumbrismo, viajes, reuniones sociales, situaciones cómicas, actividades y acontecimientos políticos, fiestas y desfiles...

El invento de un aparato capaz de guardar y reproducir imágenes vivas fue, a la par que practico, revolucionario. Y aunque nadie ha negado a los Hnos su contribución al progreso, sí se ha discutido, e incluso negado, su aportación artística en los inicios del cine. Fremaux quiere demostrar en esta primera muestra documental del legado Lumière, otros aspectos al margen de los científicos; y consigue convencernos de que en la creatividad, sobre todo de Louis, había magia, composición de planos, narración visual, brochazos con luces y sombras, búsqueda de escenarios...; en fin, fundamentos artísticos y visión de la realidad con filtros de ficción. ¡Aquello ya era buen cine!.

El celuloide, aquel material perecedero que archivaba tantas aventuras, se convierte en polvo por la acción implacable del tiempo (el 80% del cine mudo ha desaparecido). El esfuerzo de los grandes amantes y profesionales de esta disciplina: Martin Scorsese, Tarantino, Bertrand Tavernier.., además del realizador de este documental, no es suficiente para salvar la mayor parte de algo tan sensible; convertido por los años, dentro de sus latas, en impalpable.

Agradezcamos pues las sanas intenciones de quienes, por amor, no ponen precio a su trabajo y nos hacen disfrutar con joyas recuperadas de la oscuridad de la memoria. Este recopilatorio de Thierry es uno de esos hallazgos que se convierten en imprescindibles para los devotos cinematográficos. Gracias.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Nacimiento del cine.
Thierry Frémaux, director del Instituto Lumière, crea y comenta este documento que agrupa a 108 de las 1422 películas que, de 1895 a 1905, realizaron Louis Lumière y varios operadores suyos.

Restauradas en resolución 4K y conservando su formato original, Frémaux nos muestra, agrupadas temáticamente en capítulos, las películas, todas de 50 segundos de duración, de una manera didáctica y con bastante ternura, al tiempo que reivindica y subraya el gran invento de los hermanos Lumière que, sin duda, en poco tiempo se convertiría en el arte más representativo del siglo XX.

Podemos apreciar, guiados por la voz del narrador, cómo desde un principio las películas de Louis Lumière no se limitaban a ser meros documentales, sino que poseían una preparación previa, en algunos casos, contaban incluso con actores para resaltar el argumento; eran ficciones con aires de documentales. La cámara siempre permanecía fija sacando planos generales (de imagen muy nítida), si bien se utilizaba el travelling, entonces llamado panorama. Los encuadres eran precisos, existía una gran profundidad de campo (para lo que empleaba muy bien las diagonales) y aplicaba la composición escénica. Era el nacimiento del cine, no de la simple sucesión de imágenes en movimiento.

A pesar de que los hermanos Lumière le sacaron rendimiento económico a su cinematógrafo ello no les debió parecer suficiente (eran grandes empresarios y su interés principal era la ciencia) y lo abandonaron pensando que su invento no tenía ningún futuro comercial.

Un documental imprescindible para todo el aficionado al séptimo arte.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
!SE MUEVEN!
A finales del XVIII los hermanos franceses Auguste y Louis Lumiére crearon el cinematógrafo básicamente tal y como lo conocemos hoy en día. Antes en 1892 el también francés León Boluy ya patentó el término para una maquina que grababa imágenes en movimiento. Boluy no pudo seguir pagando la patente que pasó a manos de los Lumiére los cuales a su vez desarrollaron y mejoraron el invento, sobre la base del Kinetoscopio inventado al otro lado del atlántico por el equipo de Edison. A pesar de que la cosa no les pareció que tuviera gran futuro, estrenaron su primera película de cara al público el mítico 28 de Diciembre de 1895 en el salón Indien del Gran Café sito en el número 14 del Boulevard de los Capuchinos en París.

El éxito fue inmediato y en los 10 años en que los Lumiére le sacaron rentabilidad antes de dedicarse a otros menesteres enviaron su invento y su operadores a todos los rincones del mundo.Casi mil quinientas películas de menos de un minuto donde el embrión del cine empezó a crecer y a prefigurar los géneros y narrativas que se sucederían posteriormente.

Thierry Frémaux director del Instituto Lumiére de Lyon, selecciona 108 de ellas restauradas y nos ilustra con sus comentarios didácticos de todos los aspectos de la mismas. Las piezas son una maravilla en su variedad y calidad, en la que mucho tuvieron que ver los diferentes operadores contratados por los hermanos. Generalmente apoyados en unos encuadres perfectos y ligeros travellings las pequeñas historias narradas aparentemente documentales ya conllevan una dirección, actores y una intencionalidad de síntesis narrativa realmente ejemplar. La imágenes nos demuestran que los Lumiére fueron mucho más allá que los inventores de un artilugio para grabar imágenes en movimiento y que el termino Arte estuvo ligado al cine desde sus comienzos. Imprescindible. 
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El cine lo inventa Louis Le Prince en 1888
Más allá del evidente valor de las películas de los hermanos Lumiere y sus operadores, no esta de más recordar que "la aventura" empezó en 1888 con el film "Roundhay Garden Scene" de Louis Le Prince ,verdadero inventor del cine, esta película aún se conserva, si bien es cierto que la primera patente del cinematógrafo pertenece a León Bouly, patente que dejó registrada en 1892 y que no pudo pagar y de la que se hicieron dueños los hermanos lumiere al comprarla en 1894, que no es lo mismo que inventarla; en cualquier caso la maquina de Le Prince se patenta en 1886 y es reconocida en 1888 con el nombre de "Método y aparato para producir imágenes animadas de paisajes naturales y vida", no se llama cinematógrafo pero sirve para lo mismo y es anterior a la patente de los Lumiere en 6 años .La versión "oficial" de reconocer a los hermanos Lumiere como inventores del cine simplemente es mentira.
En cuanto al desarrollo y calidad de los cortos que se presentan en esta recopilación no hay duda de que son una maravilla y pertenecen a los albores del cine, algunos creando movimientos y perspectivas de cámara por primera vez, no se trata de desprestigiar el gran trabajo de los Lumiere, sino de reivindicar al verdadero inventor del cine, Louis Le Prince.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Matrioskas de alta precisión.
Ha sido un placer ver un poco de la historia del cine y del mundo también. Aún en tono documental es una película deliciosa amena e incluso didáctica (sobre todo para mí que soy neófito en esto de las técnicas de la cinematografía). Los comentarios en "off" van a la par en ingenio con las imágenes proyectadas.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Lumiere=Luz
Excelente selección de films de los hermanos Lumiere. Si bien están restauradas el lenguaje cinematográfico que admiramos en tantos directores lo inventaron ellos. El director indica semejanzas con algunos de ellos pero hay algunas tomas de una belleza inimaginable. Y eso que son sólo algunas de las películas que filmaron los Lumiere y su equipo.
Recomendable para los amantes del cine, como yo.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Los inicios del cine
La película no es más que una recopilación seleccionada de los primeros cortos de los hermanos Lumiere. La producción tiene un grandísimo valor testimonial, donde queda reflejado el estilo de vida en la transición del siglo XIX al XX, como era la calle, la industria, los transportes, las diversiones, los viajes y el montañismo en sus inicios, No sólo el documento es valiosísimo. La plasticidad de las imágenes es inmensa. No en balde sirvieron de inspiración a muchos cineastas posteriores a lo largo de la historia. Muchas escenas parecen mini documentales pero no lo son. Están preparadas. Vienen a ser una aplicación en movimiento del estilo, encuadres y motivos de la escuela fotográfica pictorialista. El film es una gozada, no sólo para los cinéfilos sino también para los simples fotógrafos. La música de Saint Saens se acopla muy bien con la acción de forma totalmente apropiada. Visionado imprescindible.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La aventura de hacer crítica
Magnífico proyecto de revisión y amor al cine el que propone el director del Festival de Cannes, Thierry Frémaux. Su ¡Lumière! Comienza la aventura, que tenía todas las papeletas para haber sido un ejercicio de cursi nostalgia, se revela como una mirada maravillada al trabajo decisivo de los ínclitos hermanos. También es una carta de amor al país galo y a la capacidad del medio para llegar a todo el mundo. Algo nada desdeñable en estos tiempos convulsos plagados de egoísmo nacionalista.
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3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
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