Madrid (1987)

Con motivo del cincuentenario del inicio de la Guerra Civil Española, un realizador alemán, Hans (Rüdiger Vogler) rueda en Madrid un documental sobre este tema, pero su enfoque se va ampliando hacia la España contemporánea, y hacia el Madrid del momento. El protagonista viene a ser un álter ego del propio director. A partir de esta idea, Patino elabora un largometraje en el que se une la reflexión sobre el cine, en especial el cine documental, y la reflexión sobre la Historia de España desde 1936 hasta los años 80, ocurriéndole lo mismo que a su protagonista, que el enfoque, el tema, se van ampliando tanto, que las intenciones, los objetivos, se van desdibujando en una reflexión tan ambiciosa como difusa sobre presente y pasado.

En otra crítica que he encontrado aquí sobre este film dice su autor que Patino es mejor cuando se dedica al cine documental que cuando se dedica al cine de ficción, y estoy de acuerdo, aquí es mucho más interesante todo lo que hay de documento histórico que de ficción. Y cuando hablo de documento histórico me refiero a las imágenes de la Guerra Civil tanto como a las del Madrid de los 80, del cual este largometraje es como un reportaje periodístico que se pretende representativo: las manifestaciones multitudinarias contra la OTAN; el funeral del alcalde Enrique Tierno Galván; Juan Barranco, su sucesor en el cargo, baila vestido de chulapo; los Reyes inauguran el Planetario; el ambiente de la "Movida"; las fiestas populares...También hay breves apariciones de todo tipo de personalidades, como Antonio López, el pintor hiperrealista, o el cantante Miguel Ríos. Al comenzar el film se ofrecen imágenes de una exposición sobre Madrid en la Guerra Civil, exposición en la que aparece, brevemente, el propio Patino. Ana Duato, en su debut en el cine, se desnuda y habla en inglés. Como vemos, hay de todo y para todos los gustos.

En esta obra de ficción con un importante fondo documental, Patino parece dudar sobre su mismo cine documental, y sobre la Guerra Civil y la posguerra, con un enfoque escéptico, con un poso de amargura, pero lo hace con un cierto tono impostado, con la libertad del creador que se sabe consagrado. Además, las palabras que aparecen de vez en cuando sobre las imágenes (aparte de los subtítulos que aparecen cuando se habla en alemán o en inglés), como manifestación de esa reflexión, son un poco redundantes. El interés de un enfoque abierto, muy abierto, que permite tanto el retrato de diversos personajes de ficción como la reflexión intelectual sobre el cine y el arte, queda lastrado por una indefinición que resulta un poco irritante, así como por una muy poco crítica alabanza al Madrid de los años 80 en la que no es difícil adivinar intereses propagandísticos institucionales.

Como todas, o como casi todas, las obras de ficción de Patino, "Madrid" es una película irregular. Pero, al menos en este caso, es una obra que vale la pena ver como documento de una época, los años 80.

El motivo de mi baja calificación es que, en realidad, Madrid contiene dos películas, mejor dicho, una película y un documental, pero mal engarzados, peor trabados y montados chapuceramente. Al fin y al cabo, Patino siempre se ha superado en sus documentales, entre los que destacaría Canciones para después de una guerra y Caudillo, y ha fracasado en sus obras de ficción, desde Nueve cartas a Berta hasta Octavia, pongamos por caso. Mientras que la película de ficción es bastante nefasta, con los vagabundeos de Rudiger Vogler (esforzado en su castellano) por las calles de la ciudad con su cámara, y sus aventuras amorosas que nadie puede creerse (nefasta la escena en la que baila con Verónica Forqué), toda la parte documental es superlativa. Vemos el Madrid de la Guerra Incivil, la transición (con los grises reconvertidos en maderos), hasta desembocar en la era de la Movida y su mejor alcalde, Enrique Tierno Galván, el Viejo Profesor. Las imágenes gozan de una banda sonora muy bien escogida, a base de zarzuelas y canciones de Celia Gámez o similares, y te permite hacerte una buena idea de un Madrid combativo y vital, muy alejado de la ciudad que ha caído en las garras de la siniestra Botella y los sucesores de la pavorosa Aguirre. Está claro que no es una película para nostálgicos del bando vencedor.
Para curiosos y coleccionistas, aparte de descubrir a un Josep Maria Pou de hace 22 años, recomiendo la búsqueda del inefable Sisa en un pequeño papel, pertrechado con el nom de guerre de su estapa madrileña.