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Juegos de verano (1951)

Juegos de verano
96 min.
7,2
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Sinopsis
Una bailarina vive una existencia atormentada a causa de su inestabilidad afectiva, dividida entre su actual amor y el recuerdo de su primer novio, fallecido en un accidente. Juegos de verano trata del amor adolescente en el esplendor del verano. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Ballet Drama romántico Drama psicológico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Suecia Suecia
Título original:
Sommarlek
Duración
96 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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8
Muros de maquillaje
Marie, una bailarina de ballet de veintiocho años, se enfunda su vaporoso vestido de gasas en su grácil silueta, y se aplica una espesa capa de maquillaje sobre su terso cutis cada vez que tiene que salir al escenario a bailar. Detrás de tanto maquillaje, se agazapa una joven dubitativa, infeliz y temerosa, anclada en una adolescencia floreciente, que fue tan feliz como desgraciada.
Marie recibe un paquete que la catapulta al pasado. El diario de Henrik, su amado Henrik, la devuelve a un verano insustituible a orillas de un lago que podría ser la puerta del Edén. Jovencísima estudiante de ballet, siguiendo los pasos de su madre muerta, Marie compartía la gran propiedad de sus tíos junto al lago. Durante unas vacaciones, conoció a Henrik y los fuegos artificiales del amor recién descubierto…
Después nada volvió a ser igual.
Ella baila como una linda muñeca pintada, un títere que se castiga hasta la extenuación en su dura profesión, rota por dentro, temiendo a su juventud en fuga…
Este Bergman mucho más asequible y menos insondable ofrece un aliento cálido, incluso distendido en ese verano pletórico de la parejita de amantes disfrutando del hecho de estar juntos. Maj-Britt Nilsson destila un recital de espontaneidad que atrapa y enternece. Su bonita faz, tanto limpia como maquillada, es muy expresiva y elocuente. Pasado y presente se funden en ella con doloroso y veraz contraste.
Bergman siempre es Bergman y en sus dramas no hay dolor que no esté al acecho detrás de la felicidad. La alegría de Marie y Henrik no podía durar, la juventud no puede detenerse en los quince o dieciséis años. El tiempo no tiene piedad.
Y eso vemos, el transcurrir despiadado de las eras en una mujer que busca la vía para salir de su atasco afectivo mientras los espectáculos de ballet continúan sobre los escenarios. El tiempo sólo se frena mientras ella nos convence de que los cuerpos vuelan y burlan la gravedad en virtud de esos pies que apenas tocan el suelo, disfrazando el tremendo esfuerzo que hay detrás, siguiendo los compases inmortales de Tchaikovsky o de cualquier mago de la batuta.
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23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
LA VIDA ES BALLET
Magnánima película que, incomprensiblemente, ha pasado desapercibida entre los grandes títulos del Séptimo Arte. Historia realmente romántica, (no sólo por la historia de amor), que trasciende del primer amor a cotas inesperadas de superación personal y apología de la vida. Los personajes son maravillosos y creíbles (Marie debería ser más reconocida que la frívola Escarlata O'hara), la fotografía es una auténtica preciosidad en momentos felices y tenebrosa y angustiosa cuando nos adentramos en la fúnebre nostalgia de la protagonista; el paisaje es un personaje más. La cámara rueda con precisión cada plano, guiada por la narración, (en numerosas ocasiones esta ley se trastoca). El diálogo es preciosista y existencial, propio del director, pero sin desentonar en el fotograma, respetando siempre lo que se está contando, y, ¡por supuesto!, haciéndonos reflexionar más que cualquier librillo de autoayuda que ofertan en el "Vips".

Se nos muetra un amor auténtico y realista, desde la empatía, complicidad y admiración mutua de la pareja protagonista; no en la búsqueda del ser perfecto ni con "momentos especiales".

Pero esta obra maestra no se reduce a una novela de amor; ése es sólo el vehículo que nos transporta a comprender la existencia, el sentido y finalidad de la vida. Bergman contrapone dos de los grandes paradigmas del ser humano en clave de paradoja: la felicidad, (en la plenitud del amor, "la vida"), y el dolor, (el olvido voluntario, "la muerte"), presentándolos como el pez que se muerde la cola: la existencia. Viviremos y moriremos mil veces; incluso tras la muerte, en los recuerdos palpitantes de quienes nos amaron. Ese es el único sentido de vivir y morir: enriquecernos de los hallazgos, que, por otro lado, no dependen del egocentrismo humano. Forman parte de la cadena universal, donde nada permanece y todo se regenera, (visionado en el ballet y otros planos).

La majestuosidad del film eclosiona en el momento cumbre; todos sabemos qué ha ocurrido y aún así... ¡nos sorprende! Nos conmociona, supone un duro golpe. Bergman se ha encargado, maravillosamente, de que vivamos al momento, con los protagonistas. Porque en la vida sólo existe el presente, cargado de pasado o futuro.
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19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
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