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Fahrenheit 11/9 (2018)

Fahrenheit 11/9
130 min.
6,5
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Sinopsis
Documental sobre la campaña electoral y la presidencia de Donald Trump. Se titula "Fahrenheit 11/9" (haciendo referencia a su aclamado documental Fahrenheit 9/11 por el que recibió la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2004) por la fecha en la que el mandatario republicano fue declarado presidente electo, el 9 de noviembre del año 2016. El propio Moore ha declarado que espera que los datos de su documental sean tan demoledores que el film contribuya a derribar la credibilidad que Trump tiene entre sus seguidores. (FILMAFFINITY)
Género
Documental Política
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Fahrenheit 11/9
Duración
130 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2018: Sindicato de Guionistas (WGA): Nominado a Mejor guion en documental
2018: Premios Razzie: Peor actor (Trump), pareja en pantalla y actriz sec. (Conway)
9
¿Qué diablos pasó?
Terminando de ver “Fahrenheit 11/9” (2018) de Michael Moore con Donald Trump, Ivanka Trump, Hillary Clinton, Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez, Timothy Snyder, entre otros. Documental que intenta explicar: ¿Cómo fue que Donald Trump llegó a La Presidencia de EEUU, contra todo pronóstico; cómo se ha mantenido en el poder con su discurso intolerante, racista, provocador, egocéntrico… etc., y cómo la historia es cíclica, en cuanto a los hechos que cambiaron al mundo? Según Moore, espera que el documental “contribuya a derribar la credibilidad que Trump tiene entre sus seguidores”, al tiempo que se convierte en una poderosa advertencia sobre el fascismo para cualquier país en el mundo. Curiosamente, este es el documental “más objetivo y positivo” de Moore, pues no se decanta en ir sólo contra Trump, sino que pone el dedo en la clase política, al ala conservadora/demócrata obsoleta, hasta contra Barack Obama; y cómo un país tan liberal, tiene a un Presidente tan ultra derechista; todo ello enriquece y compensa el aura apocalíptica del filme, con la esperanza en una juventud sedienta de cambios; donde los movimientos acontecidos del pasado reciente, como un envenenamiento de agua en Michigan, hasta la manipulación electoral, hicieron posible una huelga de educadores que provocaron la ira de los ultra derechistas con los atentados de Parkland… curioso que la escuela tenga el nombre del hospital donde fue atendido JFK y Oswald tras el magnicidio; y que sea la juventud que se levantó de la tragedia, quienes EXIGEN cambios inmediatos. La decepción, está en que desde el 2001 nada se ha concretado; y es que el título del documental tiene su importancia; pues se basa en el sistema de fechas para referirse al 9 de noviembre, cuando se anunció la victoria presidencial de Trump en 2016, unas elecciones que tuvieron lugar el día anterior; y simultáneamente el título sirve como un refrescamiento del documental “Fahrenheit 9/11” (2004), el cual hace referencia a la fecha de los atentados del 11 de septiembre; por lo que ambos títulos de los documentales de Moore, son una alusión a la novela distópica “Fahrenheit 451” (1953) de Ray Bradbury. Ahora ya no es cosa que el director use el humor para exponer las realidades, que sea mordaz y provocador, que sea sensacionalista y acomode la información para lograr su objetivo. Lo que importa en analizar y reflexionar no solo en lo que es verdad “o no”, sino tomar conciencia de la realidad del país, y si creen que lo que pasa en EEUU no le afecta usted… ¡Usted vive en otro planeta! Porque en EEUU hay muchas cosas que están mal, y muchas de ellas son por ignorancia y falta de involucramiento en los procesos; porque sí hay gente que quiere hacer la diferencia, entonces: “¿Qué diablos pasó?”
RECOMENDADA.
PRONTO una nota en el blog de Lecturas Cinematográficas.
http://lecturascinematograficas.blogspot.com/
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23 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Becerro de oro
11/9 no es el retrato definitivo de Trump; es un collage que da rienda suelta a los miedos, inquietudes y esperanzas de su creador y un puzzle al que le sobran piezas. Es tan vehemente como dispersa, tan iracunda como superficial, tan sensiblera como ingenua. Podría haber sido una buena serie documental si hubiera profundizado un tanto en alguno de los puntos que toca, pero como en vez de escarbar para hallar las raíces del problema se dedica a acumular nombres y acontecimientos, acaba por dejar sin rematar nada de lo que esboza.

Los ejes de coordenadas de este compendio de la ignominia son excesivos: Trump, por supuesto, pero también la calidad de los servicios públicos, el papel de los medios de comunicación, el partido demócrata, las armas, las guerras, el ejército, la juventud, Wall Street… todo ello sin orden ni concierto. Y precisamente porque algunos segmentos son extraordinarios (el de Obama) otros quedan ensombrecidos (la “invasión” de Flint, la alerta de Hawái o el caso de Sanders, que merecía alguna explicación más y alguna lágrima menos); amén de alguna secuencias completamente innecesarias. Además, como la distribución de los tiempos resulta arbitraria, parece que más que seguir un hilo conductor se limita a enumerar atrocidades reales y esperanzas impostadas con la esperanza de remover (las) conciencias (de los votantes de Trump). Pero no dice nada sobre él que no se supiera con anterioridad y la analogía con el régimen nazi resulta superficial e impostada; en este punto, de hecho, alcanza unas cotas extraordinariamente manipuladoras, llegando incluso a doblar un discurso de Hitler con otro de Trump. Si de verdad piensa así es que no se ha enterado de nada. Llamar nazi a alguien no es el mejor punto de partida para comenzar un diálogo. Es como entrar durante la misa mayor, llamar fanáticos a los feligreses y esperar que se hagan ateos. Como mucho te llevaras dos hostias sin haber ido a comulgar.

Como no conviene agobiar al espectador con pesimismo existencial, el documental huye hacia la juventud para refugiarse en un hipotético futuro, triste consuelo cuando tantas generaciones precedentes fallaron de manera tan lamentable aun teniéndolo más fácil. Los chavales, en un furioso alarde de ignorancia, incluso presumen de haberse formado a través de las redes sociales… Observes aquí que el documental por una parte critica cómo los políticos juegan con las emociones de las personas, asegurando que la política del miedo y la ira nunca busca encontrar soluciones y, por la otra, propone como antídoto la rabia que muchos jóvenes estadounidenses, aterrados, enfadados e incluso en estado de shock, sienten ante la situación.

Quizá la parte más salvaje e interesante sea la concerniente a la responsabilidad del partido demócrata. Aquí un político y una estrella se roban la función: Sanders y Obama, y ambos por razones muy diferentes. Mientras que a Sanders le roban la función (sic.), Obama, cual divinidad, desciende desde el cielo entre los gemidos de sus víctimas para pedir un vaso de agua y hacer el mejor autorretrato posible de sus legislaturas y de él como presidente. Lo mejor es ese tremendo <<no es un truco>> mediante el que la bestia se quita la máscara. Nunca un inocente vaso de agua resulto tan abyecto.

El documental acaba concluyendo algo a todas luces obvio: que el proyecto de democracia ha fracasado. Y siguiendo el esquema platónico anuncia la inminencia de la tiranía, equiparando la llegada a la Casa Blanca de Trump con la de los nazis en Alemania (imágenes del Reichstag ardiendo…). Y aquí se equivoca de nuevo. Primero porque desgraciadamente las cosas no son tan sencillas; hay factores de primer orden como (por ejemplo) la globalización, y la subsiguiente deslocalización del capital, que resultan más decisivos a la hora de explicar el fracaso (él lo sabe) que la simple personificación de nuestros problemas en dos o tres figuras públicas, figuras que en todo caso son el síntoma y no el problema.

Segundo. Trump no es Hitler. Trump no tiene ningún programa político, ningún proyecto a largo plazo, ningún ideal. Es alguien completamente pragmático que solo habla y actúa en función de la situación. Lo único que ambos comparten es la desesperada necesidad de aprobación por parte de los demás. El partido republicano no es el partido nazi: la propia cúpula del partido nazi estaba compuesta, desgraciadamente, por personas excepcionalmente competentes, inteligentes y trabajadoras. Y el pueblo estadounidense nada tiene que ver con la Alemania de principios de los 30; pues aunque puedan compartir una situación de miseria creciente y desesperanza hacia el futuro, lo cierto es que los alemanes creían en el poder de la sociedad a través de la política, y no eran en absoluto tan materialistas o individualistas como los estadounidenses; desde luego, no presumían de haberse educado a través de twitter; en cualquier caso, los nazis no disponían de una amplio arsenal de nuevas tecnologías y conocimientos con las que manipular a la población hasta lo más profundo de su voluntad.

Claro, por supuesto que podemos caer de nuevo en regímenes totalitarios, y de hecho puede que solo estemos a una o dos “crisis” de conseguirlo. Pero no por culpa de los demócratas o de Trump o de la tecnología, sino a causa de los fanáticos que siempre han estado ahí. Igual da que la ciencia haya dinamitado uno por uno los cimientos de la astrología, ellos seguirán creyendo en el horóscopo, las virgencitas, los ovnis o el libre mercado. Pero, en el marco general, Trump no supone un cambio significativo con respecto a la tendencia política y social de los últimos 50 años. No es mucho peor que Obama ni mucho mejor que Bush II; definitivamente, no es Hitler reencarnado. Eso sí, los problemas siempre han sido los mismos: la ignorancia y la miseria, el caldo de cultivo ideal para todo buen fanatismo. Y aunque la miseria se pueda curar, la estupidez es infinita.
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30 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
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