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Capitán Abu Raed (2007)

Capitán Abu Raed
102 min.
6,7
458
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Sinopsis
Abu Raed es un solitario miembro del equipo de limpieza del aeropuerto internacional de Ammán. Siempre ha querido viajar por el mundo, pero al no poder hacer realidad su sueño, lo vive a través de libros y de breves charlas con algún viajero. Un día, encuentra una gorra de capitán en una papelera y un chico del barrio le ve con ella puesta camino de casa. Al día siguiente, un grupo de niños le espera delante de la puerta, convencidos de que es piloto. Nace una amistad entre el hombre y los niños. Feliz de tener compañía, hace viajar a los niños por el mundo mediante historias inventadas. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Vejez / Madurez Amistad
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Jordania Jordania
Título original:
Captain Abu Raed
Duración
102 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2008: Festival de Sundance: Premio del Público
2008: Festival de Valladolid - Seminci: Nominada a Mejor Película - Espiga de Oro.
7
El viejo y los niños
'Capitán Abu Raed' es la primera producción jordana con claras intenciones de salir al mundo y tener una cierta vida comercial. Esta historia de un viejo encargado de la limpieza en un aeropuerto que es identificado erróneamente como capitán de aviación por un grupo de niños es entrañable y muy llevadera.

Se trata, por tanto, de un trabajo que se ve muy bien y que resulta entretenido, pese a que no se pueda obviar su tendencia a ofrecer soluciones facilonas y su algo incómodo interés en querer contentar al mayor número posible de espectadores, a costa de renunciar a cierta credibilidad y a un mayor rigor en la historia que cuenta.

En cualquier caso, es una película positiva y muy agradable de ver -con algunos instantes especialmente dramáticos dentro de un tono general amable-, que deja buen sabor de boca.
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21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Y NO SERÁ EL ÚLTIMO
Cada vez que veo a Abu Raed con su 'gorra de la suerte', me es imposible no acordarme del viejo Emil Jannings en El Último de Murnau, si bien sus evoluciones son prácticamente del todo inversas: es precisamente su prenda fetiche, equivalente al uniforme del recepcionista cuyas vivencias inauguraron el movimiento de cámara, lo que lo lleva a crecer interiormente, aunque ello no acompañe ningún tipo de escalada en la muy veces injusta pirámide laboral.

Abu Raed se encontraba en el último escalafón, ese al que el inolvidable portero de hotel de lujo es degradado. Sin embargo, tal situación no lleva a nuestro entrañable operario de limpieza del aeropuerto a perder su idealismo ante la vida y la esperanza de mejorar el mundo, aunque sólo lo pueda hacer localmente.

Es precisamente esa gorra lo que funciona como catalizador, lo que hace despertar dentro de su ser esa reconocible figura de viejo lobo, voz de la sabiduría, que entretiene a los niños de su humilde barrio con realtos sobre mundos que tantas veces ha imaginado pero nunca pudo conocer.

Poco a poco, su personaje va evolucionando del amable contacuentos de barrio a salvador de la infancia que lo circunda, ayudando en silencio y sin hacer ruído a los niños crecidos entre la amenaza de la guerra, la modestia económica y la violencia doméstica. Nos recuerda a personajes habituales en Louis Malle o Robert Bresson, o incluso de Los Olvidados de Buñuel, héroes anónimos que no han nacido en un escenario lo suficientemente apropiado como para que sus buenas y desinteresadas acciones llenen portadas de prensa nacional o rompan récords de audiencia televisiva.

Muchos dirán que es la enésima instancia del viejo sabio, la versión entrada en años de personajes solidarios y entrañables, que el imaginario occidental identifica enseguida con soñadoras ninfas parisinas o corredores de larga distancia que descansan en la parada del autobús. Abu Raed no será ni de lejos tan recordado, pero sin duda se adentra mucho más que aquellos en la sempiterna pero inevitable lucha entre el bien y el mal. El hombre al que una simple gorra de capitán convierte en icono local, ofrece una versión mucho más realista y terrenal de este arquetipo, inagurado hace muchos años, en tono tragicómico, por un vagabundo granujilla que con su hábil torpeza rescataba del abismo a las almas perdidas que lo rodeaban.

Amin Matalqa nos ha enseñado con esta película, seleccionada por Jordania para la pasada edición de los Oscar, que en el mundo árabe no todo son conflictos bélicos, terrorismo o integrismo religioso, sino que también existen pequeñas historias, locales, anónimas y mucho más comunes, que para sí ya quisieran tantas sociedades occidentales. Y lo ha hecho escogiendo el tono adecuado, que no peca ni de ingenuo ni de lastimoso.
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13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
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