Los padecientes (2017)

Un super-reflexivo, monocorde y aburrido Vicuña hace vislumbrar que pasaremos una tarde del mismo tipo. No conforme con eso se nota lo que vendra y los cliches tipicos de quien quiere suspenso y refleja pesadez.

Al terminar esta cinta, uno tiene sensaciones encontradas. En mi caso, no puedo evitar recordar el famoso sueño de Nabucodonosor, interpretado en la Biblia por el profeta Daniel, en que aparece una gran estatua con la cabeza era de oro, pecho de plata, el vientre de bronce, las piernas de hierro y pies de hierro y barro sin mezclar.Al final del sueño, una roca desintegra esta estatua sin que quede rastro de la misma. Así se anunciaba la caída del imperio babilónico pasadas unas generaciones, y queda la metáfora de los pies de barro en la cultura popular que indica que algo en apariencia muy sólido, es débil y vulnerable.

¿Y por qué, os preguntaréis, uno se acuerda de todo este rollo? Porque la sensación que queda tras ver Los padecientes es más agridulce que algunos platos de restaurante chino. Un largometraje con una técnica exquisita, una historia interesante y un ambiente muy logrado ¿Cómo puede fallar? ¿Cómo puede ser algo

Hay dos cosas que juegan en contra de esta película, a mi entender una más importante que la otra, y son los diálogos. Si tienes una historia interesante (aunque incluso algo predecible), creas un buen ambiente para desarrollarla y lo acompañas de un lenguaje narrativo bueno, la única pregunta posible es por qué los diálogos de los personajes suenan tan manidos y poco verosímiles. Nadie hablaría en la vida real cómo hablan los personajes de esta película. El suspense se crea con las propias situaciones, y no hacen falta grandilocuentes alocuciones en las que se desarrolle todo el proceso de pensamiento de una persona. Uno no habla como escribe, ni como si estuviese dando una conferencia o un discurso ante la Cámara de representantes. Y en esta cinta, cada personaje, incluso la niña de trece años, parecen estar siempre declamando pasajes dignos de la escena final de 'El discurso del Rey'.
Está bien que el cine sea ficción y que el cine de género policíaco o de suspense vaya desentreñando su madeja poco a poco para que el espectador se entere. Pero el lenguaje debe ser adecuado.

Y la otra pata que no contribuye a esto es la actuación de Vicuña, que en ningún momento acaba de encontrar a su personaje, resultado hierático y plano como un charco. Es cierto que una película es más que su protagonista, pero en una trama en la que él mismo será el hilo conductor, se echa en falta no ya un poco de brillantez, sino algo de veracidad. Al igual que respecto al texto, se nota que es algo forzado e interpretado, no es algo natural ni verosímil.

Pese a todo, el despliegue y la historia contienen elementos suficientes para que la cinta resulte interesante. Resulta una auténtica pena que por fallos básicos o de elementos estructurales importantes, algo que podía haber llegado a ser muy bueno se quedé en una obra correcta. O ni eso, a los ojos de quien lo mire. Depende de hasta dónde alcance el barro que empieza en los pies.