El corral, una fiesta muy bestia (2006)

Otra más de entre las tantas animaciones que centran su historia en comunidad de animales de carácter simpático, en donde el prota comienza siendo un bala perdida, para finalmente verlo metamorfoseado en un flamante líder de mano firme. Como comprobarán, en cuanto a originalidad se refiere, no repararon en gastos.
Aunque mascada y remascada la cuestión, la flaqueza de la cinta viene rodada por otros caminos que nada tiene que ver con lo anterior, como lo sería la falta de idea con la que lucir el transcurso de la narración (se antoja sosa); insuficiencia en la inspiración de los chistes en donde se aprecia claramente un quiero y no puedo, forzando unos gags que están destinados a fracasar; y lo poco entrañable que resulta absolutamente toda criatura que por aquí desfila (con mención especial a las tres vacas gallegas).

Esta película se olvida en un suspiro. Incluso puedes correr el riesgo de tropezarte con ella dentro de un par de años y ponerte a verla nuevamente pensando que es la primera vez que lo haces. Así está la cosa.


Hay animaciones que utilizan los gráficos digitales para crear personajes. Otros se valen de la plastilina para llegar al mismo fin. En "El corral, una fiesta muy bestia" crean gráficos digitales con los que pretenden simular plastilina que simula al personaje. Y tanto rollo pa que al final nos pongan vacas machos y sin cuernos.

El género de animación infantil ha dado películas divertidísimas, algunas extraordinarias (leáse Monstruos SA) y ejemplos más que notables, entonces, ¿para qué machacar a tus hijos con una tan mala como El Corral? Es verdad, salen animalitos, pero vamos a ver: la animación es pésima; el argumento es terrible y manido; los diálogos parecen escritos por los concursantes de Gran Hermano, y luego está esa cosa, inexplicable, que confunde por igual a niños y adultos: vamos a ver, el protagonista es Otis, un ternero descerebrado, entonces, ¿por qué tiene tetas? Su padre, su padre... también tiene tetas... ¡SU PADRE! No es un toro, ni siquiera un buey... es una vaca macho, un Baco, un toro rudo con músculos de marinero y cuatro pezones pegados a una especie de ventosa lasciva... chico, no sé... mi hijo de cuatro años se pasó la mitad de la peli diciéndome: papá, pero ese toro tiene tetas, y yo le respondía: ya lo veo hijo, ya lo veo. ¿Qué le iba a decir? Son esos momentos dramáticos en los que un padre puede perder la autoridad para siempre. Pues eso.