The Children (2008)

“Chicho” Ibáñez Serrador nos preguntaba allá por 1976 que quién podía matar a un niño. Pues en pleno 2008, Tom Shankland le contesta sólidamente con “The children”. Y sí, en esta cinta inglesa necesariamente hay que matar críos para sobrevivir.

Tremendo dilema el que se propone con esto de o pierdes tu vida o matas a unos niños que se han poseído por un extraño fenómeno. Y encima esos niños son los hijos que tanto se aman, y allí el aprieto se torna más complejo aún.

A esta cinta británica hay que valorarle su lograda tensión que brota de las fuertes situaciones que dan vida al guión: un matrimonio que se reúne en una casa de campo para pasar unas fiestas navideñas, sus hijos inexplicablemente se vuelven locos y empiezan a atacar a los adultos. Así tenemos un survival que aunque es un tanto convencional en su desarrollo, es lo suficientemente intenso y arriesgado como para destacarse dentro del terror moderno.

Y sí, la cinta no es para nada edulcorada, sino que tiene momentos que destilan mucho riesgo cuando hay que trasgredir las normas que establecen que a los niños no se les puede atacar. Y es que la película se torna tan bestial en determinados pasajes que en ciertos casos es justificable determinadas acciones que ponen los pelos de punta por el solo hecho de que se trata de violencia contra unos simples críos.

El filme juega mediante un contraste bastante notorio, por un lado la inocencia y candidez que despiertan los niños contrapuesta con la maldad y lo truculento que brota de esa misma fuente.

Un filme tremendo que pone a prueba el amor incondicional de los padres por sus hijos, y esa sensación que apremia se la sufre durante gran parte del metraje. La sensibilidad o el sobrevivir, esa es la cuestión.

Como dije, lo mejor del filme son sus climas opresivos, y también los escenarios boscosos y aislados que aumentan la sensación de desprotección en los personajes adultos. Pero también hay que aplaudir que en determinados pasajes el director haya sido valiente y nos exhiba algunas secuencias que marcan claramente la diferencia de riesgo con la mayoría de cintas comerciales donde determinadas situaciones no se ponen en pantalla para no molestar la susceptibilidad del espectador que ha pagado su entrada.

Quizás la cinta sea un tanto corta, y también se le podría achacar que no tiene subtramas paralelas ni una explicación detallada que nos justifique lo que va sucediendo en el desarrollo narrativo. Pero a mi criterio y en este caso en particular, no veo mal que escasee la información, ya que hay cintas que se prestan para que el suspense de no saber qué sucede sea más absorbente que una respuesta improvisada que se pueda llegar a dar para aclarar.

Sigo en "spoiler" sin contar nada que no deba saberse

¡Ay!, cuantos niños malignos nos ha dado el cine, desde la mencionadísima "¿Quién puede matar a un niño?, de la que paso de decir y ni haré comparaciones porque es como hacerse un bocata caviar con chorizo, pasando por grandes clásicos como los "Chicos del Maíz", un hermoso grupo de niños sacados de los legionarios de cristo, o por toda la retahíla de niños poseídos o endemoniados. Si dejamos fuera del saco al filme de Chicho y a "El otro" de Mulligan, esta "The children" tendrá bastante que ofrecer.

Últimamente a los ingleses les ha dado duro con los virus y los apocalipsis en sus filmes de terror. Ésta no será una excepción, pero en vez de aparecer zombies los contagiados serán niños que se irán volviendo cada vez más malignos. No quieren comer carne, ni se transforman en bichos extraños, simplemente se les abre un apetito enorme de matar.

Cuestiones como las que ya me preguntó Chicho Ibáñez Serrador, se me pasaron por la cabeza pero esta vez la respuesta sería fácil, ¡que no quede uno en pie!. Ser son niños, muy monos ellos, muy inocentes y tal pero una innecesario empeoramiento de su aspecto los acercaba más a los zombies (en el significado más "light") que a los dulces niños de los anuncios de juguetes que difícilmente matarías.

Agobiante por partes, sobretodo en la parte inicial, y excesivamente brutal al final, dejó en mí una sensación agridulce en la que pude disfrutar de lo que me vendían pero sin dejar de notar el olor a podrido.