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Juego peligroso (1993)

Juego peligroso
107 min.
5,7
737
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Sinopsis
Un director de cine recrea en una serie de televisión la vida de un matrimonio fracasado. La violencia de sus personajes se refleja en la vida real, pues el director, obsesionado por convertir el film en parte de su vida, presiona a sus actores hasta llevarlos a extremos emocionales más allá de la ficción. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Cine dentro del cine Drama psicológico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Dangerous Game
Duración
107 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Estados Unidos-Italia;
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Premios
1993: Festival de Venecia: Nominada al León de Oro
6
El lado desquiciado de La noche americana
No es la primera vez (seguramente tampoco la última) que se aborda el tema del cine dentro del cine, el recrear la filmación de una película, pero esta vez quizá sea la más perversa de cuantas he visto. Esta no quiere mostrar el glamour o los problemas financieros/artisticos que puedan surgir en el rodaje de una película, esta es una historia más personal y se mira hacia aquellos rodajes complicados con choques de egos y directores obsesionados con su trabajo que no reparan en medios para conseguir perfeccionar su arte. No es como en "La noche americana", el director que interpreta Harvey Keitel, Eddie Israel, parece un Lars von Trier o un Kubrick elevado al cubo que no tiene problemas ni remordimientos en dejar que las cosas se desmadren un poco o en presionar a sus actores para conseguir la ansiada autenticidad. Es ahí dónde se halla uno de los puntos más interesantes de la película: en lo bien que te sumergen en esa atmósfera opresora y asfixiante, lenta y oscura que primero existe en "La reina de los espejos" y luego atrapa a la pareja protagonista y finalmente al propio director. Sin embargo Ferrara no es David Lynch, no crea las átmosferas como el director de Mulholland Drive y uno no se siente realmente atrapado por ella, cosa que hubiese sido imprescindible para que la película funcionara de veras.
Abel Ferrara se vuelve a centrar en montar con sutileza las piezas de su puzzle para volver hallar su habitual inteligencia narrativa (*) y se recrea en su sobriedad dosificando al máximo sus escenas emotivas. Una película así de lenta requiere que sus personajes resulten creíbles e interesantes y en eso Nicolas St John tiene muy buena mano como luego volvió a demostrar en El funeral. Son personajes desquiciados, que procuran esconder sus inseguridades bajo una coraza pero que hallan su límite de resistencia tarde o temprano. Madonna sorprende haciendo una correcta interpretación (seguramente la mejor de su dudosa carrera como actriz) y tanto Keitel como Russo hacen dos buenos trabajos.
La historia, no obstante, podría haber dado para más. Es una pena que no se haya explotado mejor unos personajes así. Uno tiene la sensación que de un momento a otro tiene que llegar una escena desgarradora que finalmente solo llega a medias. Tampoco hubiese sobrado una explicación más clara del comportamiento de Eddie Israel, de como decide jugar con fuego. Si se hubiesen potenciado esos aspectos podríamos haber hallado una película desgarradora que finalmente se quedó a medias.
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18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Filmando la desesperación
Sonido de fondo. Sonido. Claqueta. Rodando. Cámara. Acción. Filmar la realidad.
¿Fingida o real? ¿Dónde empieza el personaje y termina el actor? No hay que actuar, hay que sentir. ¿Sentir la realidad del personaje o que el personaje sienta la nuestra?

Aquí se traspasan todas las realidades posibles, aquí la voz del ego fulmina a los personajes más allá del objetivo de la cámara, y ese ego es el del director, que una vez alguien describió como "El jefe-dictador de ese campo de concentración donde te has metido de manera voluntaria sin saber que ya no hay escapatoria". Maestros de ceremonias que alimentan sus deseos con el alma de los demás; todos conocemos muchas leyendas miserables de artistas que amamos, sus paranoias, comportamientos y excesos. El maltrato de Kubrick, la arrogancia de Ridley Scott, la crueldad de Von Trier...
Un servidor, que intenta dedicarse a lo mismo, también ha estado tras una cámara haciendo lo posible por exprimir a un ser humano hasta contentar el capricho de su ego, a veces con malos resultados, y comprende el desprecio que pueda generarse. Pero todo es arte, y el arte hay que sentirlo desde las entrañas, hasta que invada la realidad de la persona que la está practicando...si no, todo es falso. A veces incomoda dicha reflexión: una ficción como es el arte, ¿debe sentirse hasta hacerse real? ¿Cuál es el límite? En esta ocasión es Abel Ferrara quien plantea tal dilema.

Ferrara en sus años de caos, tanto dentro de sus películas (ese caos que se degusta plano por plano hasta impregnar al espectador) como en su vida personal, en los que era realmente Ferrara, sin el budismo ni la paz de ahora ni esas bobadas. Hundido en la droga y el alcohol y habiendo alcanzado el triunfo al recibir, tras mucho tiempo y esfuerzo, su gran oferta en Hollywood, dos obras que definirían un camino infernal totalmente alejado de los estándares de la visión comercial y que acabarían devolviéndole al reino independiente.
Después de manejar el mayor presupuesto de su carrera en la nueva versión de "Los Ladrones de Cuerpos", pobremente recibida en taquilla, la srta. Madonna Ciccone, impactada con "Teniente Corrupto", ansía trabajar para él, y esto se llevará a cabo desde su propia compañía, filial de Warner. Entonces el inseparable del director, Nick St. John, al que poco le quedaba para separarse definitivamente, crea uno de sus mayores logros atacando de frente a la misma industria que recién había colocado a su compañero de fatigas en un lugar privilegiado; en ella, Harvey Keitel vuelve a encarnar ese álter-ego nada disimulado, algo más desagradable, del propio cineasta, llamado Eddie.

Incluso se parecen físicamente. Pero antes de adentrarnos con él en el estudio, el guión engaña con su presentación, en una entrañable estampa familiar, a cuya esposa, para más inri, da vida la del director en aquella época, Nancy. No es casualidad, aquí vamos a ver a demonios interiores siendo vomitados con rabia hasta hacer sangrar los hígados; Keitel, que ya vino arrastrando sus problemas personales y los usó en "Teniente Corrupto", es una inmejorable versión de Ferrara, el espejo de una realidad repulsiva y decadente, y que vuela a Los Angeles para filmar una historia muy personal gozando de un alto presupuesto (qué coincidencia).
Perfecta elección un título como "Mother of Mirrors", pues de espejos se nutrirá la película sobre la que gira la trama. De todas formas a St. John y su colega no les interesa analizar las vicisitudes que preceden a la producción propiamente dicha; no hay una descripción a escala masiva de todo lo que engloba el negocio del cine, no es esta una agradable función orquestada con el toque de Altman o Edwards, más bien el lado más retorcido, por la vena de Cassavetes, de "La Noche Americana". Seguimos a la cámara, tambaleante, a las tripas del set, donde ya se respira una especie de aire cargado. La gente va y viene, los decorados están listos.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Durante su vuelo a casa una película se proyecta en el avión, de carácter familiar y con la bandera norteamericana ondeando sin parar; la intención no puede estar más clara. Como estaba previsto este arriesgado experimento que mostraba a los productores de Hollywood el lado más perverso del mundo del cine, no pudo tener ningún éxito. Y no lo tuvo, el sino del director; una lástima pues puso su alma en ello y la estrujó durante el proceso, logrando uno de los mejores análisis sobre el artista megalómano y torturado.
Su "Hora del Lobo", por así decirlo. Pero el hecho de que el montaje fuera defenestrado a base de cortes a espaldas de todos y de que Madonna, quien dio la más espectacular interpretación de su vida (y la única que merece la pena recordar), destrozara la película en público, condenaron a ésta al ostracismo. Ferrara agarra los bártulos y deja Los Angeles; su siguiente obra, otra vez independiente, estará situada a otro nivel...
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