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La habitación verde (1978)

La habitación verde
94 min.
6,8
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Sinopsis
A finales de los años 20, en un pequeño pueblo francés vive el periodista Julien Davenne, viudo desde hace diez años. Todas las cosas de su mujer las ha guardado en la habitación pintada de verde y cuando un incendio la destruye, construye una pequeña capilla dedicada a su mujer y a otros seres queridos. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Años 20
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
La Chambre verte
Duración
94 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Henry James
Links
Premios
1978: Premios César: Nominada a Mejor fotografía
7
Las obsesiones de Truffaut
Decimoséptimo largo de Truffaut, rodado tas "El amante del amor" (1977). Escrito por Truffaut y Jean Gruault, se basa en "El altar de los muertos" (1895) y otros relatos ("Los amigos de los amigos", "La bestia en la jungla") del novelista americano Henry James. Se rueda en exteriores e interiores reales de Francia (Caen, Calvados, Figuefleur-Equainville, Honfleur). Es nominado a un César (fotografía). Producida por Truffaut, se estrena el 5-VI-1978 (Francia).

La acción tiene lugar en Francia, a finales de los años 20 del s. XX. Julien Davenne (Truffaut) es un modesto periodista de un diario de provincias, especializado en notas necrológicas, viudo, con sentimientos de culpa y obsesión por la muerte. Guarda en la habitación verde de su casa objetos y recuerdos de su esposa, que falleció a los 22 años, unos 10 años antes.

La película es una obra profunda, seria y desolada. Sitúa la acción en una atmósfera densa, lúgubre y opresiva. Es la obra menos comercial del realizador (fracasó en taquilla y se retiró casi enseguida del circuito comercial). Es un film árido, pausado, de tintes góticos (paseo por el cementerio en plena noche, capilla iluminada por un bosque de velas, etc.), intimista y de difícil lectura para el gran público. Sobre él planea la sombra de Robert Bresson, el maestro de Truffaut. Posiblemente es la obra más romántica del realizador: en ella el protagonista se mueve entre el recuerdo del amor a la esposa y la historia de un amor imposible con una joven amiga a quien agrada, también, recordar a sus muertos. El autor muestra su afición por los personajes con obsesiones compulsivas y con problemas de vulnerabilidad emocional y equilibrio psicológico. Reitera su afecto por los niños, en especial por los que tienen problemas (Georges es sordomudo). La evocación de la muerte, una constante del autor, alcanza aquí su punto culminante. La piromanía de Truffaut se muestra con claridad, al igual que en otras dos obras anteriores ("Las dos inglesas y el amor" e "Historia de Adela H."), con las que forma su "trilogía de las llamas". Las fotografías que muestra de sus muertos corresponden a personajes por los que siente admiración, como Oscar Wilde, Jean Cocteau, Marcel Proust, Guillaume Apollinaire, Henry James, Maurice Jaubert y, también, Oskar Wermer (coprotagonista de "Jules y Jim"). La cinta deja constancia de la pasión del autor por el cine, la literatura, la música y la fotografía.

La música es de Maurice Jaubert, compositor fallecido en 1940. Se ofrecen fragmentos del "Prelude", "Chanson", "Choral varié" y "Ricercare", de su "Concert Flamand". La fotografía, de Néstor Almendros, sobresale por su corrección formal y belleza plástica. Es notable la interpretación de Truffaut, al que acompaña con sabia discreción Nathalie Baye en el papel de Cecilia Mandel. El film, no estrenado en España, es una obra clave del realizador.
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46 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Muertos en vela
Cuando un cineasta consagrado se pone delante de la cámara, adopta el rictus de un modelo de Robert Bresson –desmentido quizás por algún discreto esbozo de sonrisa–, recita frases íntimas escritas por él mismo, rueda versículos en clave personal y erige una capilla de cirios a sus muertos…

Cuando una vela son todas las velas que habrán de consumirse en la memoria…

Cuando el autor confiere un ademán de rito a casi todas las escenas y construye, plano a plano, un limbo en tonos verde, llama y ocre…

Pienso en Arcángela Baladro, madrota de ‘Las muertas’ –novela de Jorge Ibargüengoitia. “Ella era filósofa. Creía, por ejemplo, que cuando morimos nuestra alma queda flotando en el aire durante algún tiempo, sujeta al recuerdo que dejamos en las mentes de los que nos conocieron. Un mal recuerdo atormenta el alma, un buen recuerdo la hace gozar. Cuando todos han olvidado al difunto o han muerto los que lo conocieron, el alma desaparece.”

Y qué es al arte sino el hilo no visible con que el alma del artista trata de aferrarse al mundo de los vivos. Qué sino un intento de permanecer.

Las imágenes alcanzan una consistencia casi inmaterial, como si la lente del operador se situara al otro lado del espejo.

La película es áspera, sincera, mate y desalentadora. Su necrofilia es espiritual –Julien Davenne rechaza la muñeca de Julie.

La carne es irrecuperable. Los muertos viven de prestado en la cabeza de los vivos, “pero la muerte acaba siempre por imponer su silencio en los que la contemplan.”

Quisiera alumbrar, en un rincón de mi memoria, un cirio triste por el alma de Truffaut.
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30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
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