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El río (1951)

El río
91 min.
7,7
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Sinopsis
Historia de una joven perteneciente a una familia inglesa que vive en la India en la época de la posguerra. Allí conoce por primera vez el amor, la pérdida y todas las emociones propias de la adolescencia. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Drama romántico Colonialismo Basado en hechos reales
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Le fleuve (The River)
Duración
91 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Francia-India-Estados Unidos;
Grupos
Adaptaciones de Rumer Godden
Links
Premios
1952: Premios BAFTA: Nominada a mejor película y film británico
1951: Festival de Venecia: Premio Internacional
1951: Círculo de Críticos de Nueva York: Nominada a mejor película
1951: National Board of Review: Top Mejores películas extranjeras
9
Magistral viaje por los personajes, creencias y costumbres de la India
Primera película en color de Jean Renoir, se basa en la novela homónima de Rumer Godden (1947), de carácter semiautobiográfico. Se rodó en una localidad próxima a Calcuta, entre enero y mayo de 1950, si bien Renoir empezó a trabajar en el proyecto en 1947. Ganó el Premio de la Crítica Internacional de Venecia y fue nominada al León de oro. En los BAFTA consiguió 2 nominaciones (mejor película británica y mejor película). Fue producida por Kenneth McEldowney, próspero florista y agente de la propiedad de LA.

La acción tiene lugar en Calcuta, capital de Bengala occidental, junto al Ganges, en 1947/48, tras la independencia del país (15-VIII-1947). Narra la historia de Harriet (Patricia Walters), de 14 años, que vive con sus padres, su hermano Bogey (Richard Forster) y sus tres hermanas menores. El padre (Esmond Night) es director de una fábrica de tejidos de yute, propiedad del Sr. John (Arthur Shields), y su madre (Nora Swinburne) se ocupa de la casa, mientras espera el sexto hijo. La vida de Enriqueta se ve alterada cuando un joven americano, el capitán John (Thomas E. Breen), que ha perdido una pierna en la guerra, llega para pasar en la casa del Sr. John una temporada de convalescencia. Melania, Valeria y Harriet rivalizan en la tarea de atraer la atención del nuevo vecino.

La estética de la obra se basa en la construcción de composiciones visualmente similares a cuadros impresionistas, que evocan a August Renoir, padre del realizador. Une a un magnífico dibujo un cromatismo moderado y equilibrado. El autor presta gran atención a los niños, los de la casa y los de los alrededores; incluye numerosos personajes y muestra fervor por el agua, símbolo de la vida y del tiempo que pasa. Sin sacar la cámara de la casa y del jardin que la rodea, construye una atmósfera intensamente hindú, que traspira lirismo y autenticidad. Las disgresiones habituales en el autor muestran la fábrica de yute (homenaje al trabajo sacrificado de los peones), las escaleras que unen el río con templos, mansiones y monumentos; la fiesta de Diwili, dedicada a la luz, con abundantes fuegos artificiales; y el sueño de Harriet sobre el matrimonio de Melania, con danzas tradicionales. La placidez del río contrasta con la tensión que se establece entre las tres adolescentes y con momentos drmáticos.

La música recoge melodías populares indígenas, a las que se añade fragmentos de Schumann y Mozart. La fotografía ofrece una narración visual bellísima, en la que se enmarca un discurso coherente y muy fluído. El guión, escrito por el director en la India, refleja con autenticidad el espíritu del país. La interpretación de profesionales, noveles y personas del lugar, es sólida y convincente. La dirección ensaya nuevos recursos técnicos e innovadoras puestas en escena, con resultados excelentes.

La película trasmite la fascinación que siente Renoir por un país complejo, rico en tradiciones y costumbres ancestrales, festivo, multicolor y joven.
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51 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Esta película es insufrible, arranquemos las butacas
Puede que Dreyer fuera pionero en eso de la autocomplacencia cinematográfica europea, pero Renoir consiguió superarle con creces. Mientras que el danés se esforzaba en cuadrarlo todo con su estricto código moral, el gabacho fue más allá e intentó por todos los medios satisfacer principalmente a su propia persona, que para algo era el más guapo (según la opinión de su mamá). Si pensáis que miento, recordad entonces quien (incomprensiblemente) al final de todo se lleva el gato al agua en 'La Regla del Juego'. Tan increíble como cierto. Por lo visto, con la edad, Renoir no ganó en sutilidad y en 'El Río' decidió pasarse por el forro las indirectas y colocó a Arthur Shields como su nada disimulado alter ego sosainas para que fuera el epicentro dionisíaco de las cutre-pasiones de las desfavorecidas hijas del fabricante de cáñamo, las cuales echan chispas de entre las piernas cada vez que divisan en el horizonte la cara de acelga del capitán Renoir, personaje mal escrito y mal interpretado dónde los haya que eleva la obra a la dimensión de pantomima egocéntrica.

Mal que pese, a Renoir no se le puede negar su talento para la composición visual de los planos, que resultan muy agradables para la vista, consigue encontrar una serie de imágenes encantadoras y cargadas de un exotismo que a buen seguro en los 60 y los 70 debieron ser la sensación entre los hippies que aspiraban viajar a la India en busca de espiritualidad gratuita. Ahora bien, lo que tampoco se le puede negar es lo machacona que llega a resultar la voz en off, que de tan omnipresente debería alcanzar el estatus de audiocomentario. Ningún favor le hace a la película tener que escuchar casi en cada dichosa escena obviedades rematadas en la voz de pito de Harriet, el personaje más detestable de toda la filmografía de Renoir debido a su carácter repelente y su enfermiza insistencia, tan cargante que dan ganas de romperle una botella en la cara. Ella, la madre que la parió y la niñera sabionda son las principales protagonistas de la sucesión de conversaciones que componen el esqueleto de esta película. Un torrente de diálogo fatuo que va a caballo entre lo ridículo y lo afectado, y que frena injustificadamente el desarrollo de la historia, ya de por sí bastante nulo.

Lo único que, por lo tanto, puede provocar El Río es un profundo aburrimiento supino. Más allá de un puñado de imágenes no le encuentro valor alguno, pues nada me ha aportado ni me ha dicho, me la traen al fresco sus metáforas visuales de los remeros navegando juntos por el río y como intenta mostrar la fragilidad de la vida con lo de la mordedura... me embotó tanto los sentidos que todas esas polleces me la pelan hasta el infinito y no me sale de los webs aprobarla a pesar de sus cualidades. Ahí le peten bien.
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75 de 120 usuarios han encontrado esta crítica útil
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