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Éxtasis (1933)

Éxtasis
90 min.
6,6
578
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Sinopsis
Tras casarse con su marido, un viejo caballero, Eva (Hedy Lamarr) descubre que éste está obsesionado con el orden y la tranquilidad, dejando poco tiempo a la pasión y el romanticismo que ella esperaba. Desanimada, abandonará a su marido y regresará con su padre. Un día, mientras se baña en el lago conoce a un joven del que se enamora. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Drama psicológico Celos Película de culto
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Checoslovaquia Checoslovaquia
Título original:
Ekstase (Ecstasy)
Duración
90 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Checoslovaquia-Austria;
Links
Premios
1934: Festival de Venecia: Mejor director. Nominada a mejor película extranjera (Copa Mussolini)
8
Muy interesante
Muy interesante película de Gustav Machaty, famosa por las escenas de desnudos de una jovencísima y guapísima Hedy Lamarr (que figura en los créditos como Hedy Kiesler). Habla del amor y el deseo, del incorformismo ante la vida, del libre albedrío en nuestra existencia. Todo ello dirigido con maestría por Machaty, con unos planos, un montaje y una forma de rodar moderna y atractiva.

Dos curiosidades:
- Aunque la peli es de 1933, es casi muda, apenas hay diálogos y todo se expone visualmente.
- Los actores son todos estupendos. Quizá Lamarr es la que flojea un poco (una Lamarr que aún no tiene los rasgos físicos de años después, parece una chica cándida e inocente, lo que quizá contradice su actitud en la peli; salvo que el director lo quisiera así para añadir el morbo de esa contradicción).
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24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El cine naïve
Eran tiempos inocentes cuando salía un desnudo con toda espontaneidad, sin que la diva del momento estuviera pensando en cobrar millonadas por lucir sus divinas carnes y hasta contratara seguros para salvaguardar el trasero, las tetas, la manos o las partes del cuerpo que se aseguran los famosos cuando les da por esas extravagancias. Hoy día un desnudo en películas de ámbito comercial es tan exorbitantemente caro (y no es que sean desnudos integrales siquiera) que uno tendría que darse por eternamente agradecido y afortunado porque el semidiós o la semidiosa de la pantalla se digna mostrar su olímpico palmito para inaudito disfrute de los ordinarios mortales.
El cine que tira más a lo suyo, que no se gasta unos dinerales de campeonato y que no se preocupa tanto por los resultados en taquilla tiende a ser más humilde, así como los intérpretes que por módicos precios a veces se avienen a aparecer con toda naturalidad como los trajeron al mundo, sin montar un revuelo por ello.
Por eso se echan de menos aquellos tiempos en que Hedy Lamarr salía completamente ligera de ropa sin los menores remilgos ni con tanta pamplina de sobresueldos y demás.
Era la inocencia del cine, parecido a los desnudos en las pinturas de Miguel Ángel. Mientras otros de mirada sucia sólo veían perdición carnal, el artista concebía sus obras como tributos místcos a un Dios que creó algo tan fascinante como la figura humana.
También se podría aludir a la falta de vergüenza de la infancia, la que en la Biblia portaban Adán y Eva, felices en su desnudez hasta que aprendieron lo que era el pecado.
En este largometraje de incipiente inmersión en la técnica sonora, Hedy se solaza en el éxtasis de la juventud tras el fracaso de su matrimonio con un hombre mayor frío y soso, y abandonándolo se deja llevar por su cuerpo que le pide acción, que para eso se nos ha concedido.
Tal audacia de desafiar la moralidad que asfixia los impulsos naturales le costó a la pobre Hedy en su vida real ser vendida por sus padres como una yegua a un magnate obsesionado con ella que la mantuvo encerrada y la celó como un cancerbero, persiguiendo las copias de “Éxtasis” para impedir que otros viesen desnuda a su prisionera. Hasta que con suerte y ardides ella pudo escapar del degenerado fantoche.
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19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
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