Plazo para morir (1965)

Dos pistoleros salen del Viejo Oeste americano y cabalgando cabalgando llegan hasta Almería. Allí, el uno le dice al otro que si piensa retirarse, ni se le ocurra casarse con su hija, justo lo que el otro, mucho más joven, está pensando en hacer.
Un clásico Spaguetti Western con toda su crudeza, sus tiros como latigazos y el canto de los grillos en los campos áridos. La temática es la del ganadero poderoso que domina el pueblo, Providence (o sea, Colmenar Viejo, Madrid), a base del terror y sólo le falta un rancho para tener toda la comarca hasta casi la Sierra de Guadarrama.
Los italianos cogieron el truco y el gustillo por los Western y éste es una prueba que aprendieron la lección. Dotan bien el ambiente, los personajes tienen su pase y las escenas de acción no quedan mal. La morena que quiere desquitarse del pistolero que la rechazó se gana su sueldo mientras la rubia casadera no vale un pimiento.
Aparición de Sancho Gracia que ya era chulo como nadie y sorprendente duelo con el pistolero joven que dispara de espaldas. Un detalle grande que solo lo encontrarás en Plazo para morir.
El terrateniente realiza un buen papel, me ha parecido una mezcla a lo Mel Brooks con Peter Sellers y más cuando se enfada. Increíble los mosqueos que se pilla cuando está a punto de besar a la morena en su cuarto y siempre le interrumpen; la película va en serio, ojo. Destaca también el papel del banquero, el socio, con su mano ortopédica. Los dos hacen una malvada pareja con aires caricaturescos y risa floja.

"Ansias tengo de sentir entre mis manos la cálida madera del arado, del rubio trigo la punzante espiga y las mejillas de la esposa amada. Mas no puedo, que debo matar".
O no suenan a poesía estas frases que pronuncia una voz oculta al comienzo de la cinta. Por cierto, magnífica presentación de los créditos con una serie de dibujos originales de colores fuertes mientras suena una guitarra eléctrica. Muy estilo Morricone.
Original es también el planteamiento. Dos pistoleros a sueldo, Duke (San Martín) y Steve (Forsyth), el último de los cuales busca la tranquilidad de la vida del rancho junto a su amada, que no es otra que la hija de su compañero, Susan (Polani). Sin embargo Duke no está dispuesto a que su hija sufra la suerte de su esposa, "Nuestra vida está ligada a un revólver", y amenaza a Steve con alojarle "Veinte gramos de plomo entre ceja y ceja". Aquí está el drama.
Los diálogos como vemos son rotundos. Un tanto sobreactuados. Lo mismo que las interpretaciones de los actores principales que no pasan de flojas.
Menos mal que entre el reparto encontramos a José Calvo haciendo de un convincente sheriff, "¿Es seguro este banco? -¡Como la muerte!", a Sancho Gracia que parece recién salido de "800 balas", o a Buck (Galadini) de borrachín.
Mención especial al veterinario mexicano (Bolas), "No hay médico en este pueblo, yo solo curo animales". Aun con todo lleva su instrumental en el correspondiente maletín y con ayuda del agua caliente, whisky y unas tenazas apropiadas consigue extraerle la bala a Duke.
Sobre el asunto de los caciques de Providence, Jackson & Burns, el control de la ciudad a través de sus esbirros y el inevitable enfrentamiento con los pistoleros, ninguna novedad.
La trama presenta la originalidad de tratar la relación suegro-yerno entre pistoleros. Guion convencional, poco consistente y realización decentita para lo que es el western mediterráneo, con un análisis muy superficial de la personalidad de los personajes.
Buena banda sonora con guitarras eléctricas o españolas, trompetas y órgano, con un tema pegadizo que se repite con frecuencia.
Película interesante dentro del género, en la que destacan algunas cosas que merecen ser conocidas por los aficionados.