La batalla de los sexos (1960)

Una fábrica textil inglesa ha funcionado desde su creación con métodos anticuados y tradicionales, y con una plantilla compuesta exclusivamente por hombres. Cuando una mujer, y estadounidense por más señas, llega para adaptarla a las necesidades del siglo XX, el personal se rebela, y el encargado decide asesinarla.
Charles Crichton fue uno de los directores estrella de la Ealing, la mítica productora que dio a luz las mejores comedias británicas de todos los tiempos, lo más british de lo más british. A Crichton se le deben, entre otras, la celebérrima Oro en barras, Los apuros de un pequeño tren, La lotería del amor, y, en otro apartado, uno de los episodios de la magistral Al morir la noche.
En 1959, Crichton volaba por libre y la Ealing había sido absorbida por la BBC. La batalla de los sexos es una comedia pretendidamente progresista sobre las relaciones entre sexos, aunque no lo veo yo tan claro. Está basada en un relato corto de James Thurber, el autor de La vida secreta de Walter Mitty. Como ya he esbozado al principio, trata de la tensión entre conservadores y progresistas (es una cuestión de modernizar la industria para conseguir que sea más rentable), y del enfrentamiento entre una sociedad patriarcal y cerrada en sí misma con una mujer liberada en todos los sentidos, capaz de llevar la iniciativa en las diversas facetas de la vida, y poco propensa a dejarse chulear por machos engreídos.
La película cuenta con una alegre partitura de Stanley Black y una excelente fotografía del gran Freddie Francis. Su chispeante libreto se apoya en un trío de intérpretes consolidados: Peter Sellers, con ese espeluznante parecido a John Lennon, borda su papel de carcamal relamido; Robert Morley, un característico con 25 años de veteranía ya cuando rodó esta película, un valor seguro en todo tipo de registros; y Constance Cummings, una estadounidense trasplantada a Gran Bretaña que nunca apareció en películas relevantes, aunque en La batalla de los sexos se la ve segura y muy dueña de su papel.
En suma, una olvidada comedia british que, sin ser de lo mejorcito, deparará una agradable velada a sus espectadores.

Estupenda comedia, imaginativa, sin complejos y de ritmo trepidante que se estructura en torno a una trama psicológica, intemporal y de permanente actualidad.
C. Crichton dirige con gran acierto y enorme sentido del ajuste entre las situaciones, su ritmo resulta impecable, la ambientación excelente y la combinación de imágenes consigue momentos de gran impacto visual.
La película es caricaturesca, mordaz, chocante y su acción está enmarcada en un enorme enredo que resalta al máximo la intención de la obra.
P. Sellers y R. Morley ofrecen sendas actuaciones excepcionales muy bien acompañados por el resto del reparto.