La última carga (1949)

Nos presentan a un capitán del Ejército francés que las vuelve locas, es George Raft, y asumiendo que estamos ante una película de aventuras en el desierto marroquí, diremos que las conquistas no son sólo territoriales sino también de amores. Así que aceptaremos sin más haciéndonos la idea del mucho sexapil que despide el caballero legionario y que nosotros no somos capaces de ver; es la envidia de todo el acuartelamiento y su coronel le estima no por sus medallas ganadas en el campo de batalla, sino por su destreza en estar al día de chismes y su buen hacer con las mujeres en los tugurios moros más elegantes.

Encima la ambientación es la adecuada y lo que podía pasar por una aventurita rápida y sin más, con numerosos extras, abundancia de semovientes, medios para la acción, más el inefable emir con pinta de sabio como siempre ponen al líder moro, no sé porqué, y su consabida hija, aportando la nota romántica y discordante, una princesa al corte europeo que tampoco es que sean así. El caso es que nos encontramos un relato bien construido para lo poco que cuenta pero con algunas incongruencias, pequeñas inconsistencias que alguno las dejará pasar pero yo, como comentarista gráfico en el Rif, no tengo más remedio que hacer constar.

Salta a la vista que no se trata de una película muy conocida. Lo cierto es que me esperaba entre poco y nada de ella, pero he de admitir que una vez vista, me ha parecido bastante correcta y entretenida. Ya sé que su historia a día de hoy no es la gran cosa y que es sumamente trillada. Sin embargo, es innegable que cuenta con ese encanto del cine clásico y pasa alguna que otra cosa que no ves venir. Y es que si nos paramos a pensar, recuerda, y mucho, a Pocahontas. Eso sí, aquí el romance es secundario, ya que la trama se centra más en el conflicto bélico entre marroquíes y franceses. Me da la sensación de que si el film hubiese contado con más medios de los que tuvo a su alcance, bien por presupuesto o por las limitaciones de la época, las escenas de acción, obviamente, hubieran sido mejores, y por ende, la producción tendría mucho más reconocimiento. Aún así, insisto en que no estamos, ni mucho menos, ante una mala cinta. De hecho, el visionado acumula elementos muy característicos del cine de aventuras más clásico: protagonista admirado por sus cualidades en su trabajo y adorado por todas las mujeres que le conocen que se encuentra en una misión en un país exótico y peligroso, donde conoce a una nativa cuya belleza es incomparable. Destacar al secundario Akim Tamiroff como alivio cómico de la función.