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El hombre que vendió su alma (1941)

El hombre que vendió su alma
112 min.
6,6
622
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Sinopsis
Jabez Stone es un laborioso granjero que intenta ganarse la vida honestamente. Sin embargo, una racha de mala suerte le impulsa a cometer lo inimaginable: hacer un trato con el mismísimo Demonio. A cambio de siete años de buena fortuna, Stone promete su alma al "Señor Scratch". Cuando el atribulado granjero se da cuenta de su error, busca la ayuda de un hombre que puede salvarle. El legendario orador y político Daniel Webster. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Drama Fantástico Comedia negra Melodrama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Devil and Daniel Webster (All That Money Can Buy)
Duración
112 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1941: Oscar: Mejor bso (dramática). 2 nominaciones
8
Deliciosa.
Una delicia es lo que supone esta revisión del mito de Fausto, llevado a la América profunda y rodada en la época de la post-depresión, justo antes de la IIGM. Una maravillosa película donde casi todo parece en estado de gracia... desde la BSO de Herrmann hasta las estupendas interpretaciones de Arnold y Huston. Si se le pudiera poner un pero es su mimetismo con la obra de Capra, utilizando incluso alguno de sus actores característicos. No obstante, Dieterle tiene voz y métodos propios, y aunque menos efectivo que el director de "Caballero sin espada", sabe imprimir un tono que convierte al film en lo que es: Una maravilla, una delicia, que hay que ver.
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18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Llámeme Sr. Scratch
El mito fáustico fue trasladado a la gran pantalla en el año 1941 por el director de origen alemán William Dieterle, en la singular película conocida con múltiples títulos, como Devil and Daniel Webster o All that Money can buy, y en castellano con El hombre que vendió su alma. En el inglés, esta confusión de títulos se debe a que los productores no deseaban incluir la palabra demonio (devil) en el título, especialmente en el estreno comercial en los estados del Sur, porque el público podría rechazar el título de primeras.

El demonio en está ocasión lo interpreta Walter Huston, en un papel realmente interesante. El hombre que vendió su alma es desde luego una película muy singular y atrevida, que revela una propuesta poco habitual, mezclando la comedia, el género de terror, el drama y el cine fantástico en menos de una hora y media de metraje. Huston interpreta un personaje que se hace llamar a sí mismo Sr.Scrath, aunque el mismo admite que sus nombres son variados. Es evidente que representa al demonio, y no ocultará su apariencia al señor Jabez Stone, interpretado por James Craig, que decide pactar con él (el dinero, a diferencia de la sabiduría del Fausto es lo que aquí hay en el contrato) después de verse acuciado por múltiples deudas.

Walter Huston interpreta un personaje que combina la vis cómica con el terror clásico, caminando encorvado, con un vestido elegante pero bien ajustado a la época que representa el film (un estado rural de Norteamérica, cien años antes de que se rodará la película, es decir, en el 1841) e interpretando un diablo que aparecerá cuando más desesperado esté nuestro personaje. Se proponen detalles ingeniosos, como el hecho de que ya haya hecho pactos con por ejemplo, el usurero del pueblo (genial la escena en que este, interpretado por John Qualen compara sus monedas conseguidas con el pacto diabólico con las mismas que le ha entregado el diablo al señor Stone y que son las que ayudan a saldar la deuda que había contraído con el usurero) o que el diablo este metido ni más ni menos que en política, pues además de acosar a nuestro congresista, el demonio admite que ha tratado ya con la oposición política de este, y al final de la película el señor Scratch advierte a nuestro honrado político que nunca conseguirá ser presidente (como si Dieterle nos revelara que los altos cargos políticos están de su lado).

Además de esta figura, Dieterle configura aspectos bastante surrealistas, como la inclusión de una diablesa, que pondrá su atención en conseguir que Stone abandone a su mujer. Esta, interpretada por la bella Simone Simon, será en gran medida la culpable de la ruptura matrimonial, pues con su belleza salvaje atraerá sexualmente al personaje que intepreta James Craig. Por si fuera poco, en una escena casi surrealista, este personaje canta una nana satánica al pequeño bebé de la pareja principal, que se queda atónito antes las palabras de la diablesa. También resulta muy atractivo ver un baile de muertos que tiene lugar en la mansión que el señor Stone ha conseguido gracias a su fortuna conseguida mediante un dudoso origen.

El guión propone pues puntos de conexión que resultan muy jugosos, aunque en ocasiones peque de moralista. El diablo atormenta ya en la primera escena al personaje del congresista, un papel que interpreta Edward Arnold y que sin duda es el que lastra la película. Edward Arnold es un congresista honrado y justo, que trabaja únicamente para tener contento al electorado, especialmente a las clases más desfavorecidas. El demonio ya trata de ganárselo para su bando desde el primer minuto, pero nuestro santurrón congresista no caerá nunca ante las garras del diablo, sino que además ayudará a Stone a que su alma se quede en la tierra y no se vaya a manos de Scratch. Arnold es pues la parte más moralista de la película, y es donde Dieterle obliga a colocar concesiones para tener contento tanto al público como a los productores que produjeron el film. Suena bastante confuso además oír un discurso tan patriótico como el que suelta este personaje en la arenga final, donde además se enfrenta a un jurado compuesto por grandes traidores y figuras negras de la historia norteamericana, como el capitán Kidd o Benedicth Arnold. El patriotismo norteamericano es el vencedor final de la película.

La dirección es realmente sorprendente y arriesgada. Hay momentos de gran intensidad, en los que Dieterle emplea un montaje muy rápido al intentar recrear una festividad primitiva y con el efecto de confundir al espectador. Por ejemplo, cuando tiene lugar la fiesta de la cosecha, que es el mismo día en que la señora Stone está dando a luz, observamos como el diablo es el encargado de tocar el violín. James Craig, en vez de estar con su esposa, queda embelesado por el atractivo de la diablesa, y se queda embobado observándola. La música suena en un ambiente festivo y desenfrenado, mientras la diablesa va cambiando continuamente de pareja, pero escapándose siempre de Craig. El diablo sigue tocando cada vez con más fruición el violín, y el montaje va en comunión con esta sucesión rápida de imágenes, que van en aumento hasta que Craig consigue hacerse con su objetivo. Una escena similar sucede en el juicio, cuando durante una respuesta del juez sobrenatural que preside la escena, vemos rápidamente cuatro planos encadenados de los rostros de nuestros personajes, para que Dieterle nos muestre su respuesta ante el veredicto del juez. Es cierto que menos interesante resultan algunos trucos, como la utilización de gasas para tratar de imprimir una atmósfera surrealista a la película, que lo único que consiguen es tapar cierta parte de la imagen.



http://neokunst.wordpress.com/2014/03/07/el-hombre-que-vendio-su-alma-1941/
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
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