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Huis clos (1954)

Huis clos
95 min.
6,5
37
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Sinopsis
Tras su muerte, Garcin, Estelle e Inés son conducidos por un camarero a un cuarto cuyo ambiente es caluroso y sofocante: no hay espejos, ventanas, camas o libros. Los condenados no tendrán la necesidad de dormir o parpadear. Una vez en el infierno, empiezan a conocer la verdadera esencia de los otros: Garcin es un cobarde que además torturó a su mujer hasta lo indecible; Estelle, infanticida -mató a su propia hija- que necesita desesperadamente una presencia masculina. Inés es la lesbiana que sedujo a la mujer de su primo, propiciando después la muerte de éste y que ahora se encuentra obsesionada por Estelle. (FILMAFFINITY)
Género
Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Huis clos
Duración
95 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Jean-Paul Sartre
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6
¿Si será que “el infierno son los otros”?
Cuando un usuario asiste a consulta holística (o psicológica) y comienza a contar su problema, en la mayoría de los casos, empieza más o menos así: “Mire doctor, es que mi marido esto, eso, y aquello… ¡y ya no lo aguanto más!” o “Vea, hombre, es que tengo una mujer insoportable porque hace esto, y aquello, y esto otro… ¡y ya no sé qué hacer con ella!”

Pensando en esto, en varias ocasiones me hice una pregunta: ¿Por qué será que la gente no cambia? Las parejas se disculpan, prometen, aseguran, se perdonan, se toleran… ¡y todo sigue igual, cuatro o cinco días de sol y vuelve la tormenta!

Al final, llegué a una conclusión: La gente no cambia porque siempre está queriendo cambiar a los demás. “El infierno son los otros” –dicen, al igual que el escritor y filósofo Jean-Paul Sartre- “si él… o ella… o ellos cambiaran, yo sería feliz” … y he ahí el muro infranqueable porque ¡la única persona que tiene que cambiar, soy Yo! Desde el mismo momento en que comience a modificar la suerte de energía que emito, comenzará a transformarse la energía que recibo. Cambia tú y todo cambiará a tu alrededor. Todo lo que me sucede, yo lo creo, lo permito o lo fomento, por lo tanto, soy yo el que tengo que irradiar energía positiva (impregnada de carácter, integridad, respeto, generosidad, tino y buen humor) y, es entonces, cuando me doy cuenta de que el infierno ya no va más, ya nada tiene que ver conmigo. ¡Yo soy el infierno o yo soy la gloria! “De aquello que das, es lo que vas a recibir” -dicen los maestros- “Es con el otro que te salvas o es con el otro que te condenas”.

Resulta, pues, contradictoria la tesis que sustenta, Sartre, en su obra “Huis Clos” (A puerta Cerrada, 1944), porque, curiosamente, los antecedentes y las nuevas acciones de los personajes dan cuenta de la ley de compensación… aunque, otras actitudes pueden entrar a confirman el particular mecanismo de proyección que se pretende con ciertas frases. Claro que, como la historia se escribió y se estrenó cuando todavía, Francia, seguía ocupada por los alemanes (II Guerra Mundial), el cuento bien puede sonar a metáfora para indicar que el infierno son los nazis invasores.

Con un guion de Pierre Laroche, la directora, Jacqueline Audry, consigue una adaptación bastante divertida, incluyendo algunos agregados muy atinados y particularmente ingeniosos. El filme se mofa de las descripciones del averno largamente cacareadas por la iglesia de Roma y propone un ambiente más creíble… ¡que no menos tormentoso! aunque, en la realidad, el gehena que producían los nazis se acercaba más a la descripción de la iglesia. Como puede verse, un juego de contradicciones que hacen lucir al filme como una suerte de parodia donde nada es serio, pero podría ser muy serio.

Arletty, la lesbiana Inés; Frank Villard, el cobarde Garcin, y Gaby Sylvia, como Estelle, la loba con piel de oveja, hacen un ameno trío de condenados; y junto a ellos, Ives Deniaud, es un simpatiquísimo Mozo, quien hace que, el infierno, no parezca una tragedia.

<<A PUERTA CERRADA>>, tiene aroma a Sartre y ya por eso vale la pena.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
NIVEL
Voluntariosa adaptación de la pieza teatral que J.P. Sartre publicó en 1944.
La versión cinematográfica está tratada con respeto. Incluso con mimo, y en cada detalle se procura respetar el texto del autor francés para proporcionar a la película el máximo rigor conceptual.
Hay que reconocer en este sentido la gran labor de P. Laroche -guionista- y de J. Audry, en una de sus celebradas tareas de dirección.
A ambos se debe que una obra tan compleja se pueda presenta en la pantalla con soltura y llegue al espectador como una historia sencilla pero cargada con el nivel de lectura que cada cual desee realizar.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
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