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Hay un camino a la derecha (1953)

Hay un camino a la derecha
81 min.
6,3
476
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Sinopsis
A su llegada a Barcelona, Miguel es despedido de su trabajo de marinero y los problemas financieros con los que se tendrá que enfrentar a partir de ese momento harán que poco a poco se introduzca en el mundo de la delincuencia. El poco dinero que hasta entonces había conseguido reunir Inés, su esposa, gracias a su duro trabajo, será dilapidado rápidamente por él... (FILMAFFINITY)
Género
Cine negro Drama Crimen
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Hay un camino a la derecha
Duración
81 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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Premios
1953: Festival de San Sebastián: Mejor actor (Francisco Rabal) y mejor actriz (Julita Martínez)
7
RABAL EN EL RAVAL
En su tiempo (un ahora lejano 1953) uno de los mayores éxitos de público y crítica del cine español, y hoy prácticamente olvidada y desconocida, "Hay un camino a la derecha", de Rovira Beleta, ejemplifica la desmemoria existente en nuestro país acerca de toda una corriente de cine social y negro que tuvo su momento de esplendor entre 1950 y mediados de los 60. De hecho, y aparte de títulos como "Brigada Criminal" de Iquino, la extraordinaria "Los Peces Rojos" de Nieves Conde, o la no menos buena "A tiro limpio" de Pérez-Dolz (quien oficia de ayudante de dirección en el presente filme), no he visto más películas correspondientes a este género y época, si bien en ello tiene algo que ver mi edad.

La película describe la caída en desgracia de un marinero, Miguel, que sin trabajo y con una mujer y un hijo que alimentar, irá deslizándose paulatinamente hacia el desánimo, la amargura, y finalmente el delito. Así, el género del filme es una mezcla entre cierto documentalismo social de corte neorrealista y la temática negra o criminal (en cierto modo, algo similar a lo que se apuntaba en "Surcos", de Nieves Conde), lográndose un acertado retrato de ambientes y personajes populares de la Barcelona de la época. Las localizaciones tienen así una importancia mayúscula, reduciéndose al puerto y los barrios del Raval y Somorrostro, todos ellos magníficamente captados por una cámara frecuentemente elevada, que filma desde los balcones amplias panorámicas de las callejuelas bulliciosas (en el Raval), o documenta el ajetreo del puerto y la miseria de las chabolas (en Somorrostro). También debe destacarse el hábil empleo que hace Rovira Beleta de la escalera interior de la casa que habitan los protagonistas, presentada así como lugar de encuentro entre todos los personajes y realidades del barrio. De este modo, bajo el envoltorio de un drama criminal, asoma un eficaz análisis de ciertas zonas y colectivos de Barcelona, que lejos de presentarse bajo el estigma del delito, aparecen retratados con naturalidad y cierto rigor documental.

Con una estructura clásica, en la que un breve prólogo acompañado de una voz en off da paso a un larguísimo flashback (prácticamente todo el metraje), el filme avanza eficazmente, ganando en oscuridad al tiempo que crece la desesperación de su protagonista, bien interpretado por Francisco Rabal, que acaba enredándose en las andanzas delictivas propias de toda ciudad portuaria, como son el robo de mercancías o el contrabando. Las mujeres tienen un peso importante en la película, pese a su subordinación característica, pues encarnan casi todos los valores positivos (la entrega, el amor, la abnegación), y literalmente, salvan al protagonista.
Continúa en spoiler, sin revelar detalles.
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41 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Desesperanza y fatalidad
Francisco Rovira Beleta fue un cineasta catalán culto y preparado, que estudió arquitectura y derecho, ejerciendo el periodismo. Más tarde entró en CIFESA, donde se inició en el cine, del que guardo mejor recuerdo en su primera etapa de cine social y policíaco, que de su etapa esplendorosa con films reputados en Hollywood, como “Los Tarantos” o “El amor brujo”. Porque me parece que era un cine más cercano y popular, nada académico ni pretencioso y muy directo al espectador medio que vivía entonces, aquellos problemas y realidades que apreciamos en sus películas. Este estilo de cine social no ha envejecido porque se mantiene como testimonio veraz de su tiempo, portentosamente expresado de forma cautivadora.

Presentándonos una ejemplar muestra de la Barcelona portuaria de principios de los 50, dentro de la corriente de cine policiaco y de denuncia social que habían inaugurado films como “Brigada criminal” y “Apartado de correos 1001”, en un tono neorrealista, filmando en la calle, tal y como se vivían entonces sus ambiente populares, en esta ocasión con un melodrama neorrealista en tono de thriller social y mezclando técnicas del documental. La ruda fisicidad de un Francisco Rabal espléndido que alcanza aquí el estatus de grandioso actor, un trabajo dramático colosal y desgarrador. La angustia de un marinero orgulloso que pierde su empleo, un afligido padre, que no encuentra salida digna a sus acuciantes problemas económicos, teniendo que aceptar un empleo insuficiente para malvivir, dejándose arrastrar por la desesperación en el camino de la delincuencia para alcanzar sus objetivos e ilusiones frustradas por la miseria de una clase social, pobre y abandonada a su suerte.

Una película extremadamente dramática, que defiende y honra a la familia, como no podía ser de otra forma entonces, La familia como institución purificadora y bálsamo de la injusticia social, de la desesperanza y de la fatalidad del destino. Narrada bajo un largo “flash back” que abarca casi toda la cinta, donde las mujeres aportan con su abnegación y sacrificio, la parte más positiva e ilusionante, el amor y la entrega del ser humano, la lucha infatigable contra la adversidad que encarna la esposa de Miguel (Julia Martínez) en un laberinto urbano poblado de contrabandistas, carabineros, estraperlistas, usureros, estafadores, todos ellos conviven y merodean en el Raval (barrio chino) y sus aledaños, malviviendo en casuchas destartaladas con escaleras interminables y patios de vecinos comunitarios. Venta ambulante, casas de empeños y por letras, música de organillos, betuneros infantiles y pícaros ladrones.

Todos los personajes transmiten una realidad manifiesta que te atrapa, con un ritmo trepidante y a la vez infatigable que te involucra en la tensión que viven los protagonistas, en medio de unos decorados naturales inmejorables, filmados muchas veces desde panorámicas y grúas para emplazar la cámara. Un matrimonio lleno de ilusión con el que te emocionas a pesar de sus encontronazos, con Víctor, un niño conmovedor por su nobleza y sencillez, a los que la suerte desgraciadamente les ha dado la espalda, efectuando un retrato social y económico apabullante de la época. Un película inolvidable, de las mejores del cine Español.
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18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
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