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El dulce porvenir (1997)

El dulce porvenir
110 min.
7,2
4.842
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Trailer (ESPAÑOL)
Sinopsis
Un autobús escolar se despeña montaña abajo y se hunde en un lago helado. En el accidente mueren todos los niños del pueblo. El abogado Mitchell Stevens se entrevista con los padres, reabre sus heridas del pasado y les propone llevar el caso a los tribunales. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Drama judicial / Abogados/as
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Canadá Canadá
Título original:
The Sweet Hereafter
Duración
110 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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Premios
1997: 2 Nominaciones al Oscar: Mejor director y mejor guión adaptado
1997: Festival de Cannes: Gran Premio del Jurado, Premio Jurado Ecuménico, FIPRESCI
1997: Festival de Toronto: Mejor película canadiense (ex aequo)
1997: Festival de Valladolid - Seminci: Espiga de Oro: Mejor película
1997: National Board of Review: Mejor reparto
7
Labios helados como la luna en invierno o los dos flautistas de Hamelin.
De nuevo Egoyan recurre a retorcer el tiempo (pasado y presente nos asaltan constantemente; avanzamos, retrocedemos...) para contarnos así una compleja historia sobre complejos sentimientos (ira, venganza, tristeza, desesperanza, superación de la tragedia, recuerdos, arrepentimientos...). Nada del esquematismo con que normalmente el cine trata estas cuestiones. Sin embargo esta vez la estructura de la historia no es confusa.

El montaje y los lentos y lánguidos movimientos de cámara encajan particularmente bien con la fotografía (contraste de colores, el blanco pureza, luz cálida en ocasiones...), el realismo en la representación de los sentimientos, la onírica música, las interpretaciones, la historia que se nos cuenta (que no voy a repetir, ya está en las opiniones anteriores) y con la forma casi hipnótica que tiene este director de construir las emociones. Muy bien estructurado el guión y el montaje (evitando una menos sugerente linealidad en el desarrollo de la historia).

Los personajes están construidos a partir de las contradicciones, apariencias, dobleces... No son meros arquetipos. El gran problema, creo, es que el personaje de Nicole no engancha, sus motivaciones las conocemos, pero no las sentimos como propias. La razón es la complejísima forma de trazar al personaje (mezclándolo con el Flautista...). Al contrario que el abogado, perfilado de una forma más convencional (hija drogadicta, recuerdos de su niñez, la manera que tiene de fomentar el odio en sus posibles clientes etc.).

Sin embargo esto también es una apariencia ya que, aunque en un primer visionado puede pasar desapercibido, el personaje realmente interesante es el de Nicole. El personaje en el que la relación con el Flautista... es más intensa, bella y desgarradora. Sus motivaciones están contadas de forma realista y poética a partes iguales, y esto descoloca bastante.

Una película para analizar en profundidad (abre muchísimos frentes). ¿Problema? Atom Egoyan nos hace reflexionar sobre un tema y corre el riesgo de no emocionar. Sabes de qué habla, hay belleza en ocasiones, los actores fantásticos, del ritmo irradia un lirismo nada despreciable, gran empleo de la imagen para evocar lo que se quiere contar, lo del flautista de Hamelin y su relación con la historia a mí sí me ha gustado (llevándose a los niños a ese Sweet Hereafter)... Pero al final ni nudo en la garganta, ni manos agarrotadas. Ganas de pensar en lo que has visto y poco más. Y reflexionar está bien, pero emocionarse es aún mejor.

...
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92 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La procesión va por dentro
No resulta fácil defender un drama como lo hace Egoyan renunciando a casi todos aquellos recursos de manual sobre los que navegaría cualquier director de tres al cuarto para narrar tan espeluznante tragedia. Para que nos entendamos: “El dulce porvenir” sintonizaría mucho más con Coixet que con Von Trier. Salvando las distancias, claro. El planteamiento de Egoyan es cálido, intimista. Equidistante entre la lagrimita y el aspaviento.

Coincido con otros usuarios en que la peli anda justita de emoción. Sin embargo, precisamente en esa tesitura radica el acierto de la propuesta del canadiense. En la contención, en la entereza, en el aplomo. La procesión va por dentro. Egoyan traza una historia paralela a la de la tragedia escolar mediante contadas pinceladas que nos muestran la deteriorada relación del abogado protagonista con su hija seropositiva y yonkie. El letrado se encargará de meter el dedo en la llaga, de encauzar la ira de unos lugareños acostumbrados ancestralmente a fagocitar su fatalidad de puertas hacia dentro.

A esa historia dual se le agrega como referencia constante el cuento de “El flautista de Hamelin”. Si a ese proporcionado tríptico le adjuntamos la música y la fotografía idónea, el resultado es, como poco, satisfactorio. Altamente satisfactorio, diría yo, visto ese inesperado final.

Ian Holm, además, se merece las dos orejas y el rabo. Palabra.
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30 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
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