La nave blanca (1941)

"La nave bianca", primer largometraje de Roberto Rossellini- cineasta que, con anterioridad, sólo había dirigido una serie de cortometrajes- , fue producido por el Ministerio de la Marina italiana y protagonizado por actores y actrices no profesionales. Es sin duda un interesante ejemplo del cine italiano de los años de la Segunda Guerra Mundial, de los primeros años de la guerra, cuando las cosas iban bien para el régimen fascista de Mussolini, y en el mismo se entrecruzan al menos tres vertientes.

Una de ellas es sin duda la propagandística, pues se expone hasta el detalle la perfecta organización de la marina de guerra italiana, así como la valentía, la camaradería y la competencia profesional de sus hombres y mujeres, desde el simple marinero hasta la enfermera voluntaria. En segundo lugar, hay una vertiente documental, en la que se hace hincapié en los medios técnicos y humanos desplegados por el gobierno italiano en la guerra en el Mar Mediterráneo, contra un enemigo sin rostro, británico seguramente. En tercer lugar, hay un componente amoroso, la historia de amor entre un marinero herido en combate y una enfermera voluntaria, que se conocen en persona, en circunstancias inesperadas, después de relacionarse por carta.

Estas tres vertientes se relacionan en un conjunto más o menos convincente en el que Rossellini se halla lejos del neorrealismo que muy poco después le haría famoso. Lo propagandístico, con vivas frecuentes al Rey y al Duce, se impone. En el uso de unos amenazadores cañones para componer los planos del principio del film encuentro una posible influencia de "El acorazado Potemkin" (Bronenosets Potemkin, 1925) de S.M. Eisenstein. La estrecha interrelación entre hombres y máquinas, a bordo del buque de guerra, tampoco está muy lejos de cierta obsesión maquinista del cine soviético que Rossellini podía haber visto hasta ese momento.

Rossellini tenía 35 años y quería hacer cine. Así que se le presenta esta ocasión de una película casi documental de la Marina italiana, en plena guerra cuando las cosas iban bien para Hitler y Mussolini. Y hace una película de poco más de una hora. A mayor gloria del régimen.
Pero el método es realista ya. Que luego se quiera empezar el neorrealismo con Roma, città aperta, bien, pero no hay que confundir neorrealismo con cine sobre gente pobre.
En menos de una hora le da tiempo también para desarrollar una emotiva storia d’amore.
Cuando se ve que los aliados están ganando, Rossellini, como millones de italianos, es antifascista. Y rueda, por ejemplo, Paisà o, en Alemania, Germania, anno zero.
Esto es realismo, neo o no neo, porque además utiliza actores no profesionales, pensando quizá que profesionales podría poner una cierta distancia con la realidad. O no: Ana Magnani , en Roma, città aperta es más real que todas las realidades.