Agentes dobles (1965)

Simpática producción de aventuras de las que se estilaban en la época que a pesar de ser inverosímil en extremo cuenta con un aire entretenido en todo el metraje, con variopintos escenarios incluso secuencias alguna luego vista por ejemplo en el Templo Maldito, y además giros y más giros, y cortes en especial los que da la chica al héroe americano, pero sin que éste pierda su buen humor.
Un agente secreto inglés, con su amigo de batallitas americano, se encargarán de custodiar a su Alteza, un príncipe árabe menor de edad, para que firme contrato de cesión petrolera con una empresa de La Gran Bretaña. Como se ve, un asunto bastante creíble en potencia, muy del raterillo estilo anglosajón, pero que discurre por unos derroteros humorísticos, eso sí, sin descuidar su intriga.
Hasta La Vila Joiosa irán, sin más y allí irán apareciendo diferentes personajes que lejos de ser gratuitos aportan un poco más de extrañeza a la cinta. A destacar el buen humor de los dos amigos, descontentos de la vida y tratando de quitarse los escrúpulos de encima para triunfar por fin a costa de lo que sea.

Película calificada como irregular dentro de la filmografía de Basil Dearden, a pesar de tener muchos elementos que podemos destacar y que se merecen comentar, ha pasado con más pena que gloria por las publicaciones cinematográficas. La sinópsis es simple: una historia de agentes secretos. El doble juego y el engaño preside la trama del film: desde el título original (Mascarade), traducido aquí como Agentes dobles, el acento culto de Jack Hawkins que actúa como máscara, o la caracterización de los personajes (con que bando están Jack Hawkins o Marisa Mell?), esta película de Dearden debe mucho a la literatura de quiosco, y así, tenemos desde el elemento geográfico exótico, con sus escenas rodadas en el desierto -provincia de Alicante, tan exótica en ese momento para los europeos en general, la Vilajoiosa aflamencada y agitanada (que no es Benidorm), el castillo de cartón piedra que remite a las producciones de la Hammer, o la insinuación erótica de la bella Marisa Mell (que, por qué no decirlo, está cañón en esta película).
Película interesante por el constante guiño cinematográfico al cine anterior o coetáneo (Freaks y el mundo del circo, 007 y la narrativa de quiosco, etc.), también sirve para que Spielberg cuadrara su templo maldito en la escena del puente colgante, la parodia (el asesinato del rey árabe recuerda en exceso al de JFK) o a la autoparodia (Jack Hawkins aparece, con la misma edad cuando se le supone más joven, en imágenes en blanco y negro como héroe de la liberación del país árabe durante la II Guerra Mundial, guerra en la que participó activamente coordinando el entretenimiento de las tropas británicas en la India).
Podemos achacarle fallos en el guión, que los hay, pero la película entretiene. Para mi, 5'5.