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Sicario, la ley de la calle (1994)

Sicario, la ley de la calle
105 min.
6,4
383
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Trailer (ESPAÑOL)
Sinopsis
Jairo es un adolescente que vive en un mundo marginal, en un barrio repleto de drogas y asaltos. Hastiado de la pobreza y de su infierno familiar, se ve obligado a recurrir a la violencia. Cree que su única salida a tanta miseria pasa por el mundo del crimen, así que decide participar en un asalto para conseguir dinero con el que pueda recuperar su dignidad. (FILMAFFINITY)
Género
Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Venezuela Venezuela
Título original:
Sicario
Duración
105 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Premios
1995: Premios Goya: Nominada a Mejor Película Extranjera de Habla Hispana
1995: Festival de Tokio: 2 premios incluyendo Mejor director
1994: Festival de La Habana: Mejor guión
Jairo es un adolescente que vive en un mundo marginal, en un barrio repleto de drogas y asaltos. Hastiado de la pobreza y de su infierno familiar, se ve obligado a recurrir a la violencia. Cree que su única salida a tanta miseria pasa por el mundo del crimen, así que decide participar en un asalto para conseguir dinero con el que pueda recuperar su dignidad.
[FilmAffinity]
"Historia dura y cruel"
[Cinemanía]
8
El niño de la pistola
Notable película del cine sudamericano de los 90, quizá algo caótica y deslabazada, pero quizá por ello más auténtica y realista. Narra la vida diaria de un chico de la calle que "trabaja" como asesino a sueldo en las calles colombianas, con el peligro constante detrás suyo.

La película es venezolana pese a transcurrir su acción en Colombia, y en ella, además de la inevitable violencia que muestra por ser el protagonista un sicario y reflejar la marginalidad en que viven él y gran parte de la sociedad colombiana, también refleja en varias escenas la sexualidad del chico, el cual es violado en el reformatorio, además de acostarse con mujeres maduras, en secuencias bastante explícitas que no evitan mostrar el sexo.
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13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Cuando te empujan, matar es tan fácil como respirar.
En Colombia, gran parte de la clase obrera vive en infraviviendas y lo normal es que no podían hacer nada para mejorar su situación. Se respira pobreza, pero el buen clima empuja a la vida alegre, que consiste en pasatiempos que son un parche a la realidad y ofrecen una evasión rápida y momentánea (las drogas blandas; las duras están relacionadas directamente con la delincuencia, los locales con música y el sexo), prácticamente no hay nada más que hacer.

El dinero fácil, la única manera de despegar (lavando platos uno no va a salir de la covacha en la que vive en la vida, los sueldos son precarios para todo el mundo) para las mujeres es la prostitución (las hay de todas las edades) y para los hombres, pasar a ser asesinos a sueldo desde la adolescencia. Los pandilleros los enganchan a la droga y luego si valen para matar son utilizados como carne de cañón, les proporcionan grandes cantidades de dinero que en su mayoría derrocharán, harán un par de 'trabajos', y después serán eliminados por orden de sus propios pagadores. Así no hay cabos sueltos y el dinero que se les ha dado a esos chicos imagino que no será nada en comparación del que se embolsarán ellos por la muerte de las personas a las que les encargaron asesinar. En el adiestramiento al que les someten (una especie de corta estancia militar), se incide en la rabia de esos jóvenes como su valor principal, es lo que a estos capos les interesa explotar, un menor maleable y resentido con su realidad es lo que buscan, alguien a quien no le tiemble el pulso al matar, esa es la materia prima que tan valiosa les resulta. Todos salen mentalizados con que por un puñado de billetes matarán a quien sea. Paradójicamente, la vida de estos chicos no vale nada, y a los que no han sido seleccionados para 'hacer algún trabajo', se les ejecuta sin el mínimo miramiento, es una tarea que vemos que está llevada a cabo casi con hastío, con una indiferencia absoluta, es rutina aburrida, una actitud que solo puede ser equiparada al cinismo del patrón que cinco minutos antes les daba palmadas en la espalda, alentándolos con calurosos términos y animadas exhortaciones.

A veces estos chicos acaban en la cárcel, un lugar peor que el infierno, del que la gente sale muy traumatizada y más cabreada y rabiosa todavía, un lugar en el que los asesinatos y las violaciones se suceden con total impunidad, algo que les causa regocijo a los propios guardias y dirigentes, como cuando vemos que violan al chico protagonista, pasa un guardia enfrente de la celda, se sonríe y sigue su camino como si nada (Nah, como se lo pasan los chavales, debió de pensar, al estilo del detective Torrente cuando apatrullaba la ciudad ciego de whisky y veía las tropelías que se producían por todos los lados) o cuando, el alcaide anuncia al protagonista que lo van a soltar (él venía de haber asestado varias cuchilladas a su agresor), y cuando este se dispone a salir por la puerta, le dice, riéndose, que se limpie los zapatos, que dejaban huellas de sangre.

Lo que me falla de la película (igual seré yo, que no estaré al tanto del valor que tenían los billetes en ese lugar en la época) es que me pierdo un poco con las cantidades y el dinero. Un dinero que es una pequeña fortuna, les dura a estos críos dos días. Te dicen que se compran unas zapatillas, cuatro cosas más, y que salen una noche. Cuando están con prostitutas de club, dan un fajo de billetes. ¿Qué necesidad hay, si son pobres? Me choca un poco. Pero luego te dan a entender que un billete ya de por sí tiene valor, pues vale para sobornar al dependiente de un hotel. Ese tipo de pequeños de detalles tumban la credibilidad de todo el cotarro, porque ya no te crees que sufren o lo pasan mal, los guionistas y el director que estar más pendientes. Que sí, que lo importante que quieren que entendamos es que los van a matar igual, pero...

Me llama la atención de como la madre termina perdonando los actos del hijo. Al principio rechaza la vajilla y las cuatro mierdas que este le compró, esos pequeños detalles los rompe en su cara, los rechaza, pero cuando pasado un tiempo vuelve a casa con una bolsa de dinero ya cambia de actitud: "Si alguien te tiene que juzgar, que lo haga Dios", termina diciéndose. Y vuelve a casa con ocho millones de pesos, ya (supongo que eso) sí que será una cantidad considerable, -les pagaban por adelantado-, ¿y solo alcanza para comprar esa casa tan vieja y sin amueblar?

La factura es bastante aceptable, en algunos momentos no puede evitar apegarse a los tics propios de una telenovela, y la narración no deja de ser un tanto limitada por esquemática, con el aséptico y calculado rigor de un folleto informativo, pero mantiene un agradecido tono de realismo crudo, con abundantes escenas de desnudos y de violencia.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
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