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La felicidad (1965)

La felicidad
80 min.
7,3
1.378
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Sinopsis
François es un joven carpintero casado y con dos hijos. A pesar de que su vida conyugal con Thérese es placentera, cuando conoce a Emilie, no puede evitar sentirse atraído por ella y acaban teniendo una aventura. El verdadero problema es que no consigue aclararse con sus sentimientos: ama a su mujer y también a su amante, pero no sabe a cuál de las dos ama más. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Familia Drama romántico Drama psicológico Nouvelle vague
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Le bonheur
Duración
80 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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Premios
1965: Berlín: Oso de Plata - Premio Extraordinario del Jurado, Interfilm (Recomendación)
8
La ficción familiar y otras ironías
Confieso mi debilidad por la habilidad de cirujana de Agnès Varda y esa capacidad para clavar una punzante ironía sin alterar el gesto. Comencemos por el argumento. La historia es simple y casi un cliché: un matrimonio estable y feliz ve su futuro amenazado en el momento en el que el marido protagonista, carpintero como el bíblico José, decide incluir en su vida la presencia de una amante.

La apuesta de Varda es osada ya desde el comienzo, al proponernos una historia cuyo conflicto se demora y que, cuando llega, ni siquiera genera un efecto problemático directo. Ya se sabe que no hay narración sin problema, ni cine sin puntos de giro. Aquí, Varda se hace esperar, nos hace 'des-esperar' en un territorio que, paradójicamente, es el de una felicidad fácil, plana, monocorde, falsa hasta la angustia. Uno está ahí sentado preguntándose qué demonios significa tanto picnic y plenitud de postalita hasta que empieza a darse cuenta de que los seres que están en la pantalla están esforzándose por seguir los dictados de esa ficción social llamada "felicidad".

En "Le bonheur", la directora se dedica a lanzarnos una turbamulta de postales de felicidad familiar para a continuación dejarnos entrever su impostación. Recuérdese que la felicidad a que obedece el título es la de la mediana burguesía. La familia protagonista no pertenece en propiedad ni a la clase feliz ni a su modelo, pero lo incorpora como parte de su vida. Junto a la música de Mozart, colorines, sonrisas, y al lado de la cursilería buscada, Varda ubica diversos universos ficcionales: referencias al cine, anuncios comerciales, etc. Se trata de exhibir la mentira social, que impone códigos y de contrastar dos ficciones: la de la familia feliz, de los productos de moda. Así, por ejemplo, la pareja protagonista replica la escena de una película que aparece en televisión, la esposa se afana por parecerse a Moreau o Bardot, los membretes de negocios apuntan hacia la tentación o la confianza. El bombardeo es total y pasa casi desapercibido. En cierto modo, parece como si los personajes, como maniquíes, fueran llevados a actuar sin conciencia siguiendo el dictado de la publicidad.

En última instancia, lo que vemos en esta película es el mundo obedeciendo inconscientemente al arte, o mejor dicho a las imágenes comerciales burguesas. Es la vida creyendo una mentira. El ejemplo de esta falta de espíritu crítico está personalizada en el esposo Lo más desconcertante de él no es que se lance a una aventura, sino su deseo de naturalizar la ficción e imponer en el marco social del matrimonio la inclusión de su amante. El 'todo vale' sesentero da un marco perfecto para la frivolidad más aparente.

Como es de esperar, al final de la cinta la propuesta machista no funciona, de mantener familia, amante y honestidad. Deja en el camino su esperada víctima. Sin embargo, a pesar del giro trágico del último acto, que prefiero dejar en el aire, lo más impactante no es la muerte de alguno de los personajes tanto como su posibilidad de recambio sin problemas. La despersonalización a que lleva el orden familiar es tal que un personaje muere y otro aparece y la estructura se mantiene, sin cambios. La tragedia mayor es que en este mundo de mentira ni siquiera hay espacio para la tragedia, porque eso sería darle carne a ese inmenso anuncio comercial llamado familia en el que muchos viven. La ficción devora el alma, la felicidad burguesa ha aniquilado la individualidad.

No es casual que la banda sonora haga honor al estilo galante del XVIII, ese siglo de pinturas rococó a lo Watteau o Fragonard, donde la gravedad barroca no existía, donde todo fingía ser joven, natural y nuevo. De ahí que los personajes nos parezcan estúpidos, cínicos, ingenuos o banales. Son el producto de un mundo mercantil, la réplica de un original cuyo origen es el mercado. Los años 60 son un nuevo rococó, parece decirnos Varda.

Para quien no sepa leer entre líneas la cinta, la película parecerá superficial. A mí, por el contrario, me ha dejado la aguja clavada de una punzante crítica ya que es esa superficie sin profundidad en la que hoy vivimos. Algunos la llaman Facebook. En ellas ponen fotos de colores con picnics, amigos y familias perfectas. No sé si les suena.
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57 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La felicidad puede ser…
La felicidad puede ser describir un momento
Mostrarlo en detalles
Elegir el instante y el elemento

La felicidad puede ser describir sensaciones
Encadenar los fragmentos
Con colores en fugaces transiciones

La felicidad puede ser mostrar el amor
Desgarrarlo y dividirlo
Equipararlo al infinito dolor

La felicidad puede ser lo que tarda
“Cleo de 5 a 7”
O ver “La felicidad” de Agnès Varda
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30 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
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