Somers Town (2008)

Cine social británico, pero alejado del tradicional cine social británico. Todo es mucho más simple. Una historia breve, realista, sin detalles para la galería y con un trasfondo que quema, además de ser bella estéticamente hablando, con un blanco y negro que redunda en lo gris de las vidas que cuenta, sólo con una escena final a color que rompe esa armonía.

Tomo llega a Londres deseante de una nueva oportunidad, o en verdad, ni eso, Tomo llega a Londres huyendo de algún otro lugar. Marek llegó a Londres junto a su padre desde Polonia buscando una nueva oportunidad, o en verdad, ni eso, Marek llegó a Londres huyendo de un pasado familiar tormentoso.

Y esta extraña pareja, de pasado similar y de futuro indeterminado, se cruzan en la gris Londres cercana de la Estación, símbolo de porvenir construido sobre manos indecisas. Y entonces, como toda historia que se precie, aparece ella, María, de origen francés, y sueño y anhelo de los dos chicos. Y esto es todo, el paso a la madurez de los dos que aprenden a fuerza de golpes, donde María es una pequeña luz de esperanza.

Sencilla, amable a pesar de su temática, más comedia que drama y con una banda sonora deliciosa.

Se supera Shane Meadows respecto a su última película y de qué manera. "This is England" fue una cinta buena, que abordó un tema complicado de una manera solvente y bastante entretenida. Pero con "Somers Town" Meadows sube un escalón y eso se puede comprobar desde el primer fotograma. Escoge el blanco y negro consiguiendo que, como he leido por ahí, esta historia y sus personajes sean atemporales y queden impertérritos al paso los años. Cine social para reflejar una realidad que, por lo que parece, nos acompañará durante bastante tiempo.

Realidad que viene marcada por la mezcla de personas, de culturas, de leguas; y que desgraciadamente se hace en un marco de marginación, dificultades y porque no decirlo de pobreza. Aquí, en la estación londinense de King Cross concretamente, es donde Tomo y Marek construyen su inolvidable historia. Tomo ha abandonado su casa y vaganbundea cerca de la estación londinense de King Cross. Allí conocerá a Marek otro chico, hijo de la inmigración polaca, al que la falta de cariño le hace refugiarse en su cámara de fotos, único medio por donde ve fluir imaginación. Se conocerán, hablarán, compartirán, reirán...y todo ante una enorme banda sonora firmada por Gavin Clark y la cámara discreta de Meadows que acompaña perfectamente a quien viene a ser un genio en potencia: Thomas Turgoose.

Sé que solo acaba de empezar pero este joven actor ha demostrado tener un talento increible. Con una enorme personalidad se planta delante de la cámara, sin importarle ser más guapo o más feo, más veterano o menos, para enfrentarse al espectador y ganarle desde la primera escena en el tren. Le regala un personaje inolvidable que aun pasando por mil humillaciones no pierde esas ganas de vivir y que tan brillantemente transmite Turgoose con su interpretación. Definitivamente Tomo, y Turgoose con él (o viceversa, en esta dualidad está la genialidad) terminan siendo los triunfadores de la historia.

Tras leer está crítica, en este caso aclamación, espero no dudéis en ir a ver este ratito que tan bien os hará, seguro. Felicitaciones para Meadows y Turgoose y a esperar a la siguiente, aunque el listón....