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Sumurun. Una noche en Arabia (1920)

Sumurun. Una noche en Arabia
103 min.
6,1
192
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Sinopsis
Yeggar, un payaso jorobado, director de un espectáculo ambulante, se enamora de una de las bailarinas. Ella cede a sus deseos, pero también le es infiel. Basada en la pantomima teatral creada por Max Reinhardt, es un nuevo acercamiento al ambiente de cuento de hadas en parajes exóticos. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Cine mudo Antigua Arabia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Alemania Alemania
Título original:
Sumurun (One Arabian Night)
Duración
103 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
7
Deseo y poder
Décimo largometraje de Lubitsch. Escirto por H. Kräly y E. Lubitsch, adapta la pantomima del mismo título, de Friedrich Freska, con libreto de Richard Rieb. Se rueda en los talleres de Ufa-Union, de Berlin-Tempelhof. Producido por Paul Davidson para Projecktions-AG Union (PAGU), se estrena en "première" el 1-IX-1920 (Berlin).

La acción tiene lugar en Oriente Medio en tiempos remotos (Edad Media). Sumurun (Hasselquist), la más hermosa concubina del jeque, se enamora en secreto de un joven mercader de tejidos (Liedtke). El jeque, a su vez, se enamora de una bailarina del desierto (Negri), de la que está localmente enamorado el jorobado Yeggar (Lubitsch).

El film suma elmentos de aventuras, drama, comedia y romance. En su juventud Lubitsch había trabajado como actor en la compañía teatral "Deutsche Theater", de Max Reinhardt, que obtuvo grandes éxitos con la pantomima orientalista "Sumurun". Lubitsch la adapta al cine como homenaje al teatro y a Reinhardt. En ella interviene como actor por última vez. La cinta forma parte de los espectáculos historicistas del realizador ("Ana Bolena", "Madame Du Barry"...) y responde a los gustos orientalistas europeos del período de entreguerras.

La caracterización de los personajes subraya las ansias, querencias y pasiones humanas. Yannaia es feliz cuando los hombres la desean, el jorobado arde en deseos de conseguir los favores de Yannaia, el jeque es un personaje ansioso de aventuras amorosas, a la manera de Enrique VIII. La trama analiza con atención el deseo y sus relaciones con el poder, los celos, la ambición. Observa, desde una perspectiva ácida e irónica, las colisiones que el deseo provoca entre personas y grupos.

La ambientación se presenta muy cuidada. El vestuario de Ali Hubert es fastuoso, los grandes decorados, de Kurt Richter y Erno Metzner, que evocan una gran ciudad (Bagdad), son fascinantes, los centenares de extras se mueven con precisión y espectacularidad. El relato mantiene la sonrisa en los labios y retiene la atención del espectador. Son escenas destacadas la introducción de dos baúles en el harén, el sueño del jorobado, las concubinas lanzando frutas a los enucos y otras.

Como adaptación de una pantomina, los gestos, las danzas y los movimientos, tienen gran importancia. Sobresalen la negativa gestual de Sumurun al jeque, la danza de Yannaia, los malabarismos de Mufti y Pufti. La fotografía, de Theodor Sparkul, en B/N y sepia, ofrece encuadres amplios, planos encadenados y perfiles que reducen la visión y concentran la atención. La música para piano, añadida al master restaurado por la F.W. Murnau Stiftung, compuesta (2005) por Javier Pérez Azpeitia, aporta colorido y ritmo. Son notables las interpretaciones de Negri y Lubitsch.
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13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
VISLUMBRANDO A LUBITSCH
Hablar de Sumurun es, sin duda, hablar de Max Reinhardt, productor cinematográfico y director austriaco de cine y teatro, nacido en 1873, impulsor del expresionismo y en cuya compañía "Deutches Theater" se formaron genios de la talla de Murnau o Dieterle.

Inicialmente Sumurun es una película suya de 1910 que, una década después es llevada nuevamente a las pantallas por Lubitsch, como homenaje al propio Reinhardt y a sus ideas artísticas: Escenarios, cine de masas y la expresión como huida del naturalismo. Claro que Lubitsch la viste de Lubitsch, no tanto del Lubitsch que será sino del que se adivina. Ese que se vislumbra en los gestos del eunuco o en el juego de los baúles. Ese Lubitsch que, incipiente, se muestra en la pareja de sirvientes del bazar de telas o en el mismo personaje del cómico jorobado que recrea por sí mismo a la perfección.

Otro atractivo de la película, inusual para los tiempos que corren, estriba en conocer y admirar el trabajo de Pola Negri, actriz polaca del cine mudo, muy famosa de los 20 a los 30 y que, como Reinhard, el propio Lubitsch y tantos otros emigró a los Estados Unidos. Su trabajo como la bailarina Yannaia nos acerca a esta figura mítica del cine silente.

Y una curiosidad más. El personaje de El Sultán está interpretado por otro de los grandes del cine, Paul Wegener, actor y director de una maravilla expresionista como El golem.

Como verán la oferta del film es lo suficientemente atractiva para los aficionados al cine especialmente para aquellos que nos gusta Lubitsch y estamos interesados en el expresionismo alemán.

El resto, mejor se abstienen.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
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