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Techo y comida (2015)

Techo y comida
90 min.
6,6
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Trailer final (ESPAÑOL)
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Sinopsis
Jerez de la Frontera, 2012. Rocío, una madre soltera y sin trabajo, no recibe ningún tipo de ayuda ni subsidio. Vive con a su hijo de ocho años en un piso cuyo alquiler no paga desde hace meses, de modo que el dueño la amenaza continuamente con echarla a la calle. Para hacer frente a los gastos de manutención y alquiler, realiza trabajos ocasionales mal pagados y vende en el top manta objetos encontrados. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Drama social Crisis económica 2008 Pobreza
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Techo y comida
Duración
90 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2015: Premios Goya: Mejor actriz (Natalia de Molina). 3 nominaciones
2015: Festival de Málaga: Mejor actriz (Natalia de Molina), Premio del público
2015: Premios Feroz: 2 nominaciones: Mejor película y Actriz (de Molina)
2015: Premios Forqué: Mejor actriz (Natalia de Molina)
2015: Premios Gaudí: Nominada a Mejor actriz (Natalia de Molina)
8
La cruda realidad.
La España de Bárcenas es también la España de Rocío y Adrián. Y una no puede entenderse sin la otra
Tradicionalmente los mecanismos de redistribución de la riqueza que genera un país han sido dos: la vía impositiva y el trabajo. En el País de la CEOE, ambos han sido dinamitados: las grandes empresas no solo tributan bajo unas cuotas fiscales de risa (y eso descontando además toda una arquitectura legal que les permite regatear hasta el último céntimo); sino que también, por medio de las últimas reformas laborales del PPSOE, han logrado unos niveles de precariedad en el trabajo inéditos desde la época de construcción de las pirámides.
En el país de Bárcenas, de Rocío y de Adrián, el hijo de Aznar presuntamente hace negocios con empresas vinculadas a fondos buitres que especulan con lo que en su momento fueron viviendas sociales. En ese mismo país, las "hidroeléctricas-puerta-giratoria" presuntamente campan a sus anchas y se ven beneficiadas por un impuesto al sol que consigue frenar toda la competencia que les podía hacer las renovables. En ese país de traca, fue burocráticamente más fácil regularizar dinero negro por medio de la amnistía fiscal "Montoro y asociados" de lo que ha sido nunca abrir una cafetería. Este es el país en el que hemos subvencionado con dinero de todos a los bancos que presuntamente ahora desahucian, a los de las tarjetas black, a los de las cláusulas suelo ilegales, las preferentes y los directivos con infames jubilaciones millonarias de escándalo.
¿El binomio comedor social-fútbol no se asemeja alarmantemente al pan y circo del más decadente Imperio Romano?
Los niveles de pobreza en una de las economías más fuertes del mundo se han disparado en los últimos años; eso sí; mientras, a los gobernantes "muy eshpañoles y mucho eshpañoles" que sufrimos en cada telediario se les llena la boca proclamando cuánto estamos creciendo (cuánto están creciendo sus colegas de patio y pupitre).
Techo y comida, nada más. Rocío y Adrián no piden otra cosa. Son derechos humanos básicos y fundamentales, sustraídos, que se les niegan ante la indiferencia/ignorancia de miles de idiotizados forofos futboleros que, consumiendo partidos día sí día también, no son capaces de percibir los dramas cotidianos con los que conviven puerta con puerta, ni cómo les roban cada gota de sudor de su horario laboral.
Bienvenidos a la España del siglo XXI, la España de Bárcenas (sé fuerte), el Pocero, el molt honorable Pujol, de Baltar (heredero de la diputación de Ourense del cual presuntamente existen unas vergonzantes grabaciones en las que ofrece explícita pero presuntamente trabajo a una mujer a cambio de sexo), los finiquitos en diferido, las ruedas de prensa en plasma, de la saga Fabra (Andríta "que se jodan", incluída), la ley mordaza, Ana "confetis" Mato, los ERE, los presuntos pelotazos sindicales en los cursos de formación, la Pantoja ("guapaaaa, guapaaaaa"), el pequeño Nicolás, Sálvame, Mujeres y hombres y viceversa, el fútbol, los toros, etc, etc, etc, etc, etc, etc .............................................
Pero también es la de miles de Rocíos y Adrianes.
Hala. Llega el 20-D. Sigamos igual que siempre.
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79 de 102 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La vergüenza
Techo y comida es el retrato de la España de hoy, de esa España escondida tras las cifras macroeconómicas de crecimiento de las que tanto gusta presumir el Gobierno. Una supuesta recuperación que no llega a barrios como el de Jerez de la Frontera donde vive Rocío, la luchadora madre soltera y en paro que protagoniza esta historia del debutante Juan Miguel Castillo.
La película no oculta lo que es en ningún momento: cine social de denuncia nada disimulada, una oda a todos aquellos oprimidos que se parten el espinazo por un mendrugo de pan y una feroz crítica a la injusticia de la sociedad. No se la debería acusar de obvia o demagoga. Ese es su objetivo y eso es lo que hace, sin ninguna sutileza (atención al comienzo de los créditos finales, con ese sonido de taladradora y esas cifras de auténtica vergüenza para cualquier país), sin máscara, sin doblez ni contemplaciones. Techo y comida es el retrato fiel y doloroso de cualquiera de las millones situaciones como las de Rocío que se viven en nuestro país, con los servicios sociales a veces impotentes, la brutal crudeza de la ley, el drama del deshaucio, los malabares para salir adelante y la vecina bondadosa que salva muchas veces a Rocío y su hijo Adrián de la inanición pura y dura. Su contundencia es absoluta y su efectividad también. Además, no por ello renuncia a la belleza y la poesía de ciertos momentos, pues Rocío puede ser casi una prima hermana en otro tiempo de los "santos inocentes" de Delibes, pero también está llena de fuerza y sobre todo amor por Adrián.
Quizás lo más criticable de Techo y comida es que en realidad es más un documental ficcionado que una auténtica película de ficción. Ficción entre comillas, claro está, porque más real no puede ser (por desgracia), pero es prácticamente un documental. Ninguno de los personajes tiene vida por sí mismo ni parece haber una intención por parte de Juan Miguel del Castillo de ir más allá de la mera descripción de la realidad. Podría ser un reportaje de investigación de cualquier programa televisivo. Ese tono casi periodístico hace que la cinta respire cierta frialdad en su ejecución, presentando las desgracias una detrás de otra sin dar casi tiempo al espectador a digerirlas o a ver cómo las digiere la protagonista. Tampoco ayuda la cierta exageración dramática de algunos momentos, que no hacía ninguna falta dentro del absoluto drama que es la vida de la protagonista (ver la escena en que madre e hijo discuten, aunque dicha escena es catalizadora de uno de los mejores y más emotivos momentos de la película, al que nos referirmos brevemente al final).
Por suerte, para corregir ese pequeño defecto ya está Natalia de Molina. La jienense, convertida en una de las actrices más punteras del panorama nacional después de su Goya por Vivir es fácil con los ojos cerrados (David Trueba, 2013) y su aportación a una serie de éxito como Bajo Sospecha, es el alma de la película. Todo pasa por ella, por ese aspecto derrotado (gran trabajo de maquillaje y peluquería, que la hace parecer mucho más mayor y maltratada por la vida), por sus expresivos ojos, por su expresión corporal tan estudiada (cabeza gacha, manos en los bolsillos, pocas palabras, andar casi encorvado), por su voz a veces casi inaudible y otras veces rota por el llanto, la ira o la desesperación. Hay que ser muy buena para pasar de algo tan festivo e irreverente como su personaje en la reciente Cómo sobrevivir a una despedida (Manuela Moreno, 2015) a un rol tan complicado y duro como el de Rocío. La actriz es todo corazón, todo entrega, y aporta una verosimilitud tan auténtica al personaje que no queda otra que sufrir con ella. El resultado es de premio, como el que ha ganado en el Festival de Málaga de este año y como los que van a seguir seguro, Goya incluido, salvo que Penélope Cruz en MaMa se interponga en su camino. Poco ha habido hasta ahora que se pueda comparar al esfuerzo de Molina.
Una película que no oculta sus credenciales de denuncia y que pretende hacernos reflexionar sobre la España que de forma tan brutal queda retratada en la imagen más significativa de la película, que no es otra que la del pan y el circo, la España que se olvida de alzar la voz mientras haya algo con lo que distraer su conciencia, la España que celebra eufórica un gol de la Selección mientras una familia hace aguas a solo unos metros.
Y lo consigue.

Lo mejor: Natalia de Molina, colosal (sin olvidar al pequeño Jaime López o la siempre excelente Mariana Cordero), y la desoladora denuncia social que realiza, sin disfraces ni medias tintas.
Lo peor: Es un poco excesiva en algunos momentos y le falta desarrollo en los personajes.
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34 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
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