Dumplings (2004)

Cuando un cinéfilo, programa o revista de cine realiza una lista o resumen sobre las películas con contenido gastronómico incluye “obligatoriamente” filmes como “El festín de Babette”, “Comer, beber, amar”, “Como agua para chocolate”, “La gran comilona”, “Dublineses”, “Deliciosa Martha” y algunas otras (aunque tampoco demasiadas). Las que nunca incluye ni siquiera como curiosidad son los caldos caníbales a la “vuelta y vuelta” de “Ravenous”, el festín escatológico de “Saló o 120 días de Sodoma” y dudo que incluyan los deliciosos y rejuvenecedores “Dumplings” de tía Mei. La autocensura o el odio al mal gusto parece ser que encajan con el amor al séptimo arte.

Para aquellos que conocieron las aventuras gastronómicas de Fruit Chan en uno de los episodios de "Three... Extremes" no variará en absoluto su punto de vista. Bueno, el mío sí. Pensaba que las catas de la señora Lee no aguantarían el paso al largometraje. Me equivoqué.
Fruit Chan introduce una nueva trama y dota de mayor protagonismo al señor Lee para dar alguna sorpresa en el desarrollo del filme. Atención: el final es completamente distinto al del mediometraje. Déjese sorprender si ya no quedaron sorprendidos con el episodio independiente y esa lengua insaciable. Aunque puestos a elegir…

Si te apeteció hacer una tour por todos los chinos (recuerda que no te den gato por liebre en el rollito) después de ver "Three... Extremes" volverás a tener las mismas sensaciones con “Dumplings”. Si te pareció lamentable y soez ni repitas. ¿O eres un gourmet sadomasoquista?

Se agradece también el buen gusto y los notables encuadres de Fruit Chan al que habrá que seguir la pista como buen cocinero de planos.
Filme curioso y distinto aunque para nada reivindicable.

Debo confesar que Dumplings ha sido una grata sorpresa. La película en principio no me llamaba en absoluto: a priori, la idea de una mujer que come fetos para mantenerse joven da más asco que miedo. Sin embargo, sabiendo que el director de fotografía es el famoso Christopher Doyle, la cosa gana interés, pues cualquier película donde ese hombre ponga su mano merece la pena ser vista, aunque sea sólo por el goce estético.

Lo cierto es que sí, estéticamente es una gozada. Los ambientes decadentes y claustrofóbicos- pero no exentos de cierta belleza- se mezclan con un lujo elegante y frío de las clases altas, proporcionando interesantes contrastes. Pero la película- aún siendo visualmente excelente- no se sostiene solamente en el trabajo de Doyle. La historia que plantea se desarrolla de una forma cada vez más perturbadora, y recuerda a un perturbador y oscuro cuento de hadas en el Hong Kong contemporáneo. No llega a dar miedo en el sentido estricto de la palabra, pero sí resulta profundamente perturbadora, y en ocasiones logra dar bastante grima (pero nunca llega a ser demasiado explícita, si bien se regodea a veces en la asquerosidad del tema). El ritmo además está muy cuidado, de forma que sin dejar de tener ese regustillo pausado y silencioso del cine asiático, no aburre en ningún momento. Gracias también al trabajo de los actores, que realmente saben representar esa maldad con absoluta naturalidad.

La película, sin embargo, tampoco está exenta de defectos. Hay escenas un tanto gratuitas, y cuya función es meramente dar arcadas al espectador, sin que añada realmente demasiado al argumento. ¿Era necesario lo de los huevos de pollo? Tal vez presentar cosas tan grotescas ayuda a crear esa sensación perturbadora que busca claramente Fruit Chan, pero tal vez se excede un poco a veces. Desde luego, no es una película para ver mientras cenas.