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Mishima: Una vida en cuatro capítulos (1985)

Mishima: Una vida en cuatro capítulos
115 min.
7,0
2.030
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Sinopsis
Producida por Coppola y Lucas, "Mishima" es un retrato biográfico del consagrado autor japonés Yukio Mishima. La película investiga la inquietud interior y las contradicciones de un hombre que trató de alcanzar una imposible armonía entre sí mismo, el arte y la sociedad. La trama se centra en el día en que Mishima conmocionó al mundo, al hacerse en público el seppuku o harakiri (25 de noviembre de 1970), en el Cuartel General del Ejército. El relato está salpicado de flashbacks para contar diversos episodios de su infancia, sus comienzos como escritor, el posterior triunfo profesional, su tranformación en estrella mediática, sus obsesiones por la belleza física y sus ambiguos gustos sexuales, así como la creación de la "Sociedad del Escudo". Los diversos episodios (1. La belleza; 2. Arte; 3. Acción; 4. Armonía de la pluma y la espada) evocan asimismo estilizados fragmentos de sus obras de ficción más reputadas (El pabellón de oro, La casa de Kyoto y Caballos desbocados). La fotografía de John Bailey, los exquisitos decorados y vestuario de Eiko Ishioka y la inolvidable banda sonora de Philip Glass (ganadores todos ellos del Premio a la Mejor Contribución Artística en el Festival de Cannes 1985) convierten el film en un homenaje a los ideales e inquietudes de Mishima y, además, en un audaz trabajo de investigación sobre el arte. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Biográfico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Mishima: A Life in Four Chapters
Duración
115 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Estados Unidos-Japón;
Links
Premios
1985: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro. Mejor contribución artística
8
Aprehender el dolor, huir del vacío, destruir la belleza, perseguir la muerte (una biografía de Mishima en cuatro actos)
"Los hombres usan máscaras para embellecerse. Pero a diferencia de la mujer, la decisión de embellecerse de un hombre siempre es un deseo de muerte"

¿Cómo vivir a través de un espejo? Cuando la máscara es más sólida que el ser, la muerte es una presencia más real que la vida y el vacío es una constante que, paradójicamente, parece llenarlo todo ¿cómo puede un hombre disociarse de su propia imagen sin perder el alma en el proceso.? La biografía de Mishima podría llamarse "Vida de un reflejo" y sería tan acertado...Despojado de su esencia material desde la infancia, permanece como un recipiente vacío, a la espera de algo, alguien, cuya fuerza lo llene. Pero aún habrá de esperar mucho tiempo...

"El arte es la única manera de conservar la belleza humana"

Y sin embargo, tanto el arte, como la belleza, deben ser creados para después ser destruidos. Todo su significado se basa en la destrucción. El arte debe tocar la nada para convertirse en algo. La belleza debe ser perecedera para devenir en inmortal. Todo se relaciona con la muerte. Pero todavía no. Todavía es demasiado pronto.

"Por primera vez, siento que existo. Ya no necesito espejos."

El dolor, un recurrente masoquismo mórbido, es una de las vías que utiliza Mishima para llenar el vacío. Los cortes del cuchillo sobre una piel impávida, joven y perfecta, son los primeros atisbos de significado, de propósito. Sin embargo, no es suficiente. La búsqueda no ha terminado. Tras la máscara, palpita una nada inmensa. Hambrienta de significado.

"Mi necesidad de transformar la realidad era una necesidad urgente, tan importante como las tres comidas diarias o dormir."

Pero la realidad no desea ser transformada. Las palabras no simbolizan nada, no cambian nada. No son sino un eco inútil de no-existencia contra la implacable maquinaria de la vida. Es la espada y no la pluma, decide Mishima. O ambas cosas.

"Necesitaba morir y morir bien, morir como un poeta con el cuerpo y las concepciones viriles de un héroe”

La búsqueda ha finalizado. Hallar el sentido en la más bella de las muertes, una muerte que satisface los más altos ideales estéticos y épicos, es el grito que Mishima opone al vacío. Nunca sabremos si conseguiría obtener el sentido que necesitaba. Nunca sabremos si murió embriagado por el extraño, incomparable placer de haberse destruido. Ni siquiera sabremos si encontró aquello que buscaba cuando escuchó esa peculiar música de espejos que producen las máscaras al romperse.

Pero lo que sí sabemos es que fuera lo que fuera, no murió con él.

Ved esta película.

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55 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
ACERCAMIENTO A MISHIMA
Schrader realiza un estudio voluntarioso y esforzado de la figura de Mishima. Diseña minuciosamente una película muy estructurada. En cada una de las tres primeras secciones alterna en equilibrio el relato biográfico (evocador, gracias a la elección del blanco y negro, muy contrastado) con sofisticadas recreaciones de obras principales del poeta, en color fuerte, saturado. Hay en ello un sutil estudio de las relaciones entre vida y arte; entre, por ejemplo, el descubrimiento de una estampa de San Sebastián sinuoso y flechado, y el desarrollo del masoquismo en algunas novelas.
Las escenografías de tales recreaciones, vistosas y de elaborado nivel estético, son cautivadoras —próximas al kitsch en el segundo capítulo— e incluyen momentos coreográficos brillantes, como el del asalto policial al grupo de conspiradores.

Pero en la cuarta sección Schrader opta por fundir ambos componentes. Añade color natural al relato biográfico, que llega a su operístico final, eliminando a la vez el plano fantástico. Esta última sección, decisiva, queda deslucida, por contraste con las anteriores, pero también por sí misma, a causa del pobre tratamiento recibido. El movimiento de la cámara es tosco. Los lugares donde transcurren acciones cruciales (el coche a través del tráfico de las autopistas urbanas, el acuartelamiento donde Mishima pretende ejecutar su golpe de mano) son descritos de manera desangelada.
Mishima se le escapa aquí a Schrader. El esteta japonés es presentado con marcado énfasis de su faceta militar, y por momentos es una máscara, una caricatura. No se ve espiritualidad, mundo interior, y sí gestualidad rígida y marcialidad aparatosa. Mishima aspiraba a implantar en Japón un gobierno de samuráis puros, guiados por la tradición del código Bushido. Creó un pequeño ejército de élite, al margen del oficial. Este culto a la pureza sin duda fascinó al calvinista Schrader quien, de repente, sin pretenderlo, deja que prevalezca abrumadoramente el lado fascista, iluminado y grotesco, exaltado y algo demente.

Tres cuartas partes de la película poseen una estética notable, pero la última impide que resulte conseguida. La música tampoco contribuye. En vez de ceñirse a los momentos oportunos, suena de forma incesante, y más de una y de dos veces se vuelve realmente machacona, estorbando los diálogos, que es lo peor que puede pasar con la música en un film.

Sin embargo, no se debe ignorar que Schrader echa el resto en esta interesante aproximación a Mishima.
Y que hasta donde llega, llega honradamente.
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31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
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