Deslices (1934)

La adorable, Marie Watts, y Lord Philip Rexford, se conocen cuando disfrazados de insectos planean irse a un baile de disfraces, pero, al verse el uno al otro, se sienten tan ridículos que empatizan enseguida… y terminan teniendo un intenso y aventurero romance que terminará en matrimonio (el plano de su beso sobreexpuesto en una rápida elipsis de sus aventuras, resulta muy efectivo).

Todo marcha de maravilla los primeros cinco años en que también nace Pamela, su linda niña, pero, ocurre entonces que, tras un viaje en solitario del enamorado esposo, Marie decide irse a Cannes con su tía Hetty, y en una noche de juerga se encuentra con, Thomas Trent, un don Juan aventurero que la pretendiera años atrás… y el hombrecillo, convertido en un alcohólico, pretende de nuevo conquistarla. Por la importancia que tiene Marie, casada ahora con un aristócrata, la prensa amarilla andará tras sus pasos… y pronto, un pequeño desliz estará en todos los periódicos sensacionalistas y ella tendrá que enfrentar la situación.

Por enésima vez, Edmund Goulding, vuelve a demostrar su facilidad para sacar partido de una historia que, hoy día podría resultar un tanto cursi, sobre todo con esa manera de resolverla que termina complaciendo a quien no debería complacer, pues, es en las dificultades y en los errores donde realmente se conocen los amores que palpitan con fuerza y tolerancia.

El guion, escrito por el propio director, consigue definir muy bien los personajes, y cada uno está suficientemente matizado como para que tengamos que sopesar sus actos antes de entrar a juzgar. Por otra parte, las interpretaciones son muy eficaces, y la adorable, Norma Shearer, vuelve a lucirse como la chica frágil que no está segura de si prefiere una larga vida de abundancia y comodidad con un hombre recio (Herbert Marshall) que nunca ríe, pero, que sin duda la ama… o con un aventurero (Robert Montgomery) que, quizás será pasajero, pero, que le permite gozar de la vida a plenitud. Goulding, se toma sus pausas en el romance para ampliar nuestra vista hacia la hipocresía y la comidilla social, y su película desgrana un período histórico que, por fortuna, ya poco se reproduce de la misma manera.

La historia de, <<DESLICES>>, pareciera estar inspirada en, “The Divorcee” (Robert Z. Leonard,1930), película que también protagonizan, Norma Shearer y Robert Montgomery, pudiendo haber en ésta una suerte de explicación para el alcoholismo de Tommie y para la infidelidad de Marie. De hecho se dijo que, por enfermedad de Goulding, fue precisamente Leonard quien (sin recibir crédito alguno) se ocupó de rodar algunas escenas de su película.

Fue esta la quinta y última película que la pareja, Shearer-Montgomery, rodó con marcado éxito… y se comentó en el mundillo de la farándula que, luego de haber visto la actuación de ella en, “Marie Antoinette”, la Shearer se convirtió en una gran inspiración para la memorable Evita Perón. <<DESLICES>>, la consideraba su película favorita.

Cabe recordar una frase que, en sus últimos años, dijera, Norma Shearer: “La moral de ayer, por fortuna ya no existe. Aquellos principios están tan muertos como el tiempo en que vivieron. Ahora, su capacidad de independencia, ha puesto a la mujer en el mismo plano que el hombre”.

Edmund Goulding, el director británico tempranamente afincado en EEUU, se convirtió en uno de los grandes especialistas en el género del melodrama. En los años treinta y la primera mitad de los 40 realizó sus mejores obras aunque algunas de ellas hayan envejecido bastante como este drama en el que un aristócrata británico, Lord Rexford, se casa con una joven americana de pasado alocado quien, tras cinco años de matrimonio, pese que sigue amando a su marido, nota un cierto aburrimiento para más tarde sufrir un involuntario escándalo que acentuará los equívocos y dará paso a la desconfianza de su rígido marido. Inglaterra versus América, valores tradicionales frente a modernos, el poder destructor de la mentira, las dudas en el seno del matrimonio o el poder del perdón y del olvido son algunas de las cuestiones disputadas en esta producción “precode” –por la pantalla desfilan con aparente y discreta parsimonia sexo prematrimonial, infidelidad o adulterio “inducido”- interesante aunque de realización algo rutinaria –paradójicamente una de las mayores virtudes de Goulding es la elegancia narrativa y visual, aquí bastante ausente- y cuyas temática hoy en día ha dejado de tener el mismo interés que suscitaba en su momento. Por el contrario la película disfruta de un gran trabajo de Norma Shearer, acompañada de un impasible Herbert Marshall como Lord Rexford y de un insoportable Robert Montgomery en el papel de caprichoso pijo americano que completa el triángulo amoroso.