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Laurence Anyways (2012)

Laurence Anyways
168 min.
7,4
4.837
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Trailer (FRANCÉS con subtítulos en ESPAÑOL)
Sinopsis
Laurence Alia (Melvil Poupaud) es un profesor de literatura con un trabajo estable y una sólida relación con su novia (Suzanne Clément). Sin embargo, un día decide contarles a sus amigos y seres más queridos sus planes para cambiarse de sexo. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Transexualidad / transgénero Años 80 Años 90 Drama romántico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Canadá Canadá
Título original:
Laurence Anyways
Duración
168 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Coproducción Canadá-Francia;
Links
Premios
2012: Festival de Toronto: Mejor película canadiense
2012: Festival de Cannes: Sección "Un Certain Regard": mejor actriz (Clément)
2012: Premios César: Nominada a Mejor película extranjera
2012: Premios Guldbagge: Nominada a mejor película extranjera
8
Las identidades peligrosas
Leo algunas opiniones vertidas por la crítica profesional:

“Dura una eternidad sin llegar propiamente a arrancar: una epopeya de autocomplacencia sin profundidad.” (Peter Bradshaw)

“La historia carece de peso suficiente como para justificar sus 161 minutos de duración. Dura en torno a una hora más de lo que se requiere, incluso tratándose de una historia que abarca décadas.” (Peter Howell)

“(…) una película que padece de elefantiasis, empeñada en convertir lo íntimo en épico, lo etéreo en grandilocuente. La generosidad expresiva, un tanto atolondrada, de las casi tres horas que dura «Laurence Anyways» a menudo camufla el meollo de sus arritmias.” (Sergi Sánchez)

“(…) hay mucho de infantil vanidad en sus injustificables 160 minutos de metraje, la ingenua forma de atribuirle trascendencia a un viaje transgenérico que, por otra parte, es retratado de forma vaga y superflua.” (Nando Salvá)

Y me viene a la mente el famoso diálogo de ‘Amadeus’ (Milos Forman, 1984), en el que el emperador le dice a Mozart que ‘El rapto en el serrallo’ tiene demasiadas notas. “Tiene las que tiene que tener, ni más ni menos”, contesta contrariado el músico.

EMPERADOR JOSEPH II: Mi querido joven, no os lo toméis tan a pecho. Vuestro trabajo es ingenioso y tiene calidad. Simplemente hay demasiadas notas, eso es todo. Quitad unas pocas y quedará perfecto.

MOZART: ¿En cuántas notas en concreto habéis pensado, Majestad?

Luego vendrá David Cronenberg a decirnos que Internet está acabando con la crítica profesional. Yo tengo la impresión de que, en buena medida, los críticos profesionales se están haciendo el harakiri.

Falta de profundidad, duración injustificada, esteticismo huero y vanidoso. Etiquetas. En las palabras de muchos críticos profesionales sólo advierto humo y etiquetas. Tildan a Xavier Dolan de joven y superficial. Lo primero es obvio; lo segundo habría que tratar de argumentarlo.

El talento no tiene edad –aunque pueda pulirse y trabajarse. No sé si Dolan es un genio. El genio, sin el refrendo necesario de la Historia, no es más que una etiqueta. Pero su talento es indudable, igual que su alegría de rodar. Cámara en mano, es un purasangre sin complejos –casi diría desbocado, si no fuera porque creo que este jovencito canadiense sabe exactamente lo que busca y lo que quiere. Mezcla en su crisol el cine de Almodóvar (más en temática e intenciones que en pulso y habilidades narrativas), Tarantino (ritmo, música y capacidad icónica instantánea) y Wong Kar-Wai (preciosismo e ideas visuales), pero posee un sello propio.

En ‘Laurence Anyways’ aborda un tema delicado y lo hace sin paracaídas, gustándose, con un carisma original e intenso que me mueve a emparentarla con ‘Hedwig and the Angry Inch’ (John Cameron Mitchell, 2001).

Dolan hace lo que le viene en gana; habla, como todo artista genuino, de sí mismo. “Madame Bovary soy yo”, diría Flaubert. “Yo es otro”, respondería Arthur Rimbaud –y su poesía, sin embargo, siempre es él.

La puesta en escena me recuerda, por momentos, a aquellos cuadros vivos de ‘Los paraguas de Cherburgo’ (Jacques Demy, 1964) con esos trajes a juego con el mobiliario y las paredes. Las ocurrencias de su estilo (la lectura-chaparrón del libro de poemas, la mariposa saliendo de la boca, el ladrillo pintado de rosa en la pared…) son inagotables. También percibo ecos del color de un improbable Douglas Sirk histérico y enloquecido. Y es que Dolan sabe zambullirse en las arenas movedizas de lo kitsch sin despeinarse. Y, como por arte de magia, todo empasta. Su estética funciona. La forma es atrevida y el fondo es mucho más que un oropel.

El tono de la cinta es sorprendente, en sólo un parpadeo pasa de lo cómico al drama o melodrama, del retrato bufo a lo social-reivindicativo, de la cita culta al grito chabacano, del golpe seco al videoclip. Y sí, el videoclip es parte del signo de los tiempos; deploro, por lo general, esa forma de expresión artística, pero Dolan la encaja sin problemas en ese tono, tan suyo, de tragicomedia postmoderna. Su obra es una bocanada de “hago lo que quiero” en un océano de grises servidumbres.

El jodido Dolan es un JASP, y espero de él torrentes de buen cine.
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63 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
L'enfant terrible du Québec
Es inevitable no pensar en Todd Haynes (Far From Heaven), Almodóvar (La Ley del Deseo) o Fassbinder (Ali Fear Eats The Soul), especialistas en filmar melodramas exacerbados herederos todos del trágico por excelencia, Douglas Sirk (All That Heaven Allows), durante el visionado de Laurence Anyways. Xavier Dolan narra en su tercer largometraje un cuento sobre la imposibilidad del amor como pareja, imposible por los inflexibles estándares de la sociedad pero también por el daño que se causan a sí mismos sus miembros mientras se fuerzan a permanecer juntos en una situación así: un maestro de literatura y escritor vive una vida de ensueño con su pareja, una asistente de director de cine, todo parece ir de maravilla para ambos hacia 1989 hasta que inesperadamente a él le resulta imposible seguir pretendiendo que todo está bien consigo mismo cuando siempre ha sentido que su auténtico yo es el de una mujer. Luego de la revelación sobreviene una serie incontable de momentos tópicos en la película: escenas donde hay rechazo por parte de todos ante la elección de ella de seguir al lado de su hombre-mujer, escenas de frustración y donde el mundo se les viene encima a ambos, escenas donde deciden alejarse por el bien propio, escenas donde se sienten miserables el uno sin el otro, etc. Lo mejor de Laurence Anyways es que Xavier Dolan ha conseguido que sus películas sean identificables con su marca de casa: una cautivadora estética hipster-ochentera-vintage-arty-pop que es llena de colorido, bonita, en la que presenta detalles surrealistas y momentos elaborados con gran plasticidad para el deleite sensorial del espectador. Sin embargo, hay que decirlo, lo peor es que el engolosinamiento de Dolan al crear esos momentos estéticos es su propio enemigo ya que muchas veces lo hace desviarse del camino inicial que es contar la historia lo que impide vincularnos, encontrar el pathos: ¿en serio necesitaba de casi 3 horas para contarnos una historia que en 1 hora y media hubiese quedado más que correcta?, es que la historia abarca 10 años en la relación de los protagonistas desde finales de los ochenta hasta inicios del nuevo milenio y esto lo justifica, probablemente, y, sí, son muy buenos esos momentos que en realidad parecen videoclips y caracterizan las películas de Dolan en los que acompañados de música pop a todo volumen hay eventos en cámara lenta, o esos detalles surrealistas (una mariposa emergiendo de la boca del protagonista como señal de que ha emergido del capullo su verdadero yo), pero seamos serios le hace falta mucha edición, síntesis, a esta Laurence Anyways tanta que por momentos mueve al bostezo o a revisar la hora en el reloj de pulso. Es innegable el mérito que tiene Xavier Dolan, el tan llamado enfant terrible canadiense –el otro es Jacob Tierney, que por cierto aquí hace una breve aparición–, quien a su corta edad ya ha realizado 3 largometrajes interesantes (los 2 anteriores son mejores que este) en los que ha dado esbozos de su propia, refescante y peculiar, voz autoral, pero del mismo modo hay que ver que aún se encuentra en vías de hallar la medida justa en su visión como director para que no interfiera su estética, su lenguaje cinematográfico con lo que nos quiere contar. Ah... y quien diga que esta es la mejor interpretación de Melvil Poupaud seguramente no ha visto la devastadora Le Temps Qui Reste de François Ozon.
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49 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
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