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El pan nuestro de cada día (1934)

El pan nuestro de cada día
80 min.
7,5
1.122
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Disponible en:
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Escena (Español)
Sinopsis
Estados Unidos, años 30. En plena Depresión económica, John y Mary, una pareja joven que vive abrumada por las deudas y el desempleo, abandona la ciudad y se establece en una granja abandonada. A pesar de la inexperiencia de John, deciden explotarla. Y este proyecto se hará realidad a medida que vayan llegando a la finca personas de los más diversos oficios que huyen de la miseria urbana. El resultado es la creación de una cooperativa agrícola y de un nuevo tipo de sociedad más solidaria. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Pobreza Gran Depresión
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Our Daily Bread
Duración
80 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
9
La maestría de Vidor
En 1934, con los Estados Unidos sumidos en una crisis que no empezarán a remontar hasta el 36, la propuesta de Vidor era osada y rebasaba con amplitud los presupuestos almibarados y nítidamente liberales del New Deal. No olvidemos que es la época de un Capra, de un Dieterle y que, por fuerza, las moderadas pero firmes propuestas cooperativistas que encarna el film, debieron resultar subversivas para más de uno.

Y ello pese a que Vidor se cuide de enmarcar con precisión su discurso, sin dejar cabos sueltos que den paso a lecturas diferentes de la que persigue. Es en ese contexto donde cobran sentido escenas como la del padrenuestro (que entonan, arrodillados todos, ante los nacientes brotes del maíz) o la primera asamblea que celebran los agricultores y en la que rechazan, explícitamente, las ideas socialistas de un recién llegado ("Yo no sé lo que significan esas palabras", llegará a afirmar el sueco).

El film es un bello canto, coral y épico, al hombre y a la tierra. De un preciosismo realista con frecuencia estremecedor (recordemos las escenas en que las nubes de polvo , surgidas de la tierra arada, tapan el objetivo de la cámara y, aún más allá, la secuencia en que la cámara se enfrenta a una nube de polvo y la atraviesa hasta mostrarnos, al otro lado, hombres que trabajan).

Es "El pan nuestro...", además, una obra plagada de exquisitas imágenes que escalonan la acción como una sucesión de cuadros bellísimos (un campesino toca el violín, sobre una loma, al caer la tarde; panorámicas silenciosas de los campos desiertos apenas surcados por algún hombre solitario).

Vidor ha aprendido la lección de los maestros rusos y ofrece una epoopeya colectivista con vibrante narrativa y un ritmo nervioso y preciso.
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50 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
UN BROTE DE ESPERANZA
Hay un momento en este filme en el que sus dos protagonistas, arrodillados junto a un sembrado, contemplan el milagro de la vida, encarnado en un pequeño brote, vacilante aún, enormemente frágil, pero que condensa en su todavía pequeña realidad la enorme grandeza y esperanza que generan los esfuerzos colectivos.

Esa breve secuencia recoge mejor que cualquier reflexión mía el espíritu de esta película, realizada por un audaz Vidor, que una vez más persigue plasmar grandes ideas y ambiciones humanas en sus filmes, como ya ocurrió en "The Crowd" y ocurrirá en "El manantial". En su día, y aún en el marco de la Depresión, la cinta no pudo librarse de las consabidas acusaciones de ser un panfleto comunista, y para su realización Vidor tuvo que "volar solo", trabajando al margen de los grandes estudios y recurriendo a actores no profesionales.

En realidad, el conjunto de ideas que condensa el filme bebe principalmente de raíces cristianas, pero no de las oficiales, que siempre han estado al lado del poder y el dinero, sino de aquéllos grupos o sectores que desde tiempos muy antiguos defendieron la idea de la comunión de bienes y la solidaridad humana. En tal sentido, la película está más próxima a las ideas de algunos revolucionarios cristianos ingleses del siglo XVII (los "Levellers"), y de las utopías planteadas por Tomás Moro o John Milton, que del comunismo moderno. No obstante, como el objeto de crítica es la sociedad capitalista, insolidaria y egoísta, el filme puede ser apadrinado desde ambas perspectivas. De hecho, en un momento de la cinta, los cooperantes se declaran herederos de las ideas de los pioneros, apunte del todo pertinente, puesto que muchos de ellos fueron disidentes religiosos y políticos que defendían una nueva organización social, similar a la aquí puesta en práctica.

Rodada con la habitual maestría de un clásico americano como Vidor, la película fluye de manera tan natural y esperada como las aguas de ese canal que, fruto de un esfuerzo colectivo maravillosamente plasmado (casi coreografiado), lleva las aguas hasta los campos, logrando un clímax impresionante. La única pega que se puede poner al desarrollo de la historia es la inclusión de algún personaje innecesario, como Sally, circunstancia que el propio realizador reconoció a posteriori. Por lo demás, destacar el magnífico guión, del que se encargó nada menos que Joseph Leo Mankiewicz, otro clásico del cine estadounidense.

Ciertamente este es un filme de la Depresión, pero va más allá de la coyuntura histórica concreta, para defender ideas que han existido, bajo una u otra fórmula, desde el principio de la vida en sociedad. Películas como esta nos animan, aún hoy, a seguir maravillándonos ante esos pequeños brotes de esperanza, verdaderos frutos de lo mejor que hay en nosotros, los hombres.
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24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
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