Escuela primaria (1991)

En 1996 un realizador checo escasamente conocido por el público se llevó multitud de premios y parabienes de la mano de un filme titulado "Kolya", en el que se abordaba la emocionante historia de un violonchelista (interpretado por el padre del director, también guionista, como ocurre en el presente título) y su pequeño hijastro ruso. La delicadeza y el calor que desprendía aquella película resultaban sorprendentes, pero ahora, tras ver esta cinta, parecen del todo explicables, pues ya aquí destacan similares aspectos.

Ambientada en la Checoslovaquia de la inmediata posguerra, la película es una evocación nostálgica, pero más que de un periodo histórico concreto, lo es de un periodo vital: la infancia. La experiencia nos demuestra que la mirada infantíl proyectada en el pasado resulta de lo más eficaz a la hora de combinar aspectos históricos y sentimentales, generando en los espectadores una especial empatía. Los ejemplos son múltiples y variados; citemos tan sólo, a modo de ejemplo, títulos como "El limpiabotas" (De Sica), "Juegos prohibidos" (Clément), "Los cuatrocientos golpes" (Truffaut),"Amarcord" (Fellini), "Cinema Paradiso" (Tornatore) o "Adios, muchachos" (Malle). Todos ellos abordan -desde perspectivas muy distintas, ciertamente- la evocación infantil o juvenil del pasado, y su éxito crítico y popular resulta innegable, acreditando la solvencia de esta fórmula dramática.

Sin llegar -en mi opinión- a la excelencia de las películas antes mencionadas, esta "Escuela primaria" es, en todo caso, un filme sumamente recomendable, especialmente por su tono ligeramente cómico, y por la sutileza con la que el guión vincula el afán de los niños protagonistas por descubrir el mundo, con el retrato de la época y de sus inquietudes (la sombra de la guerra, la inminencia de la dictadura comunista, etc). Así, las peripecias de los niños, su especial relación con ese maestro aparentemente riguroso (y mujeriego), su percepción de la figura paterna y tantas otras cosas, pese a resultar poco originales, no nos defraudan, y ello es así por su universalidad, un valor a recuperar en el cine (y en tantas otras cosas), pues logra que las situaciones y emociones más complejas y sutiles sean fácilmente percibidas por la mayoría de los espectadores.

Correctamente fotografiada, con algunas secuencias vistosas, como la escapada en tren de los niños o el plano secuencia de la ventana de las gemelas, la película destaca también por sus excelentes intérpretes (sobre todo Triska, como profesor, y Zdenek Sverák, como padre de Eda, además de los niños, todos ellos muy bien), así como por la banda sonora, en la que reinan magníficas piezas de Dvorak.

Una película contada con gran sencillez, una hermosa luz de atardecer, bella música y unos actores convincentes para contar una historia, aparentemente intrascendente o tan trascendente como puede ser la enseñanza a unos niños rebeldes que sueñan con la guerra, y un trasfondo político de lo que pasó, pasaba y se avecinaba contada con la lucidez que da la perspectiva del tiempo.