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Carretera asfaltada en dos direcciones (1971)

Carretera asfaltada en dos direcciones
101 min.
6,8
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Sinopsis
Dos chicos recorren las carreteras de Estados Unidos en un polvoriento Chevrolet del 55 y compiten en carreras ilegales. Eso es lo único que les importa, ni hablan ni se divierten. Un día se cruza en su camino GTO, un peculiar conductor que los desafía.... El film fue un fracaso comercial, pero se convirtió en película de culto como otras road-movies de la época como "Easy Ryder". (FILMAFFINITY)
Género
Drama Road Movie Coches/Automovilismo Película de culto
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Two-Lane Blacktop
Duración
101 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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Premios
1971: Círculo de Críticos de Nueva York: Nominado mejor actor secundario (Oates)
8
Carretera Asfaltada En Dos Direcciones (Two-Lane Blacktop) dirigida por Monte Hellman
Two-Lane Blacktop reinventa el concepto de road movie que existía hasta entonces cuyo mayor exponente era Easy Rider. Hellman se despoja de todo artificio con una realización sobria y tosca, como una bocanada de polvo del camino por donde trascurre la acción. Su realización puede definirse como cine en estado puro, con parquedad de medios y carente algo que distraiga al espectador. En la cinta abundan los planos largos, el ritmo es cadencioso, casi exasperante, con profundos silencios de los protagonistas que vagan como autómatas por la Ruta 66. No hay lugar para las emociones humanas, tan solo el breve placer que produce una carrera en una vieja carretera olvidada en cualquier lugar del país y de nuevo la rutina del asfalto. La idea de Hellman parece ser la de desmitificar el universo onírico, idealista y errante de la cultura Hippie de finales de los sesenta. Ya en los setenta se había producido el desencanto de esa generación que pensaba que podía cambiar el mundo pero que fueron engullidos por el sistema.
Monte Hellman expresó en esta película la desazón y la falta de rumbo de parte de la sociedad americana de principios de los setenta. Fue su primera y última película para un gran estudio, la Universal, y como sus otros filmes fue un estrepitoso fracaso comercial, aunque con el tiempo se ha convertido en un filme de culto avalado por la mayor parte de la crítica especializada. Carretera Asfaltada En Dos Direcciones es una obra atípica que dio una vuelta de tuerca al género de las road movies desmitificando su romanticismo y que con el paso del tiempo se ha convertido en un clásico incontestable. Hellman nos deja para el recuerdo la escena final de la película donde los dos protagonistas conducen hacia la nada y el celuloide se deshace por el fuego.
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35 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
La nada
Monte Hellman no se apartó demasiado de sus westerns para rodar “Two-lane blacktop”. Este filme de carretera, el más esencial, puesto que carece de aditamentos, de estorbos que te saquen del asfalto, continúa la abstracción de “El tiroteo” y “A través del huracán”. De una forma más depurada si cabe. Sólo he visto la película en una ocasión, cuando era un título mítico, difícil de encontrar; después únicamente he leído sobre ella, un estéril conjuro de palabras incapaz de definir este film a cielo abierto. Recuerdo que fue un pase de verano, en una universidad, y que la luz del sol se empeñaba en colarse a través de los ventanales malamente tapados con cortinas negras, como si nos anticipara el plano final con el celuloide quemándose en su carrete. Con “Two-lane blacktop” el posible spoiler es una falacia: consiste en un ir y venir sin principio ni fin por carreteras sin nombre. No hay argumento que contar, sólo se puede sentir. Ni siquiera el tópico del itinerario moral tiene cabida; sus protagonistas son arquetipos, fantasmas de una juventud o una madurez mal entendida, hijos de Bresson, de la nouvelle vague, que obedecen al marchamo de su nombre: el conductor, la chica, el mecánico, GTO…

Vista hoy, su atrevimiento casi experimental sorprenderá a más de uno. No hay épica. No existe una reflexión clara, una intención manifiesta. Los sentimientos de sus personajes están carcomidos por la necesidad del movimiento perpetuo: si no ruedan en sus coches no son nada. Apenas hablan, con la excepción de un impagable Oates. Son presencias fugaces, siluetas, modernos cowboys a lomos de trastos trucados que practican un autismo basado en gestos y miradas. Luego está el paisaje, el mismo de los westerns, con sus inacabables panorámicas y sus polvorientos pueblos. Pero no se trata de falta de énfasis, de torpeza narrativa por parte de Hellman. Muy al contrario; el tono de esta peculiar obra maestra es un destilado, una esencia que busca desnudar a sus interpretes. No es un retrato más o menos acertado de otra generación perdida, la de finales de los sesenta y principios de los setenta, sino una mirada más universal al hombre moderno, perdido, incapaz de hallar una ruta que le contente.

Es una película sensual, lo cual no quiere decir que pueda disfrutarse con facilidad. Si no consigues conciliar tu corazón con el suyo, el tedio está a la vuelta de la esquina. En sintonía, aceptando ese ritmo pausado, esquivo a las emociones, es como música. Su desesperanza, sin embargo, sigue ahí, resumida en esa cámara lenta final, en ese sonido exterior que desaparece. Ya estamos en la mente de nuestros centauros y todo lo que acontece o pueda acontecer en sus vidas está delante, al otro lado del parabrisas: una carretera en dos direcciones convertida en una cegadora nada.
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32 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
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