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Leviathan (2012)

Leviathan
87 min.
6,5
484
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Sinopsis
En las mismas aguas donde el Pequod de Melville persiguió a Moby Dick, somos testigos del choque colaborativo entre el hombre, la naturaleza y la máquina. Filmada en doce cámaras – fijas y lanzadas, pasadas de pescador a cineasta – éste es un retrato cósmico de uno de los quehaceres más antiguos de la humanidad. (FILMAFFINITY)
Género
Documental Pesca Cine experimental
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
Leviathan
Duración
87 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Coproducción Reino Unido-Francia-Estados Unidos;
Premios
2012: Festival de Locarno: Premio FIPRESCI
2012: Festival de Sevilla: Mejor documental (ex aequo)
2012: Premios Independent Spirit: Nominada al Premio Truer Than Fiction
9
Todos los ahogados
Leviathan es una experiencia visceral de imagen y sonido. O entras o no entras. Desde el inicio te agarra por el cuello y te mantiene en esa línea tenue e infinita que divide cielo y mar. Te vuelves red, pescado, pescador, chirrido, agua, barco, espuma, proa, ruido, sangre, sal, gaviota y furia, todo en uno. Te ahogas o te ahoga. Su enorme intensidad recuerda, salvando las distancias, a ‘Masacre: ven y mira’, de Klimov. También, quizás, a alguna escena de la cinta ‘Irreversible’, de Gaspar Noé.

Materia concreta y abstracción. Belleza oscura de muchísimos quilates. El cielo abierto a dentelladas. Hipnosis, fantasmagoría y turbulencia. Las sílabas de un mundo próximo y ajeno que ha de vivirse en gran formato de pantalla.

Carece de diálogos pero tiene en el sonido un punto fuerte y admirable. Rugen las aguas, el viento y las cadenas. Le lengua de los hombres-bestia se antoja indiscernible. Las criaturas del océano nos vedan su lenguaje. Todo confluye en una sinfonía de ruidos inarticulados, un vórtice de horror.

Un cine que parece escrito con las tripas. Pero sin un discurso explícito moral ni narrativo. O, más bien, sin otra narrativa que una pulsión frenética de vida y muerte mostrada en amplias bocanadas. Lo ético o moral, de haberlo, ha de buscarse en uno mismo.

En lo formal, apoteosis de lo que podríamos llamar ‘primer-plano-secuencia’. Aunque no todo son primeros planos HD, es permanente la amenaza de que las distancias entre el observador y lo observado queden abolidas. El agua y los objetos –inanimados y animados– golpean con insistencia cruda y desapasionada el objetivo. La confusión, el miedo y el ahogo, ponen sus huevos de serpiente en el espectador.

Las cámaras GoPro parecen haber sido concebidas para rodar esta película. Como en todo arte de altura, la técnica es el medio; la obra, el fin.

Una experiencia subjetiva radical. En apariencia, puro caos. En lo hondo, mano maestra en ritmo, edición de sonido, cortes y montaje. Como en las más oscuras pesadillas, no advertimos siquiera el parpadeo. La propuesta (visual y de sonido) es fascinante, conforma y crea un mundo mítico y directo. No admite intermediarios. Se mira con la piel y los sentidos. Golpea y martillea. Si has vivido el vértigo de Gravity-3D, la de Cuarón, prueba a meterte en Leviathan, sin gafas especiales ni presupuesto millonario. Verás lo que es la gravedad, el giro y el mareo. Verás lo que es rodar en pleno torbellino.

“El náufrago que se ahoga es más grande que el mar; porque el náufrago sabe que se muere y el mar no sabe que lo mata.” Esta frase, de claras resonancias pascalianas, leída en un libro por lo demás discreto (‘El manuscrito carmesí’, de Antonio Gala), da la medida del aliento poético de una cinta como ésta. ‘Arde el mar’ diría Pere Gimferrer. Y ardemos todos.

Al acabar, la cinta deja un poso Lorca de salitre.

“Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.
Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,
abrieron los toneles y los armarios,
destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.
Ya no me encontraron.
¿No me encontraron?
No. No me encontraron.
Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba,
y que el mar recordó ¡de pronto!
los nombres de todos sus ahogados.”

El Leviatán es, según Rashi, reencarnación de la Serpiente mítica del Paraíso Terrenal.

“Dios creó un Leviatán macho y uno hembra, entonces mató a la hembra y se la dio de comer a los honestos, pues si los leviatanes llegaran a procrear, el mundo no podría interponérseles."

En esta cinta apasionante el Leviatán ha procreado.

Y eso es todo. “También se muere el mar.”
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37 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
el hombre es un lobo para el hombre
Leviathan es probablemente (con permiso de “A torinói ló”) la experiencia sensorial más apabullante a la que me haya enfrentado nunca. Fantasmagórica, desconcertante, claustrofóbica, siniestra, pero sobre todo hipnótica. Más que un documental podría ser una película de terror. Recordemos que leviatán es una bestia marina asociada a satanás descrita en el antiguo testamento. Para mi desgracia esa bestia marina no reside en fosas abisales, habita la superficie y es visualmente reconocible incluso en tierra, hablo del actual ser humano, el mismo que recibe del mar azules, verdes o turquesas y devuelve rojos. Aunque la película no reconozca puntos de apoyo medioambientales (como sucedía por ejemplo en “Unser täglich brot”) es inevitable ponerse en la piel y ojos de las maravillosas criaturas que respiran debajo del agua. Es más inquietante el todo cuando reparas en la única diferencia que nos separa de los animales no humanos: ellos y ellas se guían por voces que nosotros no alcanzaremos a escuchar jamás. Por eso esconder el desierto emocional que cubre a la mayor parte de población mundial apoyándose en que están muy ricos, en vez de intentar aprender de ellos, nos resulte a algunos del todo desalentador.

Pero volviendo al por qué, alejado del discurso green is the new red, habría que señalar la idea inicial. Ésta pasaba por filmar la actividad pesquera de un puerto en Massachusetts. Se llegaron a filmar 50 horas en tierra antes de embarcar, y fue justo en ese momento cuando Lucien Castaing-Taylor y Véréna Paravel se dieron cuenta de la potencia audiovisual en alta mar, de ahí que ignorasen el trabajo en tierra y repartiesen por el barco un puñado de go pros para capturar la rutina de la vida a bordo. Destaca por encima de todo la ausencia de protagonismo de los realizadores, pasando de puntillas por la realidad a excepción de contados planos, en especial los contrapicados responsables de empequeñecer el prisma humano ante el desfile de imágenes que buscan (y no encuentran) aire en el cielo capturando estampas de una belleza inusual, o en la quietud de los últimos planos centrados en la vida en cubierta. La tensión narrativa en Leviathan pasa por desafiarte a la inmersión, coger aire en los pocos planos que lo permiten y dejarte llevar por una orquesta mecánica salpicada (nunca mejor dicho) de arreglos orgánicos (gaviotas, agua, viento) en un baile que despista la percepción humana de realidad.

Es cierto que obviar esquemas narrativos reconocibles, dejarte sin un hilo argumental al uso pueda llevarte a un callejón sin salida, pero es ahí donde debería estar la gracia de todo esto. Creo que el término cine experimental está mal definido, hay más experimento en otorgarle un guión a un puñado de imágenes que encontrar en un puñado de imágenes un guión. Es en el material filmado y en el montaje dónde fluye la historia, por eso me parece del todo razonable argumentar que algo positivo, muy positivo surge de esta pulsión negativa o atracción por la (aparentemente) nada. Pero también es cierto que no tenemos el mismo entreno en el sentido de la vista que, por ejemplo, en el oído. la vista demanda inmediatez para satisfacer estímulos que permitan focalizar la atención, es decir, es más fácil encontrarle ritmo a un centrifugado escuchando una lavadora antes que viéndola. Espero que si estás leyendo esto no te espante la (supuesta) abstracción, yo recordaré leviathan por reconocer (y agradecer) la dificultad que supone posicionarme como espectador en un entorno que en teoría reconozco, pero no he sentido así jamás, e intentar por el camino retratar al personaje más indescifrable de todos, el mar, partiendo del más difícil y sencillo de los supuestos, el pasaba por allí.
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12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
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