Que vida más triste y Ramón Langa
- Sinopsis
- Serie de TV (2008-2010). 7 temporadas. 178 episodios. Trata sobre la vida de Borja, un basauritarra al que le suceden desventuras y situaciones graciosas cada semana. Comenzó como serie on-line y debido a su éxito pasó a la televisión de la mano de La Sexta. (FILMAFFINITY)
- Género
- Serie de TV Comedia Webserie / Serie Online Comedia absurda Amistad
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 2008 /
España
- Título original:
- Qué vida más triste
- Duración
- 22 min.
- Guion
- Compañías
- Links
Categorías 1
No será la mejor serie del mundo, su despliegue técnico es escaso, los decorados no son espectaculares, nunca les darán el Óscar por sus actuaciones pero....a mí me gusta. Las historia son sencillas y cercanas. Se ríen de todos los topicazos que sacuden las series en la parrilla televisiva. Es un humor que engancha pero no cansa, ya que cada historia dura, como mucho, 4 minutos. En ese tiempo se desarrolla la historia y ahí radica su mérito.
Hablan de la sociedad treintañera, no sólo del País Vasco, sino que es extrapolable a toda España. Jóvenes, viciados a un mundo irreal de superhéroes y juegos de consola, sin apenas darse cuenta de que se van los años sentados en un sofá, sin metas ni ilusiones para un futuro...en fin, es una vida triste pero contada en clave de humor.
Es una serie fresca, cercana. De un problema cotidiano se hace un mundo, casi siempre con un final estrafalario. No son historias para intelectuales ni para hacerte pensar pero entretienen y son bastante hilarantes.
Los guiones no son malos y las actuaciones son más que aceptables (hay que tener en cuenta de que no son actores profesionales pero aún así, les dan 1000 vueltas a otros que presumen de haber estudiado arte dramático).
Para mí es una propuesta muy interesante. No hace falta mucho dinero para entretener y contar historias que enganchen a la gente.
La recomiendo.
Hablan de la sociedad treintañera, no sólo del País Vasco, sino que es extrapolable a toda España. Jóvenes, viciados a un mundo irreal de superhéroes y juegos de consola, sin apenas darse cuenta de que se van los años sentados en un sofá, sin metas ni ilusiones para un futuro...en fin, es una vida triste pero contada en clave de humor.
Es una serie fresca, cercana. De un problema cotidiano se hace un mundo, casi siempre con un final estrafalario. No son historias para intelectuales ni para hacerte pensar pero entretienen y son bastante hilarantes.
Los guiones no son malos y las actuaciones son más que aceptables (hay que tener en cuenta de que no son actores profesionales pero aún así, les dan 1000 vueltas a otros que presumen de haber estudiado arte dramático).
Para mí es una propuesta muy interesante. No hace falta mucho dinero para entretener y contar historias que enganchen a la gente.
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105 de 108 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace algunos años, la Consejería de Asuntos Sociales del Gobierno vasco encargó un estudio sobre la juventud de Euskadi. Este estudio, llevado a cabo en varios municipios, Basauri incluido, concluyó que la juventud vasca, con muy notables excepciones, se independiza tarde, se casa tarde, tiene hijos tarde, comienza a trabajar tarde, tiene sexo tarde, etc. Y de todos esos pueblos, Basauri descollaba por ser el de juventud más parada, más adolescente, que se independizaba más tarde, que apenas tenía relaciones sexuales...
Borja: "¡Tengo 30 años! ¡No puedo ser padre! ¡Soy muy joven aún!"
Todos los basauritarras entre los 20 y los 40 años saben que esto, convertido en una comedia muy divertida, es la triste y alineante verdad de nuestro pueblo, de nuestra comunidad y de todo el país. Y tiene mucho mérito que de ese triste entorno de jóvenes sentados en el sofá, jugando al Supermario con la cabeza entornada hacia la nada y la boca abierta, en expresión de vacío personal, sentimental, emocional, salga una visión acertada de lo que nos pasa, de lo que nos debería doler un poco más.
Cuánta razón tienen quienes dicen que viajar al extranjero cura ese mal llamado nacionalismo y ombliguismo colectivo. Conocer la realidad de países como Honduras, donde la gente con 20 años está casada, tiene casa e hijos, trabaja o estudia, o ambas cosas a la vez, es un shock que se acrecienta al ver cómo la gente de Europa, la sana y aislada gente de Europa, no sabe de qué va este mundo lleno de problemas. Es como ir a EEUU por primera vez y asombrarse de la cantidad de obesos mórbidos que hay en ese país. Llama la atención por comparación con lo nuestro, y estremece aún más que una sociedad avanzada se pueda esconder en su concha y pretender no ver lo exterior. Eso es el principio del fin de las civilizaciones.
Por eso destaco el valor de Ontiveros, Pérez y Caballero: han hecho un producto serio, riguroso y coherente, a partir de lo que tienen alrededor, del mismo modo que Joseph Conrad escribía de barcos o Isaac Asimov de ciencia. Todo ello con apenas cuatro duros, surgiendo de la nada y llegando muy alto. Auguro que dentro de cien, doscientos, trescientos años Qué Vida Más Triste será objeto de estudio para quienes quieran explicar la situación de esta sociedad consumista, apoltronada y estúpida, incapaz de hacer nada mientras agoniza.
Todos somos de Basauri, todos tenemos un padre tornero, todos estamos en el paro, todos somos hijos de la inmigración, todos vivimos con nuestros padres en un piso de protección construido en los años cincuenta. Qué vida más triste.
Borja: "¡Tengo 30 años! ¡No puedo ser padre! ¡Soy muy joven aún!"
Todos los basauritarras entre los 20 y los 40 años saben que esto, convertido en una comedia muy divertida, es la triste y alineante verdad de nuestro pueblo, de nuestra comunidad y de todo el país. Y tiene mucho mérito que de ese triste entorno de jóvenes sentados en el sofá, jugando al Supermario con la cabeza entornada hacia la nada y la boca abierta, en expresión de vacío personal, sentimental, emocional, salga una visión acertada de lo que nos pasa, de lo que nos debería doler un poco más.
Cuánta razón tienen quienes dicen que viajar al extranjero cura ese mal llamado nacionalismo y ombliguismo colectivo. Conocer la realidad de países como Honduras, donde la gente con 20 años está casada, tiene casa e hijos, trabaja o estudia, o ambas cosas a la vez, es un shock que se acrecienta al ver cómo la gente de Europa, la sana y aislada gente de Europa, no sabe de qué va este mundo lleno de problemas. Es como ir a EEUU por primera vez y asombrarse de la cantidad de obesos mórbidos que hay en ese país. Llama la atención por comparación con lo nuestro, y estremece aún más que una sociedad avanzada se pueda esconder en su concha y pretender no ver lo exterior. Eso es el principio del fin de las civilizaciones.
Por eso destaco el valor de Ontiveros, Pérez y Caballero: han hecho un producto serio, riguroso y coherente, a partir de lo que tienen alrededor, del mismo modo que Joseph Conrad escribía de barcos o Isaac Asimov de ciencia. Todo ello con apenas cuatro duros, surgiendo de la nada y llegando muy alto. Auguro que dentro de cien, doscientos, trescientos años Qué Vida Más Triste será objeto de estudio para quienes quieran explicar la situación de esta sociedad consumista, apoltronada y estúpida, incapaz de hacer nada mientras agoniza.
Todos somos de Basauri, todos tenemos un padre tornero, todos estamos en el paro, todos somos hijos de la inmigración, todos vivimos con nuestros padres en un piso de protección construido en los años cincuenta. Qué vida más triste.
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