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El hombre que embotelló el sol (2016)

El hombre que embotelló el sol
64 min.
6,2
138
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Disponible en:
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Trailer (ESPAÑOL)
Sinopsis
La fabulosa historia de la fundación del Benidorm turístico de la mano de Pedro Zaragoza, el legendario alcalde de la Vespa. (FILMAFFINITY)
Género
Documental
Dirección
Reparto
Documental
Año / País:
/ España España
Título original:
El hombre que embotelló el sol
Duración
64 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
5
Laponia, bikinis y cajetillas de tabaco
Ojo con este documental. Técnicamente muy bien acabado y conseguido, y rabiosamente ameno, nos cuenta la construcción de Benidorm en los años 50-60 a partir de un anecdotario (que es refutado en más de una ocasión por los archivos y documentos de la época) pero que sirven para tejer una fábula social de la postguerra. Hasta aquí todo bien, y por eso es un producto muy disfrutable.

Pero no nos engañemos. El documental acaba cuando sus productores quieren que acaben, cuando la nostalgia de los inicios fue engullida por el gigantismo hotelero de finales de milenio y la exportación de un modelo insostenible a otras partes de la península, ya que por ejemplo otros alcaldes sin vespa como Jesús Gil arrasaron con la costa del Sol.

En cuestiones históricas el punto de vista es fundamental, y por eso recomiendo la proyección de "Overbooking" (2019) al acabar de ver las hazañas de Pedro Zaragoza, para tener un panorama total de lo que significa el turismo en este país y no quedarnos solo en los inocentes inicios de este negocio. Inicios transgresores, libertarios y cuasidemocráticos, es verdad.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Así empezó el turismo de masas
Aunque lo pillé ya empezado, y tuve que aguantar los cortes publicitarios (lo dieron en el canal Documentales, de PLUTO TV), la verdad es que me gustó bastante este documental, la mar de original e interesante, desde un punto de vista sociológico, para entender cómo empezó el boom turístico de este país. Cuando conecté estaban hablando de Pedro Zaragoza Orts, que fue alcalde de Benidorm desde 1950 hasta 1967, que promovió el desarrollo turístico en la localidad alicantina. Pero de lo que se hablaba es del incidente, cómo la lió con lo de permitir el uso del bikini. Se enfrentó con las autoridades, sobre todo con el arzobispo de Valencia, que trató de excomulgarlo. Y él, que era un franquista de pro (de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS), pidió una audiencia en El Pardo con Franco, el Generalísimo, y claro, hasta allí se largó, en Vespa. Y como entre bueyes no hay cornadas, pues nada, que el Jefe del Estado le dio permiso para seguir manteniendo el uso del dichoso bikini, vivan las suecas y viva Escandinavia, como decía López Vázquéz. Y claro, encima se hizo muy amigo de la familia Franco, a quien invitó a Benidorm en varias ocasiones. Y también creó e impulsó el Festival de la Canción, en donde se dieron a conocer Julio Iglesias y Raphael (que sale hablando, faltaría más). ¡Olé tus huevos, Pedro!

Y la villa de pescadores, desapareció para siempre. Y así fue cómo se fundó Carnaby Street, quiero decir, que así empezó todo este negocio gigantesco. Pero como bien dice la otra reseña, el documental es tramposillo, porque no nos cuenta más que el comienzo, y ahí se para. Y nosotros, viendo todo el tiempo el skyline de la maldita ciudad alicantina (en donde nunca estuve, ni ganas). Y Marbella, y Jesús Gil, en la memoria colectiva. Y Nerja y Eurosur, pa’ cuándo… Porque el destrozo de toda la costa mediterránea empezó justo ahí, en los 60, y sobre todo, ya a marchas forzadas, a partir de los 70. Y de aquellos paquetes de tabaco llegamos a estos incendios, claro…

El documental tiene sus cosas negativas también. La historieta de las mujeres de Laponia, es decir, la familia de Laponia que vino para conocer (y disfrutar) del contraste, se hace muy pesada. Y luego, qué trabajo les habría costado, subtitular cada vez que hablan en valenciano, o alguna parrafada en inglés. Que aquí se creen que somos todos políglotas. Por lo demás, bien. Es un buen comienzo, para entender cómo se empezó a destruir un país, una costa maravillosa, un estilo de vida, y cómo un país entero se vendió al turismo, que es la peste más grande que existe. Quien viva en la meseta, no sabrá nada de esto. Pero los que tenemos la desgracia de vivir en esta costa del sol bendita, tenemos que tragar guiris y mierda a tutiplén, y el aeropuerto de Málaga que quiere un vuelo cada minuto, hay que joderse.
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